Apuntes | Los BRICS+ y el nexo desarrollo-clima-naturaleza

Anuario Internacional CIDOB_2026
Publication date: 11/2025
Author:
Laura Trajber Waisbich, directora adjunta de programas en el Instituto Igarapé (Brasil)
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La actual confluencia de la degradación ambiental, desigualdad económica e inestabilidad geopolítica ha puesto de relieve los límites de la arquitectura de gobernanza mundial actual. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se ve cada vez más descarrilada, debido a desafíos sistémicos ‒que abarcan desde el retroceso del multilateralismo a la intensificación de las crisis ecológicas‒, que socavan una respuesta internacional coordinada. La triple crisis planetaria de cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación amenaza también los fundamentos políticos e institucionales de la cooperación global.

En un mundo «profundamente plural» (parafraseando a Acharya, A. y Buzan, B. en: «The Post-Western World Order: Deep Pluralism», de 2019), la ampliación de los BRICS a BRICS+, con la adición de Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y Arabia Saudí al núcleo original formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, convierte a esta organización en un nuevo centro geopolítico, económico y medioambiental. Con aproximadamente el 30% del PIB mundial y abundantes activos naturales y tecnológicos, el grupo tiene capacidad para incidir en los discursos y prácticas en torno al desarrollo, la descarbonización y la gobernanza de la biodiversidad.

Si bien el grupo se originó como una coalición contrahegemónica que desafiaba a las instituciones lideradas por Occidente y presionaba en favor de la reforma de la gobernanza mundial, se muestra cada vez más comprometido con las agendas ecológicas. Es por ello que los BRICS+ están comenzando a articular una postura colectiva más coherente sobre el clima y la biodiversidad, basada en principios compartidos de equidad en el desarrollo y la cooperación Sur-Sur; una postura que se expresa a través de foros diplomáticos, cooperación sectorial y herramientas institucionales como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD).

El creciente papel de los BRICS+ en el clima y la naturaleza

Los BRICS surgieron a principios de la década de 2000 como una coalición de naturaleza difusa que reunía a las principales economías emergentes. Inicialmente centrada en reformar instituciones como el FMI y el BM, la agenda del colectivo se amplió gradualmente para incluir cuestiones de seguridad, sociales y medioambientales. Hasta la fecha, la incorporación de temas ambientales ha sido tanto estratégica como simbólica. Su discurso ha evolucionado para abrazar el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas», junto con las demandas de una mayor financiación en la lucha contra el cambio climático, la transferencia de tecnología y el margen para elaborar políticas de desarrollo nacionales.

Durante la última década, Brasil, China y Sudáfrica han avanzado en la cooperación ambiental intra-BRICS. Durante sus respectivas presidencias del grupo, introdujeron esta cuestión en declaraciones oficiales y adoptaron iniciativas sobre tecnología verde, resiliencia ante desastres, biocombustibles, protección de la biodiversidad y energía limpia (véase Instituto Igarapé: «The BRICS and the Decarbonization and Biodiversity Protection Challenges», Global Futures Bulletin, 2025). Estas iniciativas reflejan las prioridades nacionales y los esfuerzos por construir plataformas compartidas para la participación del Sur Global en cuestiones globales de medio ambiente y desarrollo. 

Autonomía ambiental en un contexto de multilateralismo fragmentado

La expansión de los BRICS con seis nuevos miembros en 2024-2025 representa no solo un desarrollo institucional, sino también un importante cambio geopolítico en la política mundial contemporánea. Los nuevos miembros aportan una relevancia ecológica y económica adicional: Indonesia acoge una gran parte de los bosques tropicales del mundo, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí son actores fundamentales en las transiciones energéticas y Etiopía y Egipto ocupan posiciones clave en los debates regionales sobre vulnerabilidad climática y gobernanza del agua. 

El liderazgo consecutivo ejercido por Brasil en el G20 (2024), al frente de la presidencia de los BRICS (2025) y de la COP30 (2025) ha ofrecido una oportunidad excepcional para dotar de relevancia a los BRICS+ en relación con el nexo desarrollo-clima-naturaleza. Con la idea de fondo de fortalecer la cooperación entre el Sur Global y avanzar hacia una gobernanza más inclusiva y sostenible, Brasil ha priorizado la creación de un marco BRICS de financiación climática (véase BRICS: «Contact Group on Climate Change and Sustainable Development», Issue note, 2025). La movilización de fondos para la lucha contra el cambio climático era uno de los objetivos manifiestos de la COP30 y quedó plasmado con éxito en la «Hoja de Ruta Bakú-Belém hacia los 1,3 billones». El objetivo de los negociadores brasileños fue asociar las estrategias nacionales de desarrollo en el Sur Global con los canales multilaterales de financiación. Y para ello promovieron el consenso entre los países BRICS+ sobre un conjunto de agendas clave a fin de desbloquear la financiación climática. Esto incluye la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo y los fondos climáticos, la promoción de las llamadas «plataformas nacionales», cuya función es coordinar la movilización del desarrollo nacional e internacional y la financiación climática en el Sur Global, y la canalización de fondos hacia infraestructuras sostenibles, también a través del NBD, liderado por los BRICS.

Sin embargo, está por ver si Brasil será capaz de trasladar dichos consensos al seno de los BRICS+. A principios de este año, Brasil lideró una propuesta del grupo que culminó con un compromiso sobre la financiación de la biodiversidad en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la COP16. En lugar de oponerse a los países desarrollados, el enfoque del bloque dio muestras de un pragmatismo orientado a lograr el acuerdo en torno a objetivos realizables. Este episodio ejemplifica una nueva forma de tejer consensos que podría servir al objetivo de Brasil de superar la brecha Norte-Sur y garantizar resultados durante la COP30.

Las autoridades brasileñas exhiben su enfoque, a la par ambicioso y pragmático, para promover la agenda climática y alcanzar cierto consenso dentro de los BRICS+. La tensión entre los imperativos del desarrollo y los objetivos ambientales sigue marcando los debates domésticos de los países BRICS+ y entre los miembros del colectivo. Ahora bien, la vinculación estratégica por parte de Brasil de las distintas temáticas ‒conectando el clima y la naturaleza con la financiación al desarrollo, el comercio y la seguridad energética y alimentaria‒ puede conducir hacia una progresiva armonización.

Fortalecer la cooperación sectorial y revitalizar el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD)

A fin de mantener el impulso dado por la presidencia brasileña en 2025, el grupo debe favorecer el establecimiento de un marco propicio, en el plano ministerial y en el técnico, para el diálogo sectorial y la cooperación política y económica sobre cuestiones ambientales y climáticas. Podría darse prioridad a ámbitos como, por ejemplo, el de la tecnología satelital para la monitorización del medio ambiente, en la que Brasil e India son líderes mundiales; o a las tecnologías de energía renovable, donde destacan China, Brasil, India y Emiratos Árabes Unidos; o también, a la conservación de la biodiversidad en áreas protegidas, un ámbito en el que Brasil, Sudáfrica, China e Indonesia son países clave. 

Otro componente crítico en el compromiso de los BRICS+ con estas agendas es el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), dirigido por los BRICS+ y con sede en Shanghái. Creado para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en los países BRICS+ y en otras economías emergentes, el NBD ha aprobado más de 100 proyectos hasta la fecha, con un enfoque creciente en energía limpia e infraestructura sostenible. Según su última estrategia (2022-2026), aproximadamente el 40% de su cartera se dedica a iniciativas relacionadas con el clima. Aunque todavía es modesto en cuanto a tamaño, el banco podría convertirse en una pieza esencial de la transición ecológica, tanto para los estados miembros como para el conjunto del Sur Global. Sin embargo, para desplegar todo su potencial, es necesario que supere los principales retos institucionales y políticos, en particular la necesidad de ampliar las operaciones y los recursos de capital y sortear las tensiones geopolíticas internas entre sus miembros fundadores. Un avance significativo será reposicionar el NBD como una institución guiada por objetivos y con un claro mandato de transformación ecológica. Esto implica no solo ampliar su cartera de inversiones en clima y naturaleza, sino también innovar en el diseño y la estrategia de financiación para el desarrollo. Las posibles vías incluyen la adopción de criterios de préstamo basados en los ecosistemas, mejores acuerdos de cofinanciación con otros bancos multilaterales de desarrollo y un mayor apoyo a las «plataformas nacionales», que vinculan las prioridades nacionales en materia de clima y naturaleza con los flujos de financiación internacionales.

En conclusión, la aparición de los BRICS+ como un actor ambiental potencial refleja tanto los fracasos del sistema multilateral existente, como el margen real del que disponen las coaliciones del Sur para reimaginar la gobernanza global. Si bien el grupo está lejos de actuar como una unidad sólida o de desempeñar un papel determinante, su creciente compromiso con las cuestiones climáticas y de biodiversidad refleja la apertura hacia nuevas vías políticas e institucionales. La trayectoria de la cooperación ambiental dentro del grupo no es lineal ni está garantizada. Depende de la voluntad de los miembros clave de invertir en el diálogo, el intercambio de conocimientos y la cooperación financiera. 

Si el grupo de los BRICS+ logra consolidar que esta agenda se integre en negociaciones multilaterales más amplias y se asocie a las transformaciones ecológicas nacionales, puede ayudar a redefinir los contornos normativos e institucionales del desarrollo global y la política ambiental en el siglo XXI.