Reseña de libros | Clientelismo basado en grupos en Japón: la clave del dominio político del PLD

Revista CIDOB d'Afers Internacionals, 141
Data de publicació: 12/2025
Autor:
Lluc Vidal, director del Grado en Relaciones Internacionales, Universitat Oberta de Catalunya (UOC); Coordinador, Grup d'Estudis en Relacions Internacionals i Dret Internacional (GERD), UOC
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Catalinac, Amy. Dominance through Division: Group-Based Clientelism in Japan. Cambridge University Press, 2023. 302 págs.

La historia de la democracia japonesa en las últimas siete décadas resulta excepcional por varios motivos. Además de ser el primer país asiático en consolidarse como democracia parlamentaria tras la Segunda Guerra Mundial, Japón presenta el ejemplo clásico de un sistema de partidos dominante en el sentido sartoriniano, es decir, una combinación de competencia formal sin alternancia efectiva. En las últimas 22 elecciones a la Cámara Baja, el Partido Liberal Democrático (PLD) ha ganado en 21 ocasiones, 14 de las cuales por mayoría absoluta y 7 de ellas, con más del 60% de los escaños. Sin embargo, los datos muestran que, pese a su éxito electoral, el PLD no goza de una gran popularidad: entre 1980 y 2020 el apoyo medio al partido fue solo del 25,8%. Asimismo, las victorias del oficialista PLD no se han producido gracias a prácticas de fraude electoral, como sí ha ocurrido en otros países con democracias no consolidadas. Todo ello nos suscita una pregunta fundamental: ¿cómo ha logrado el PLD mantenerse en el poder durante 67 de los últimos 70 años de su existencia como partido y sortear crisis económicas, vaivenes internacionales, escándalos de corrupción, una oposición empeñada en desbancarlo y una reforma electoral claramente adversa a sus intereses?

Para algunos especialistas del caso japonés, la respuesta debía buscarse en el anterior sistema electoral de tipo mayoritario plurinominal, en la que el ciudadano votaba en una circunscripción con varios escaños y múltiples candidatos, incluso del mismo partido, que debían disputar el apoyo del electorado. Este sistema, además de una lucha intrapartidista feroz, fomentaba la práctica del llamado clientelismo presupuestario (más conocido en inglés como pork-barrel politics), una lucha por atraer votos que, a la postre, derivaba en dudosas redes clientelares, financiamiento irregular y prácticas de corrupción. La reforma del sistema electoral en 1993, en la que el votante pasó a disponer de dos votos, uno para una lista proporcional y otro para un candidato en una circunscripción electoral uninominal, parecía indicar un cambio en la tendencia del voto y un claro desafío al dominio del PLD. Sin embargo, lejos de que esto se produjese, el partido oficialista ha continuado ejerciendo su posición como fuerza dominante en la política japonesa.

En Dominance through division. Group-based clientelism in Japan, la autora Amy Catalinac trata de resolver esta cuestión con un manejo extraordinario y riguroso tanto de las teorías y sus autores como de los utillajes propios de la ciencia política. Como el propio libro apunta, este estudio supone una novedad en la forma en que hasta ahora se ha abordado la cuestión del predominio del PLD, y resulta especialmente relevante el análisis de datos, las tablas de regresiones, el uso de entrevistas y en general, la combinación de su enfoque cuantitativo y cualitativo. Por una parte, ofrece una nueva perspectiva teórica sobre el clientelismo que se basa no en los individuos, sino en el grupo. Dado que las circunscripciones japonesas pueden desagregarse en unidades territoriales identificables, es posible saber qué segmentos del electorado han apoyado al partido y cuáles no, lo que permite al político distribuir recompensas de manera selectiva. Esto altera la lógica de la competencia: en lugar de dirimirse entre partidos, se desplaza a los propios votantes, que buscan destacar frente a otros grupos afines para atraer el favor –y los recursos– del representante. La autora denomina a este mecanismo «teoría del torneo», una de sus principales contribuciones para explicar por qué a la oposición le resulta tan difícil arrebatar votos al PLD. En un contexto de partido dominante, la alta probabilidad de victoria del oficialismo incentiva a los electores a usar su voto para posicionarse mejor que otros colectivos y asegurarse beneficios tras las elecciones.

El libro se estructura en siete capítulos.  Después del capítulo introductorio, el capítulo 2 ofrece un recorrido por la evolución del sistema de partidos desde 1955, con especial atención al sistema electoral y a los factores que podrían explicar la dominancia del PLD: las reglas institucionales, los programas políticos o, como subraya la autora, la política distributiva. Catalinac sostiene que el PLD ha logrado consolidar un sistema de recompensa y castigo en el que los recursos (subsidios, inversiones, proyectos de financiación) se asignan según el apoyo electoral que cada municipio aporta, generando así una lealtad estable, clave del inmenso éxito del PLD. 

Los capítulos 3 y 4 replantean el estudio del clientelismo. Frente a los enfoques tradicionales centrados en el individuo, la autora propone el «clientelismo basado en grupos», y contrasta esta teoría mediante el análisis de más de 3.300 municipios entre 1980 y 2000, examinando la relación entre apoyo electoral y transferencias del Gobierno central. Sus datos confirman tres patrones clave: los municipios más favorables reciben más recursos, la relación es convexa –pequeñas diferencias de apoyo generan grandes diferencias de recursos– y los distritos con municipios de tamaño desigual requieren más inversiones para sostener el voto.

Los capítulos 5, 6 y 7 constituyen el núcleo del argumento empírico. La autora muestra que la competencia electoral adopta una lógica territorial: los políticos elaboran ránquines municipales a partir de los resultados y distribuyen fondos según la posición de cada municipio, lo que incentiva a cada territorio a superar a sus vecinos para asegurar futuras inversiones. Sin embargo, al analizar los distritos completos aparece un patrón distinto: los que más apoyan al PLD pueden recibir menos recursos debido a su estructura interna, y no por partidismo. Esta dinámica también afecta al comportamiento electoral: cuanto mayor es la concentración de votos en el candidato del PLD, mayor tiende a ser la participación, ya que incluso un pequeño aumento puede mejorar la posición del municipio en el ranquin y, con ello, sus posibilidades de obtener beneficios.

A pesar de ser una obra muy completa, el libro adolece de algunas limitaciones. La teoría del torneo constituye una de sus principales debilidades dado que este tipo de enfoques centrados en el sistema electoral tiende a subestimar la existencia de unos programas políticos –en Japón llamados «manifiestos»– que han ganado peso desde los años 2000. Aunque la autora es consciente de ello, no llega a abordar plenamente estas críticas ni a explicar cómo, tras la reforma electoral de 1993, el voto basado en los manifiestos ha adquirido mayor relevancia. En efecto, el mecanismo que vincula apoyo electoral y distribución de recursos es difícil de demostrar empíricamente, porque puede confundirse con alineamientos partidistas o con demandas locales más que con un contrato implícito entre elector y candidato. Además, que algunos municipios menos favorables reciban más fondos apunta a posibles problemas de causalidad y a la influencia de factores estructurales como la distribución de escaños, las necesidades fiscales o ciertas dinámicas rurales no contempladas.

A estas limitaciones se añade cierta reiteración argumentativa. A lo largo del libro, la explicación sobre cómo los municipios compiten entre sí y cómo los políticos distribuyen recursos según esa clasificación reaparece en varios capítulos, lo que redunda en ocasiones en una sensación de repetición innecesaria. Asimismo, aunque el mecanismo causal está expuesto con gran claridad, el libro dedica menos espacio a explorar sus implicaciones normativas: cómo afecta esta forma de distribución de recursos a la calidad de la representación, a la desigualdad territorial o a la rendición de cuentas democrática. Estas cuestiones, apenas apuntadas, podrían haberse desarrollado con mayor profundidad, especialmente en un contexto político japonés marcado por la recentralización del poder y el liderazgo prolongado del PLD en la era Abe.

En definitiva, se trata de un libro riguroso y estimulante que aporta luz sobre uno de los casos más atípicos de la ciencia política comparada. Una contribución imprescindible para entender el papel del clientelismo territorial en la estabilidad de los partidos hegemónicos.

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 141; pp: 188-191
Cuatrimestral (septiembre-diciembre 2025)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X