Otros artículos | El regreso de Donald Trump y Palestina: una lectura desde el realismo político transaccional
Moisés Garduño García, profesor adscrito a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. mgarduno@politicas.unam.mx ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3407-6578
La crisis en Gaza, originada tras el ataque perpetrado por Hamas el 7 de octubre de 2023 y la posterior respuesta militar de Israel que ha derivado en una emergencia humanitaria sin precedentes, constituye el contexto en Oriente Medio en el que Donald Trump asume nuevamente la Presidencia de Estados Unidos en enero de 2025. Este artículo defiende que la aproximación transaccional de Trump hacia Gaza no es un ejercicio ficticio ni demencial, sino una estrategia racional que persigue activos positivos en su política doméstica y, al mismo tiempo, un cambio regional favorable a los intereses económicos y militares de Estados Unidos e Israel en la zona. En síntesis, el regreso de Trump a la Presidencia no representa una esperanza de paz para los palestinos, sino la gestión de una política exterior enfocada en el impulso de los Acuerdos de Abraham y la reducción máxima de la geografía palestina.
El realismo político transaccional como marco analítico
El realismo político transaccional (RPT) es una perspectiva utilizada por Stanley A. Renshon (2021) que combina elementos básicos del realismo clásico con la búsqueda de acuerdos concretos enmarcados en la Doctrina Trump1. Si bien John Mearsheimer (2001) analiza las dinámicas contemporáneas de las relaciones internacionales con base en el «realismo ofensivo» para explicar cómo los estados sobreviven y maximizan su poder en la anarquía internacional, el RPT incorpora el interés de grupos de presión glocales que se definen como élites que operan políticamente en un país determinado cuya riqueza económica (y, por lo tanto, su influencia) es de alcance global. Para Salas-Porras y Luna (2012), la influencia de los grupos de presión en Estados Unidos, en particular, es abrumadora porque «combina élites estatales, corporativas, académicas e intelectuales que interactúan con las juntas de gobierno, poderes legislativos y centros de pensamiento donde se toman las decisiones clave sobre la economía y la política exterior».
Desde la llegada de Donald Trump al poder en 2017 (primera Presidencia), la literatura sobre el RPT cobró importancia por su utilidad para estudiar los cambios en el orden mundial desde una perspectiva donde los intereses de los estadistas se combinan con los intereses de los grupos de presión, en algo que Siniver y Featherstone (2020) llamaron «una visión plutocrática del mundo». Al respecto, Sinkkonen (2018) apuntó que «la variante trumpiana del realismo» proyectó una visión donde lo internacional también era transaccional porque recurre constantemente a juegos de suma cero donde la Presidencia usa los recursos del Estado para proteger a grupos particulares. En este sentido, estudios más recientes defienden que el RPT, sobre todo en la segunda Administración Trump, responde a la necesidad de detener el proceso mediante el cual Estados Unidos ha perdido influencia en la economía mundial, por lo que busca el fortalecimiento de núcleos clave de su economía mientras promueve una imagen transgresora, aislacionista y neoconservadora del orden mundial (Flint, 2025).
Autores como Bashirov y Yilmaz (2019) también usaron el RPT para explicar las relaciones migratorias entre Turquía y la Unión Europea (UE) a raíz de la guerra en Siria, mientras otros como Beeson (2019) lo hicieron para entender las relaciones entre Trump y los países del Sudeste Asiático en un contexto previo a la pandemia de la COVID-19. En el caso particular de Oriente Medio, aún no hay textos que usen esta aproximación con rigor, aunque en este artículo se propone que los acuerdos que busca la segunda Administración Trump en esta región del mundo, particularmente en el caso de Gaza, se pueden entender integralmente desde la perspectiva del RPT, ya que su política está atravesada por los intereses de un grupo selecto de millonarios que le apoyaron en su campaña presidencial más reciente. Estos grupos, a su vez, simpatizan con las políticas del Gobierno de ultraderecha israelí con quien tejen, en gran medida, la aproximación anexionista sobre Palestina que está impulsando el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu.
Un primer elemento del RPT a considerar es «la prioridad de los acuerdos que superponen la seguridad, la economía y el poder del Gobierno y sus aliados sobre los ideales de la democracia o los derechos humanos». Ettinger (2019) ha advertido, en este sentido, sobre el «realismo de principios», al cuestionar cómo Trump usa los valores del Estado «como un eslogan vacío». En su lugar, este autor propone el término «soberanía populista», que refleja mejor el temperamento y narcisismo que el mandatario mostró desde su primera [BM1] Administración. Este enfoque explica el uso de sanciones o incentivos económicos para lograr concesiones, convirtiendo cada encuentro de alto nivel en una negociación. Cada acuerdo concertado es resignificado por Trump como una victoria personal y también como una victoria para Estados Unidos, independientemente de lo dictado por la ética del orden liberal.
Un segundo elemento es la «teatralización de la política» y el vocabulario con el que promueve los valores tradicionales y nacionalistas de la clase blanca trabajadora (Williams, 2017). El trumpismo percibe la inmigración masiva y la globalización como amenazas a la identidad estadounidense, por lo que prefiere una visión conservadora del mundo. En este sentido, el drama es utilizado para valorar el lenguaje antiestablishment y exaltar la importancia de la familia, la religión y el patriotismo. Desde su primer mandato, Trump acuñó términos como «America First», «Make America Great Again», «Drain the Swamp», «Build the Wall», «Witch Hunt», «China Virus», «Sleepy Joe», «Deep State», entre otros, con los cuales difundió debates públicos con los que confrontó a sus opositores aumentando la polarización en Estados Unidos para beneplácito personal (Horwitz, 2021). En palabras de Richard L. Abel, 2024: 3), «los autócratas tienden a surgir en sociedades polarizadas (…) La polarización extrema afecta tanto a los líderes como a los seguidores (…) suele tener sus raíces en la clase social, la raza, la etnia o la religión, y es binaria y sostenida (…) Aunque Trump es el primer autócrata estadounidense en alcanzar la Presidencia, numerosos precursores explotaron la polarización para buscar el poder político, entre ellos el padre Charles Coughlin, el gobernador de Luisiana Huey Long, el senador por Wisconsin Joseph McCarthy, el gobernador de Alabama George Wallace, el presidente Richard Nixon (con la estrategia del Sur) y los aspirantes presidenciales republicanos Barry Goldwater y Patrick Buchanan»2.
Un tercer elemento del RPT es la «polarización política». De acuerdo con encuestas recientes (Instituto Gallup), en Estados Unidos el 37% de los ciudadanos se identificaba como «conservador», un 34% como «moderado» y un 25% como «liberal» (Brenan, 2025). Dentro de dichos porcentajes, el contraste ideológico entre republicanos y demócratas era el más extremo en 30 años, ya que el 77% de los republicanos se identificaba como «conservador» mientras que el 55% de los demócratas lo hacía como «liberal». Este fenómeno cobró amplitud en la red social X (antiguo Twitter), donde la cifra de mensajes de odio subió un 50% desde que el empresario Elon Musk comprara la plataforma en octubre de 2022 (Colomé, 2025). Esto significa que los melodramas digitales aumentan la tensión entre ciudadanos y que, independientemente de su posición, el debate público se produce alrededor del relato presidencial (Harsin, 2017). Utilizando la analogía de lo que, en su momento indicó Pierre Bourdieu (1996), Trump captura los medios de comunicación para ejercer influencia en la construcción de la realidad y en la percepción de su forma de gobernar.
Un cuarto elemento es el uso de la «máxima presión», donde se utilizan herramientas militares y económicas del Estado para influir en el comportamiento de los oponentes. Algo destacable es el uso de la «diplomacia coercitiva», donde se producen declaraciones falsas o desafíos directos al derecho internacional, siempre con el objetivo de generar reacciones y concesiones en el interlocutor de turno, tal como se ha intentado hacer con el régimen de sanciones económicas contra Irán desde 2017 (Nuruzzaman, 2020).
Un quinto elemento es la «flexibilidad estratégica» con la que Trump se acomoda en función de las circunstancias. Aunque en su primer mandato se plantearon prioridades como la contención de «potencias revisionistas» (China y Rusia), dictadores regionales, terroristas y cárteles de narcotráfico (Trump y The White House, 2017a), Trump pronto mostró una competencia estratégica flexible mediante la cual Estados Unidos negociaría con competidores y presionaría a aliados tradicionales con una táctica aparentemente contradictoria, pero orientada a la salvaguarda de la realpolitk estadounidense (Renshon y Suedfeld, 2021).
Finalmente, un sexto pilar es contar con un equipo confiable (pero sustituible) con el cual ejecutar la política adecuada. Si bien existe un personalismo en el realismo trumpiano, el RPT refleja no solo la complejidad de las circunstancias internacionales, sino también el pensamiento de los asesores del presidente con quienes equilibra las respuestas a las amenazas en el ámbito global con el apoyo popular a nivel local, en lo que se ha llamado «Trumpeconomics» (Epstein, 2017; Chaput, 2018). En este sentido, el papel de sus asesores de Seguridad Nacional y, hoy en día, de figuras cercanas como el inversor inmobiliario Steve Witkoff o la multimillonaria Miriam Adelson, son una pieza clave en la maquinaria política y económica del Gobierno en Washington hacia regiones estratégicas como Oriente Medio; algo que podría cambiar tal como sucedió con el empresario multimillonario Elon Musk, quien salió del gabinete presidencial en mayo de 2025 tras un destacado papel como asesor presidencial.
Dicho lo anterior, el artículo se estructura en dos partes centrales que analizan la política exterior de Trump hacia Palestina en sus dos mandatos, poniendo el énfasis en el segundo, en su regreso a la Casa Blanca. La primera parte analiza las acciones de su primera Administración, centrándose en el «Acuerdo del Siglo» y los Acuerdos de Abraham, que priorizaron una aproximación transaccional y la alineación con Israel. La segunda parte examina su retorno en 2025, argumentando cómo se intensifica este enfoque transaccional, vinculándolo explícitamente con los intereses del lobby proisraelí, en particular, la familia Adelson. La finalidad del texto es demostrar que esta política, lejos de ser irracional, obedece a una estrategia deliberada para despolitizar la cuestión palestina, reducirla a un problema humanitario-económico y favorecer la anexión territorial israelí de Palestina, erosionando la posibilidad de una solución basada en los dos estados.
Donald Trump y el enfoque transaccional hacia la cuestión Palestina
La primera Administración Trump representó un giro sin precedentes en la política exterior estadounidense hacia Israel, hasta tal punto que fue percibido por algunos autores como «uno de los períodos más favorables para Tel Aviv en la historia reciente» (Fraihat y Ezbidi, 2023). Esta postura se evidenció en decisiones rupturistas, como el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y el traslado de la embajada estadounidense a dicha ciudad en 2017 (Trump y The White House, 2017b), el abandono de la UNESCO bajo el argumento de su «sesgo antisemita» o el reconocimiento unilateral de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán en 2019. Estas acciones, que representaron una ruptura con el enfoque multilateral tradicional de Estados Unidos, no solo evidenciaron una alineación incondicional con las demandas israelíes, sino que demostraron cómo la Administración Trump subordinó abiertamente las consideraciones diplomáticas y de seguridad global a los intereses de su círculo interno de asesores y aliados políticos. Esta postura erosionó decisivamente el ya debilitado papel de Washington como mediador imparcial en el conflicto, ya de por sí mermado por el fracaso de los Acuerdos de Oslo. Otros actos que marcaron diferencia con respecto a administraciones precedentes fueron el apoyo a la construcción de asentamientos israelíes en tierras palestinas y la suspensión de fondos a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) en 2018.
No obstante, el proyecto que marcó el respaldo más claro de Trump a Israel fue el que se conoce como el «Plan de Paz para la Prosperidad» o «Acuerdo del Siglo». En palabras de Trump, durante su presentación el 28 de enero de 2020: «Mi visión presenta una oportunidad “win-win” para ambas partes, una solución realista de dos estados que resuelve el riesgo que supone la creación de un Estado palestino para la seguridad de Israel. Hoy, Israel está dando un paso gigantesco hacia la paz. Ayer, el primer ministro Netanyahu me informó de que está dispuesto a respaldar esta visión como base para las negociaciones directas –y, debo decir, el General también la respaldó, y con mucha fuerza– con los palestinos. Un avance histórico» (Trump y The White House, 2020b). Este plan tuvo un enfoque transaccional porque ofrecía la creación de un Estado palestino sin soberanía, defensa, control de fronteras ni capacidad para formar alianzas militares con otros países, a cambio de que Israel se anexara el 87% de Cisjordania y controlara formalmente el Valle del Jordán, junto con el reconocimiento de Jerusalén como su capital indivisible (ibídem, 2020a).
Por el lado de los palestinos, se les ofrecía parte del desierto del Néguev como compensación por los territorios anexados por Israel. Con respecto a la cuestión de los refugiados, el plan rechazaba el regreso de cualquier palestino del extranjero y, en su lugar, proponía un programa de remuneración económica para ellos y sus descendientes con opción a integrarse a «cualquier país de la Organización para la Cooperación Islámica que quisiera recibirles» (ibídem). El plan también establecía que los refugiados palestinos perderían su condición legal internacional y se disolvería la UNRWA, buscando que los campamentos de refugiados se convirtieran en nuevas áreas residenciales en los países que los acogían. Una de las cuestiones más polémicas del plan fue la oferta de un paquete de inversiones por 50.000 millones de dólares a cambio de que los países árabes del Golfo normalizaran sus relaciones diplomáticas con Israel.
El plan recibió críticas de la comunidad internacional porque ignoraba las resoluciones de Naciones Unidas que abogaban por el respeto de las fronteras de 1967 y por el atrevimiento a reducir «la cuestión palestina» a la creación de un Estado débil y desarticulado. Y justamente, a sabiendas de que habría un rechazo generalizado al plan, el equipo de Trump impulsó una estrategia con los «estados árabes moderados» (Monshipouri et al., 2025), animándolos a hacer la paz con Israel de manera bilateral a través de lo que se denominó «los Acuerdos de Abraham» ignorando el destino político de Palestina. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos aceptaron. EAU fue el primer país en normalizar relaciones con Israel, el 13 de agosto de 2020, mediante el establecimiento de embajadas y de cooperación en tecnología, turismo y seguridad. Tras reconocer a Israel, EAU firmó un Tratado de Libre Comercio en 2022 que potenció el comercio entre ambas naciones hasta alcanzar los 1.200 millones de dólares. Además, ambos países lanzaron el Fondo de Investigación y Desarrollo EAU-Israel, con un presupuesto de 10 millones de dólares para financiar proyectos de energía renovable, agua y salud, propiciando la visita de 450.000 turistas israelíes a Dubái en 2023 (Cafiero, 2023).
Por su parte, Bahréin suscribió la normalización de las relaciones con Israel el 15 de septiembre de 2020, a cambio de la expansión del turismo y, en palabras del entonces ministro de exteriores bahreiní, Abdullatif al-Zayani, «potenciar los intereses de 30 empresas israelíes de alta tecnología, logística y bienes raíces» (Feierstein y Guzansky, 2023). En el caso de Sudán, la firma se realizó en octubre de 2020 y, como contrapartida, Estados Unidos le retiró de la lista de países patrocinadores del terrorismo, lo que le permitió acceder a ayuda económica y aliviar ligeramente su deuda. Finalmente, en diciembre de 2020, Marruecos normalizó relaciones con Israel a cambio de que Estados Unidos reconociera la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, un tema histórico y crucial para el Reino alauí, tanto para su seguridad nacional como para su confrontación con Argelia sobre la hegemonía de la región.
Los Acuerdos de Abraham reconfiguraron el equilibrio regional permitiendo a Israel consolidar alianzas estratégicas sin conceder demandas esenciales a los palestinos. En consecuencia, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) enfrentó una disyuntiva crítica que consistió en aceptar los términos asimétricos del «Acuerdo del Siglo» o arriesgarse a un mayor aislamiento internacional conforme Israel expandía su red de reconocimientos diplomáticos apoyados por la Administración Trump. El equipo encargado de impulsar estos Acuerdos estuvo conformado por las siguientes personas (Smith 2001): David Friedman, abogado especializado en bienes raíces y donante del movimiento de colonos a Israel; Jason Greenblatt, enviado estadounidense para las negociaciones entre Israel y Palestina y, anteriormente, asesor de Donald Trump en bienes raíces; Jared Kushner, yerno de Donald Trump, magnate inmobiliario y un ferviente extremista sionista cuya familia había donado dinero para asentamientos israelíes; y Sheldon Adelson, empresario multimillonario conocido por la fundación de Las Vegas Sands Corporation e importante donante al Partido Republicano y de las causas relacionadas con Israel.
De este grupo, la influencia del fallecido Sheldon Adelson fue destacada dada sus inversiones en la prensa israelí y en el Partido Republicano estadounidense, lo cual ayudó a que Benjamín Netanyahu regresara al poder en Israel en 2009 y a que Donald Trump lo hiciera en Estados Unidos por primera vez en 2017. En compensación, Adelson exigió de Washington y Tel Aviv compromisos para anular cualquier proyecto de Estado palestino, el reconocimiento de Jerusalén como la «capital eterna» de Israel y la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán de 2015 (Warde, 2024). Además, Adelson creó el Consejo Americano-Israelí (IAC, por sus siglas en inglés) para competir directamente con el Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, por sus siglas en inglés), por considerarlo «demasiado complaciente con la Autoridad Nacional Palestina» en un esfuerzo por aumentar el apoyo político y social a Israel en Estados Unidos (ibídem).
Los intereses de este grupo explican el buen entendimiento que hubo entre Trump y Netanyahu durante el período 2017-2020, así como la ejecución de una política exterior estadounidense en favor de un círculo estrecho de negocios familiares a los que se agregó Avi Berkowitz, ejecutivo de Kushner Companies, quien sustituyó a Jason Greenblatt en 2019 (ibídem). En diciembre de 2017, durante el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, Trump comentó, en compañía de estas y otras personalidades, que «(…) hoy, finalmente, reconocemos lo evidente: que Jerusalén es la capital de Israel. Esto no es más ni menos que un reconocimiento de la realidad. También es lo correcto. Es algo que debía hacerse. Por eso, de conformidad con la Ley de la Embajada de Jerusalén de 1995, también he ordenado al Departamento de Estado que comience los preparativos para trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. Esto iniciará de inmediato el proceso de contratación de arquitectos, ingenieros y planificadores, de modo que la nueva embajada, cuando esté terminada, sea un magnífico tributo a la paz» (Trump y The White House, 2020b).
La inauguración de la nueva embajada tuvo lugar el 14 de mayo de 2018, seguida del cierre de las oficinas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington bajo la excusa de representar un obstáculo para la paz en Oriente Medio. Paralelamente, Jared Kushner iniciaba negocios en los países árabes del Golfo con el Fondo de Inversión Pública Saudí (PIF) por valor de 2.000 millones de dólares en Affinity Partners, una compañía que fundó Trump apenas unos meses después de salir de la Administración en 2021 (Kirkpatrick y Kelly, 2022).
La crisis en Gaza y el regreso del realismo político transaccional
El regreso de Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 fue presentado por su equipo de campaña como una «esperanza de paz para los palestinos», a raíz de la crisis en la Franja de Gaza iniciada en 2023, tras los atentados de Hamás del 7 de octubre y la brutal intervención militar israelí, que Joe Biden no pudo contener al final de su Administración (Mishra, 2025). Si bien Trump presionó a Netanyahu para conseguir un cese al fuego antes de entrar en funciones en enero de 2025, a lo largo de sus primeros seis meses realizó actos que advertían el retorno radical del RPT, pero ahora con el acompañamiento de una certificación de la limpieza étnica en Gaza y un apoyo sin tapujos a la anexión de Cisjordania. Durante la visita del primer ministro israelí el 4 de febrero de 2025 a Washington, en calidad de «primer líder extranjero invitado», Trump declaró: «Estados Unidos asumirá el control de la Franja de Gaza y haremos un buen trabajo allí también. Nos haremos cargo (...) mi Administración asumirá la responsabilidad de limpiar los edificios destruidos y desmantelar las bombas sin detonar y otras armas peligrosas» (Al Jazeera English, 2025a).
Esas polémicas palabras fueron más allá de «poseer Gaza», al sugerir que los 2,3 millones de personas que viven en esa área «debían trasladarse a Egipto o Jordania para hacer sus vidas mientras que Estados Unidos y otros países ricos árabes del Golfo se encargarían de la reconstrucción de la Franja» (Shear et al., 2025). Aunque múltiples medios de comunicación criticaron estas declaraciones por su ilegalidad (Haworth y Kaufman, 2025), la perspectiva de Trump presentaba el mismo enfoque transaccional, pero ahora implulsado por un nuevo equipo de asesores y empresarios proisraelíes con pretensiones de seguir despolitizando la cuestión palestina para reducirla a un tema inmobiliario, económico y humanitario. En efecto, esta perspectiva implica continuar presionando a actores regionales para aceptar la «limpieza de Gaza» o bien contribuir con la seguridad de Israel a través de la anexión de tierras palestinas en Cisjordania y el avance de los Acuerdos de Abraham, particularmente buscando la adhesión de Arabia Saudí; en este caso, como parte de los compromisos adquiridos con la familia Adelson años atrás. En su texto de Le Monde Diplomatique, Ibrahim Warde (2024) hace una declaración fundamental a propósito del tema: «(…) se están llevando a cabo negociaciones con representantes de Miriam Adelson, la viuda del mecenas a quien Trump le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad. Ella dice que está dispuesta a hacer por Trump lo que su marido emprendió durante su primer mandato. Sin embargo, ahora exige a cambio la anexión de Cisjordania».
Tras el fallecimiento de su marido, Miram Adelson asumió la dirección de las compañías familiares y se convirtió en la quinta mujer más rica de Estados Unidos con un patrimonio aproximado de 29.700 millones de dólares. Adelson donó 100 millones de dólares a la campaña de Trump, convirtiéndola en la tercera donante más importante después de Elon Musk y Timothy Mellon. En 2025, Adelson se reunió con las familias de los rehenes israelíes destacando la presión ejercida por Trump para el cese al fuego en Gaza y afirmando que «ella haría lo posible para liberar a todos los retenidos por Hamás» (The Palestinian Chronicle, 2025).
Con lo anterior en mente, es posible afirmar que la ofensiva de Israel en Gaza ha estado intrínsecamente vinculada con sus medidas anexionistas en Cisjordania. En toda el área, desde el 7 de octubre de 2023 hasta agosto de 2025, se registraron 993 asesinatos, 17.000 detenciones arbitrarias y la destrucción de centenares de casas en los campos de refugiados de Yenin, Tulkarem y Nur Shams (UNRWA, 2025). En julio de 2025, la Administración Civil Israelí lanzó una licitación para edificar 974 nuevas viviendas en el asentamiento de Efrat, ubicado al sur de Belén. Esta acción refuerza la estrategia de «hechos consumados», reflejada en el incremento de la población de colonos israelíes en Cisjordania, que alcanzó las 503.000 personas a fecha de 10 de marzo de 2025 (Peace Now, 2025).
Un factor adicional que refleja las aspiraciones de Adelson en el marco de la crisis en Gaza fue la aprobación, aunque no vinculante, de una moción en la Knesset el 23 de julio de 2025. Dicha resolución certificaba la anexión de Cisjordania, instando al Gobierno ultraderechista a «ejercer soberanía sobre la totalidad de Judea, Samaria y el Valle del Jordán», territorios que el texto legislativo consideraba como «parte indivisible de Israel». Este planteamiento, que Trump evitó criticar en ocasiones anteriores (Al Jazeera, 2025b), pone en evidencia una escalada en las pretensiones expansionistas del Estado israelí, que supera por mucho lo propuesto por el «Acuerdo del Siglo» presentado en enero de 2020. El apoyo de Adelson a la anexión de Cisjordania se conecta con la agenda de asentamientos en Gaza, la cual desarrolla a través del trabajo legislativo de la diputada Limor Son Har-Melech, del partido Otzma Yehudit, y del diputado Zvi Sukkot, del partido Sionismo Religioso (Sokol, 2024). Asimismo, esta aliada de Trump sigue financiando periódicos de derecha radical como Israel Hayom y servicios para organizaciones como HaShomer HaChadash, un grupo sionista que opera en forma de milicia para defender las tierras agrícolas ocupadas por colonos israelíes.
Además, Adelson es conocida por financiar iniciativas contrarias al «Movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones» (BDS), entre ellas el Maccabee Task Force, organización activa en más de un centenar de universidades estadounidenses. Dicha entidad desempeñó un papel clave en la contención de las protestas y campamentos pro-Palestina que surgieron en 2024 en instituciones como la Universidad de Harvard y la Universidad de Columbia (The New Arab, 2024). Fueron manifestaciones vinculadas a las presiones gubernamentales que condicionaron los fondos federales a estas entidades bajo el argumento de que «sus élites académicas fomentaban el antisemitismo y el adoctrinamiento ideológico» (Blinder, 2025). De acuerdo con Tamara Kharroub (2025), el «plan Adelson» está apoyado por otras figuras que participan o simpatizan con la segunda Administración Trump y que pertenecen a grupos de cristianos sionistas. Por citar algunos ejemplos, se documenta a Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas y líder cristiano evangélico, designado embajador de Estados Unidos en Israel, quien destaca por su amistad con la familia Adelson (van Zuylen Wood, 2015). Por su parte, Steve Witkoff –cristiano evangélico y promotor inmobiliario con inversiones por valor de 245 millones de dólares en la ciudad de Beit Shemesh, del Distrito de Jerusalén, y nombrado enviado de paz a Oriente Medio– ha emitido declaraciones en las que reconoce que «Miriam Adelson es una querida amiga a la que escucha constantemente para realizar su trabajo de mediación» (Stanley-Becker, 2025). Igualmente se puede nombrar a Pete Hegseth, un cristiano evangélico proisraelí que se refiere a Gaza y Cisjordania como «Judea y Samaria», designado por Trump como secretario de Defensa; o a Elise Stefanik, propuesta como embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, quien ha apoyado públicamente las declaraciones de dos de los políticos más influyentes y controvertidos del actual Gobierno israelí, ambos vinculados a la ultraderecha religiosa y nacionalista, Itamar Ben-Gvir y Bezael Smotrich, a propósito del «derecho bíblico de Israel a toda Cisjordania» y que, en 2024, recibió el Premio «Defensor de Israel» a manos de Miriam Adelson en la gala «Héroes de Israel» de la Organización Sionista de Estados Unidos.
Por otro lado, existen otras figuras que, aunque no forman parte del equipo oficial de Trump, respaldan activamente las políticas de Adelson en Cisjordania. Un ejemplo destacado es John Hagee, teleevangelista y fundador de la organización Cristianos Unidos por Israel, quien ha justificado la expansión territorial israelí «como un paso necesario hacia el Armagedón», evento que, según su interpretación, precedería a «mil años de paz perfecta» (Roth, 2025). Asimismo, cabe mencionar a Hillel Roth, exadjunto del primer ministro israelí en la Administración Civil y que está vinculado a Honenu, una organización de ultraderecha que, según The New York Times, recibe la mitad de su financiación del Fondo Central de Israel y de grupos violentos proasentamientos patrocinados por Marcus Brothers Textiles, una empresa con sede en Manhattan (Rutenberg et al., 2010). Finalmente, destaca el papel de Bernard Marcus (fallecido en noviembre de 2024), cofundador de Home Depot, quien donó decenas de millones de dólares a organizaciones como Birthright Israel y AIPAC. Al igual que Adelson, Marcus se convirtió en uno de los principales donantes de Trump desde 2017. Cabe recalcar cómo, en este contexto, la extrema derecha israelí ha fortalecido sus relaciones con estos sectores a partir de figuras como Avigdor Lieberman, exministro de Finanzas de Israel y fundador del partido de ultraderecha Israel Beitenu, quien creó en 2004 el Grupo de los Aliados Cristianos en la Knesset. Además, Lieberman ayudó al citado John Hagee a fundar el lobby Cristianos Unidos por Israel que, según Victoria Clark (2007), cuenta con 11 millones de afiliados y que actualmente constituye la mayor organización sionista de Estados Unidos (Lehman, 2025).
De manera paralela, se han identificado otros factores en el Golfo Pérsico que influyen en la política exterior de Trump hacia Palestina. Algunos de estos incluyen los intereses de la Trump Organization, un conglomerado especializado en bienes raíces y hospitalidad, que actualmente está bajo el liderazgo de los hijos de Trump, Eric y Donald Jr. Según Sullivan (2025): «En los últimos años, la Trump Organization ha firmado varios acuerdos con la compañía de bienes raíces saudí Dar Global, el brazo internacional de la empresa de desarrollo inmobiliario saudí Dar Al Arkan. Un hotel de lujo y resort de golf con la marca Trump en Omán está en desarrollo, mientras que la Trump Organization y Dar Global han anunciado planes para dos proyectos de Trump Tower, en Jeddah, Arabia Saudita, y en Dubái, Emiratos Árabes Unidos». Evidencia adicional la proporciona The New York Times cuando revela un proyecto inmobiliario en Omán que involucra al propio Gobierno omaní como propietario del terreno donde se está construyendo un campo de golf y un hotel de Trump. Como sugiere Lipton (2025): «Aunque la apertura del destino turístico está todavía a, al menos, tres años de distancia, la Trump Organization ya ha obtenido alrededor de 7,5 millones de dólares del acuerdo con Omán. Eric y Donald Trump Jr. visitaron Omán para revisar el progreso del proyecto, inspeccionando el sitio con Yousef Al Shelash, presidente de Dar Al Arkan».
Con respecto a los elementos de teatralidad y polarización, desde su regreso a la Presidencia, Trump ha situado a Palestina en el centro del debate público, al insinuar la construcción de una zona turística de lujo en Gaza, pero sin los palestinos. Según encuestas nacionales, el 64% de los estadounidenses se oponen a esta propuesta (Zhang, 2025). Sin embargo, desde una perspectiva de RPT, la idea de «limpiar Gaza» puede interpretarse como la producción de un ambiente de presión similar al que provocó el «Acuerdo del Siglo» para buscar que otros países se adhieran a los Acuerdos de Abraham (como Arabia Saudí) y acepten la normalización de las relaciones con Israel a cambio de dar marcha atrás a dicha ocurrencia (Pappe, 2025). Desde este contexto, se puede comprender la insistencia de Trump por convencer a Riad para que apoye la anexión israelí de territorios palestinos y se una al proceso de los Acuerdos de Abraham, a pesar de que dicha iniciativa no es muy popular al interior del Reino.
Para Trump, Arabia Saudí representa una prioridad máxima por dos razones: prímero, porque es un actor influyente en el mercado global del petróleo y, segundo, porque se trata del único actor que puede contribuir a garantizar una nueva arquitectura de seguridad favorable para Israel en Oriente Medio. Esta mirada, muy particular de la Administración Trump, es lo que ha llevado a Riad a convertirse en uno de los compradores de armas estadounidenses más importantes en la región, tal como se evidenció con un acuerdo al respecto entre ambas naciones por un valor de 600.000 millones de dólares, en el marco de la gira de Trump por Riad, Doha y Abu Dhabi en mayo de 2025 (The White House, 2025). Es más, el papel de Arabia Saudí como integrante potencial del grupo BRICS proporciona una plataforma adicional para mediar asuntos de seguridad en la región con países como China e Irán. Ante esto, es entendible que Riad haya mantenido desde siempre el derecho a establecer un Estado palestino como una condición primordial para su propia membresía en los Acuerdos de Abraham, una negociación que estaba en desarrollo hasta que se ejecutó la operación militar del 7 de octubre de 2023 a manos de Hamás.
Paralelamente, mientras avanzan las negociaciones diplomáticas entre el Gobierno de Trump y los estados árabes del Golfo (en coordinación con Jordania y Egipto) para para buscar un cese al fuego en Gaza, resulta altamente probable que el presidente estadounidense ratifique su apoyo a Israel en su expansión territorial por Cisjordania. Dicho respaldo podría concretarse mediante dos vías. La primera, a través de una declaración unilateral que legitime dicha anexión, siguiendo el precedente establecido en marzo de 2019 con el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán. La segunda, mediante una omisión calculada, en la que la Administración estadounidense opte por mantener un silencio cómplice frente a las políticas de reingeniería demográfica impulsadas por la ultraderecha israelí en los asentamientos ilegales. Estas prácticas, cabe destacar, han sido sistemáticamente condenadas por la comunidad internacional y se encuentran en franca violación del derecho internacional, particularmente de la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 que prohíbe la transferencia de población civil a territorios ocupados.
La Administración Trump también ha reforzado su alineamiento con el Gobierno de Netanyahu mediante acciones concretas como la del 21 de enero de 2025 cuando revocó el embargo de armas y las sanciones contra colonos israelíes impuesto por la Administración Biden; la abstención de pronunciamiento ante las acusaciones de genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de Naciones Unidas; la condena a Francia y Reino Unido por el reconocimiento otorgado al Estado palestino en septiembre de 2025 y el respaldo tácito a las operaciones de asesinato sistemático contra altos mandos de Hezbollah y Hamás, entre otras.
Otros factores regionales vinculados a los intereses de Adelson y a la política exterior de Trump hacia Gaza incluyen la restricción de la influencia iraní en el Golfo Pérsico, así como el freno a las iniciativas económicas promovidas por los BRICS. Este enfoque busca alternativas económicas con participación de capital israelí, como el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC, por sus siglas en inglés), una iniciativa multimodal de interconexión, que enlaza el subcontinente indio con Europa mediante una ruta que atraviesa el Golfo Pérsico y que compite directamente con el proyecto chino de la Iniciativa de la la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). La participación de India en este esquema estaría condicionada, según varios informes, al apoyo de Trump para el ingreso del país sudasiático en la Agencia Internacional de la Energía (The Hindu, 2025). Respecto a la contención de Irán, resulta imperioso citar el respaldo proporcionado a Israel en el contexto de la operación «León Ascendente» del 13 de junio de 2025, cuyo objetivo era propiciar un cambio de régimen en Teherán. Como réplica, la República Islámica desplegó un contingente de 200 proyectiles balísticos que, por primera vez en la historia, impactaron con éxito en blancos sensibles de Haifa y Tel Aviv (Rezaei et al., 2025). Ante la incertidumbre de las capacidades defensivas israelíes, y bajo el pretexto de «erradicar el programa nuclear iraní», Trump autorizó el bombardeo de tres instalaciones nucleares en Irán y empleó bombas «rompebúnkeres» (GBU-57) y misiles Tomahawk, además del despliegue de bombarderos furtivos B-2. Esta intervención constituyó la primera incursión militar directa de Estados Unidos contra Irán en defensa de Israel, tal como lo habían buscado los grupos proisraelíes. Ello se desprende de declaraciones de la propia familia Adelson que, desde 2013, propuso al entonces presidente Barack Obama el abandono de las negociaciones nucleares con Irán para, en su lugar, «lanzar un arma nuclear en pleno desierto iraní» (Clifton, 2021).
Finalmente, Trump también tiene como objetivo la reconfiguración de la arquitectura de seguridad militar y económica de Oriente Medio, favorables a las inversiones árabes en Estados Unidos y de empresas estadounidenses e israelíes en Oriente Medio, considerando la frágil situación política del Líbano, Irak, Siria y Yemen. En esta zona, el poder iraní se ha debilitado a raíz de la caída de Bashar al-Assad y el asesinato de líderes de Hamás y Hezbollah a manos de la inteligencia israelí entre 2023 y 2024 (Nachawati Rego, 2025). En otras palabras, Trump construye así una narrativa caleidoscópica para Oriente Medio. De un lado, la prosperidad y la alianza con Occidente, encarnada en los países que forman parte de los Acuerdos de Abraham. Del otro, el caos y la miseria de naciones como Líbano, Siria, Yemen e Irak, un escenario que atribuye exclusivamente a la influencia iraní y al fracaso de su ideología antiimperialista y antisionista.
En este contexto, resulta necesario prestar atención a cómo los países árabes sortearán la idea del desplazamiento de los gazatíes sin que esto implique poner en riesgo su estabilidad política, considerando que el cese al fuego propuesto por Trump, como sinónimo de «paz coercitiva», es el escenario para llevar a cabo dichas negociaciones con toda la fragilidad que ello implica. Así, con el plan de Paz de 20 puntos que Trump presentó el 19 de septiembre de 2025, Washington sigue priorizando el enfoque transaccional invitando a países como Siria, Arabia Saudí y Kazajstán a unirse a los Acuerdos de Abraham, siendo este último el que aceptó la normalización de las relaciones con Israel el 6 de noviembre de 2025, convirtiéndose en el primer país en hacerlo durante la segunda Administración Trump (Birsel y Whisnant, 2025).
Esta perspectiva presenta una posición paradójica y cada vez más insostenible en la región pues, mientras las políticas exteriores de las élites políticas coinciden con la visión estadounidense-israelí de aislar a Hamás y debilitar la demanda de un Estado palestino soberano, las poblaciones de los países árabes y de mayoría musulmana mantienen un profundo sentimiento propalestino (Casani y Colin, 2025; Azaola, 2025; De Argüelles y Gutierrez de Terán, 2025). Esta desconexión se ha visto exacerbada por una furia generalizada ante la catástrofe humanitaria en la Franja de Gaza –donde la hambruna, declarada a finales de 2024 se ha intensificado dramáticamente a lo largo de 2025– y las múltiples operaciones militares israelíes que han violado el cese al fuego amenazando con extenderse con fuerza a Cisjordania.
A modo de conclusión
Este artículo defiende que la política exterior de Trump hacia Gaza, superado el ecuador de los seis primeros meses de su segundo mandato, está impulsada por los intereses de grupos de presión específicos en Estados Unidos. Se argumenta que la conducta de Trump no contiene un enfoque irracional, sino que sigue una lógica que busca acuerdos concretos en colaboración con un equipo de asesores, empresarios y multimillonarios proisraelíes que tienen como objetivo despolitizar la cuestión palestina para convertirla en un asunto puramente humanitario y económico. Esto representa una amenaza significativa para los palestinos, no solo en la Franja Gaza, sino también en Cisjordania.
El estudio demuestra que los acuerdos promovidos por Trump no responden a principios ideológicos determinados, sino que obedecen a una estrategia en favor de los intereses de un selecto grupo de empresarios y asesores proisraelíes entre los que destaca el influyente matrimonio compuesto por el fallecido Sheldon Adelson y su esposa Miriam Adelson, que contribuyeron a que Trump llegara al poder a cambio de mantener una postura anexionista respecto a Palestina. Esta dinámica se ve reforzada por la creciente base electoral del sionismo cristiano evangélico en Estados Unidos, cuya movilización y relación con Miriam Adelson se beneficia de una retórica polarizante, una teatralidad política y un discurso en favor de Israel en los medios de comunicación y universidades de Estados Unidos.
A través del marco analítico del RPT, el artículo proporciona ejemplos de cómo los intereses de Adelson explican el apoyo estadounidense a la anexión israelí de tierras en Cisjordania, la injerencia militar en Gaza y los ataques militares a Irán, ejes que desempeñan un papel central en la visión que guarda Trump sobre el Oriente Medio contemporáneo. A su vez, se demostrado que la amenaza de limpieza étnica en Gaza debe estudiarse en conexión con el asedio en Cisjordania y con la búsqueda de una arquitectura de seguridad regional que fortalezca el papel de Israel en Oriente Medio a través de los Acuerdos de Abraham. Ante esto, el papel de Arabia Saudí resulta particularmente significativo, según la visión de Washington, ya que está considerada como un actor que puede asumir un papel central en futuras negociaciones con Israel con respecto al futuro de la Franja de Gaza, así como ejercer un protagonismo estratégico con respecto a Irán y China.
De esta forma, justo a través de tácticas de presión, teatralidad política, polarización social, presión máxima y flexibilidad estratégica, Trump y sus partidarios han obtenido concesiones de otros países árabes a lo largo del tiempo, creando un enfoque transaccional destinado a minimizar la geografía de Palestina, en medio de la crisis de Gaza y la incógnita sobre su resolución, y en el contexto de una profunda transformación del orden global que caracteriza la complejidad de las relaciones internacionales contemporáneas.
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Notas:
1- Renshon (2021) resume los fundamentos conceptuales y estratégicos de la Doctrina Trump. Estos consisten en: 1) la premisa de que Estados Unidos «es primero»; 2) un énfasis en la identidad nacional estadounidense para criticar el liberalismo cosmopolita; 3) una participación altamente selectiva en el mundo, todavía mejor si se puede aislar; 4) un énfasis en la fuerza y el pragmatismo estadounidense; 5) el uso de la diplomacia disuasiva en las negociaciones, y 6) máxima flexibilidad táctica y estratégica.
2- Esta cita y las siguientes cuya referencia está en inglés son una traducción propia.
Palabras clave: Estados Unidos, política exterior, Oriente Medio, Donald Trump, Gaza, Palestina, Israel, realismo político transaccional
Cómo citar este artículo: Garduño García, Moisés. «El regreso de Donald Trump y Palestina: una lectura desde el realismo político transaccional». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 141 (diciembre de 2025), p. 139-159. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2025.141.3.139
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 141
Cuatrimestral (diciembre 2025)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2025.141.3.139
Fecha de recepción: 10.03.25 ; Fecha de aceptación: 18.08.25
Este artículo ha sido posible gracias al proyecto PAPIIT IN300226 de la DGAPA-UNAM.