¿Más allá del hedging? La diversificación estratégica securitaria de Filipinas
Aries A. Arugay, catedrático, Departamento de Ciencia Política, Universidad de Filipinas (Diliman) e investigador sénior visitante, ISEAS Yusof-Ishak Institute, Singapur (aaarugay@up.edu.ph), ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5839-9590
Mico A. Galang, miembro del Young Leaders Program, Pacific Forum (Hawaii, Estados Unidos) (galangmico@gmail.com), ORCID: https://orcid.org/0009-0002-3952-4293
Matteo Piasentini, profesor ayudante sénior e investigador predoctoral, Departamento de Ciencia Política, Universidad de Filipinas (Diliman), investigador no residente en Pacific Forum y coordinador de la Mesa de China y el Indopacífico, Geopolitica (think tank italiano), ORCID: https://orcid.org/0009-0006-5523-4578
En el Sudeste Asiático, los estados pequeños siguen presentando estrategias de hedging ante el aumento de la rivalidad entre Estados Unidos y China; y la literatura sobre el tema destaca la racionalidad y agencia de las potencias secundarias. Este artículo demuestra que utilizar estrategias de hedging no consiste simplemente en elegir entre una u otra superpotencia. Así, empleando Filipinas como caso de estudio, examina la evolución de su «diversificación estratégica» en sus relaciones en materia de seguridad con potencias intermedias como Japón, Australia y otros socios asiáticos a partir de la llegada al Gobierno de Ferdinand Marcos Jr. en 2022. Su estrategia puede ayudar a los estados pequeños a mitigar los riesgos e impulsar también una estrategia nacional.
La arquitectura de seguridad actual en el Indopacífico está experimentando cambios sin precedentes que plantean serias dificultades a los estados pequeños de la región. La rivalidad entre las dos superpotencias, Estados Unidos y China, ha generado una presión1 importante no solo en el orden internacional basado en reglas, sino también en el futuro de la polaridad en el mundo (Jackson y Brenes, 2025). El auge de China y la percepción de declive de Estados Unidos constituyen también el marco estructural de este inestable entorno regional. Así, los estados pequeños del Sudeste Asiático han adoptado un enfoque de no alineamiento, relacionándose muchos de ellos con ambas superpotencias para maximizar los beneficios y reducir los riesgos de una dependencia excesiva. Conocido como hedging (cobertura), este comportamiento estratégico que se guía por la racionalidad y la agencia ha sido adoptado de forma sistemática por varios estados pequeños del Sudeste Asiático (Kuik, 2016).
En este contexto, el caso de Filipinas parece ser una anomalía geopolítica que no sigue la lógica del hedging. Desde que China ocupara el arrecife Mischief en 1995, sus relaciones con el gigante asiático se han visto perturbadas por enfrentamientos marítimos en el Mar de China Meridional. Así, mientras otros países mantuvieron sus contactos con China pese a los conflictos en ese espacio marítimo para obtener beneficios económicos, Filipinas se opuso a tales reivindicaciones iniciando y ganando una causa contra China en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, que ha recibido un importante reconocimiento internacional (Gerstl, 2022). Además, Filipinas mantiene una alianza de larga duración con Estados Unidos, que tuvo una importante presencia en materia de seguridad en el país mediante bases militares hasta 1992. No obstante, las relaciones entre Filipinas y Estados Unidos también han sufrido rupturas y cambios, como cuando Manila retiró su participación en la «guerra contra el terror» en 2003, por ejemplo. Asimismo, la falta de una atención sostenida por parte de la potencia estadounidense en esta región ha alimentado la inseguridad de Filipinas sobre el alcance de los compromisos de Washington con la alianza (Winger, 2021) y la preocupación por la posibilidad de que pudiera quedar a merced de otras potencias. De hecho, dada la ambigüedad del lenguaje con respecto al alcance geográfico que permite invocar el Tratado de Defensa Mutua de 1951 entre ambos países, Filipinas ha presionado para que este se revisara debido a su percepción de inseguridad y la difícil situación estratégica inherentes a su escasa importancia como potencia. Al respecto, Filipinas parece evidenciar «un alto grado de paranoia» a causa de su tamaño y su posición relativa en el sistema internacional (Magcamit, 2016: 2).
Ante este escenario, si bien la política exterior del expresidente Rodrigo Duterte (2016-2022) se apartó de los enfoques anteriores debido a su acomodación a China en un clima de tensiones cada vez mayores con Estados Unidos, el actual presidente Ferdinand Marcos Jr. ha aplicado un enfoque estratégico diferente a las relaciones exteriores de Filipinas en materia de seguridad. El actual mandatario, pese a afirmar que mantiene una continuidad en materia de asuntos exteriores , ha reactivado la alianza de su país con Estados Unidos y, al mismo tiempo, ha puesto en evidencia la agresividad de China en el Mar de China Meridional (Arugay y Storey, 2023). Paralelamente, más allá del cambio que mantiene en las relaciones con las dos superpotencias desde 2022, su Gobierno ha buscado la cooperación con un gran número de potencias intermedias del Indopacífico tales como Japón, Australia, Corea del Sur e India, así como con actores geográficamente distantes, como Canadá, Reino Unido, Francia y Alemania. Hasta el punto de que el volumen, la rapidez y la profundidad de las alianzas que ha establecido en materia de seguridad no tienen precedentes, aunque algunas medidas preliminares en la materia ya existían con países como Japón y Australia (Galang, 2022). Para el presidente Marcos Jr., esta situación está en consonancia con la búsqueda de una «política exterior independiente» por parte de su país (Consejo de Seguridad Nacional de Filipinas, 2023).
¿Cuáles son factores de la estrategia deliberada de diversificación de las alianzas en materia de seguridad adoptada por Filipinas? ¿Cómo se reflejan en esta decisión estratégica los esfuerzos de un Estado pequeño para abordar los retos que suponen la rivalidad entre superpotencias existente en el Indopacífico? Este artículo sostiene que, frente a las amenazas estructurales resultado del afianzamiento de China en el Mar de China Meridional y de los riesgos de una retirada de Estados Unidos y de la volatilidad de su política exterior en el segundo mandato de Donald Trump, la respuesta de Filipinas es estratégica. Asimismo, afirma que este enfoque que aplica Filipinas difiere del de algunos estados del Sudeste Asiático, ya que se ajusta a la habitual práctica internacional de establecer «asociaciones estratégicas» y firmar «acuerdos minilaterales», dos herramientas de política exterior destinadas a maximizar el compromiso de los diferentes socios sin perder flexibilidad.
Para analizar este fenómeno, este artículo utiliza Filipinas como caso atípico del comportamiento normal del hedging que se da en todo el Sudeste Asiático, aportando nuevas perspectivas sobre cómo se guían los estados pequeños en un entorno estratégico complejo como es el del Indopacífico (Tan, 2020). Un examen empírico de los cambios estratégicos de Filipinas también arroja luz sobre sus motivaciones a nivel nacional, así como sobre los intereses de los diversos actores políticos, instituciones y otras partes interesadas relevantes. El análisis se estructura de la siguiente manera: en primer lugar, se examina la literatura existente sobre la teoría del hedging y la política exterior filipina; en segundo lugar, se describen los acontecimientos más recientes relacionados con la alianza entre Estados Unidos y Filipinas como base de la decisión de Manila de considerar y establecer nuevos vínculos estratégicos con Japón, Australia y otras potencias intermedias; por último, y a modo de conclusión, se abordan los desafíos políticos de esta decisión, en un entorno estratégico regional inestable, especialmente en lo que respecta a la capacidad que los estados pequeños como Filipinas tienen para participar activamente en un mundo impulsado principalmente por las acciones de las superpotencias mundiales.
El hedging en el Sudeste Asiático: más allá de China y Estados Unidos
La literatura académica que analiza el comportamiento de los estados del Sudeste Asiático en los últimos años se concentra en torno al concepto de hedging. El término «cobertura» o hedging, tomado del ámbito financiero (Chung, 2004), describe una estrategia de «compensación de riesgos» frente a posibles desequilibrios en las carteras de inversión. En el contexto de la región de Asia-Pacífico, en general, y el Sudeste Asiático, en particular, este término ha servido para describir los comportamientos que no responden a la dicotomía entre «equilibrio» y «acoplamiento» (bandwagoning) (Waltz, 2010), lo que pone de relieve la insuficiencia de las teorías neorrealistas actuales para explicar las elecciones anómalas en materia de alineamiento.
Los estudios de referencia, conscientes del «ascenso benévolo» de China en la región, comenzaron a interpretar las diferentes formas de interacción de los estados como estrategias destinadas a mitigar el riesgo de los enfrentamientos entre las grandes potencias «enredándose» tanto con Estados Unidos como con China en sus asuntos nacionales y regionales (Goh, 2005). Las explicaciones del realismo neoclásico, en cambio, se centraban en las variables internas que determinan el hedging. Kuik (2008) también analizó esta idea al sostener que las élites gubernamentales utilizan el hedging con China para buscar la legitimación interna, algo que también afirmó Ciorciari (2010) tras examinar la manera en que los estados secundarios mitigan los riesgos de un alineamiento excesivo con una de las superpotencias. Más recientemente, el mismo Kuik (2024) afirmó que el hedging puede adoptar la forma de un conjunto de comportamientos erráticos, desde el clásico equilibrio hasta el acoplamiento, que se explica por la interacción entre las necesidades de legitimación de la clase dirigente y los intereses de las élites. De manera similar, Jones y Jenne (2022) definen las acciones de hedging como un comportamiento táctico de política exterior impulsado por la supervivencia política y la prudencia de la clase dirigente.
En Asia, el hedging se materializa como un comportamiento que busca garantizar la seguridad del Estado en un contexto de alto riesgo e incertidumbre, orientado a mitigar y compensar las amenazas al tiempo que se maximizan los beneficios, por medio de tres enfoques: neutralidad activa, diversificación inclusiva y mantenimiento cuidadoso de alternativas (Kuik, 2024: 46). Los análisis de las políticas exteriores de países del Sudeste Asiático como Malasia, Indonesia y Vietnam muestran que estos actores se relacionan simultáneamente con China y Estados Unidos para conservar su autonomía. Este comportamiento también se ha denominado hedging «estratégico» (Wu, 2019), el cual representa el comportamiento regional predominante entre los estados de esta región y el de la propia Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) (Gerstl, 2021). Según Wu (2020), las condiciones específicas que inciden en la práctica del hedging son la inexistencia de disputas territoriales con China y la ausencia de tropas estadounidenses en el territorio de un Estado. Cabe destacar que la democracia también parece ser un factor que disuade a los estados de considerar a China como una opción viable para el hedging. Paralelamente, Lim y Cooper (2015) sostienen que el hedging hacia las superpotencias conlleva inevitablemente enviar señales, a cada «giro» que toma la orientación de la seguridad y la defensa del Estado, con ciertos costes asociados a cualquiera de ellas. En consecuencia, especialmente si se detectan amenazas externas y se mantienen vínculos militares con Estados Unidos, la opción de inclinarse hacia China para reducir riesgos puede resultar demasiado arriesgada y, en última instancia, inviable.
Para clarificar este último punto, afirmamos que los comportamientos de hedging no tienen por qué limitarse a las decisiones de alineamiento entre las dos superpotencias. Como señaló Ciorciari (2010), los estados menos poderosos suelen estar expuestos a que su principal garante de seguridad se desentienda de su defensa. En estudios posteriores sobre el hedging, se ha destacado el carácter de mitigación de riesgos que presentan este tipo de comportamientos, diferenciándolos de los relacionados con mantener el equilibrio de poder (Ciorciari y Haacke, 2022). En otras palabras, los estados se protegen ante los riesgos percibidos y fomentan un equilibrio entre diferentes actores ante las posibles amenazas. Siguiendo esta distinción, resulta aún más patente que, si un Estado percibe a cualquiera de las dos superpotencias como amenaza, es posible que las opciones de hedging sean inviables. Esta apreciación nos permite considerar la «diversificación» como una forma de implicar a otros socios además de las dos superpotencias, especialmente en contextos en los que las amenazas percibidas provienen de una de ellas (China) y los riesgos de desvinculación emanan de la otra (Estados Unidos).
Al respecto, se puede alegar que la «diversificación» es un comportamiento independiente y distinto del hedging. Willis (2022: 37) la describió como el fortalecimiento de los vínculos en materia de seguridad con otras potencias intermedias para reducir el riesgo de sobredependencia de un único socio. También es una estrategia de gestión de riesgos, orientada fundamentalmente a reducir la dependencia de una sola asociación. En el contexto de las alianzas en el Indopacífico, el objetivo de la diversificación de socios es fortalecer las capacidades internas de los aliados en un entorno de amenazas cambiantes, incrementando al mismo tiempo las capacidades de disuasión y de defensa integrada (Atanassova-Cornelis et al., 2024). Se trata de una forma de «actualización de alianzas» mediante el establecimiento de formas semiinstitucionalizadas y flexibles de cooperación, como las asociaciones estratégicas (Wilkins, 2011).
En teoría, los beneficios de una mayor cooperación bilateral en materia de seguridad con diferentes socios –ya sean grandes potencias o «potencias intermedias»– también facilitan una mayor implicación económica: la firma de un acuerdo de cooperación en materia de defensa con un nuevo socio suele ir acompañada de un aumento de la ayuda al desarrollo (Kinne y Bunte, 2020) o de acuerdos de inversión (Willis, 2022). Es decir, la diversificación permite a un Estado compensar principalmente los riesgos de retirada por parte de un Estado «garante» mediante la colaboración con otros, al tiempo que abre las posibilidades de que se produzcan efectos positivos en materia de cooperación económica. Cabe señalar que, aunque en los análisis se la considera también una expresión de comportamiento hedging (Kuik, 2024; Goh, 2007), la diversificación sirve para mantener la neutralidad según esta teoría. En palabras de Kuik (2024: 45), los estados hedging persiguen lograr «el no alineamiento mediante múltiples alineamientos». Para distinguir la definición de Kuik de la nuestra, sostenemos que los estados firmemente alineados pueden adoptar la diversificación para mitigar los riesgos derivados de dicho alineamiento, y no para mantener una postura neutral entre dos superpotencias. La diversificación sirve simplemente para aprovechar mejor las posibilidades que ofrece un mundo multicéntrico y maximizar los beneficios que ofrece un determinado marco o red de alineamientos. La diversificación difiere del hedging en la medida en que el Estado en cuestión no necesita oscilar entre mantener el equilibrio actual o acoplarse con la nueva superpotencia, sino que puede permanecer alineado con una de las superpotencias.
Al proponer esta definición de diversificación, nuestro objetivo es poner de relieve el hecho de que la lógica de Filipinas en su estrategia de diversificación no es conservar la neutralidad, a diferencia de lo que hacen estados como Malasia y Vietnam con su estrategia de hedging. De hecho, la presencia de tropas estadounidenses y la alianza con Washington, su gobernanza democrática y los conflictos cuasimilitarizados con China posicionan a este archipiélago como un caso único y cuestionan las conceptualizaciones predominantes del hedging. En otras palabras, mientras que otros estados del Sudeste Asiático adoptan comportamientos de hedging, Filipinas se ha mantenido alineada con Estados Unidos, al tiempo que mitiga los riesgos de ese alineamiento mediante una diversificación con estados afines.
La alianza se reactiva: las relaciones entre Estados Unidos y Filipinas desde 2022
El Gobierno de Rodrigo Duterte (2016-2022) se apartó del rígido alineamiento que Manila mantenía con Estados Unidos debido al giro que dio hacia China, con el que pretendía obtener legitimidad en el plano nacional para su programa de infraestructuras «Construir, Construir, Construir» (Baviera y Arugay, 2021) y para sus políticas antiliberales como la «guerra contra las drogas» (Thompson, 2020). Así pues, con Duterte, la política exterior de Filipinas parecía ofrecer indicios de cambio hacia un hedging estratégico, similar al comportamiento de otros estados del Sudeste Asiático. Sin embargo, tal como han afirmado algunos académicos realistas neoclásicos, la interpretación errónea del presidente Duterte sobre los incentivos y amenazas sistémicos, aunada a su incapacidad para movilizar eficazmente el apoyo de la élite a su giro hacia China (Magcamit, 2020), llevó finalmente a Filipinas a una situación de equilibrio insuficiente frente a un Beijing cada vez más asertivo, pese a la preferencia que mostraba el archipiélago por el hedging (Marston, 2024). Esta tesis del equilibrio insuficiente se ve respaldada por las investigaciones llevadas a cabo sobre la modernización militar del país (Amador et al., 2020), que muestran que Filipinas estuvo insuficientemente equipada para la defensa exterior durante esos años.
La llegada al poder en 2022 del presidente Ferdinand R. Marcos Jr., aunque al principio parecía que continuaría con la iniciativa del «giro hacia China», cambió el rumbo de la política exterior del país, al comprometerse de nuevo con el multilateralismo y el derecho internacional, además de recuperar la relación con Washington (Ibarra, 2021). En primer lugar, durante el discurso que pronunció en el 77º período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas (AGNU), apenas tres meses después de asumir el cargo, Marcos Jr. (2022a) sostuvo que, «mediante el refuerzo de la previsibilidad y la estabilidad del derecho internacional y, en concreto, la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, [Filipinas] se daba ejemplo de cómo los estados debían resolver sus diferencias mediante la razón y el derecho». El presidente filipino refrendaba así el «laudo arbitral de 2016», que su predecesor había calificado de ser «un mero trozo de papel» que debía «arrojarse a la basura» (Punzalan, 2021).
En segundo lugar, en un marcado alejamiento con respecto a las tendencias antiestadounidenses que había mostrado Duterte, el actual mandatario manifestó al presidente estadounidense Joe Biden –durante la primera reunión bilateral que mantuvieron también en el marco del 77º periodo de sesiones de la AGNU– que Filipinas «seguiría contando con Estados Unidos con respecto a la colaboración de la asociación en curso y el mantenimiento de la paz en la región» (Marcos Jr., 2022b). Ese gesto fue correspondido con la convocatoria por parte de Biden del primer diálogo ministerial en formato 2+2 (entre titulares de Defensa y Asuntos Exteriores) tras siete años, y la primera reunión en formato 3+3 (entre titulares de Defensa y Asuntos Exteriores, así como personal asesor en materia de seguridad nacional) para fortalecer la alianza (Departamento de Defensa de Estados Unidos, 2023b).
Aprovechando las oportunidades, el Gobierno de Marcos Jr. logró avances importantes en cuanto al fortalecimiento de la alianza entre Filipinas y Estados Unidos mediante tres nuevos acuerdos. Primero, logró ampliar el Acuerdo de Cooperación de Defensa Mejorada (EDCA, por sus siglas en inglés) firmado en 2014, que contempla el aumento de la presencia rotatoria de las fuerzas estadounidenses en Filipinas. Este convenio de aplicación del Tratado de Defensa Mutua y el Acuerdo de Fuerzas Visitantes (VFA, por sus siglas en inglés) suscritos entre los dos países también tiene por objeto promover la interoperabilidad y apoyar el programa de modernización militar filipino mediante la identificación de «localizaciones consensuadas» en las que el Ejército estadounidense queda autorizado para, entre otras cosas, desplegar fuerzas y equipamiento bélico, realizar entrenamientos y almacenamiento de equipamiento militar y suministros. En 2023, el Gobierno de Marcos Jr. negoció un acuerdo con Washington para agregar otras cuatro ubicaciones a las cinco inicialmente designadas en virtud del EDCA: la Base Naval Camilo Osias, en Santa Ana (provincia de Cagayán); el Campamento Melchor Dela Cruz, en Gamu (Isabela); Isla de Balábac (Palawan), y el Aeropuerto Lal-lo (Cagayán) (Departamento de Defensa de Estados Unidos , 2023a). La situación estratégica de esas bases podría indicar que los aliados no solo están estrechando la cooperación en materia de seguridad en el Mar de Filipinas Occidental, sino también en Taiwán.
Segundo, el Gobierno filipino firmó también un acuerdo sobre las directrices bilaterales de defensa (BDG, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo declarado es fomentar «un entendimiento común de las funciones, misiones y capacidades en el marco de la alianza para hacer frente a los nuevos desafíos de seguridad regionales y mundiales» (Departamento de Guerra de Estados Unidos, 2023c). Según las BDG, basadas tanto en anteriores promesas a puerta cerrada como en declaraciones públicas de Estados Unidos, cualquier «ataque armado en el Pacífico, incluido cualquier lugar del Mar de China Meridional, contra las fuerzas armadas de Filipinas o Estados Unidos –incluidas las guardias costeras de ambos países–, aeronaves o buques públicos, activaría los compromisos de defensa mutua». Y, por último, ambas partes firmaron también el Acuerdo General de Seguridad de la Información Militar (GSOMIA, por sus siglas en inglés), que sirve de «marco para facilitar el intercambio de información militar clasificada entre Filipinas y Estados Unidos» (Nepomuceno, 2024). Además, este acuerdo «permitirá a Filipinas poder acceder a mayores capacidades y artículos de gran valor de Estados Unidos [y] también abrir oportunidades para establecer acuerdos similares con países afines» (Lema, 2024). En paralelo a la firma de este acuerdo, ambos países también comenzaron la construcción de un nuevo centro de coordinación conjunto en el Campamento Aguinaldo, sede del Ministerio de Defensa filipino (Clark, 2024).
Durante el Gobierno de Marcos Jr., además de los aspectos más formales de la cooperación, Washington también ha ampliado los ejercicios de entrenamiento militar e incrementado la ayuda a Filipinas. En primer lugar, los ejercicios anuales Balikatan de 2025 fueron las mayores maniobras de entrenamiento militar jamás llevadas a cabo por ambos socios y en ellas participaron unos 17.000 miembros de las fuerzas armadas filipinas y estadounidenses (Macairan, 2025). Con la intervención de otros socios afines, como Australia y Japón, en esa misma edición de los Balikatan se realizó una «”prueba de combate” completa en la que se simulaban posibles situaciones del mundo real para defender la soberanía filipina en tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio» (Chi, 2025). En segundo lugar, el Departamento de Defensa de Estados Unidos anunció en abril de 2023 que «tenía la intención de aumentar la financiación por encima de los 82 millones de dólares que ya se habían asignado a inversiones en infraestructuras en las ubicaciones inicialmente designadas en virtud del EDCA» (Departamento de Guerra de Estados Unidos, 2023a). En octubre de 2023, Manila y Washington aprobaron otros 63 proyectos de construcción en los lugares señalados en el EDCA (Mendoza, 2023). En 2024, Filipinas anunció que tenía previsto adquirir el sistema de misiles Typhon a Estados Unidos (CBS News, 2024).
En colaboración con Washington, el Gobierno de Marcos Jr. ha aprovechado las oportunidades para actualizar su alianza bilateral más antigua en Asia Oriental, y también para construir conjuntamente una red de alianzas en esa región. En abril de 2024, Washington acogió la primera cumbre trilateral entre Japón, Filipinas y Estados Unidos. En su alocución, el presidente Biden subrayó que «gran parte de la historia del mundo se escribiría en el Indopacífico en los próximos años (…) Nos comprometemos a escribir esa historia y un futuro juntos, y a construir un Indopacífico libre, abierto, próspero y seguro para todas las personas» (Biden, 2024).
La diversificación estratégica durante el Gobierno de Marcos Jr.
Metodología utilizada
Como ha quedado probado, la alianza entre Filipinas y Estados Unidos se ha mantenido prácticamente intacta a lo largo del tiempo, pese a los intentos del presidente Duterte de subirse al carro de China. No obstante, Filipinas ha emprendido ahora un giro perceptible en política exterior con el objetivo de diversificar sus alianzas y ampliar su compromiso con un conjunto de otros estados, de la región y de fuera de ella. Para examinar este proceso, se ha llevado a cabo una investigación sistemática de fuentes de acceso público para recopilar noticias e información pertinentes sobre estas alianzas en evolución. El análisis se ha centrado en el establecimiento de nuevas alianzas entre 2010 y 2025, período que abarca desde la Presidencia de Benigno S. Aquino iii hasta el Gobierno actual de Marcos Jr. Se clasificaron los principales acontecimientos que tuvieron lugar en las relaciones bilaterales de Filipinas con otros países socios, haciendo hincapié en la creación de «asociaciones estratégicas» y «acuerdos minilaterales», considerados como instrumentos fundamentales de compromiso debido a su gran efecto señalizador.
Para aportar claridad al análisis, se desglosaron las interacciones bilaterales en dos ámbitos principales: los compromisos relacionados con la defensa y los compromisos relacionados con la economía. En el ámbito de la defensa, se tuvieron en cuenta las negociaciones formalizadas o en curso sobre el Acuerdo de Fuerzas Visitantes y los acuerdos de acceso recíproco (RAA, por sus siglas en inglés), la firma y actualización de los acuerdos de cooperación en materia de defensa (DCA, por sus siglas en inglés), así como las ventas significativas de armas, expresadas en valor estimado en dólares. En la parte económica, se revisaron los tratados de libre comercio (TLC) bilaterales negociados o formalizados, los memorandos de entendimiento (MOU, por sus siglas en inglés) pertinentes sobre cooperación económica y social, y los importes de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2010-2023). Por último, se aplicó un sistema de puntuación a cada interacción, asignando valores en función de su importancia y repercusión relativas. El sistema de puntuación está establecido en la tabla 1.
En lo que respecta a las asociaciones bilaterales, se asignan puntos (máximo 3, mínimo 1) según la importancia que cada interacción tiene para el aumento de la capacidad general de Filipinas. La firma de un acuerdo comercial bilateral o el establecimiento de una asociación económica estrecha indica un compromiso para reforzar la posición económica de Filipinas y, a la vez, consolidar las relaciones bilaterales. En los casos de la venta de armas y la AOD, se asume que los grandes volúmenes de transferencias de armas y flujos de ayuda crean dependencias duraderas en materia de defensa y de desarrollo económico, que, a su vez, dan una idea de la intensidad de los vínculos bilaterales.
Además de las relaciones bilaterales, también se evaluaron tres agrupaciones minilaterales en las que Filipinas participa actualmente: a) el grupo Japón-Filipinas-Estados Unidos (JAPHUS, por sus siglas en inglés), b) el SQUAD –que incluye a Estados Unidos, Japón, Australia y Filipinas– y c) la Patrulla Marítima Trilateral Indonesia-Malasia-Filipinas (INDOMALPHI, por sus siglas en inglés). Entre estas, JAPHUS es la que presenta la puntuación más elevada, porque se ha formalizado mediante una declaración conjunta y abarca la cooperación en materia de defensa exterior y seguridad económica. A continuación figura el SQUAD, cuyo objetivo principal es aumentar la seguridad marítima mediante la coordinación naval. Por su parte, INDOMALPHI, que está orientada a la lucha contra la piratería y el robo a mano armada, y no a la defensa exterior, obtiene una puntuación relativamente más baja; aun así, los mecanismos de cooperación integrados en esta agrupación contribuyen a la seguridad de Filipinas al reforzar la asignación de recursos y la coordinación operativa.
Es importante señalar que esta tabla se elaboró con fines puramente descriptivos y con información disponible hasta la fecha y hasta donde les consta a los autores. Reconociendo que determinadas decisiones metodológicas –como la atribución de puntuaciones– pueden entrañar un cierto grado de arbitrariedad, el objetivo era ofrecer la primera explicación detallada de un fenómeno amplio y que abarca un largo período de tiempo: la diversificación de las alianzas de Filipinas. Por consiguiente, la tabla y el análisis que la acompaña deben considerarse una guía para el análisis descriptivo más detallado que sigue a continuación. Según lo anteriormente expuesto, las puntuaciones totales por país se recogen en la figura 1.
La diversificación de las alianzas de Filipinas
Como se muestra en el gráfico supra, puede decirse que Filipinas ha intensificado sus relaciones bilaterales con un gran número de estados. A simple vista, hay algunos aspectos que merece la pena señalar. Japón es el país que muestra unos vínculos más estrechos. Este país actualmente mantiene un RAA con Manila, ocupa el primer lugar como principal donante en materia de AOD y es miembro de los acuerdos minilaterales JAPHUS y SQUAD. Australia sigue una trayectoria similar, ya que ha establecido un acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas [armadas] (SOFA, por sus siglas en inglés) con Filipinas, al tiempo que participa junto con el archipiélago en varios memorandos de entendimiento sobre cooperación económica; además, es miembro del Tratado de Libre Comercio (TLC) y participa en la agrupación minilateral SQUAD de patrullaje marítimo.
Pese a que no mantiene ningún RAA con Filipinas, Corea del Sur se ha convertido en diez años en su segundo mayor proveedor de armas, con importantes transferencias que han impulsado las capacidades navales de Manila. Además, este país también ha firmado un TCL con Filipinas y varios memorandos de entendimiento sobre cooperación económica, y ocupa un lugar destacado en cuanto a la AOD, si se tiene en cuenta la magnitud de su PIB. Llama la atención, no obstante, el hecho de que Francia y Reino Unido sean socios relevantes de Filipinas, lo que podría deberse a los recientes esfuerzos de Manila por diversificar aún más sus alianzas durante el Gobierno de Marcos Jr. A continuación, se analiza con más detalle cada asociación importante.
a) Filipinas y Japón
Japón –firme aliado de Estados Unidos en la región– se convirtió en el primer socio estratégico de Filipinas en 2009. Centrada inicialmente en la cooperación económica, esta asociación ha venido ampliándose y ahora incluye cuestiones de seguridad. Ambos comparten intereses en la región, especialmente respecto a la estabilidad del Mar de China Meridional para garantizar que la actividad comercial y de intercambio no se interrumpa. Al fin y al cabo, Japón también es un archipiélago y su economía depende en gran medida del mantenimiento de las vías marítimas de comunicación. En términos más generales, a ambos países les interesa potenciar el orden basado en reglas en ese espacio marítimo y en la región en general. Además, Filipinas y Japón forman parte de la «Primera Cadena de Islas», lo que significa que comparten preocupaciones en materia de seguridad ante el expansionismo de China en el área. Esta afinidad de intereses determina las apreciaciones de amenazas que ambos comparten con respecto a la seguridad marítima, lo que explica su acercamiento y el hecho de que Japón se haya convertido en proveedor de buques y aeronaves para la guardia costera y las fuerzas navales filipinas (Guardia Costera de Filipinas, 2018).
Partiendo de los esfuerzos realizados por sus predecesores, el presidente Marcos Jr. ha tomado medidas para seguir consolidando la asociación estratégica con Tokio. En noviembre de 2023, el primer ministro japonés Kishida Fumio llevó a cabo una visita oficial a Filipinas y mantuvo conversaciones con el presidente Marcos Jr. Ambas partes reafirmaron su asociación estratégica e hicieron hincapié en «su firme compromiso con un orden internacional libre y abierto basado en el Estado de derecho y señalaron que rechazaban enérgicamente cualquier intento de poner en peligro los cimientos del orden internacional, que no acepta ningún cambio de las fronteras reconocidas a nivel internacional mediante la fuerza o la coacción» (Departamento de Asuntos Exteriores de Filipinas, 2023). Como prueba de las estrechas relaciones diplomáticas existentes entre ambos países, Kishida también pronunció un discurso en una sesión conjunta especial del Congreso de Filipinas, algo inédito para un dirigente japonés (Associated Press, 2023). Uno de los resultados clave de esa visita fue la firma de ayuda a fondo perdido en concepto de asistencia oficial en materia de seguridad (OSA, por sus siglas en inglés) para un sistema de radares costeros que «aumentaría las capacidades de vigilancia marítima de las fuerzas navales filipinas» (Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, 2023a y 2023b). Manila es el primer receptor del programa OSA de Tokio desde su creación en el marco de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2022 (ibídem, 2023a).
Durante esa visita, también se (re)iniciaron las negociaciones formales para el establecimiento de un RAA entre Japón y Filipinas que brinda el marco legal que permite a las fuerzas armadas de cualquiera de ambos países visitar de forma temporal el otro país para realizar maniobras militares y otras operaciones tales como la asistencia humanitaria y el auxilio en casos de desastres naturales (Bajo, 2024). Aunque en los últimos meses del mandato de Benigno S. Aquino iii, en 2015, se habían mantenido conversaciones para alcanzar un acuerdo similar (Romero, 2015), el giro hacia China efectuado por Duterte frenó la consolidación de la asociación estratégica con Japón hasta el último año de su mandato. En abril de 2022, Japón y Filipinas subrayaron su compromiso de debatir «los marcos necesarios para facilitar con carácter recíproco la realización de visitas, así como el abastecimiento y la prestación de servicios a fin de aumentar y favorecer aún más la cooperación, como los ejercicios entre las Fuerzas de Autodefensa de Japón y las Fuerzas Armadas de Filipinas», durante la primera reunión ministerial de Asuntos Exteriores y Defensa (2+2) celebrada entre Japón y Filipinas (Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, 2022). Finalmente, el RAA se firmó en julio de 2024 y obtuvo la conformidad del Senado filipino en diciembre de 2024 y de la Dieta japonesa en junio de 2025 (ibídem, 2024). Se trata del primer convenio de este tipo que Japón firma con un país del Sudeste Asiático, mientras que Filipinas también cuenta con acuerdos similares con Estados Unidos y Australia –que mantiene asimismo una alianza con Washington–.
No obstante, y más allá de la relación bilateral entre Japón y Filipinas, es importante considerar el RAA en el contexto más amplio de la arquitectura de seguridad regional. Tradicionalmente se ha considerado que la estructura de seguridad de la región indopacífica consta de dos componentes principales: el sistema de alianzas dirigido por Estados Unidos y las plataformas multilaterales de diálogo y cooperación, en particular las encabezadas por la ASEAN. Durante gran parte de la Guerra Fría y después, el sistema de alianzas dirigido por Estados Unidos –en el que este solía considerarse el «centro» (hub) y sus aliados, los «radios» (spokes)– desempeñó un papel crucial en el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región. La seguridad proporcionada por la potencia estadounidense y sus aliados permitió a los países de la región, entre ellos China, desarrollar sus respectivas economías. Desde este punto de vista, Japón y Filipinas están reforzando los cimientos diplomáticos y de seguridad de su asociación estratégica para fortalecer el Sistema de San Francisco (1951), elemento clave del orden internacional basado en reglas. Por tanto, desde el punto de vista de Manila, Japón es una elección lógica en sus esfuerzos por diversificar las relaciones con otros países en materia de seguridad.
Esta dinámica también se hace patente en la participación conjunta de ambas naciones en dos iniciativas minilaterales concebidas a medida para apuntalar la seguridad de Filipinas: JAPHUS y SQUAD. La alianza trilateral entre Japón, Filipinas y Estados Unidos es la evolución más destacada de la solidez de relaciones bilaterales entre Filipinas y Japón. Además de la coordinación en materia de defensa y seguridad marítima, esta agrupación minilateral proporciona nuevas iniciativas para el desarrollo y la conectividad, como el Corredor de Luzón, destinado específicamente a reforzar y apuntalar el desarrollo de Filipinas y mitigar el riesgo de coerción económica (Dell’Era y Piasentini, 2024). Al hilo de este acercamiento, Japón es considerado socio indispensable en el proceso debido al papel que desempeña en la AOD de Filipinas y por ser una pata fiable de la alianza trilateral ante la incertidumbre del compromiso de Estados Unidos. En cuanto al SQUAD, una iniciativa conjunta minilateral dirigida por Filipinas en la que participan Japón, Estados Unidos y Australia para la realización de patrullas marítimas, y que tiene un carácter menos formal que JAPHUS, sitúa la participación de Japón –junto con Australia y Estados Unidos– como decisiva para la efectividad de la agrupación y como expresión de la necesidad de «retener a Tokio» y reforzar la capacidad de disuasión marítima. Se prevé que la alianza en materia de seguridad entre Filipinas y Japón seguirá consolidándose en el futuro.
b) Filipinas y Australia
La relación entre Filipinas y Australia ha dado lugar a una asociación muy integrada y multidimensional que refleja un compromiso compartido con la estabilidad del Indopacífico en los ámbitos estratégico, económico y normativo. La base inicial de este acuerdo fue la cooperación en materia de defensa, con la histórica ratificación del Acuerdo sobre el Estatuto de Fuerzas Visitantes en 2012, siendo Australia el primer país –después de Estados Unidos– en participar en las maniobras militares conjuntas anuales Balikatan. Este germen siguió evolucionando en 2015 con el establecimiento de una asociación integral que institucionalizó la coordinación de políticas de alto nivel, a través de la celebración periódica de diálogos ministeriales, y reafirmó el entendimiento común de que la seguridad y la prosperidad de ambos países están estrechamente vinculadas a la estabilidad de la región.
Es fundamental destacar que Australia también ha sobresalido como firme defensora de la estrategia jurídica de Filipinas para contrarrestar el afianzamiento chino en el Mar de China Meridional. Además de respaldar el fallo que la Corte Permanente de Arbitraje dictó en 2016 en favor de Manila, Canberra expresó su alineamiento normativo aplicando unos principios jurídicos similares a su propia disputa marítima con Timor Leste (Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia, 2018). Tal postura subraya la firme base normativa que presenta esta relación bilateral, en la que ambos países se comprometen a defender la legalidad internacional en los asuntos marítimos y a respetar las normas jurídicas internacionales en el marco de su visión estratégica.
La estrecha relación de Australia y Filipinas se vio reforzada con la creación de una alineación estratégica a finales de 2023, formalizada durante una visita del presidente Marcos Jr. a Canberra (Gobierno de Australia y Gobierno de Filipinas, 2023). Este nuevo marco amplía la cooperación a ámbitos de la seguridad emergentes y no tradicionales, como la seguridad marítima, la ciberseguridad y las tecnologías críticas. La intensificación de las actividades conjuntas, como las patrullas bilaterales en el Mar de China Meridional que comenzaron en 2023 y las patrullas minilaterales con Japón y Estados Unidos efectuadas en 2024, refleja el importante papel que desempeña Australia en los objetivos de Filipinas en materia de defensa exterior y en la preservación del orden regional. Además, ambos países han expresado su apoyo común a las estructuras de seguridad regionales, no solo respaldando la centralidad de la ASEAN, sino también colaborando a través de nuevos acuerdos de seguridad tales como la iniciativa SQUAD (Siow, 2024), lo que pone de manifiesto un interés común en apoyar la arquitectura de seguridad en el Indopacífico. Asimismo, en agosto de 2025, durante el ejercicio militar marítimo conjunto Alon, Australia y Filipinas anunciaron su intención de impulsar aún más la cooperación militar mediante la firma de un memorando de entendimiento adicional en materia de defensa, con el objetivo de facilitar la realización de más ejercicios de entrenamiento bilaterales (Robles, 2025).
Más allá de la dimensión de la seguridad, esta relación también muestra una profunda articulación en los ámbitos del desarrollo y de la economía. El Plan de Asociación para el Desarrollo entre Filipinas y Australia refleja la pretensión compartida de coordinar los objetivos estratégicos con el crecimiento económico inclusivo, la sostenibilidad y la resiliencia. En combinación con acuerdos comerciales multilaterales tales como el TLC entre la ASEAN, Australia y Nueva Zelanda (AANZFTA, por sus siglas en inglés) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), el Plan de Acción para el Desarrollo sirve de plataforma dinámica para identificar los sectores de desarrollo prioritarios y orientar la importante cartera de ayuda e inversión de Australia. Esto incluye el apoyo específico a áreas tales como las infraestructuras, la resiliencia climática y las iniciativas económicas inclusivas. Cabe destacar que Australia también interviene de forma directa en el fortalecimiento de sectores clave de la economía filipina, en particular en la construcción naval, donde empresas como Austal han establecido una presencia industrial a largo plazo, con lo que se refuerza la simbiosis entre el desarrollo de la capacidad de seguridad y el desarrollo económico.
Básicamente, la asociación entre Australia y Filipinas representa una de las relaciones bilaterales más completas y sinérgicas de Manila. Si bien la cooperación en materia de seguridad (especialmente, la seguridad marítima) sigue siendo fundamental, Canberra se ha posicionado como socio prioritario en los esfuerzos desarrollistas de Filipinas a largo plazo. Combinando un compromiso firme en materia de seguridad con un apoyo económico sostenido y un respaldo normativo inequívoco a los mecanismos jurídicos internacionales, Australia ofrece un modelo de asociación estratégica polifacética y profundamente arraigada en valores compartidos. La transformación de esos vínculos en una asociación estratégica integral en 2024 no solo refleja unos cálculos estratégicos compartidos, sino que demuestra también una visión más amplia para la construcción de un orden regional resiliente y basado en reglas, proceso en el que Filipinas desempeña un papel central.
c) Otros socios estratégicos de Filipinas
Más allá de la consolidada alianza con Estados Unidos y de sus vínculos con Japón y Australia, Filipinas ha intensificado sus relaciones bilaterales con Corea del Sur en los aspectos de la seguridad y la economía. Este país es desde hace tiempo uno de sus principales proveedores en materia de defensa –por detrás solo de Estados Unidos– y ha desempeñado un papel fundamental en la mejora de las capacidades marítimas de Filipinas desde 2013; en concreto, esto incluye la venta de dos corbetas y seis buques patrulleros de alta mar por parte de Hyundai Heavy Industries y la previsión de otras transferencias de buques y aviones de combate adicionales para 2028. Estas contribuciones tangibles en materia de defensa son señal del papel cada vez más importante que Corea del Sur desempeña como suministrador, pero también como parte interesada estratégica en la seguridad de Filipinas (Mangosing, 2025).
Esta relación alcanzó nuevas cotas en octubre de 2024, con la formalización de una asociación estratégica durante la visita de Estado a Manila llevada a cabo por el presidente Yoon Suk-yeol. Este acuerdo compromete explícitamente a ambos países a aumentar la cooperación marítima y de defensa, y reconoce el papel que Corea del Sur desempeña en el apoyo a la modernización militar de Filipinas. Cabe señalar que la asociación trasciende el ámbito de la seguridad y abarca también la ayuda al desarrollo, el intercambio cultural y la cooperación medioambiental; además, se apoya en la consolidación de los vínculos económicos, especialmente mediante el TLC entre Filipinas y la Corea del Sur que entró en vigor el 31 de diciembre de 2024 (Departamento de Comercio e Industria de Filipinas, 2024). El convenio comercial reduce los aranceles sobre ciertos productos y, además, facilita el desarrollo industrial en sectores críticos tales como la salud, el procesamiento de minerales, la innovación científica, la propiedad intelectual y el comercio electrónico. Es una cooperación multidimensional que refleja el reconocimiento por parte de Manila de que la seguridad sostenible es inseparable de la resiliencia económica, una idea cada vez más patente en sus nuevas actividades de proyección exterior.
India también se ha convertido en un socio estratégico clave, aunque con un enfoque más mesurado y cauteloso. La adopción de la política «Actuar en el Este» (Act East) y la condición de miembro de la iniciativa QUAD (QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral o Quadrilateral Security Dialogue) proporcionan a este país una base normativa para estrechar los vínculos con los estados del Sudeste Asiático, entre ellos Filipinas. Los intereses comunes en preservar un orden basado en reglas, la libertad de navegación y la estabilidad regional constituyen la base de esta relación. Si bien no está aún tan consolidada como las asociaciones establecidas con Australia, Japón o incluso Corea del Sur, la cooperación en materia de seguridad que Manila mantiene con India es cada vez más amplia. Por ejemplo, India ha participado en maniobras navales conjuntas y ha suministrado a Filipinas una batería de misiles de crucero supersónicos BrahMos, una transferencia en materia de defensa sin precedentes para ambos países (Strangio, 2025). Pese a los conocidos problemas de interoperabilidad, puesto que el sistema BrahMos se basa en tecnología rusa, la voluntad de Manila de integrarlo en su infraestructura de defensa señala un objetivo estratégico más amplio: lograr que India se implique de forma más activa en los asuntos de seguridad regional. Además, tras haber manifestado en varias ocasiones el compromiso de aumentar los vínculos bilaterales (Oficina de Comunicaciones Presidenciales, 2025), las visiones y el entendimiento que ambos países comparten sobre la estabilidad regional llevaron a Filipinas e India a formalizar una asociación estratégica en 2025 (Ministerio de Asuntos Exteriores de India, 2025). Aunque India teme involucrarse demasiado en el conflicto del Mar de China Meridional, su acción discreta y deliberada pone de manifiesto la estrategia más amplia de Filipinas de establecer relaciones a varios niveles, que ofrecen flexibilidad sin la rigidez de los compromisos de las alianzas formales.
Conclusiones: desafíos y perspectivas
Este artículo ha analizado la decisión estratégica deliberada de Filipinas de intensificar las asociaciones en materia de seguridad con potencias intermedias como Japón, Australia, India y Corea del Sur, entre otras. En marcado contraste con el comportamiento convencional de hedging de otros países del Sudeste Asiático, que han concentrado gran parte de su energía y atención estratégicas en Estados Unidos y China, Filipinas ha procurado redoblar la apuesta por la diversificación, siendo su enfoque una estrategia hedging que se extiende más allá de las dos superpotencias. Para comprender esta jugada geopolítica anómala, hay que entender los vaivenes de las relaciones de Filipinas con Estados Unidos y China. Ante la percepción de un menor compromiso de Washington con su aliado asiático más antiguo desde la década de 1990, así como la incapacidad de Beijing para mantener la posición conciliadora del anterior Gobierno de Duterte, la decisión en materia de seguridad que este país ha adoptado con el actual el Gobierno de Marcos Jr. es no jugárselo todo a la carta de alguna de las superpotencias.
En conjunto, la consolidación de los vínculos bilaterales con estos nuevos socios muestra que el comportamiento estratégico de Filipinas está cambiando y trascendiendo el marco tradicional de alianzas, lo que refleja una mayor institucionalización de la diversificación de socios en las formas y modalidades de las asociaciones y, en cierta medida, de los acuerdos minilaterales. La mayoría de estas asociaciones, pese a que no llegan a ser alianzas formales y aún no están totalmente estructuradas –como las que mantiene con Japón y Australia–, funcionan como herramientas pragmáticas para implicar a un mayor número de estados en la seguridad de Filipinas. El hecho de que son potencias intermedias y tienen una imagen mayoritariamente positiva ante la opinión pública nacional, también evita que las élites políticas filipinas menoscaben estas iniciativas de política exterior en favor de sus propios intereses partidistas.
Queda por ver si la estrategia de Filipinas funcionará a medio y largo plazo. En este momento, ningún otro país de la ASEAN mantiene una relación estratégica más intensa con los cuatro miembros de la iniciativa QUAD. El desafío más importante y persistente al que se enfrenta el Gobierno actual de Filipinas es acomodar todas estas asociaciones estratégicas a las necesidades específicas y las carencias en cuestiones de seguridad nacional y, por extensión, de la estrategia de desarrollo del país. Esto requiere nada menos que un grado importante de coordinación institucional, coherencia burocrática y apoyo de los dos principales partidos políticos del país. En este contexto, aunque la alianza entre Filipinas y Estados Unidos parece tener más fuerza y se ha revitalizado en los últimos años –incluso en el segundo mandato de Donald Trump–, Manila es consciente de las enseñanzas del pasado y, frente a la persistencia de la incertidumbre, intenta protegerse de forma activa de los riesgos asociados con la imprevisibilidad de las grandes potencias mediante esta forma peculiar de aplicar varias políticas estratégicas simultáneas. Por el momento, esta parece ser la opción política pragmática por la que se inclina.
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Notas:.
1- El original es “stress”; también podría traducirse como presión
Palabras clave: hedging, estados pequeños, estrategia nacional, diversificación, competencia, Estados Unidos, China, Filipinas
Cómo citar este artículo: Arugay, Aries A.; Galang, Mico A. y Piasentini, Matteo. «La diversificación estratégica de las alianzas de Filipinas en materia de seguridad: ¿más allá del hedging?». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 141 (diciembre de 2025), p. 111-138. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2025.141.3.111
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 141
Cuatrimestral (septiembre-diciembre 2025)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2025.141.3.111
Fecha de recepción: 31.05.25 ; Fecha de aceptación: 17.10.25
Traducción del original en inglés: Camino Villanueva, Massimo Paolini y redacción CIDOB.