Criado en un hogar limeño de clase media, Francisco Sagasti heredó de sus progenitores las inclinaciones científicas e intelectuales que luego iban a empapar todo su quehacer profesional, con el que abarcaría una amplia variedad de ámbitos de estudio. Su madre, Elsa Hochhausler Reinisch, era una conocida periodista local nativa de Austria emigrada con su familia a Sudamérica, mientras que el padre, Francisco Sagasti Miller, era ingeniero y articulista ocasional de prensa.
Entre la ciencia y el desarrollo
El joven, siguiendo los pasos de su padre, se decantó por la especialidad de Ingeniería Industrial en las aulas de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde fue delegado estudiantil. En 1965 realizó un cursillo en el Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM, México) y al año siguiente obtuvo la licenciatura en la UNI. Ya desde sus últimos meses de carrera realizó prácticas laborales en empresas consultoras del área de investigación operacional, primero en Lima y luego en Londres. En 1967 se trasladó a Estados Unidos para, con la ayuda de una beca de la OEA, cursar en la Universidad Estatal de Pensilvania una maestría de posgrado en Ingeniería Industrial. Durante cinco años, Sagasti compaginó las clases del MSc con la elaboración de innovadores programas informáticos y modelos de simulación diseñados para estudiar comportamientos adaptativos, identificar estrategias negociadoras o prever escenarios de futuro.
En particular, participó en un proyecto de análisis matemático que, valiéndose de la teoría de juegos, estudiaba las posibles reacciones de los actores implicados en la nacionalización en 1968 del petróleo peruano por la junta militar revolucionaria del general Juan Velasco Alvarado. Su tesis de maestría, aprobada en 1970, llevaba por título
The Use of Complex Linear Flow Models in the Development of a Cybernetic Loading Model for a Job Shop. Su cualificación académica en Estados Unidos quedó redondeada en 1972 con el doctorado en Investigación Operacional y Ciencias de los Sistemas Sociales, obtenido en la Wharton Business School de la Universidad de Pensilvania (UPenn).
De vuelta a su país, Sagasti prolongó su especialidad profesional de ingeniería socialmente aplicada a los campos científicos de los sistemas de gestión, la investigación operacional y el modelaje matemático, que ejerció en la firma EICA Consultores. Pero sus intereses se expandieron y fueron orientándose a las políticas científicas, tecnológicas y de innovación para el desarrollo, terreno ya tocado por su tesis doctoral en la Upenn (titulada
Towards a Methodology for Planning Science and Technology in Underdeveloped Countries y considerada pionera en su momento), así como a los estudios de futuro, el planeamiento estratégico, la cooperación al desarrollo, las relaciones internacionales y, más adelante, la prevención de conflictos, la gobernabilidad democrática y las reformas institucionales, inquietudes estas últimas que pondrían la antesala de su entrada, ya septuagenario, en la política representativa. Sobre todos estos temas, el ingeniero e investigador publicó una abundante bibliografía (ensayos, monografías, artículos, ponencias) a lo largo de prácticamente medio siglo.
En las décadas de los setenta y ochenta, Sagasti simultaneó los servicios de tipo técnico al Estado peruano y los cometidos científicos para organismos internacionales y agencias de cooperación al desarrollo. Dentro del primer ámbito, en 1972, durante el Gobierno de facto de Velasco Alvarado, fue contratado como asesor del Ministerio de Industrias, Turismo, Comercio e Integración, que le nombró además vicepresidente del Directorio del Instituto de Investigación Tecnológica, Industrial y Normas Técnicas (ITINTEC). Posteriormente, en 1976, ingresó en el Directorio del Instituto de Investigación Científica y Tecnológica Minera (INCITEMI). En los años ochenta, bajo los primeros gobiernos civiles de la restauración democrática, trabajó para el Instituto Nacional de Planificación (INP) y los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Industria, y de Educación. También, fue consultor para entidades y empresas del sector privado.
En cuanto a la esfera multilateral exterior, entre 1973 y 1979 Sagasti figuró entre los integrantes de Science and Technology Policy Instruments (STPI), un importante proyecto transnacional, financiado por la OEA y el International Development Research Centre (IDRC) de Canadá, que investigó el impacto y efectividad de las políticas de ciencia y tecnología en países en vías de desarrollo, y más tarde laboró directamente para la OEA y el IDRC como asesor científico. Otros organismos que requirieron sus servicios de consultoría fueron el Banco Mundial (cuya División de Planeamiento Estratégico el experto peruano encabezó entre 1987 y 1990, y para el que siguió evaluando políticas hasta 1992), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la UNESCO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA).
Tuvo un vínculo intenso con el Comité Asesor del Comité de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo adjunto a la Secretaría General de las Naciones Unidas (convertido en 1992 en la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, CSTD, agencia subsidiaria del Consejo Económico y Social, ECOSOC), del que fue vicepresidente y presidente. Este Comité Asesor inició su andadura tras la Conferencia temática de 1979 en Viena, en la que Sagasti, como delegado y negociador del Grupo de los 77, tuvo un papel destacado.
En 1980, coincidiendo con la normalización democrática en Perú, tras 12 años de gobiernos militares, en la figura del presidente
Fernando Belaúnde Terry, Sagasti y sus colegas Claudio Herzka y Hélan Jaworski pusieron en marcha en Lima el Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), un centro de investigación de políticas públicas que el primero dirigió durante siete años. A partir de este momento, el futuro presidente de la República se prodigó en la docencia universitaria en centros nacionales, como la Universidad del Pacífico y la Pontificia Universidad Católica, y extranjeros, de Estados Unidos, América Latina, el Reino Unido y España. También, desarrolló la faceta de conferenciante. Asimismo, empezó a publicar colaboraciones en los principales periódicos y revistas de Lima, y desde 1985 formó parte de numerosos equipos editoriales e incursionó en la presentación de programas televisivos.
Del estudio de las políticas públicas a la participación en la política nacional
Sin abandonar los servicios profesionales en la asesoría internacional de carácter técnico, el interés de Sagasti por los problemas de la gobernabilidad democrática, la reforma institucional y los derechos humanos cobró estímulo con motivo de la llegada al poder en 1990 de
Alberto Fujimori (como él, ingeniero de profesión), quien barrió en las urnas con un programa que combinaba populismo, neoliberalismo económico y promesas de gestión eficaz. En 1992, mediante un autogolpe de Estado civil, Fujimori desmontó el sistema político-institucional vigente desde 1980 y lo reemplazó por otro hecho a su medida, entre tecnocrático y autoritario, nueva Constitución incluida. Sagasti pasó a enfocar sus análisis académicos en los presentes sociopolíticos del Perú y América Latina, así como en las perspectivas de futuro que tenían estas sociedades. Estos diagnósticos y prospectivas tuvieron como vehículos el
think tank FORO Nacional/Internacional, que Sagasti dirigió durante 15 años, y Agenda: PERÚ, programa este último que contó con la participación del psicoanalista Max Hernández y otros expertos de área.
En diciembre de 1996 Sagasti vivió un angustiosa peripecia personal. Él figuraba entre los 800 invitados a una recepción organizada por la Embajada de Japón para celebrar el cumpleaños del emperador Akihito y que fueron tomados como rehenes en el asalto a la residencia diplomática, sita en el distrito limeño de San Isidro, por un comando del grupo terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Afortunadamente para él, el ingeniero formó parte del grueso de los rehenes que los terroristas pusieron en libertad al cabo de dos días. El resto de los cautivos, 72, siguieron retenidos hasta que en abril de 1997 fueron liberados (salvo uno, fallecido en la acción) por el Ejército peruano en la llamada
Operación Chavín de Huantar.
Con el cambio de siglo, Sagasti se involucró en una serie de proyectos sobre cooperación internacional, financiación y planificación del desarrollo, y otros también con la reducción de la pobreza, la prevención de conflictos, y la paz y la seguridad. El FORO Nacional/Internacional de Lima, el Institute of Development Studies (IDS) de la Universidad de Sussex, el IDRC de Ottawa y la Universidad para la Paz (UPAZ) de Ciudad Colón, Costa Rica, fueron las palestras principales de estos estudios. En 2009 se integró en el International Institute for Environment and Development (IEED), y en los años que siguieron continuó dando clases universitarias y supervisando proyectos en distintos puntos del mundo.
En 2007, en el segundo año de la segunda administración presidencial de
Alan García, Sagasti fue nombrado presidente del Consejo Directivo del Fondo para la Innovación, la Ciencia y la Tecnología (FINCyT), programa recién creado por el Consejo de Ministros del Perú, con el aprista Jorge del Castillo al frente, para canalizar los préstamos del BID al país sudamericano. En 2009 el tecnólogo dejó la dirección del FINCyT, pero en diciembre de 2011 Óscar Valdés, el nuevo primer ministro nombrado por el presidente
Ollanta Humala, le reincorporó al puesto, donde se mantuvo hasta marzo de 2013.
Por esta época, Sagasti tuvo una primera aproximación a la política activa en el seno del Partido por la Democracia Social (PDS)-Compromiso Perú, formación de centro progresista que expresaba su deseo de contribuir a la renovación de la política peruana sobre las bases de un "nuevo contrato social" y un plan de descentralización territorial. El PDS, dirigido entre otros por Susana Villarán y luego renombrado como Fuerza Social Descentralista, obtuvo algunos éxitos, concurriendo en listas conjuntas junto con otras agrupaciones, en las elecciones regionales y municipales de 2006 (fundamentalmente en Lima, cuya alcaldía metropolitana fue ganada por Villarán), pero Sagasti terminó perdiendo el interés en este partido.
Sin embargo, el gusanillo de la política, la posibilidad de participar directamente en ella y no simplemente estudiarla y analizarla desde las barreras académica y científica, había prendido en el veterano y multidisciplinar ingeniero. Su siguiente compromiso militante fue, a partir de 2019 y con 75 años, en el Partido Morado (PM), colectividad de centro liberal moderado inscrita aquel año y creada por el economista Julio Guzmán a partir de una escisión en 2016 del partido Todos por el Perú. Sagasti fue escogido para encabezar la lista del PM, donde figuraba como candidato por Lima, en las elecciones parlamentarias extraordinarias del 26 de enero de 2020, convocadas por el presidente desde 2018,
Martín Vizcarra, en medio de una fuerte refriega con el Congreso. En su debut electoral, el PM obtuvo en todo el país el 7,4% de los votos y nueve escaños, seis de ellos por Lima (donde fue la segunda lista más votada, solo por detrás de Podemos Perú), convirtiéndose así en la quinta fuerza del Congreso. Sagasti resultó elegido en la capital con cerca de 100.000 votos y tras la constitución el 16 de marzo de la Cámara, presidida por
Manuel Merino de Lama, tomó la portavocía parlamentaria de la bancada morada.
Francisco Sagasti ha estado casado tres veces y es padre de siete hijos. Conserva la doble nacionalidad peruana y costarricense a raíz de su matrimonio (1993-2005) con la economista Silvia Charpentier Brenes, antigua diputada de la Asamblea Legislativa del país centroamericano por el Partido Liberación Nacional y actualmente miembro de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica.
(Cobertura informativa hasta 10/3/2020)