Chris Hipkins, alias
Chippy, es dos años mayor que
Jacinda Ardern, aunque sus carreras parlamentarias en el Partido Laborista de Nueva Zelanda (NZLP) comenzaron a la vez. Licenciado en Ciencias Políticas y Criminología por la Universidad Victoria de Wellington, su primera etapa profesional se repartió entre Nueva Zelanda y Londres, donde fue respectivamente consultor empresarial sobre energía y oficial educativo en la plantilla del Health Professions Council, un organismo regulador del Reino Unido. Entre medio, en 2003-2006, trabajó como asesor político de Trevor Mallard, diputado y ministro de Educación del Gobierno de
Helen Clark. En 2007, una vez vuelto del Reino Unido, entró al servicio directo de la primera ministra.
Integrante del círculo de protegidos de Clark, que deseaba rejuvenecer el grupo laborista de la Cámara de Representantes, Hipkins fue seleccionado para la candidatura al escaño por Remutaka, circunscripción de su región natal de Wellington, de cara a las elecciones generales de noviembre de 2008. Recién ingresado en la treintena de edad, Hipkins se hizo con el mandato, pero su formación, al cabo de de tres victorias consecutivas, sucumbió al Partido Nacional (NP) de
John Key. Hipkins se mantuvo en la bancada opositora a los gobiernos nacionales de Key y
Bill English en los nueve años siguientes, a lo largo de las tres legislaturas que vertebraron las votaciones de noviembre de 2011 y septiembre de 2014. En todo este tiempo, su agrupación, donde se fueron sucediendo hasta cinco líderes después de la marcha de Clark, le adjudicó diversos roles de liderazgo parlamentario y portavocías de área.
Tras las elecciones de septiembre de 2017, vueltas a ganar por el centroderechista NP pero con pérdidas, el NLZP, de la mano de su nueva líder desde agosto, Ardern, forjó (26 de octubre) un Gobierno de coalición con ministros del partido nacional-populista New Zealand First y apoyo externo del Partido Verde. En su seno, Hipkins, a la vez que era elevado a la posición parlamentaria de líder de la Cámara de Representantes, obtuvo la titularidad de dos ministerios, los de Educación y Servicio Público.
FUNCIONARIO PRINCIPAL EN LA LUCHA CONTRA LA COVID-19 EN NUEVA ZELANDA
En julio de 2020, la renuncia como ministro de Salud de David Clark, blanco de críticas por saltarse las restricciones de movimientos hogareños durante el primer cierre nacional a raíz de declararse en febrero la pandemia del coronavirus, abrió una vacancia en el departamento más sensible del Ejecutivo. Ardern se apresuró a cerrarla nombrando para el puesto a Hipkins, el cual no se separó de sus presentes responsabilidades y se limitó a asumir una cartera más, la tercera.
La llegada de Hipkins al Ministerio de Salud neozelandés se produjo en un momento de confianza de Ardern en los resultados de la estrategia nacional para contener y doblegar el virus, entre las más rigurosas del mundo al basarse en el confinamiento domiciliario de la población, las cuarentenas forzosas de las personas que hubiesen dado positivo en test (y de sus contactos más cercanos) y el aislamiento internacional del remoto archipiélago, privado de la mayoría de los vuelos de entrada, salvo los que traían mercancías: los pocos ciudadanos nacionales que desembarcaban en los aeropuertos debían guardar igualmente la cuarentena disuasoria de 14 días, en hoteles habilitados a tal efecto.
En abril se había alcanzado el pico de contagios, que no habían pasado del centenar diarios, la incidencia y las defunciones se mantenían en niveles bajísimos en comparación con lo que sucedía en los demás países desarrollados, y a finales de mayo el confinamiento interno decretado en marzo había sido levantado a nivel nacional. En agosto, ya con Hipkins en el Ministerio de Salud, Auckland pasó de nuevo por el régimen de cuarentena, aunque el lento goteo de infecciones se mantenía bastante controlado. A mediados de septiembre se reportó el fallecimiento número 25, al que iba a sumársele la víctima vigésimo sexta en febrero de 2021; luego, esa cifra no se movería en otros siete meses.
En noviembre de 2020, luego de afirmar Ardern que Nueva Zelanda había "vencido" al SARS-CoV-2 y de obtener los laboristas su triunfo electoral más contundente (por encima del 50% de los votos y mayoría absoluta de 65 escaños, uno de los cuales era el de Hipkins, reelegido en Remutaka por cuarta vez) desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la primera ministra rehizo su Gabinete dando entrada a ministros del Partido Verde y cambiando algunos rostros laboristas. Para Hipkins, la remodelación supuso desprenderse del Ministerio de Salud, cedido a Andrew Little, pero manteniendo plenas responsabilidades en lo tocante a la emergencia sanitaria al conferirle Ardern el nuevo Ministerio para la Respuesta a la COVID-19. En adelante, Hipkins debía concentrarse en el funcionamiento del sistema de Aislamiento y Cuarentema Administrados (MIQ) y en el mecanismo de los testeos, a la espera de las primeras vacunas.
La estrategia de prevención precoz y
erradicación del patógeno concebida por Ardern y aplicada por Hipkins suscitaba aplausos internacionales, aunque en casa la población empezaba a dar señales de fatiga. Una prueba de fuego de la eficacia del férreo dispositivo anti-COVID fue la detección en Auckland el 17 de agosto de 2021, cuando la campaña nacional de vacunaciones ganaba ímpetu, de un caso positivo que las autoridades identificaron como transmitido localmente, es decir, que no era importado. La persona contagiada presentaba la variante Delta. La primera transmisión comunitaria en medio año fue respondida de manera fulminante por el Gobierno con la orden de un nuevo confinamiento domiciliario nacional de tres días y el cierre absoluto de Auckland por una semana, aunque las restricciones en todo el país y en su principal ciudad, con casi millón y medio de habitantes, duraron finalmente bastante más: el
lockdown nacional se mantuvo hasta bien entrado septiembre, mientras que el de Auckland, que ya iba por su cuarto cierre específico, se prolongó hasta diciembre.
De nuevo, Nueva Zelanda se libró de sufrir una ola pandémica en toda regla, de las que saturaban los hospitales y llenaban las morgues en tantas otras naciones, pero muchos estimaban que las disrupciones en la vida diaria eran excesivas y no estaban justificadas. En sectores de la opinión pública empezó a calar el discurso de que Nueva Zelanda debía aprender a convivir con el coronavirus, mientras lo combatía y disminuía su peligrosidad con normas de higiene, pautas de distanciamiento social y vacunación. En otras palabras, que la obsesión con eliminar las infecciones a cero a golpe de aislamientos y cuarentenas obligatorios no tenía sentido, ni siquiera en un país con la peculiar geografía (insularidad, lejanía, poca población) de Nueva Zelanda. Eso, cuando no se violaban directamente derechos constitucionales, opinaban los dispuestos denunciar ante los tribunales las reclusiones forzosas en el marco del MIQ.
A priori, las críticas, del público podían cebarse en los ministros Hipkins y Little, pero el desgaste recaía directamente en Ardern, que comparecía regularmente, no se escudaba tras los funcionarios del Gobierno y justificaba con argumentos las medidas epidemiológicas. Sin embargo, el Gobierno acabó por rendirse a la evidencia de que Nueva Zelanda no podía zafarse totalmente de los contagios con acciones tajantes que afectaban severamente a la movilidad de todos los ciudadanos.
En noviembre de 2021, mientras Auckland seguía cerrada y las vacunaciones con la pauta completa alcanzaban ya al 83% de los neozelandeses, Ardern y Hipkins presentaron el Marco de Protección COVID-19, un nuevo sistema de restricciones más flexible basado en los tres colores del semáforo y que reemplazaba el esquema de cuatro niveles de alerta introducido en marzo del año anterior. En adelante, se ponderarían de manera cruzada la presión sobre los hospitales, la tasa de transmisión comunitaria y la tasa de vacunación. El cambio de enfoque, vigente desde diciembre de 2021, supuso que cuando en febrero de 2022 la irrupción de la variante Ómicron, más transmisible pero menos letal, hizo que Nueva Zelanda experimentara su primera ola de contagios propiamente dicha (y de carácter súper explosivo, con miles de positivos diarios, por lo que en poco tiempo el país escaló desde las posiciones más bajas hasta las más altas en el ranking mundial de casos por millón de habitantes), el Gobierno se abstuviera de volver a los cierres y los confinamientos.
En marzo de 2022 Hipkins anunció la progresiva retirada del altamente polémico sistema MIQ. El ministro calculaba en 230.000 los viajeros entrantes en Nueva Zelanda y en 4.400 las personas contagiadas localmente que habían pasado por alguna de las 32 instalaciones del MIQ. Simultáneamente, empezó a cancelarse la clausura casi hermética de las fronteras, solo matizada por la
burbuja regional de desplazamientos con Australia, de manera que los neozelandeses expatriados (con el certificado de vacunación) ya podían regresar sin someterse a cuarentena. Para los turistas foráneos (con test negativo), los aeropuertos no serían reabiertos, dependiendo de los países de origen, hasta meses más tarde. Durante dos años, decenas de miles de neozelandeses afincados en el extranjero habían visto denegada la entrada en su propio país, y los menos que habían obtenido el pase mediante un sistema de lotería en línea habían tenido que guardar una cuarentena de una o dos semanas, costeada de su bolsillo y en hoteles custodiados por militares. Por el contrario, ciertos viajeros VIP, como estrellas del deporte, habían eludido ese protocolo.
El 14 de junio de 2022 Ardern hizo retoques en el Gobierno y Hipkins, que pese a la erosión del oficialismo conservaba una imagen más amable que su jefa, acusada por multitud de comentaristas de "autoritarismo" y "crueldad" por el rigor de los sistemas de alerta temprana y MIQ, dejó el Ministerio para la Respuesta a la COVID-19, ido para Ayesha Verrall. Con todo, Hipkins se mantuvo en el primerísimo plano como nuevo ministro de la Policía, en adición a sus carteras de Educación y de Servicio Público, portadas desde 2017. La ministra saliente de la Policía, Poto Williams, venía siendo criticada por el aumento de la delincuencia organizada y los robos con violencia
Para entonces, Nueva Zelanda acumulaba 1,24 millones de casos confirmados y 1.286 defunciones debidas al coronavirus. En septiembre siguiente, Ardern anunció el final del Marco de Protección tricolor contra la pandemia.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2023)