Europa, menos seguridad y más dependencia

Opinión CIDOB_842
Opinion 842
Publication date: 07/2025
Author:
Josep Borrell, presidente de CIDOB, ex alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y ex vicepresidente de la Comisión Europea y Domènec Ruiz Devesa, investigador sénior de CIDOB y ex eurodiputado
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Tanto la cumbre de la OTAN en La Haya como el último Consejo Europeo en Bruselas han puesto de manifiesto la creciente subordinación de la política exterior europea. La opción estratégica de la UE ante la ofensiva de Donald Trump parece ser mostrarse más como fieles vasallos de Washington que como aliados. Dicho de otro modo: Europa acepta ser más dependiente, pero sin obtener más seguridad a cambio.

La reciente celebración de la cumbre de la OTAN en La Haya y del Consejo Europeo en Bruselas, junto con los ataques a Irán, han vuelto a poner de manifiesto la creciente subordinación de la política exterior europea a los dictados de la Casa Blanca. En líneas generales, el planteamiento europeo parece haber sido mostrar pasividad, acompañada de alguna expresión de regocijo ante la agresión a Irán, y aceptación de la cifra fetiche del 5 % del PIB de gasto militar, para evitar males mayores en todo lo demás. Pero, a cambio, ni se ha obtenido un firme apoyo a Ucrania, ni se ha rebajado la guerra comercial (más bien al contrario), ni se ha conseguido ningún compromiso sobre la aplicación del Artículo 5 del Tratado de la OTAN, que el presidente de Estados Unidos ha despachado con un disciplente «depende».

Mientras tanto, Trump sigue apoyando a la ultraderecha eurófoba, hasta el punto que el futuro de la defensa europea obliga a preguntarnos si merecía la pena la claudicación de La Haya.

Analicémoslo desde distintas perspectivas. 

Irán
Europa no fue, que se sepa, ni informada, ni consultada, sobre los ataques estadounidenses a Irán, lanzados a rebufo de la agresión israelí, sin evidencia de una amenaza inminente en la forma de arma nuclear, y que no han logrado destruir los stocks de uranio enriquecido necesarios para fabricarla. En el mejor de los casos, se ha retrasado unos meses el desarrollo del programa nuclear iraní y se ha mermado su stock de misiles balísticos. 

Peor que no haber sido avisados es que ni siquiera se debatió en profundidad una posición común europea sobre el asunto. En las Conclusiones del Consejo Europeo de junio de 2025 no hay una mención significativa sobre los ataques a Irán. Solo se reiteran, de forma genérica, los compromisos con la no proliferación nuclear y la seguridad regional, sin entrar en los bombardeos recientes ni sus consecuencias. 

Y eso que Europa tiene un importante papel que jugar a través de la diplomacia para reinstaurar las inspecciones internacionales y garantizar el uso civil del programa atómico. 

Haciendo de la necesidad virtud, la campaña militar de Netanyahu y Trump debiera al menos servir como aliciente a Teherán para renunciar al arma atómica, so pena de arriesgarse a un intento de cambio de régimen. 

OTAN

Tal vez lo más simbólico del vasallaje europeo ha sido la aceptación sumisa y acrítica del objetivo de gasto militar del 5% del PIB impuesto por Donald Trump, sin obtener a cambio un refuerzo de la garantía de seguridad. 

Es un objetivo tan arbitrario e innecesario como poco realista, a pesar de plantearse en un alejado horizonte del 2035. Y, además, desvía la atención de lo importante: el cumplimiento de los objetivos de capacidades de la OTAN, que es donde España ha concentrado sus esfuerzos. 

Sin duda el 2% actual no basta. Es preciso invertir más en nuestra seguridad. Pero el 5% es un exceso. Porque no se trata, fundamentalmente, de gastar más a través de planes nacionales de rearme, sino de gastar mejor, es decir agregando las compras en esquemas paneuropeos y mediante el desarrollo conjunto de capacidades en el marco de una planificación continental de nuestra defensa territorial.

Pero no pocos estados miembros prefieren por razones políticas seguir comprando material estadounidense, como ha hecho Dinamarca con los F-35, seguramente con la cuestión de Groenlandia en mente.

En todo caso, un objetivo de gasto del 5% del PIB, desconectado del cálculo de las capacidades y fuerzas convencionales necesarias para hacer frente a una agresión rusa, carece de sentido. Además, puede llevar a despilfarrar recursos en beneficio de la industria armamentística, más allá del efecto disuasorio que pueda tener este esfuerzo militar sobre Putin. Una dependencia que además se concreta en la imposibilidad de utilizar determinados equipos sin las actualizaciones de software, o que obliga a compartir los planes de vuelo para su uso efectivo.

Si se intentara alcanzar seriamente este nivel de gasto, se pondría en riesgo el sostenimiento del estado de bienestar, y la propia mayoría social necesaria para aumentar la inversión en defensa.

La mayoría de los estados miembros han optado por plegarse ante el chantaje trumpista, convencidos de que es la mejor manera de preservar su en todo caso dudoso compromiso con la seguridad europea, aun a sabiendas de que muchos no podrán cumplir ni el 3,5 % (Italia ni siquiera ha llegado al 2% este año, y tampoco Francia y Reino Unido tienen margen fiscal para ello).

Si se trata de mantener el apoyo estadounidense a Ucrania, y paliar la guerra comercial, no parece que sea el caso. La actuación de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, y antaño paladín de la austeridad durante la crisis del euro, llamando «daddy» a Trump y mandándole mensajes laudatorios en extremo ha sido especialmente bochornosa. Como ha señalado el exprimer ministro sueco Carl Bildt en una red social, la relación transatlántica ya no se basa en valores e intereses compartidos, sino en la adulación.

Además, se ha entregado a Trump y a sus sucesores el poder determinar como cumplen los europeos con el objetivo. Esto quiere decir que EE.UU. puede desentenderse de nuestra seguridad en ambos casos. Si no se cumple el objetivo, por haber faltado al compromiso, y si se cumple porque ya no sería necesaria la aportación estadounidense. Esto significa más dependencia y menos seguridad.

Solo España ha dicho las cosas como son, señalando que el 5% carece de fundamento y supone un esfuerzo presupuestario desmesurado. Actualmente, el conjunto de los países de la UE invierte en defensa alrededor del 1,9% del PIB. Pasar al 5% implicaría un incremento adicional de más de 350.000 millones de euros anuales. En el caso de España, supondría multiplicar por más de dos el presupuesto actual en defensa, superando los 70.000 millones de euros al año.

Y todo ello mientras España ya está a punto de cumplir los compromisos esenciales: según la propia OTAN, nuestro país ha alcanzado el 90% del objetivo de capacidades prioritarias y ha incrementado de forma notable su presencia operativa. Además, España es un proveedor de seguridad, con su participación en múltiples misiones de la propia Alianza Atlántica y de la UE. 

Los aliados europeos se tendrían que haber concentrado en pelear por el objetivo del 3,5%, más realista en un horizonte de una década, más en línea con los objetivos de capacidades, y sobre todo con la finalidad de invertir mancomunadamente en un pilar europeo de la OTAN que incluya los facilitadores estratégicos (satélites, comunicaciones, repostaje en vuelo, etc.) que ahora solo tienen, mayormente, los estadounidenses. 

Ucrania

Sobre Ucrania, también salimos malparados. En La Haya se hizo una mención muy escueta sin compromisos adicionales de asistencia militar. Se mantiene la cláusula de estilo relativa a ayudar «durante el tiempo que sea necesario», pero sin precisar cómo ni con qué medios, por lo que cabe preguntarse si merecía la pena tanta genuflexión con el 5% para tan magro resultado.

Pero no acaba ahí la cosa: inmediatamente después de la cumbre, EE.UU. paralizó la entrega de armamento a Ucrania y levantó las sanciones a varios bancos rusos. Después Trump revertió la primera medida, pero es evidente que predomina la impredecibilidad y que su política hacia Ucrania no depende de los esfuerzos europeos en el gasto en defensa.

Consejo Europeo: nada de defensa europea e indecisión en lo comercial

En Bruselas, la reunión del Consejo Europeo ha sido una nueva oportunidad perdida. Ni una palabra sobre articular una defensa común europea, aun sobre la base de una coalición de voluntarios, ni sobre sus implicaciones políticas, estratégicas, o institucionales.

Habría sido la respuesta lógica al creciente escepticismo estadounidense sobre su compromiso con la seguridad europea. Pero, una vez más, falta ambición y unidad. Se prefiere no molestar a Washington, o mantener una fe ciega en que, a fin de cuentas, vendrá a socorrernos llegado el caso, a pesar de las reiteradas amenazas y ambigüedades de Trump sobre la obligación de asistencia mutua en caso de agresión. En realidad, Europa teme ser genuinamente independiente.

Como colofón, durante la reunión del Consejo Europeo muchos estados miembros se abrieron a negociar un acuerdo comercial rápido y malo con EE.UU., al estilo del Reino Unido, aceptando aranceles del 10% y tal vez limitar o alterar nuestro marco legal que Washington considera dañino para sus empresas. Pero poco después Trump volvió amenazar a Europa con imponer aranceles del 30% a partir del mes de agosto.

¿También para acabar aceptando esto como mal menor hacía falta esta cumbre de la OTAN? Más bien constituye una prueba adicional de que no aspiramos a liderar el mundo libre, sino a sobrevivir en el mundo que dicta Trump. El inquilino de la Casa Blanca solo respeta la fuerza, por lo que la UE debiera esforzarse en mostrar firmeza mientras construye su soberanía estratégica. 

No se trata de romper una relación transatlántica cada vez más transaccional, pero al menos sí intentar equilibrarla. Y eso solo será posible cuando Europa se haga respetar y deje de mendigar benevolencia al otro lado del océano.

Palabras clave: UE, seguridad, dependencia, Estados Unidos, OTAN, 5%, autonomía estratégica, Trump, Irán, Ucrania, España, capacidades

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Imagen: © Ministerie van Buitenlandse Zaken / Bart Maat