Apuntes | La carrera por los minerales críticos en la era de la Inteligencia Artificial y la crisis climática

Anuario Internacional CIDOB 2026
Publication date: 11/2025
Author:
Sophia Kalantzakos, profesora de Estudios Ambientales y Políticas Públicas de la New York University-Abu Dabi
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El mundo se encuentra en una encrucijada como consecuencia de dos grandes transformaciones que están reconfigurando simultáneamente las trayectorias socioeconómicas y políticas del siglo XXI. En primer lugar, la crisis climática, que se ha agravado rápidamente, produciendo inundaciones recurrentes, sequías, incendios y fenómenos meteorológicos extremos que conllevan la destrucción de activos físicos, ecosistemas y medios de vida. En segundo lugar, la tan esperada cuarta revolución industrial que, a la estela de la Inteligencia Artificial, ha producido niveles extraordinarios de competencia geoeconómica y geopolítica por controlar el imperium tecnológico. 

Los lazos de interdependencia se han convertido en un arma, la globalización se desmorona y los minerales, indispensables tanto para enfrentar el cambio climático como para hacer posible esa revolución industrial, son ahora un codiciado objeto que alimenta la disputa entre las economías más grandes del mundo. La lista de minerales críticos sigue ampliándose para incluir desde las tierras raras, el litio, el cobalto a otros como el galio, el germanio, el indio, el grafito, el níquel o el cobre, que son esenciales para la cuarta revolución industrial. Los países ricos en recursos devienen rápidamente meras localizaciones de extracción, con el peligro de quedarse atrás económica y tecnológicamente y ser más vulnerables a los desastres climáticos. 

No era este el escenario esperado. Del Acuerdo de París surgió un consenso mundial para descarbonizar y digitalizar simultáneamente la economía global y encarar de manera más efectiva la emergencia climática. Esta propuesta industrial se centró en la crisis de las emisiones y en la electrificación del transporte y la diversificación energética, mediante el despliegue de energías renovables. Al mismo tiempo, el plan tenía por objeto desmaterializar grandes sectores económicos a través de la IA y la creación de infraestructuras digitales como el 5G y el Internet de las cosas, para mejorar la eficiencia y reducir la huella de carbono de la civilización industrial. 

La estrategia comenzó a desmoronarse cuando los líderes industriales de la OCDE se dieron cuenta de que se enfrentaban a la enorme competencia resultante del despegue de China. Beijing no solo había logrado convertirse en una potencia económica, sino que además había encontrado la fórmula para producir aplicaciones y tecnologías de descarbonización asequibles, convirtiéndose en el principal fabricante de vehículos eléctricos y renovables. Por otra parte, la idea de que China estaba años atrasada en la carrera de la IA (véase George, B. «Why DeepSeek caught so many in the West by surprise». South China Morning Post, 2/2/2025) y las capacidades generales de digitalización demostraron ser falsas, lo que causó un shock en Washington y en Silicon Valley. 

China hizo, desde el principio, grandes inversiones estratégicas en estos sectores; entendió que los minerales críticos no eran meros insumos clave para estas tecnologías y sus aplicaciones, y que asegurar todas sus cadenas de suministro, desde su extracción hasta su venta, resultaría indispensable para liderar la transformación industrial venidera. Beijing desarrolló así fuertes lazos con los países en desarrollo, lanzó la Iniciativa la Franja y la Ruta (IFR) y ofreció financiación alternativa a las instituciones occidentales, construyendo nuevos bancos de desarrollo y participando con intensidad en organizaciones internacionales, como la ONU. A medida que China aumentó en poder e influencia, Washington la percibió como una amenaza para su liderazgo global, y la rivalidad Washington-Beijing se volvió un asunto de primer orden.

Durante la Administración Obama, EEUU dio un giro hacia Asia, pero fue Trump quien, durante su primer mandato, declaró una guerra comercial con China y señaló a Beijing como su rival más importante. La idea de distanciarse de China y frenar su aceleración e influencia económicas impregnaron el pensamiento de Washington. Ya incluso en su primer mandato, Trump se centró en las tierras raras, no porque creyera en su importancia para la «economía verde» estadounidense, sino por su valor para la industria de defensa. 

Las políticas de fricción, desconfianza e hipercompetencia de Trump, en lugar de disminuir con Biden se ampliaron. Biden quería que estos materiales para la transición verde crearan empleos sindicados bien remunerados y también resiliencia climática en EEUU. Firmó la Ley de CHIPS, inauguró la vuelta a una política industrial a través de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) e introdujo numerosos aranceles para frenar la ventaja de China en la transición ecológica y digital. También formó junto con otras naciones la Asociación para la Seguridad de los Minerales encaminada a diversificar el suministro y reducir el predominio de China sobre las cadenas de suministro clave. 

El regreso de Trump a la Casa Blanca, en 2025, sumió los asuntos mundiales en un estado de volatilidad permanente. Las nuevas guerras comerciales comenzaron inmediatamente y condujeron a enfrentamientos por las barreras arancelarias y no arancelarias establecidas contra aliados, socios y competidores estadounidenses por igual. China, por supuesto, fue la más afectada, con el anuncio de aranceles que podrían escalar hasta el 145%, y que en mayo de 2025 quedaron en suspenso por el acuerdo entre Xi y Trump de pausarlos durante 90 días mientras se llevaba a cabo una negociación entre ambos países. 

China fue el objetivo principal, pero no el único, del AmericaFirst de Trump. Desde enero de 2025, los países se esfuerzan por negociar unas condiciones que les eviten la imposición de aranceles, en defensa de sus intereses nacionales, pero también para intentar evitar una recesión mundial. A pesar de toda esta incertidumbre, la UE y China han reafirmado su compromiso de descarbonización y digitalización de sus respectivas economías. Por el contrario, EEUU se retiró inmediatamente del Acuerdo de París y se desdijo de toda referencia al clima o al medio ambiente en su discurso de planificación de las políticas públicas. Trump le ha dado un vuelco radical a la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) elaborada por Biden y que tenía al clima como «principio organizativo», y ha proclamado en su lugar una «emergencia energética» (véase La Casa Blanca. «Declaring a National Energy Emergency», 20 de enero de 2025), para justificar una nueva inversión en combustibles fósiles y un aumento de la producción de energía nuclear para impulsar la IA. Ha apostado asimismo por la desregulación, deshaciendo e incluso abandonando ciertas protecciones ambientales. Además, el impulso de Washington para poner fin a la acción climática, tanto a nivel nacional como mundial, pretende camuflar la evidencia creciente de que la crisis climática y el desarrollo de la IA, a este ritmo frenético, son incompatibles debido a la enorme huella energética de esta tecnología. 

Obviamente, los minerales críticos y sus cadenas de suministro seguirán siendo elementos clave en esta creciente batalla geoeconómica. EEUU mantendrá un enfoque abiertamente transaccional y depredador para acceder a ellos, como han demostrado sus pronunciamientos sobre Groenlandia y el Acuerdo de Minerales con Kiev, como condición para seguir apoyando a Ucrania. China responderá levantando obstáculos burocráticos, como nuevos requisitos de licencias, para ralentizar las exportaciones de materiales. Beijing, además, ha demostrado que no dudará, llegado el caso, en suspender por completo las exportaciones de minerales e imanes críticos, a fin de ahogar el suministro de componentes clave para la industria del automóvil, fabricantes aeroespaciales, compañías de semiconductores y contratistas militares en todo el mundo. 

Cuatro décadas de globalización han sido sustituidas por un nuevo mundo de «clubes» y «vallas», al tiempo que las cadenas de suministro se han securitizado cada vez más. Seguirán desarrollándose cadenas de suministro resilientes, pero más costosas, lejos de China, apelando a la industria de defensa como justificación de la inversión en una dirección que requiere más reflexión a largo plazo y mayor financiación por parte de los contribuyentes. El enfoque America First de EEUU y lo impredecible de su negociación implicarán asimismo reajustes geopolíticos y geoeconómicos, ya que las naciones no desean volver a un mundo de competencia bipolar y prefieren mantener lazos de interdependencia, pero más resilientes. 

Nuevos actores como las naciones del golfo Pérsico han invertido en este nuevo espacio de innovación tecnológica, utilizando sus fondos soberanos de riqueza para adquirir una ventaja geoeconómica al tiempo que se ofrecen como corredores y mediadores entre los principales actores industriales. Aunque la carrera de la IA tratará de ahogar la acción climática, la UE y China están preparadas para ecologizar y digitalizar sus economías reconociendo que la amenaza climática es una realidad demasiado costosa para pasarla por alto. Sin embargo, hay formas para hacer estas transiciones más equitativas, justas, inclusivas y atrevidas, especialmente dirigidas al mundo en desarrollo. Los criterios ambiental, social y de gobernanza (ASG) propuestos por la UE podrían ayudar a crear autonomía y capacidad para que las naciones del mundo en desarrollo protejan a sus pueblos, ecologías y recursos. La diplomacia ecológica, la diplomacia extractiva y el intercambio de conocimientos y la producción de nuevas tecnologías darán lugar a transiciones más justas. Controles, contrapesos, criterios ecológicos, una conversación real y la recopilación de datos precisos sobre las necesidades de energía y agua de esta herramienta revolucionaria, la IA, son esenciales. En última instancia, resultaría perjudicial para todos que la descarbonización y la cuarta revolución industrial se conviertan en una lucha por los insumos, las cadenas de suministro «de ingeniería geopolítica», la creación de barreras tecnológicas y de conocimiento y más exclusiones e inequidades, pues todo ello conduciría a la securitización de las soluciones a los desafíos mundiales.