La guerra no declarada contra los cables submarinos: "Occidente ha asumido que es tan normal como los ciberataques y las campañas de desinformación"

La red global de telecomunicaciones y energía, que se extiende por las profundidades oceánicas con la ramificación de un sistema nervioso, se ha convertido en el siglo XXI en un apetecible objetivo de la guerra híbrida, ésa que se libra por vías alternativas a la de los ejércitos convencionales e incluye los ataques cibernéticos coordinados, la instrumentalización de inmigrantes irregulares en puestos fronterizos o el sabotaje de infraestructuras críticas. La sucesión de incidentes en el Mar Báltico y el Estrecho de Taiwán confirman que la infraestructura que permite la vida digital es la nueva diana favorita de potencias hostiles. «Con el agravante de que un cable no pasa sólo por un territorio controlado por un Estado, sino por océanos que se rigen por acuerdos y leyes internacionales», enfatiza a propósito de la cuestión de la soberanía Javier Borràs, investigador de CIDOB especializado en el impacto de las tecnologías en la democracia y la pugna geopolítica. Y no es el único matiz jurídico importante. «Todos estos cables son propiedad de empresas privadas. Es decir, que al final es una cuestión bastante compleja». 

 

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