Viktor Yanukovych

© UN Photo/Eskinder Debebe

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Actualización: 28 noviembre 2023

Ucrania

Presidente (2010-2014); primer ministro (2002-2005, 2006-2007)

  • Viktor Fedorovych Yanukovych
  • Mandato: 25 febrero 2010 - 22 febrero 2014
  • Nacimiento: Zhukovka, Yenakiyeve, óblast de Donetsk, 9 julio 1950
  • Partido político: sin filiación (anteriormente, del Partido de las Regiones)
  • Profesión: Ingeniero y empresario industrial

Presentación

El portazo dado el 21 de noviembre de 2013 a la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea añade un jalón explosivo a la sinuosa trayectoria de Víktor Yanukóvych, presidente de Ucrania desde 2010. La decisión, no del todo imprevista pero con profundas repercusiones domésticas y regionales, pone de relieve el errático proceder del mandatario, que exprime una insostenible política de vecindad "equilibrada", a modo de "puente", entre dos grandes bloques, la UE y Rusia, los cuales le emplazan a escoger, sin opciones de compatibilidad, entre el Acuerdo de Asociación (AA) de la primera o la Unión Aduanera (UA) de la segunda. Se salda, pues, con una victoria provisional de Rusia este duelo geopolítico que busca atraer y anclar a la estratégica Ucrania, extenso país de encrucijadas del flanco oriental de Europa, en las respectivas esferas de intereses, cuyo círculo más externo es el comercial.

En 2004, este antiguo patrón industrial y gobernador de Donetsk, representante de la Ucrania del este rusófona y rusófila —de hecho, no empezó a hablar el idioma ucraniano, por imperativo institucional, hasta los 52 años—, líder del Partido de las Regiones (PR) y primer ministro del presidente Leonid Kuchma fue el gran damnificado de la Revolución Naranja, la revuelta cívica de la oposición liberal que encabezaban Víktor Yúshchenko y Yuliya Tymoshenko, unidos contra un pucherazo electoral que pretendía colocar en la Presidencia al candidato del oficialismo. Entonces, las negociaciones de las partes con la mediación europea desembocaron en una repetición de la segunda vuelta, en la inapelable victoria de Yúshchenko sobre Yanukóvych y en la humillante salida de este del Ejecutivo.

Menos de un bienio después, en 2006, el paradójico desarrollo de la democracia ucraniana recuperó para la jefatura del Gobierno a Yanukóvych, impulsado por la primacía parlamentaria de su formación, las desavenencias entre Yúshchenko y Tymoshenko, y la calamitosa situación económica. La extraña cohabitación de los dos Víktor duró poco: en 2007, aunque el PR volvió a ganar los comicios a la Rada, la anterior coalición naranja pudo restablecerse, poniendo otra vez a Tymoshenko al frente del Gabinete y devolviendo a Yanukóvych por segunda vez a las filas opositoras.

Desde allí, el corpulento y ambicioso político, más dado a maniobrar e intrigar en la opacidad de los despachos que a agitar a huestes afectas con oratoria mitinera, fue cosechando los dividendos que le generaban las invencibles trifulcas de los adalides de la protesta de 2004 y las sucesivas escaramuzas de la guerra del gas con Rusia. En las elecciones presidenciales de 2010 Yanukóvych se tomó la revancha derrotando a sus dos adversarios con un programa inequívocamente prorruso, aunque con matices. Así, además del descarte tajante del ingreso en la OTAN, advocaba un estatus de "neutralidad" y "no alineación" en materia de seguridad,  aunque consideraba "objetivo estratégico" la integración en la UE. Asimismo, anteponía el gasto social a las recetas de austeridad del FMI. Todo ello, ponderado con "pragmatismo", atendiendo siempre a los "intereses nacionales", argüía. Lo urgente, aseguraba, era el desarrollo, la modernización y el progreso económico de un país rezagado y lastrado por serios desequilibrios y dependencias, empezando por la energética de Rusia.

Transcurridos tres años desde su elección, del líder ucraniano puede decirse que ha jugado a dos barajas de manera titubeante e imprecisa, causando impaciencia y frustración por igual a las dos capitales, Bruselas y Moscú, que le cortejan con unas ofertas mutuamente excluyentes.

Con la Rusia de Putin, Yanukóvych empezó adoptando un polémico tratado de renovación del arriendo de las facilidades navales en Crimea a cambio de una bajada de las abusivas tarifas de importación del gas, cuyo abaratamiento sin embargo se quedó corto. La cooperación y el diálogo bilaterales se intensificaron a ojos vista, pero el nuevo poder de Kyiv, desdiciéndose de anteriores promesas electorales, no satisfizo plenamente las demandas de cooficialidad idiomática en todo el Estado, planteadas en los oblasts meridionales y orientales que eran su granero electoral. También, dio largas a la adhesión de Ucrania a la UA de Rusia, Bielarús y Kazajstán, antesala que sería del ingreso en la Unión Económica Euroasiática orquestada por el Kremlin, aceptando únicamente en la misma un estatus de "observador".

La autolimitación de las relaciones con Rusia dio alas al proyecto de integración en la UE, que Yanukóvych quería que empezara con el levantamiento de barreras y visados a la libre circulación de bienes y personas. Pero en 2011, el juicio, encarcelamiento y condena de su antagonista visceral, Tymoshenko, que para la UE respondían a motivaciones políticas, pospuso las firmas de los ya concluidos acuerdos de Asociación y de Libre Comercio. Las elecciones legislativas de 2012, vueltas a ganar por el PR pero consideradas un paso atrás por la OSCE, acentuaron el malestar de los interlocutores europeos con Yanukóvych, acusado de dar pábulo, apoyado en camarillas y oligarcas, a prácticas erosivas de la democracia como el autoritarismo, el clientelismo y la corrupción. Además, al final del año, la economía, que en 2010-2011 había remontado con brío la brutal recesión de 2009, retomó la senda del crecimiento negativo, mientras se disparaban la deuda y el déficit.

En el verano de 2013 Rusia lanzó a Ucrania una andanada de presiones, en forma de zancadillas comerciales, promesas de gratificaciones y amenazas explícitas, para disuadirla de suscribir el AA, que conllevaba reformas legales. Yanukóvych afrontaba una situación muy embarazosa: en apariencia, se resistía a echarse en el regazo ruso, por lo que pudiera comportar de pérdida de soberanía, pero por otro lado tampoco quería encolerizar a su poderoso vecino, que podría aplicar desastrosas represalias económicas. Después de todo, Rusia seguía siendo el primer socio comercial de Ucrania, que además estaba muy endeudada con él. El presidente, de paso, pero esta vez por puro cálculo electoralista, se negó a amnistiar a Tymoshenko.

En noviembre de 2013, finalmente, Yanukóvych sucumbió a los argumentos rusos y desistió de firmar el AA en la cumbre de la Asociación Oriental en Vilna con el pretexto de que Bruselas no aceptaba su demanda de asistencia de "estabilización" económica por valor de 160.000 millones de euros. La decisión enardeció la fortísima protesta callejera de la oposición proeuropea y las fuerzas nacionalistas y de derecha, que exigían un drástico cambio de orientación exterior de Ucrania y la caída del régimen.

La furiosa algarada en el centro de Kyiv evidencia el grado de polarización política y cultural subsistente en la sociedad civil ucraniana, donde sin embargo ganan terreno los partidarios de la opción europea, pero también el bajo momento de popularidad de Yanukóvych, que no ha visto una reacción comparable, movilizándose en su apoyo, por parte de la población rusófona. El confuso zigzag declarativo del presidente y su primer ministro, Mykola Azárov, adquieren un nivel esquizofrénico porque de un día para otro afirman que Ucrania "no tiene alternativa" tanto a la integración europea como a la restauración de las relaciones comerciales con Rusia. En diciembre, el Gobierno ha puntualizado que el plantón de Vilna es sólo "una pausa", mientras el presidente combina la represión de los manifestantes con las ofertas de diálogo. La cacofonía salpica a la propia UE, pues la Comisión confirma la "suspensión" de las negociaciones sobre el AA mientras que la jefa de la diplomacia, Catherine Ashton, asegura que la puerta para su firma "sigue abierta".

Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada el 16/12/2013. Tras una gran efusiòn de violencia y un acuerdo político entre las partes para solucionar la crisis que no fue cumplido, la llamada Revuelta del Euromaidán desembocó el 22/2/2014 en la toma del poder en Kyiv por las fuerzas opositoras y la huida de Yanukovych, que no llegó a presentar la dimisión. Al día siguiente, la Rada invistió presidente de la República en funciones a Oleksandr Turchynov; días después, Arseniy Yatsenyuk fue nombrado primer ministro. Exiliado en Rusia, en 2015 Yanukovych fue oficialmente despojado del título de presidente por la Rada y en 2019 un tribunal ucraniano le condenó in absentia por cargos de traición al Estado, sentenciándole a 13 años de prisión. Para más información sobre los acontecimientos posteriores en Ucrania, pueden consultarse las biografías de los presidentes Petro Poroshenko (2014-2019) y Volodymyr Zelenskiy (2019-).

Biografía

1. Patrón de la industria estatal y dirigente del clan de Donetsk
2. Primer ministro de Leonid Kuchma y candidato presidencial del oficialismo
3. Damnificado de la Revolución Naranja de 2004
4. Victoria en las legislativas de 2006, pacto de cohabitación con Yúshchenko y regreso a la jefatura del Gobierno
5. Segundo paso a la oposición y triunfo en las presidenciales de 2010
6. Viraje prorruso con límites, largas a Bruselas, reflujo autoritario y persecución de Tymoshenko
7. Suspensión del Acuerdo de Asociación con la UE y protesta de nacionalistas y proeuropeos; la batalla geopolítica de Ucrania entre Bruselas y Moscú
8. Aspectos familiares y personales


1. Patrón de la industria estatal y dirigente del clan de Donetsk

Vástago de una familia de clase trabajadora radicada en el óblast de Donetsk, región densamente poblada, industrializada y rusificada del este de Ucrania, su padre, Fedir Yanukóvych, era un obrero ferroviario de etnia bielorrusa y ancestros polacos y lituanos, y su madre una enfermera rusa cuya prematura muerte a los dos años de dar a luz puso la crianza del huérfano en manos de su abuela paterna, oriunda de Varsovia.

El único idioma de la familia era el ruso, y en él se educó y creció el futuro estadista. De hecho, Yanukóvych no empezó a hablar el ucraniano, y con dificultad, hasta los 52 años, cuando fue nombrado jefe del Gobierno por primera vez, tal como él mismo admitió en 2012.

En estos años en que la República Socialista Soviética Ucraniana se sometía fielmente a los dictados de Nikita Jrushchev y Leonid Brezhnev, las privaciones materiales y las carencias afectivas (su padre, que volvió a casarse y formó otra familia, se desentendió de él luego de enviudar) debieron de moldear un carácter pendenciero en el robusto mocetón, que tenía que luchar por sí mismo para salir adelante.

A los 14 años el muchacho dejó la escuela y en 1967, con 17, y en 1970, con 20, tuvo sendos tropezones con la justicia por unos delitos de robo de propiedad del Estado y de agresión a persona, por los que le cayeron unas condenas a tres y dos años de prisión, respectivamente. Entre medio, a los 19 años, comenzó a trabajar en su Yenakiyeve natal como operario de surtidor de gas en una planta metalúrgica.

En una biografía oficial facilitada a la prensa en 2002 con motivo de su elección como primer ministro, el político reconocía que tras su primer juicio había sido internado en una penitenciaría juvenil, aunque no explicaba de qué fue reo ni el tiempo que estuvo penado. Con respecto al segundo caso, Yanukóvych informaba que le habían declarado culpable de "daños físicos leves" y que la sentencia había sido revocada, pero no aclaraba si en el ínterin había llegado a pisar la prisión. El dirigente ucraniano ha achacado estos castigos a "errores de la juventud", resultantes de su dura existencia en aquella época.

Años después de la tímida confesión personal de 2002, la prensa ucraniana averiguó que Yanukóvych cumplió la mitad de la primera condena al beneficiarse de una amnistía con motivo del quincuagésimo aniversario de la Revolución bolchevique, y confirmó la revocación de la segunda condena, que, según parece, también cumplió en parte. Además, se supo que la citada agresión física había sido a una niña, aunque no quedó claro si la misma tuvo naturaleza sexual.

Colocado de soldador y mecánico en una cadena de montaje de vehículos, en 1973 Yanukóvych obtuvo la graduación en el Departamento de Ingeniería Eléctrica Minera de la Escuela de Minería de su ciudad y un año más tarde se matriculó en el Instituto Politécnico de Donetsk, hoy Universidad Técnica Estatal, que tenía su sede en la capital homónima del óblast.

Fue al parecer gracias al patrocinio de un paisano influyente, Georgiy Beregovoiy, antiguo cosmonauta de la nave orbital Soyuz 3 y ahora diputado del Soviet Supremo de la URSS en Moscú, que Yanukóvych pudo borrar los estigmas penales de su historial y, con el imprescindible carné de miembro del Partido Comunista (PCUS), abrirse camino profesional en el aparato industrial del Estado soviético, concretamente en los ramos del transporte y la automoción.

La brusca promoción vino en 1976, mientras cursaba su segundo año en el Politécnico de Donetsk, cuando fue nombrado director de una unidad motorizada de la compañía carbonera Ordzhonikidze. De creer la versión oficial, en diciembre de 1978 el Tribunal Regional de Donetsk le cerró las causas penales, pudiendo entonces ingresar en el PCUS.

Ahora bien, en 2005, una investigación de la Fiscalía del óblast iba a hallar indicios de que en fecha no lejana, en algún momento entre 2002 y 2004, los partidarios del político habían falsificado esos documentos absolutorios, dejando en el aire la duda de cuándo quedaron canceladas sus cuentas con la justicia. En 2006 la Fiscalía General de Ucrania daría carpetazo al caso por falta de evidencias.

Polémicas al margen, en 1980, una vez completados sus estudios por correspondencia, Yanukóvych se sacó el título de ingeniero mecánico y su empresa le ascendió a director de la división de transporte rodado. En 1982 fue elegido miembro de un soviet de distrito en Yenakiyeve

Su trayectoria de administrador industrial, como sucedió con otros muchos colegas de la nomenklatura económica, no se resintió lo más mínimo, sino todo lo contrario, de las grandes mutaciones políticas de 1990 y 1991, cuando una medio alianza entre la mayoría reformista del Partido Comunista local, el KPU, y las fuerzas nacionalistas liberal-conservadoras condujo a la república eslava a la independencia de una URSS condenada a la desintegración así como a una nueva era de relaciones con Rusia, la cual nació lastrada por los contenciosos y la confrontación, todo con el telón de fondo de un catastrófico derrumbe económico.

De subdirector de materiales y transportes del conglomerado de compañías mineras de Donetsk en 1987, Yanukóvych saltó a director de área en 1989 y a director general en 1991 de la Compañía de Transportes y Reparaciones del Donbass (Donbasstransremont). En enero de 1994 pasó a desempeñar la misma función cimera en la Compañía Ucraniana de las Industrias del Carbón y el Transporte (Ukrvuhlepromtrans), y en septiembre del mismo año se puso al frente de la Corporación del Transporte Rodado del Óblast de Donetsk (Donetskavtotrans). Yanukóvych se fue perfilando como uno de los mandamases empresariales de la región minera e industrial del Donbass, o cuenca del Donets, formada por los oblasts de Donetsk y Luhansk.

Tras el acceso de Ucrania a la independencia en diciembre de 1991, el colectivo patronal del que Yanukóvych era miembro se organizó en la urbe de Donetsk como un grupo de presión dispuesto a ejercer una influencia decisiva en la política nacional, haciendo valer el peso económico del óblast. En buena parte lo consiguió en 1993, año en que el primer presidente de la independencia, Leonid Kravchuk, nombró un Gobierno en funciones cuajado de personalidades del óblast, empezando por el primer ministro Yujym Zvyahilskiy, antiguo alcalde de Donetsk.

El liderazgo informal del clan lo ejercían una serie de "hombres de autoridad", decididos a levantar verdaderos imperios empresariales al socaire del caos normativo que había seguido al derrumbe soviético y montados en la primera andanada de privatizaciones en la transición a la economía de mercado. Los dignatarios más conspicuos en estos primeros años eran Ajat Bragin, Yevhen Shcherban y el joven Rynat Ajmétov.

El concepto que Yanukóvych y sus colegas tenían de la recuperación productiva de Ucrania pasaba más por la integración económica con Rusia, a la que la mayoría de la población de Donetsk se sentía muy ligada por idioma e historia, y por un estilo dirigista y opaco heredado directamente de los viejos métodos de gestión soviéticos, que por la desregulación y la desestatalización sin complejos que defendían los economistas liberales de Kyiv y las regiones occidentales del país, más próximos al espacio euro-atlántico. Una demanda particularmente espinosa de las élites dirigentes de Donetsk al Gobierno central era la cooficialidad de los idiomas ruso y ucraniano. Yanukóvych, rusohablante estricto, suscribía lógicamente esta pretensión.

Los negocios inescrupulosos, los amagos de lanzarse al asalto de las palancas del poder político en Kyiv, donde tenían sus reales otras camarillas y clanes que no aceptaban de buena gana intromisiones de quienes les parecían unos advenedizos medio rusos, y conexiones mafioso-criminales de toda laya pusieron un trasfondo escandaloso a los asesinatos de Bragin en 1995 y de Shcherban en 1996. La desaparición de estas dos personalidades dejó a Ajmétov como el máximo potentado económico de Donetsk, mientras que Yanukóvych se dispuso a descollar en la política profesional. Ambos establecieron una estrecha relación que les llevó a apoyarse mutuamente en sus respectivas carreras.

Gobernador regional de Donetsk, primeros choques con Tymoshenko y creación del PR
El antiguo obrero metalúrgico irrumpió en el proscenio político en agosto de 1996 al ser reclutado por el recién nombrado gobernador de Donetsk, Serhiy Polyakov, como adjunto encargado de asuntos industriales en la Administración Estatal del óblast, con el rango de vicegobernador a partir de septiembre.

No mucho después, el 14 de mayo de 1997, Yanukóvych fue ascendido al propio puesto de gobernador por decreto del presidente de la República desde su victoria electoral en 1994, Leonid Kuchma. En el currículum del nuevo líder de Ucrania figuraban los puestos de ex primer ministro, ex presidente de la Unión de Industriales y Empresarios, y antiguo miembro destacado del llamado clan de Dnipropetrovsk, otro lobby político-empresarial surgido en el oriente ucraniano y acérrimo rival de los de Donetsk por el ascendiente sobre los asuntos de Kyiv.

De hecho, la elección de Kuchma se tradujo automáticamente en una sustitución masiva en el Gobierno y la Administración de prebostes de Donetsk, que habían gozado de los favores de Kravchuk, por oficiales oriundos de Dnipropetrovsk. Sin embargo, Yanukóvych y Kuchma hacía años que mantenían unos vínculos personales sumamente cordiales.

La culminación por Yanukóvych en un tiempo récord de su carrera en la política regional se enmarcó en una de las habituales componendas entre el Ejecutivo de Kyiv y los centros de poder periféricos. La recomposición de los respectivos cotos de poder e influjo se tradujo esta vez en un fortalecimiento del clan de Donetsk, bien representado por Yanukóvych, y en un menoscabo de los de Dnipropetrovsk y su capitoste más relevante, el ex gobernador regional Pavlo Lazarenko, quien en junio de 1997, no por casualidad, se vio obligado a cesar como primer ministro.

Además, el ex gobernador Polyakov estaba considerado un protegido del ahora defenestrado Lazarenko. Se produjo, por tanto, una revancha del cambio de guardia producido tres años atrás. El 14 de mayo de 1999 Yanukóvych añadió a la presidencia de la Administración Regional la presidencia del Consejo Regional, es decir, aunó en su persona los poderes ejecutivo y asambleario del óblast.

En sus cinco años como gobernador de Donetsk, Yanukóvych se ganó la confianza de Kuchma por el apoyo que brindó a su reelección presidencial en octubre de 1999 frente a un trío de adversarios izquierdistas así como a la reforma constitucional, que reforzó las atribuciones presidenciales, sancionada en el referéndum de abril de 2000.

Comentarios periodísticos de la época aseguran que en 1998 el dúo Yanukóvych-Ajmétov y Kuchma establecieron una especie de pacto secreto por el que el clan de Donetsk se comprometía a no incursionar directamente en la política nacional con un partido o con un candidato presidencial, y a cambio el jefe del Estado —que carecía de agrupación política propia y debía cabildear permanentemente en la Rada o Parlamento los apoyos legislativos que necesitaba— haría la vista gorda en los tejemanejes económicos del empresariado regional, que eran tan rentables como sospechosos de incurrir en un sinfín de corruptelas.

Las principales irregularidades asomaban en dos sectores estratégicos de primer orden, el del carbón del Donbass y el de la distribución del gas producido por Rusia y otras repúblicas ex soviéticas, que estaba obligado a emplear la red de ductos ucraniana —y a pagar derechos de tránsito, en efectivo o en especie— para alcanzar los mercados de exportación europeos.

El Gobierno regional de Yanukóvych velaba por los intereses corporativos de los industriales de Donetsk, tan ligados a los emporios rusos. Pero desde comienzos de 2000 aquellos se vieron amenazados por la gestión revisionista de la viceprimera ministra para el sector energético, Yuliya Tymoshenko, una antigua oligarca de Dnipropetrovsk que había construido un holding empresarial basado en el transporte del gas ruso y que tras la caída en desgracia de Lazarenko, su protector, había iniciado una carrera política igualmente ambiciosa.

Tymoshenko, con la aquiescencia del primer ministro desde diciembre de 1999, Víktor Yúshchenko, un reformista liberal que siendo gobernador del Banco Nacional de Ucrania había puesto los cimientos para la superación de la grave crisis económica y financiera a través de una mudanza monetaria, se propuso reformar drásticamente el sector energético. El mismo se encontraba en crisis por la incapacidad de los proveedores para cubrir la demanda interna de energía y por el monto de deudas contraído por Naftohaz Ukrajiny, la compañía pública que regulaba el mercado privatizado del gas, con el socio vendedor ruso, el monopolio estatal Gazprom.

Al apostar por pagar a Gazprom los suministros para el autoconsumo en metálico en lugar de no cobrarle derechos de tránsito de sus exportaciones del hidrocarburo a Europa, por erradicar los robos de gas en tramos expuestos de los gasoductos y por suprimir también la mala costumbre de las distribuidoras nacionales, extraordinariamente lucrativa para ellas, y de muchos clientes jurídicos de cobrar y abonar las tarifas eléctricas con servicios no dinerarios o con las más diversas fórmulas de trueque —con el consiguiente perjuicio para el erario público, que dejaba de recaudar tasas—, Tymoshenko y Yúshchenko tocaban el bolsillo de una serie de empresas proveedoras de servicio que desarrollaban parte de sus operaciones en la economía sumergida y que amasaban inmensas fortunas privadas mediante el compadreo, los procedimientos mercantiles más heterodoxos o la corrupción pura y dura.

El lobby industrial del Donetsk, con Yanukóvych controlando la esfera política y Ajmétov señoreando la económica, movió sus fichas en Kyiv para intentar pararles los pies a unos responsables gubernamentales que también procedían de las élites mercantiles. La dimisión en junio de 2000 del ministro de Energía y Combustibles, Serhiy Tulub, un miembro prominente del clan, se encuadró en esta estrategia de socavar el Gobierno, la cual aparentemente contaba con el beneplácito de Kuchma.

La hostilidad del grupo de Donetsk contra Tymoshenko ganó virulencia después de que la viceprimera ministra anunciara la reconversión y privatización del sector del carbón, verdadera vaca sagrada del Donbass. Fue el comienzo de una visceral enemistad entre Tymoshenko y Yanukóvych, que cuatro años después iban a disputar un espectacular pulso en el fragor de la Revolución Naranja.

Desde finales de 2000 se apreció que el grupo de influencia rusófilo fraguaba una alianza fáctica con el llamado clan de Kyiv, otro colectivo muy deseoso de poder que tenía como cabeza visible al magnate financiero Víktor Medvedchuk, vicepresidente de la Rada y líder del Partido Social Demócrata de Ucrania-Unido (SDPU-o). En la primera mitad de 2001 esta colusión de fuerzas se tradujo en las remociones sucesivas de Tymoshenko, destituida por Kuchma en enero a rebufo de unas acusaciones de corrupción formuladas en su contra por la Fiscalía General, y de Yúshchenko, víctima de una moción de censura parlamentaria en el mes de abril.

Entre medio, el 3 de marzo de 2001, se constituyó formalmente el Partido de las Regiones (Partiya Rehioniv, PR) como culminación de un proceso de fusión de cinco agrupaciones más o menos próximas al Ejecutivo de Kuchma que había arrancado en julio de 2000. Los participantes eran: un sector mayoritario del Partido del Renacer Regional de Ucrania (PRVU), liderado por el alcalde de Donetsk Volodymyr Rybak; el Partido de la Solidaridad de Ucrania (PSU), liderado por Petro Poroshenko; el Partido Laborista de Ucrania (TPU), de Valentyn Landyk; el Partido Nacional de Pensionistas, con Andriy Kapusta al frente; y, Por una Ucrania Bella, de Leonid Chernovetskiy.

Aunque Yanukóvych no aparecía como jefe fundador del partido ni por el momento ocupaba puestos en su dirección orgánica, los observadores no dudaron en presentar al PR como una criatura suya. La presidencia nominal recayó en Mykola Azárov, jefe de la agencia tributaria del Estado y un rusohablante tan acusado que lo raro era oírle expresarse en ucraniano. Como brazo parlamentario del PR en una Rada ya atomizada se constituyó la facción Regiones de Ucrania, con 16 diputados, a cuyo frente se situó Rybak.

El objetivo del PR ya venía implícito en el nombre, pero el gobernador de Donetsk, por si quedaba alguna duda, lo explicó a los medios: asegurar la representación de los oblasts del este industrial y prorruso, sosteniendo sus intereses y reclamaciones, en las instituciones políticas a nivel nacional. Yanukóvych fue más explícito y manifestó su deseo de que el PR obtuviera ministerios clave e incluso la jefatura del Gobierno después de las elecciones legislativas de 2002.

Los regionalistas aspiraban a convertirse en el núcleo del siempre difuso y cambiante partido del poder, en otras palabras, brindar a Kuchma su principal soporte político. Reclamaron para sí una condición de "centro", a caballo entre las izquierdas antirreformistas que encabezaban el KPU, el cual continuaba siendo la primera fuerza de la Rada, y el SDPU-o, y, por el otro lado, el centro-derecha nacionalista y prooccidental que tenía como principales exponentes al grupo Madre Patria (Batkivshchyna) de Tymoshenko y a las dos facciones del Movimiento Popular Ruj.

En realidad, Yanukóvych venía acariciando este proyecto partidista desde hacía bastantes años, pero los acuerdos oficiosos con Kuchma habían retardado su plasmación. Ahora, el PR se constituyó a tiempo para sumar su voto favorable en la moción de censura presentada contra Yúshchenko por los comunistas y que salió adelante con el respaldo también del SDPU-o y otros cinco grupos.


2. Primer ministro de Leonid Kuchma y candidato presidencial del oficialismo

Para suceder al censurado Yúshchenko, Kuchma barajó entre otros a Azárov, pero la designación se la llevó el presidente de la Unión de Industriales y Empresarios Ucranianos, Anatoliy Kinaj, un hombre bien visto por Yanukóvych, tal que el PR no puso inconvenientes a su investidura por la Rada el 29 de mayo de 2001.

Las maniobras electorales y parlamentarias de 2002
El gobernador de Donetsk se fijó la meta de obtener un gran resultado en los comicios del 31 de marzo de 2002, lo que pasaba por seducir al electorado oriental y rusófono que hasta ahora había votado en masa a los comunistas de Petro Symonenko y en menor medida a los socialistas (SPU) de Oleksandr Moroz, a los socialdemócratas de Medvedchuk y a los socialistas progresistas de Nataliya Vitrenko. En opinión de Yanukóvych, todas estas formaciones estaban ancladas en el pasado y no respondían a las demandas populares de reformas y modernidad.

En diciembre de 2001 Yanukóvych, que acababa de sacarse un máster en Derecho Internacional por la Academia Ucraniana de Comercio Exterior —lo que le facultó para recibir los títulos de doctor y profesor en Ciencias Económicas, y para tomar asiento en la Academia Nacional de la disciplina—, instigó la renuncia de Azárov a la presidencia del PR y su reemplazo por Volodymyr Semynozhenko, antiguo dirigente del PSU y viceprimer ministro en el Gobierno de Kinaj.

A continuación, coadyuvó a la articulación del bloque electoral propresidencial Por una Ucrania Unida (ZYU), al que dieron vida el PR, el Partido Agrario de Ucrania (APU) de Myjailo Hladiy, el Partido Democrático Popular de Ucrania (NDPU) del ex primer ministro Valeriy Pustovoytenko, el Partido de los Industriales y Empresarios de Ucrania (PPPU) de Kinaj y la Ucrania Trabajadora (TU) de Serhiy Tihipko, una formación vinculada a los intereses económicos de Dnipropetrovsk. Como cabeza de lista del ZYU fue escogido Volodymyr Lytvyn, el jefe de la Administración Presidencial de Kuchma, y como segundo el primer ministro Kinaj.

El sistema electoral ucraniano, de tipo mixto, con la mitad de los 450 escaños de la Rada adjudicados por el sistema proporcional y la otra mitad disputados por el sistema mayoritario en las circunscripciones uninominales, favorecía sobre todo al ZYU, que gozaba de predicamento en las regiones al este del río Dniéper y en todo el flanco sudoriental, y que tenía su bastión incontestable en el Donbass, el feudo de los regionalistas.

Así, aunque con el 11,8% de los sufragios el ZYU fue la tercera fuerza más votada en la competición de listas, quedando por detrás del KPU, sus candidatos individuales arrasaron en Donetsk y Luhansk, y lo hicieron francamente bien en los demás oblasts rusófonos. El ZYU sólo cosechó 35 escaños por el sistema proporcional, pero 67 por el mayoritario, dando lugar a una fuerza parlamentaria de 102 diputados, 36 más que los comunistas y sólo 10 menos que el vencedor de la jornada, el Bloque Nuestra Ucrania (BNU) de Yúshchenko, una coalición de diez partidos que obtuvo el 23,6% de los votos. Entre ellos figuraba la agrupación de Poroshenko, Solidaridad, que se había pasado a las filas opositoras en diciembre.

Tras las elecciones de marzo de 2002, Yanukóvych, a través de sus hombres en Kyiv, maniobró hábilmente para convertir al ZYU en el principal bloque de la Rada, captando para sus filas por métodos de ética dudosa a varias decenas de diputados que habían sido elegidos como independientes o en las circunscripciones uninominales. Una mezcolanza de seducciones, chantajes y, probablemente también, sobornos conformó una mayoría propresidencial de 182 legisladores, sin contar a los socialdemócratas.

A continuación, Yanukóvych, Lytvyn y Semynozhenko negociaron con el SDPU-o, que había tenido un rendimiento electoral mediocre —24 diputados—, el reparto de los puestos clave del hemiciclo. Lytvyn se llevó la presidencia de la Rada, su conmilitón Hennadiy Vasilyev la vicepresidencia primera y el socialdemócrata Oleksandr Zinchenko la vicepresidencia segunda. Kuchma reveló a las claras que él era un muñidores de la componenda al nombrar a Medvedchuk en lugar de Lytvyn para dirigir la Administración Presidencial. Se estaba fraguando un nuevo partido del poder, más consistente que los anteriores, nucleado en torno al PR y el SDPU-o.

Todos estos movimientos constituían un grosero falseamiento del resultado electoral y enfurecieron a los partidos de la oposición liberal y prooccidental, que denunciaron la "usurpación" y el "golpe de mano de los oligarcas". Yúshchenko, más moderado que Tymoshenko, insistió en que el nuevo Gobierno debía ser de concentración, con presencia de los partidos propresidenciales y los de la oposición, pero Kuchma hizo oídos sordos.

A finales de octubre de 2002 la situación estaba madura para que la nueva mayoría parlamentaria formada por los partidos del ZYU y el SDPU-o ofreciera a Kuchma cuatro candidatos para el puesto de primer ministro. El grupo Opción Europea propuso a Azárov, el grupo Opción Popular al actual viceprimer ministro primero, Oleh Dubyna, el PPPU, el SDPU-o y TU apostaron por la renovación de Kinaj, y Regiones de Ucrania presentó la postulación de Yanukóvych.

Salto a la jefatura del Gobierno nacional
El 16 de noviembre de 2002, cumpliendo el pronóstico que la oposición venía abonando desde la constitución de la Rada en mayo, el presidente despidió a Kinaj y nombró a Yanukóvych primer ministro, el décimo desde la independencia nacional once años atrás.

El 21 de noviembre, el hasta ahora gobernador de Donetsk fue investido por la Rada con una mayoría de 234 votos, ocho más de los requeridos, depositados por los diputados de las nueve facciones propresidenciales dispuestas a cooperar con el nuevo Gobierno (más un puñado de legisladores de la oposición que rompieron la disciplina de grupo)

Por Yanukóvych votaron tres facciones mayoritarias, representando a los intereses empresariales de otras tantas regiones, que eran la coalición TU-PPPU (Dnipropetrovsk, 42 escaños), el SDPU-o (Kyiv, 39 escaños) y Regiones de Ucrania (Donetsk, 37 escaños); y seis minoritarias, que no llegaban a funcionar como grupos de presión político-económico-regional pero que eran fieles al oficialismo, cuales eran Iniciativas Democráticas (22), Opción Europea (20), el NDPU (16), el APU (16), Poder Popular (16) y Opción Popular (15).

No hubo ningún voto en contra porque las cuatro fuerzas que se consideraban en la oposición, el BNU, el Bloque Electoral de Tymoshenko (BYuT), el KPU de Symonenko y el SPU de Moroz, boicotearon la sesión de investidura ausentándose de la Cámara.

El flamante primer ministro explicó su deseo de encabezar un Gobierno estable y cooperativo con el Parlamento, algo fundamental en un país donde "todo el mundo" estaba "enfermo de inestabilidad", y capaz de "reforzar las dinámicas positivas y el ritmo de la recuperación económica". Este progreso, continuaba Yanukóvych, debía "enviar al mundo la señal de que Ucrania está desarrollándose con rapidez y transformándose en un país democrático".

A últimos de mes completó Yanukóvych completó la alineación del Gabinete, donde fueron renovados los titulares de Exteriores (Anatoliy Zlenko), Defensa (Volodymyr Shkidchenko), Interior (Yuriy Smyrnov) y Justicia (Oleksandr Lavrynovych), y destacó la incorporación de Azárov como primer viceprimer ministro y ministro de Finanzas. El 7 de diciembre el primer ministro y los cabezas de las nueve facciones parlamentarias afines firmaron un acuerdo político de cooperación. El reparto de cotas de poder entre los jefes de la nueva alianza oficialista alcanzó al líder del grupo parlamentario TU-PPPU, Serhiy Tihipko, que fue nombrado por Kuchma gobernador del Banco Nacional.

El Gobierno de Yanukóvych presentó a la Rada unos presupuestos generales deficitarios que incidían en el gasto social, aunque a los comunistas no les pareció suficiente, y fue un agente motor de la orientación prorrusa que tomó la política exterior de Ucrania.

Esta tendencia fue adquiriendo nitidez a medida que crecían las críticas occidentales al régimen de Kuchma, altamente sospechoso de estar detrás del rosario de actos criminales que en los últimos años habían costado la vida a destacados banqueros, políticos e informadores (alcanzó repercusiones explosivas la desaparición y asesinato en septiembre de 2000 del periodista Heorhiy Gongadze), y en cualquier caso responsable de un deterioro de la calidad democrática del sistema político por los acentos autoritarios, oligárquicos y restrictivos de la libertad de expresión.

La aproximación al presidente ruso, Vladímir Putin, con quien Yanukóvych podía tratar sin los recelos que caracterizaban a Kuchma, se guió también por la convicción de que el respaldo de Moscú era imprescindible para que el oficialismo pudiera ganar las elecciones presidenciales de 2004, fuera quien fuera su candidato, a una oposición reorganizada y crecida.

En sus viajes al exterior, Yanukóvych fue constatando los límites de la "diplomacia multivectorial" acuñada por Kuchma, que había fundado unas expectativas exageradamente optimistas sobre los ingresos del país en la Unión Europea (UE) y en la OTAN en algún momento de la década siguiente. Las abiertas simpatías del primer ministro por la integración comercial con Rusia en el seno de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) empujaron a Kuchma en septiembre de 2003 a firmar en Yalta un Tratado de Espacio Económico Único junto con sus homólogos de Rusia, Bielarús y Kazajstán.

Otro acuerdo bilateral con Rusia para formar un consorcio de transporte del gas a Europa occidental fue visto como una concesión de Kuchma a Putin a cambio de su apoyo político, pero también como un gran éxito de las corporaciones industriales de la Ucrania oriental.

El 19 de abril de 2003 los delegados del V Congreso del PR eligieron por unanimidad a Yanukóvych para presidir el partido en lugar de Semynozhenko. La conversión de su liderazgo partidario de hecho en un liderazgo de derecho, haciéndose flanquear en la cúpula por sus lugartenientes Azárov y Rybak, alimentó la suposición general de que el primer ministro albergaba ambiciones presidenciales, aunque entonces no se descartaba que Kuchma encontrase la fórmula que en 2004 le permitiría sortear la prohibición constitucional de servir un tercer mandato consecutivo.

En efecto, Kuchma diseñó una estrategia reeleccionista consistente en el cambio de la modalidad de elección del presidente, que pasaría a ser competencia de la Rada, y en el recorte de sus amplios poderes ejecutivos, en beneficio del Consejo de Ministros y el Legislativo.

Puesto que la reforma constitucional se aplicaría en 2006, se abría la puerta para el retraso hasta ese año de las elecciones presidenciales que tocaban en 2004, haciéndolas coincidir con las legislativas. Cundió la sospecha de que Kuchma, pese a sus repetidos mentís, se disponía a prolongar su presidencia dos años más de alguna manera, bien automáticamente, para cubrir la "interinidad" hasta 2006, bien presentándose a la reelección si las votaciones, que serían las últimas directas, se celebraban finalmente en 2004.

En diciembre de 2003 el Tribunal Constitucional abonó las suspicacias de la oposición con un pronunciamiento que habilitaba a Kuchma para presentarse de nuevo si lo deseaba porque, a su entender, la cuenta de los mandatos presidenciales de cinco años empezaba en 1999, ya que la elección de 1994 había tenido lugar sin estar promulgada la Carta Magna.

Sin embargo, en febrero de 2004, la Rada eliminó del paquete legislativo de la reforma política el punto concerniente a la modalidad de la elección presidencial. Finalmente, habría elecciones presidenciales este año, el 31 de octubre, y serían directas al igual que las siguientes, que tendrían lugar en 2009 y no en 2006. Esta derrota obligó al oficialismo a definir como candidato presidencial a Yanukóvych, quien no se molestó en suspender su ejercicio gubernamental para excusar imputaciones de jugar con ventaja desde su posición de poder.

La postulación del primer ministro tomó vuelo en junio luego de disipar Kuchma las últimas dudas sobre su decisión de no presentarse y de que el Tribunal de Apelaciones Regional de Donetsk confirmara, muy oportunamente, que las viejas sentencias a penas carcelarias habían sido anuladas en 1978 por tratarse de "errores judiciales".

Casi al mismo tiempo, se produjo el anuncio de la adjudicación del contrato de privatización de Kryvorizhstal, la mayor acería del país, a la Unión de Inversiones Metalúrgicas, un consorcio participado por Rynat Ajmétov, a estas alturas considerado el hombre más rico del país, y por Víktor Pinchuk, yerno de Kuchma, por el precio de 4.260 millones de hryvnyas, al cambio, 800 millones de dólares.

La subasta desató una ruidosa polémica porque ya el precio de salida de la puja, 3.800 millones de hryvnyas, se antojaba bastante inferior al valor real de la empresa, y porque la oferta lanzada por Ajmétov y Pinchuk era inferior en varios cientos de millones de dólares a las realizadas por compañías interesadas de Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido.

Rumbo a la gran contienda presidencial de 2004
El 4 de julio de 2004 Yanukóvych fue proclamado candidato presidencial del PR y se lanzó a librar una campaña electoral que iba a estar caracterizada por una dureza dialéctica y una polarización social sin precedentes. Su gran contrincante era el muy popular Yúshchenko, candidato unitario de todo el arco opositor del centro-derecha liberal, coaligado como Fuerza del Pueblo.

Lo que el 31 de octubre iba a dirimirse en las urnas era algo más que un duelo entre candidatos y personas: se trataba de la confrontación de dos proyectos de país, los encarnados por Yanukóvych y por Yúshchenko, que en muchos aspectos parecían antagónicos.

Por otro lado, los intentos de contraponer el atractivo físico y el aire cosmopolita del ex primer ministro a la atribuida tosquedad gestual e intelectual del corpulento (196 cm de altura y 100 kg de peso) actual titular de puesto, que fue acusado incluso de no hablar ni escribir correctamente el ucraniano (pese a que llevaba dos años tomando clases para perfeccionar su conocimiento del idioma), no resultaron efectivos en los populosos oblasts orientales, donde quienes causaban irritación eran los dirigentes liberales de la Ucrania occidental.

Confiado en los multitudinarios mítines de apoyo en su terruño de Donetsk y en unos sondeos propios que contradecían la desventaja frente a Yúshchenko que le otorgaban la mayoría de las encuestas elaboradas por medios de comunicación e institutos de demoscopia, Yanukóvych presentó un programa donde hacía hincapié en la mejora de los bajos estándares de vida de los ucranianos acompañado de promesas concretas, como sendas subidas de los salarios y las pensiones más bajos, aprovechando los fondos generados por las privatizaciones, y un abaratamiento del pan, en plena crisis de la producción nacional de trigo.

Asimismo, el pretendiente oficialista vislumbró una batería de reformas constitucionales, judiciales, administrativas y militares dirigidas a "desarrollar la democracia y los gobiernos locales, proteger los derechos y libertades civiles, y mejorar la seguridad nacional del Estado". En cuanto a la añeja reclamación lingüística de los oblasts rusófonos, manifestó su deseo de que el ruso fuera "el idioma de los negocios en Ucrania y el segundo idioma del Estado".

En política exterior, tendía a priorizar la cooperación económica en la esfera de la CEI, de la que Ucrania era signataria original en 1991 aunque no miembro oficial al no haber ratificado su Carta fundacional de 1993, sobre la inserción en las estructuras euro-atlánticas. Sus afirmaciones de que Ucrania "no estaba preparada" (lo que objetivamente, desde un punto de vista técnico, era cierto) para entrar en la OTAN y necesitaba "un cambio de táctica" en sus relaciones con la UE empujaron a Yúshchenko a advertir contra el "renacer neosoviético" en Ucrania, a la vez que agradaron en Rusia, donde Putin y los jerarcas del Kremlin comenzaron a enviar ostentosas señales de respaldo al primer ministro.

La plataforma de apoyos partidistas a Yanukóvych empezó a articularse ya en febrero de 2004 como una "coalición de fuerzas democráticas" que incluía a los socialdemócratas de Medvedchuk, los agrarios de Lytvyn, los populardemócratas de Pustovoytenko y los laboristas de Tihipko, quien fue nombrado jefe de la campaña presidencial. La lista de adherentes a la candidatura creció hasta los 25 partidos, todos los cuales suscribieron el 24 de julio un manifiesto para la puesta en marcha del bloque electoral Juntos por el Futuro y el sometimiento a unos principios de "transparencia, tolerancia y consenso".

Yanukóvych, a pesar de las abrumadoras muestras de la movilización en su favor de la maquinaria del Estado, los medios de difusión públicos y los medios privados de los grupos empresariales afines al partido del poder, prometió unas elecciones "libres y limpias". Sin embargo, desestimó la propuesta de Yúshchenko de que todos los candidatos firmaran una declaración de compromiso con la limpieza electoral por parecerle un "convencionalismo": "Si un hombre es honesto, lo es en el alma", arguyó.

La tensión preelectoral se disparó a finales de septiembre con la agresión sufrida por Yanukóvych en un acto de campaña en una universidad en la ciudad de Ivano-Frankivsk, en el extremo occidental del país, donde unos manifestantes hostiles le arrojaron huevos y objetos más contundentes, uno de los cuales le impactó en la cabeza y le mandó a la sala de urgencias de un hospital, donde le curaron una herida superficial.

Sin embargo, mucha más gravedad revistió el envenenamiento deliberado con dioxinas del que fue objeto Yúshchenko, que le desfiguró el rostro y puso en peligro su vida. Los colaboradores del candidato de la Fuerza del Pueblo denunciaron una conspiración criminal y señalaron al oficialismo como el ejecutor o el inductor del atentado, pero Yanukóvych rechazó de plano las insinuaciones de que él o cualquier miembro del Gobierno o de su movimiento político tuvieran algo que ver en el síndrome que afectaba a su adversario.

El caso fue que el aparente intento de asesinato o incapacitación de Yúshchenko sólo consiguió aumentar sus posibilidades de victoria, que las encuestas vaticinaban como provisional en la primera vuelta y definitiva en la segunda.

Por el triunfo del aspirante opositor apostaron con mayor o menor discreción los países de la UE y Estados Unidos, pero el respaldo de Rusia a Yanukóvych fue expreso y manifiesto, hasta el punto de que escasos días antes de las elecciones Putin se desplazó a Kyiv para darle su espaldarazo personal. Entre el 26 y el 28 de octubre el mandatario ruso estrechó las manos a Kuchma y Yanukóvych, les elogió en la televisión y compartió tribuna con ellos en el desfile militar conmemorativo del sexagésimo aniversario de la liberación de Ucrania de los nazis por el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial.


3. Damnificado de la Revolución Naranja de 2004

En estas tensas circunstancias se llegó a la votación presidencial del 31 de octubre de 2004, cuyo desarrollo fue vigilado por 4.000 monitores internacionales. Con una participación del 76% y al cabo de un parsimonioso escrutinio que se prolongó hasta el 10 de noviembre, la Comisión Electoral Central (CEC) situó a Yúshchenko en cabeza con el 39,9% de los votos; pisándole los talones aparecía el candidato del PR, con el 39,3%.

Eliminados para la segunda vuelta quedaron los izquierdistas Moroz (5,8%), Symonenko (5%) y Vitrenko (1,5%). Otros 18 candidatos, entre los que estaba el ex primer ministro Kinaj, que se había descolgado de la plataforma pro Yanukóvych, no superaron el 1% de los votos cada uno. Los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) reportaron irregularidades y consideraron que la primera ronda había incumplido un "considerable número" de requisitos democráticos, fundamentalmente el disfrute por la propaganda de Yanukóvych de un flagrante privilegio con cargo a los recursos del Estado.

La segunda vuelta del 21 de noviembre registró un índice de participación muy elevado, el 79%. Los primeros resultados facilitados por la CEC dando a Yanukóvych la victoria por una diferencia de casi seis puntos soliviantaron a los votantes de Yúshchenko, que se echaron a las calles de Kyiv y otras ciudades luciendo prendas y agitando banderas naranjas, el color escogido por Fuerza del Pueblo para simbolizar su alternativa política.

El candidato provisionalmente perdedor denunció que el avance de porcentajes del escrutinio oficial no era creíble y que en Ucrania estaba en curso un "golpe de Estado iniciado en el cuartel general de Yanukóvych en Donetsk", por lo que solicitó la anulación de los comicios en cierto número de circunscripciones problemáticas así como una sesión de urgencia de la Rada.

Yanukóvych, con la satisfacción de tener ya las felicitaciones de Putin, reaccionó calmoso y conciliador. Con tono de presidente in péctore, agradeció a sus electores que hubieran "votado por la paz, la estabilidad y la democracia", y a quienes habían votado por su adversario les prometió que "su visión de Ucrania" sería tomada en cuenta por el nuevo liderazgo: "No quiero que piensen que son perdedores", manifestó.

Independientemente de si el fraude había sido mayor o menor, y de si éste iba a ser determinante en la adjudicación de la Presidencia, las elecciones pusieron una vez de manifiesto más la división del voto geográfico: las populosas regiones situadas al este del Dniéper o cruzadas por el río en su tramo meridional —Járkiv, Luhansk, Donetsk, Dnipropetrovsk, Zaporizhzhya, Jerson y Crimea—, así como las dos costeras al oeste de dicha cuenca —Mykolayiv y Odessa—, votaron Yanukóvych en un porcentaje no inferior al 50%.

Exactamente lo mismo cabía decir de los 16 restantes oblasts del país que se decantaron mayoritariamente por Yúshchenko. Los extremos de este cisma, preocupante para cualquiera que fuera el sucesor de Kuchma, estaban en los centros urbanos de Donetsk al este y Ternopil al oeste, donde más del 90% de los votantes se decantaron por el primer ministro en el primer caso y por su predecesor en el puesto en el segundo. En Kyiv, el 75% votó por Yúshchenko.

Desde el 22 de noviembre, decenas de miles de partidarios de Yúshchenko se instalaron permanentemente en el centro histórico de Kyiv siguiendo su consigna de organizar un "movimiento de resistencia".

El 23 de noviembre, galvanizado por la denuncia de la OSCE sobre la comisión de "serias irregularidades" en la segunda vuelta, que incluían episodios de violencia e intimidación contra observadores, miembros de los colegios y votantes, por las amenazas de Estados Unidos y la UE a Kuchma con consecuencias en las relaciones bilaterales si el Gobierno no investigaba las acusaciones de abuso y fraude, y por las declaraciones de lealtad de las asambleas municipales de Kyiv y otras importantes ciudades occidentales, Yúshchenko escenificó la jura del cargo presidencial en un acto tan inválido a efectos jurídicos como peligroso, ya que suponía un desafío abierto a las autoridades.

Yúshchenko insistió en ofrecer una salida pacífica de la crisis consistente en la anulación de los resultados y la repetición en el plazo de unos meses de la segunda vuelta con las debidas garantías de "limpieza y transparencia". La respuesta del poder fue, el 24 de noviembre, anunciar los datos definitivos del escrutinio, que confirmaban el triunfo de Yanukóvych, aunque por un margen recortado de votos: había obtenido el 49,46% de los sufragios frente al 46,61% de su adversario. Ese mismo día, en la apertura de un Consejo de Ministros, un imperturbable Yanukóvych aseguró que "nada extraordinario" estaba sucediendo en el país.

Yúshchenko rechazó de plano el informe de la CEC, se reafirmó en sus denuncias de fraude, convocó una "huelga política general" para paralizar el país como medio de presión y anunció la creación de un Comité de Salvación Nacional (KNP) "para defender la democracia". El 25 de noviembre el bloque opositor se apuntó una victoria táctica al ordenar el Tribunal Supremo la suspensión de la publicación de los resultados oficiales, hasta que él se pronunciara sobre las irregularidades notificadas. La que vino a llamarse la Revolución Naranja estaba en marcha en Ucrania, y para contrarrestarla Yanukóvych movilizó a sus huestes en el este.

Aunque la confrontación política era máxima y había peligro de enfrentamiento civil, la efusión de violencia pudo ser evitada gracias al ejemplar sentido cívico de los manifestantes de uno y otro signo, a la urgente intervención diplomática internacional y, como resultado de la misma, a la renovada disposición de los dirigentes enfrentados al diálogo.

El 26 de noviembre, una misión mediadora de dirigentes europeos encabezada por el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE, Javier Solana, dio lugar a una mesa redonda en la que Yanukóvych, Yúshchenko y Kuchma acordaron establecer un grupo de trabajo mixto para solucionar el conflicto por medios pacíficos, aunque la transacción se reveló una meta en extremo ardua. En los días posteriores al primer cara a cara de los tres líderes involucrados en la crisis poselectoral y en paralelo a las conversaciones del grupo de trabajo la tensión revivió con fuerza por una serie de actuaciones unilaterales.

El 27 de noviembre, la Rada, con la ausencia de los diputados oficialistas y comunistas, declaró inválida la segunda ronda electoral. El 28 de noviembre, el primer ministro asistió en Severodonetsk, Luhansk, a un congreso que reunió a 4.000 alcaldes y concejales de 15 oblasts del país y en el que fue aclamado como el presidente legalmente elegido. El protagonista de la asamblea, sin embargo, se distanció de la propuesta de celebrar el 12 de diciembre un referéndum sobre la creación de una "autonomía del sudeste".

La misma actitud esquiva mostró Yanukóvych en una reunión del Consejo Regional de Donetsk, celebrada el mismo 28 de noviembre, donde se llamó a refrendar en las urnas el 5 de diciembre una propuesta de reforma constitucional para que Ucrania se convirtiera en un Estado federal y Donetsk adoptara el estatus de república. Más aún, Yanukóvych exhortó a sus enardecidos partidarios a que se abstuvieran de tomar "medidas radicales", ya que "si se derrama la primera gota de sangre, entonces ya no podremos pararlo".

El dirigente era consciente de que un presidente electo que no era reconocido por la mitad del país ni en el extranjero salvo en Rusia y Bielarús difícilmente podía aspirar a la legitimidad institucional si se mezclaba en una campaña plebiscitaria, por poca credibilidad que ésta tuviera, que ponía en cuestión la unidad del Estado, un principio consagrado en la Constitución.

La reacción fulminante del KNP a los acontecimientos en el Donbass fue conceder a Kuchma un plazo de 24 horas para que destituyera a Yanukóvych como primer ministro y a los gobernadores regionales (los de Donetsk, Luhansk y Járkiv) comprometidos con la "ruptura de Ucrania", y para que ordenara al fiscal general la apertura inmediata de una investigación contra los "secesionistas". El 29 de noviembre, el Tribunal Supremo admitió a trámite el recurso de impugnación electoral presentado por Yúshchenko, decisión judicial que inclinó tímidamente a su favor la balanza del conflicto.

Desde el 1 de diciembre, lentamente, empezó a desactivarse la crisis. Mientras la Rada sacaba adelante, al segundo intento, una moción de censura contra Yanukóvych con 229 votos favorables, el grupo de trabajo Gobierno-oposición, con el auspicio de los mediadores internacionales, acordó convocar unas nuevas elecciones presidenciales cuyas características, candidaturas y fechas serían determinadas en consonancia con el inminente fallo del Tribunal Supremo.

A cambio, Yúshchenko aceptaba el desbloqueo de los edificios administrativos por sus partidarios y el sometimiento a la Rada de un paquete legislativo que incluía la tan traída y llevada reforma constitucional para redistribuir los poderes del Ejecutivo; en adelante, la institución suprema sería el Consejo de Ministros, responsable ante el presidente y el Parlamento, del cual emanaría y a cuyo control se sometería. Yúshchenko también transigió con la generalización del sistema proporcional sobre listas partidarias en las elecciones parlamentarias, que era uno de los puntos principales de programa de Yanukóvych.

De manera simultánea, el anuncio por Yanukóvych de que no se oponía a repetir las elecciones en aquellas circunscripciones donde se comprobara la existencia de fraude y de que estaba dispuesto, si su victoria electoral era confirmada por el Supremo, a proponer a su archirival para el cargo de primer ministro revestido de atribuciones reforzadas, y, más importante, la sugerencia por Kuchma de que podrían repetirse las elecciones íntegramente como la única salida "para preservar la paz" del país, fueron indicios de que el oficialismo se avenía a contemporizar.

El 3 de diciembre el Tribunal Supremo, para disgusto de Yanukóvych, confirmó que la ronda del 21 de noviembre había estado trufada de casos de fraude en perjuicio de Yúshchenko y que la CEC se había precipitado en el anuncio de resultados oficiales sin antes examinar las denuncias recibidas, por lo que declaró nula la votación y decidió su repetición el 26 de diciembre.

El fallo del Supremo supuso una doble victoria para un eufórico Yúshchenko, ya que el alto tribunal optaba por su fórmula de la "tercera ronda" en vez de regresar al punto de partida y hacer que volvieran a enfrentarse las múltiples candidaturas que tomaron parte en la votación del 31 de octubre, cual era la pretensión de Kuchma y Putin, quienes fijaron su posición común en Moscú en una visita relámpago realizada por el primero el 2 de diciembre. El primer ministro no tuvo más remedio que transigir.

Yanukóvych volvió a reunirse con Yúshchenko en mesa redonda, pero muy debilitado por los últimos acontecimientos. El 7 de diciembre, a su solicitud, Kuchma le liberó temporalmente de las funciones de primer ministro para que pudiera volcarse en la nueva campaña electoral. Yanukóvych la libró a la defensiva y envuelto en una atmósfera un tanto derrotista, quejándose del "paulatino golpe de Estado anticonstitucional" que se estaba "cometiendo" en el país y marcando las distancias de Kuchma, quien con sus últimos posicionamientos parecía haberle dejado en la estacada, y al que se refirió implícitamente como el cabeza de un "viejo poder" que era necesario desplazar por un "nuevo poder".

El 26 de diciembre Yanukóvych fue derrotado por Yúshchenko, pero por un margen bastante más corto del augurado: el 51,99% de los votos frente al 44,19%. Esos menos de ocho puntos de diferencia animaron a Yanukóvych a no reconocer su derrota. El 28 de diciembre reasumió sus funciones gubernamentales, desempeñadas en el ínterin por el viceprimer ministro Azárov, e impugnó los resultados ante el Tribunal Supremo porque se habían producido "violaciones de la Constitución y de los Derechos Humanos".

No opinaban lo mismo la CEC, que habló de "irregularidades sin importancia", y la OSCE, que se felicitó porque esta votación se hubiera "acercado mucho más a los estándares" de la organización. El Supremo no tardó en rechazar los recursos presentados por Yanukóvych, quien el 31 de diciembre, a regañadientes, resignó como primer ministro en asunción de la moción de censura perdida a primeros de mes.

Yanukóvych arrojaba la toalla, pero convencido de ser el "ganador legítimo" de las elecciones presidenciales de 2004 y prometiendo una "oposición dura" a Yúshchenko, con el que no cooperaría "bajo ninguna circunstancia", así como una resonante victoria de su partido en las legislativas de 2006. El 5 de enero de 2005 la dimisión de Yanukóvych fue aceptada por Kuchma y Azárov, por segunda vez, se hizo cargo de la jefatura del Gobierno en funciones. El 10 de enero Yúshchenko fue proclamado por la CEC vencedor oficial de los comicios presidenciales, el 23 de enero inauguró su mandato quinquenal y un día más tarde nombró primera ministra a su aliada Tymoshenko.


4. Victoria en las legislativas de 2006, pacto de cohabitación con Yúshchenko y regreso a la jefatura del Gobierno

A Yanukóvych le costó realmente muy poco tiempo recobrarse del humillante resultado que para él había tenido la Revolución Naranja. Ni siquiera tuvo que aguardar un año, que era el período de gracia incluido en el voto de confianza otorgado por la Rada al Gobierno, y en el cual la oposición no podía presentar una moción de censura, para ser testigo del prematuro desfondamiento de Tymoshenko, blanco generalizado de críticas por su campaña de revisión de las privatizaciones, el súbito empeoramiento de la actividad económica, la subida de los precios y, hecho determinante en su caída, el surgimiento de denuncias de corrupción en el corazón del Ejecutivo seguidas de dimisiones.

El 8 de septiembre de 2005, con el fin de aplacar a los grupos industriales que se sentían perjudicados por las reformas expeditivas de la primera ministra, pero también para protegerse él mismo de la sombra que ésta, más popular que él, empezaba a hacerle, Yúshchenko destituyó a Tymoshenko y nombró en su lugar al gobernador de Dnipropetrovsk y miembro de su partido Yuriy Yejanurov. La coalición naranja había saltado por los aires tan sólo ocho meses después de alcanzar el poder.

Entonces, Yúshchenko se volvió a su archirrival en las pasadas elecciones, con quien pactó un memorándum de entendimiento que entre otros aspectos frenaba en seco la campaña de reprivatizaciones. La avenencia incluyó el voto afirmativo del PR en la confirmación parlamentaria de Yejanurov. Yanukóvych recobró la iniciativa y se montó en la cresta de la ola. En enero de 2006, en un golpe de efecto que puso de manifiesto el pragmatismo tornadizo de la política ucraniana, el líder regionalista no dudó en ponerse del lado de Tymoshenko en su iniciativa de censurar en la Rada a Yejanurov, acusado de dañar los intereses nacionales por su reciente acuerdo con Rusia para poner fin a la última guerra del gas entre los dos países.

Acto seguido, el antiguo industrial preparó con todo esmero las elecciones legislativas del 26 de marzo, que debían clarificar la confusa situación política y de las que, en virtud de la reforma constitucional promulgada en enero, iba a salir un primer ministro ligado a una mayoría parlamentaria y con los poderes reforzados, en detrimento del rango competencial del presidente de la República.

Imitando las tácticas de la extinta Fuerza del Pueblo en las presidenciales de 2004, Yanukóvych inundó los actos de campaña de su partido con el color del movimiento, el azul, contrató a cantantes de rock y recurrió al asesoramiento de expertos estadounidenses en mercadotecnia electoral. Parte de los gastos corrieron a cargo de su amigo creso, el magnate Ajmétov. Las peleas fratricidas en la coalición naranja y el esfuerzo proselitista propio otorgaron la victoria al partido de Yanukóvych, devenida primera fuerza del país con el 32,1% de los votos y 186 escaños. Segundo fue el BYuT y tercero el BNU, que cargó con el castigo del antiguo electorado naranja por la ruptura con Tymoshenko y el compadreo con Yanukóvych.

Con todo, la nueva primacía del PR se trataba de una mayoría simple que no garantizaba a Yanukóvych el retorno a la jefatura del Gobierno. En efecto, los partidos de la antigua alianza contra Kuchma, aparcando los resentimientos, negociaron la formación de una nueva coalición naranja que les permitiría gobernar con mayoría absoluta. Yúshchenko, Tymoshenko y el socialista Moroz acordaron que la jefatura del Gobierno recayera en la segunda y que Petro Poroshenko, un lugarteniente del primero, asumiera la presidencia de la Rada. .

Un retorno al Gobierno con sabor a revancha
Todo parecía a punto para el arranque de un Gobierno naranja bis, pero el 6 de julio el acuerdo tripartito voló en pedazos al pactar Yanukóvych y el comunista Symonenko con el jefe socialista su investidura como cabeza del Legislativo.

La traición de Moroz frustró la constitución del Ejecutivo de coalición del BYuT, el BNU (cuyo principal integrante era el partido de Yúshchenko, la Unión Popular Nuestra Ucrania, NSNU) y el SPU, no dejando más opción al presidente, una vez descartada la convocatoria de nuevas elecciones, que nombrar, el 3 de agosto y con bastantes dudas, primer ministro a Yanukóvych, quien a fin de cuentas era el cabeza del partido más votado, en aras de un Gobierno estable y de mayoría. Una cohabitación impensable hasta prácticamente la víspera iniciaba su andadura en Ucrania.

La nueva coalición oficialista formada por el PR, el BNU, el KPU y el SPU, presentada por sus artífices como un "consenso universal" (sólo se quedaba fuera un bloque parlamentario, el de Tymoshenko), descansaba en un entendimiento básico entre Yanukóvych y Yúshchenko. El aspecto fundamental del mismo comprometía al líder regionalista y a su partido con las metas políticas del acceso del país a la OTAN y la UE, con el carácter unitario, y no federal, del Estado, y con la exclusividad del ucraniano como lengua oficial.

Se decidió también someter a referéndum el ingreso en la OTAN, si este era ofrecido por los aliados. La consulta tendría un valor consultivo y se celebraría al final del proceso de entrada en la organización, lo que equivalía a diferirla a un nebuloso futuro. El 4 de agosto de 2006 el nombramiento de Yanukóvych fue aprobado por la Rada con 271 votos a favor y 9 en contra, una mayoría que menoscabó la cincuentena de diputados yushchenkistas que se negó a acatar la consigna de su jefe.

Al día siguiente se constituyó el Gabinete cuatripartito, que sólo ofrecía una novedad destacada con respecto al equipo anterior, el regreso de Azárov a los puestos de primer viceprimer ministro y ministro de Finanzas. El PR copó los otros tres puestos de viceprimer ministro con cartera (para Andriy Klyuyev, Dmytro Tabachnyk y Volodymyr Rybak) y además se quedó con seis ministerios. De acuerdo con el nuevo marco constitucional, Yúshchenko se reservó la designación de los titulares de Asuntos Exteriores y de Defensa, que fueron los mismos del Gabinete Yejanurov, los prooccidentales Borys Tarasyuk y Anatoliy Hrytsenko, respectivamente.

Como le había pasado a Tymoshenko, Yanukóvych no se entendió con Yúshchenko prácticamente desde el primer día en que hubieron de compartir el poder ejecutivo. El 14 de septiembre, en su visita al cuartel general de la OTAN en Bruselas, el primer ministro afirmó que, en el momento presente, "no hay alternativa a la estrategia que Ucrania ha elegido en sus relaciones con la OTAN", la cual pasaba por la cooperación y el diálogo intensificados.

Pero puntualizó que el país, debido a la pendiente realización de una serie de reformas para elevar los estándares sociales y económicos, iba a tener que "tomarse una pausa" antes de adoptar el Plan de Acción para el Ingreso (MAP), antesala imprescindible de la membresía de pleno derecho y previo también al anunciado referéndum.

La apuesta de Yanukóvych por ralentizar el proceso de inserción en el sistema euro-atlántico de seguridad colectiva hizo sonar las alarmas en las filas de Yúshchenko, que acusaron al regionalista de violar el compromiso de no interferir en la agenda proatlantista del presidente. A mediados de octubre de 2006, el BNU se declaró en oposición al Gobierno, campo en el que se reencontró con el BYuT.

Las relaciones entre los dos cabezas del Ejecutivo se agriaron más a comienzos de diciembre, cuando la Rada, con los votos de regionalistas, socialistas y comunistas, aprobó destituir a los ministros de Exteriores, Tarasyuk, y del Interior, Yuriy Lutsenko, quien meses atrás había ordenado una investigación policial sobre la presunta falsificación de la exoneración judicial del primer ministro en 1978; las pesquisas confirmaron aquella adulteración documental, pero Lutsenko estableció que la elegibilidad parlamentaria de Yanukóvych no se veía afectada porque la privación de derechos civiles inherente a una sanción penal había expirado de todas maneras.

Yúshchenko impugnó con éxito el cese de Tarasyuk, que era un nombramiento de su competencia, y decretó su continuidad en el puesto contra la voluntad de los legisladores. Pero Yanukóvych vetó la presencia de Tarasyuk en las reuniones del Gabinete, colocándole en una situación de impotencia que el diplomático zanjó a últimos de enero de 2007 por la vía dimisionaria. En cuanto a Lutsenko, sin filiación partidista desde su baja del SPU aunque situado también en la órbita presidencial, no pudo ser defendido por Yúshchenko desde el principio y fue desplazado por un recambio del agrado de la Rada, el socialista Vasyl Tsushko.

En los meses siguientes, el tira y afloja entre Yanukóvych y Yúshchenko adquirió las categorías de choque institucional y crisis constitucional al acusar el segundo al primero de incrementar sus filas parlamentarias con tránsfugas seducidos a golpe de talonario. El presidente denunció estos cambios de chaqueta como ilegales e inconstitucionales, y amenazó con disolver la Rada y convocar elecciones anticipadas.

En el fondo, Yúshchenko temía que Yanukóvych terminara logrando la mayoría suficiente para modificar la Constitución a su criterio y reducirle a él a una figura decorativa. En marzo de 2007, causó escándalo en la Presidencia el nombramiento como ministro de Economía de Anatoliy Kinaj, que desde la Revolución Naranja había sido uno de los yushchenkistas más notorios.

El primer ministro se defendió con la explicación de que si el PR estaba reclutando adhesiones en el BNU y el BYuT era a causa de la buena gestión del Gobierno. Asimismo, tachó de infundio la imputación de que había gratificaciones económicas de por medio. Las calles de Kyiv, aunque a mucha menor escala que entonces, rememoraron las escenas de 2004 al salir a confrontar sus fuerzas los partidarios de Yúshchenko y Yanukóvych.

El 2 de abril de 2007 Yúshchenko materializó su amenaza y ordenó la disolución de la Rada y la celebración de elecciones el 27 de mayo. Yanukóvych y Moroz se rebelaron contra el decreto y presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional, si bien los dos máximos protagonistas y adversarios de la trifulca accedieron a reunirse para intentar solucionar el grave conflicto de manera pacífica.

El 27 de mayo, tras casi dos meses de peligrosos forcejeos institucionales (con desplazamientos de unidades armadas inclusive, por orden del presidente), de rumores de golpes de mano y de tensión en las calles, las accidentadas conversaciones directas entre Yanukóvych, Yúshchenko y Moroz desembocaron por fin en un arreglo cuyos puntos principales eran la celebración de elecciones parlamentarias el 30 de septiembre, cambios en la CEC para asegurar la limpieza y transparencia de los comicios, y un compromiso mutuo para no invadir competencias institucionales, impedir las injerencias en los órganos judiciales y de orden público, y ahuyentar el peligro de la confrontación social y de un "desarrollo violento". Hasta las elecciones, la Rada funcionaría con normalidad.

En la campaña, el primer ministro retomó las ideas de someter a referéndum el ingreso en la OTAN y la declaración del ruso como segunda lengua oficial, y propuso celebrar una consulta también sobre la elección de los gobernadores regionales por sufragio universal.


5. Segundo paso a la oposición y triunfo en las presidenciales de 2010

El 30 de septiembre de 2007, en las segundas elecciones legislativa en año y medio, el PR volvió a ser la fuerza más votada con el 34,4% de los votos y 175 escaños, pero el BYuT escaló posiciones y se colocó en un cercano segundo lugar con el 30,7% y 156, mientras que los yushchenkistas, agrupados en el Bloque Nuestra Ucrania-Autodefensa Popular (BNU-NS, al que daban vida el NSNU y otros nueve partidos), repitieron unos resultados harto discretos, con el 14,1% de los sufragios y 72 puestos.

El SPU fue duramente castigado por su cambio de barco el año anterior y perdió toda su representación. Los bloques de Tymoshenko y Yúshchenko sumaban una mayoría absoluta de 228 escaños, suficiente para gobernar en coalición. Tras firmar las dos fuerzas los acuerdos de gobierno y de legislatura, Tymoshenko recobró el cargo de primera ministra el 18 de diciembre.

Yanukóvych regresó a la oposición al cabo de una segunda ejecutoria gubernamental truncada por su nula sintonía con Yúshchenko. El balance de resultados de su corta gestión era mixto, ya que si por un lado, la economía, tras el frenazo de 2005, había vuelto a crecer con robustez (en 2006 la tasa superó el 7% del PIB y en 2007 iba a rozar el 8%), la ya clásica disputa del gas con Rusia había iniciado el 2 de octubre un nuevo capítulo con la amenaza por Gazprom de cortar el suministro a Ucrania a menos que Naftohaz Ukrajiny saldara deudas acumuladas por valor de 1.300 millones de dólares.

Sin embargo, las exigencias de Moscú tenían un trasfondo básicamente político, pues no fue casual su planteamiento justo después de las elecciones ucranianas y de quedar claro que Tymoshenko iba a volver a encabezar el Gobierno.

A lo largo de 2008 y 2009, una poderosa sensación de déjà vu se apoderó del curso político ucraniano, que parecía incapaz de romper con el ciclo de las crisis. La vuelta a la crispación en las relaciones con Rusia por el sempiterno conflicto del gas y la apuesta atlantista de Kyiv, el revés cosechado por el Ejecutivo en este terreno al postergar la Alianza la inclusión de Ucrania en el MAP, y los invencibles rifirrafes entre Yúshchenko y Tymoshenko, esta vez enfrentados por el nuevo equilibrio de poderes de sus respectivas oficinas, la aparente orientación prorrusa de la primera ministra durante el conflicto bélico de Georgia y el manejo de la aguda recesión económica y de la asistencia financiera del FMI, espolearon las ambiciones políticas del jefe de la oposición.

En septiembre de 2008 Yanukóvych confirmó su aspiración a candidatear en las próximas elecciones presidenciales, a celebrar en enero de 2010, aunque él prefería que se adelantaran y tuvieran lugar a la vez que unas legislativas asimismo anticipadas. Yúshchenko, que aspiraba a la reelección con escasas posibilidades, y Tymoshenko serían sus adversarios en las urnas.

Un programa electoral de aproximación a Moscú
El PR proclamó candidato a su líder de manera oficial en el XII Congreso de la formación, el 23 de octubre de 2009. Pero desde hacía más de un año, Yanukóvych ya venía pronunciándose en clave electoral, con todo un repertorio de posicionamientos y propuestas que se ajustaron exactamente a sus conocidas convicciones prorrusas y escépticas con la Alianza Atlántica.

Así, el ex primer ministro se felicitó porque el Consejo Atlántico aparcara el MAP y la invitación a ingresar en la Alianza, decisiones que suponían un respeto a la "opinión de los ucranianos", y de manera expresa se comprometió a no buscar la membresía en la organización noratlántica. Ucrania debía ser un "Estado neutral" integrado en un "sistema europeo de defensa colectiva" junto con la OTAN, Rusia y la UE, en la línea de lo propuesto por el presidente ruso, Dmitri Medvédev.

Esta ecuanimidad de tipo "no alineado" requería, a la vez, que Ucrania tampoco participara en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que en el ámbito de la CEI vinculaba a Rusia, Bielarús, Armenia, Kazajstán, Kirguizistán, Tadzhikistán y Uzbekistán. Yanukóvych ni siquiera contemplaba la integración de Ucrania en la propia CEI.

La integración en la UE, en cambio, sí le parecía un "objetivo estratégico", ya que permitiría al país modernizar la estructura de su economía y elevar los estándares de vida de su población, pero la misma debía conducirse con una "política equilibrada" que preservara los "intereses nacionales". Antes de solicitar el ingreso de manera oficial, Kyiv tenía que obtener de Bruselas un espacio común para el libre tránsito de bienes y personas, así como un Acuerdo de Asociación plenamente operativo. El curso de aproximación al "Oeste" requería "pragmatismo", característica que debía presidir también las relaciones bilaterales con Estados Unidos.

En relación con este tema, Yanukóvych no objetaba la participación en la Asociación Oriental, puesta en marcha por Yúshchenko en Praga en mayo de 2009, y que reunía en un foro especial a los 27 países de la UE y a seis del espacio ex soviético, además de Ucrania, Armenia, Azerbaidzhán, Bielarús, Georgia y Moldova.

Eso sí, la rusofilia del candidato opositor no admitía dudas: Kyiv debía imitar a Moscú y reconocer las independencias de las repúblicas separatistas georgianas de Abjazia y Osetia del Sur; la integración económica con el país vecino resultaba más necesaria que nunca en tiempos de recesión, lo que pasaba por unirse a la nueva Unión Aduanera ruso-bielorruso-kazaja; y las relaciones con Rusia tenían que reconducirse a través de una "comisión anticrisis" binacional.

Cuestión de la máxima importancia, la interminable guerra del gas, tras las escaramuzas de 2005-2006, 2007-2008 y 2008-2009, que se habían traducido en cortes del suministro para Ucrania, debía zanjarse con un acuerdo satisfactorio para ambas partes, explicaba Yanukóvych.

Pero con dos matices: si él llegaba a la Presidencia, buscaría unos contratos de compra del hidrocarburo a unos precios más favorables, ajustados a los del mercado, e impulsaría la creación de un consorcio tripartito con Rusia y la UE para garantizar el papel de Ucrania como país de tránsito entre el proveedor oriental y los consumidores occidentales. A su entender, esta fórmula resultaba imprescindible al estar en marcha la construcción de sendos gasoductos bajo los mares Báltico (North Stream) y Negro (South Stream), que soslayaban a Ucrania en el transporte al oeste del gas ruso.

En cuanto a la política económica, Yanukóvych defendía la compatibilidad del diálogo financiero con el FMI y el gasto público en las partidas sociales, amén de prometer un recorte del IVA, rebajas fiscales también para las empresas y un tipo de impuesto único para los campesinos, por todo lo cual fue tildado de "populista".

En este terreno, el opositor fustigó a Tymoshenko por su renuencia a aplicar la ley, aprobada por la Rada en octubre de 2009 y firmada por Yúshchenko en noviembre, que obligaba a indexar pensiones y salarios a la inflación, y le reclamó que explicara el uso que había hecho de los 11.000 millones de dólares ingresados del préstamo de 16.400 millones concedido por el FMI en noviembre de 2008 para prevenir la suspensión de pagos.

El propio FMI era objeto de crítica por el líder regionalista, ya que el organismo multilateral suspendió la liberación del cuarto tramo del préstamo, de 3.800 millones, precisamente a raíz de aprobarse la mencionada ley sobre el gasto social, que entrañaba ascensos de hasta el 20% en las pensiones y los salarios del sector público, lo que para el FMI era una violación del compromiso del Gobierno de recortar el gasto presupuestario.

El político señaló que el FMI no debía "contribuir al empobrecimiento del pueblo ucraniano", sino "ayudar a superar la pobreza". La coyuntura era extremadamente delicada, con prácticamente todas las luces encendidas en un alarmante rojo. 2009 cerró con una brutal contracción del PIB, arrastrado por el derrumbe de la actividad industrial del acero, del 15% y una inflación del 16%. El déficit presupuestario iba camino del 6% y la deuda externa alcanzaba los 94.000 millones de dólares. El paro se había triplicado en tan solo un año, situándose en diciembre en el 9%.

Durante la campaña, Yanukóvych, cabeza en los sondeos, prefirió no entrar en una guerra de descalificaciones personales con Tymoshenko, quien le acusó de practicar el nepotismo, sacó a colación sus peripecias penales de juventud y puso en tela de juicio sus luces intelectuales y su nivel cultural. El ex primer ministro adoptó un tono más conciliador, en el que se refirió a su "sueño" de una "Ucrania unificada" donde la "época del odio" estuviera superada. Eso sí, las diferencias de programa e ideología con la primera ministra eran tan amplias que hacían imposible, si ganaba él, su nombramiento de nuevo al frente del Gobierno.

El mismo descarte afectaba a Yúshchenko. Una doble incompatibilidad que era recíproca, ya que Tymoshenko nunca nombraría primer ministro al regionalista en caso de ganar ella y Yúshchenko se autoexcluyó de una cohabitación como la de 2006-2007 pero a la inversa. Yanukóvych estaba seguro de que Tymoshenko, desde el Gobierno, intentaría adulterar el escrutinio de las votaciones a su favor, pero se mostró convencido de que no se repetiría el escenario de 2004: una gran protesta callejera seguida de una tercera ronda electoral.

Las encuestas no erraron y el 17 de enero de 2010 Yanukóvych se puso en cabeza con el 35,3% de los votos, seguido de Tymoshenko con el 25%. Yúshchenko sacó un paupérrimo 5,4% y, quinto en la liza, quedó eliminado para la segunda vuelta. Lo hicieron mejor que él los independientes Serhiy Tihipko y Arseniy Yatsenyuk. Contendieron otros 13 candidatos, entre ellos Symonenko, Lytvyn, Hrytsenko y Moroz.

Entre ronda y ronda, Yanukóvych rehusó a coger el guante de un debate televisado que le lanzó su adversaria, lo que ésta tachó de "cobardía común". Él lo veía así: "Ella es la primera ministra y debe responsabilizarse de cada palabra que dice. Y si ha de ser tratada como una mujer, que demuestre sus caprichos en la cocina", asaeteó.

La segunda vuelta del 7 de febrero fue ganada por el opositor con el 48,9% de los votos. Tymoshenko perdió con el 45,5% y la opción contra todos, original del sistema electoral ucraniano, capturó el 4,4% de las papeletas.

Al conocer los resultados provisionales facilitados por la CEC, la primera ministra se negó a reconocer su derrota, denunció fraude —una imputación bastante estrafalaria, al formularla quien encabezaba el propio Gobierno— y amenazó con presentar una impugnación ante el Tribunal Supremo Administrativo de Kyiv, pero los observadores internacionales certificaron la limpieza de las elecciones, que se ajustaban a los estándares de la OSCE y el Consejo de Europa. Mientras Yanukóvych recibía enhorabuenas internacionales, las primeras desde Moscú, la pataleta de la primera ministra amenazaba con retrasar la inauguración del jefe del Estado electo.

En una entrevista para la cadena CNN, Yanukóvych, sarcástico, exhortó a Tymoshenko a aceptar su victoria y a no transformarse de "heroína" en "verdugo" de la Revolución Naranja. Días después, al prolongarse el silencio de la gobernante, su adversario la conminó a que dimitiera y aceptara su nuevo papel en la oposición. El 14 de de febrero, el CEC, una vez escrutados todos los votos, declaró a Yanukóvych presidente electo.

Al día siguiente, tal como había advertido, Tymoshenko recurrió al Tribunal Supremo Administrativo, que aceptó la impugnación por "falsificaciones generales, fundamentales y sistemáticas", y ordenó la suspensión de la proclamación del ganador. Para entonces, los principales gobernantes mundiales ya habían felicitado a su antagonista. El 20 de febrero, tras constatar su soledad política y a regañadientes, Tymoshenko retiró la demanda de anulación de las elecciones antes que encajar un veredicto del Tribunal Supremo Administrativo presumiblemente desfavorable.

Eliminado este obstáculo, Yanukóvych pudo prestar juramento como presidente de la República en la fecha prevista, el 25 de febrero. Al acto en la Rada asistieron los presidentes y primeros ministros de varios países de la CEI (no así Medvédev y Putin por parte de Rusia) y de Europa central y oriental, así como altos cargos de la UE, con varios de los cuales el flamante presidente mantuvo encuentros bilaterales. Se ausentaron de la ceremonia Yúshchenko, no obstante haberse reunido previamente con su sucesor para preparar la transmisión del mando, y Tymoshenko, que la boicoteó junto con los diputados de su bloque.

En su discurso de investidura, el cuarto presidente de la Ucrania independiente defendió su concepto de "país europeo que no pertenece a ninguna alianza", abogó por ejercer la función de "puente entre el Este y Oeste", "parte integral de Europa y a la vez de la antigua Unión Soviética", y prometió una política exterior "que permita a nuestro país obtener el máximo resultado del desarrollo en las relaciones de igualdad con Rusia, la Unión Europea, Estados Unidos y otros países que influyen en el desarrollo del mundo".

Aunque la situación nacional era "muy difícil", pues "las deudas con el exterior son enormes, hay pobreza, la economía está en ruinas y hay corrupción", él estaba convencido de que Ucrania podía salir del agujero: "No sólo podemos salvar al Estado del colapso social y económico, sino que podemos ponerlo rápidamente en la senda del desarrollo acelerado", aseguró.


6. Viraje prorruso con límites, largas a Bruselas, reflujo autoritario y persecución de Tymoshenko

Para recalcar que el costado europeo occidental figuraba entre sus propiedades, Yanukóvych escogió las instituciones de la UE como destino de su primera salida al exterior, el 1 de marzo. En Bruselas, aseguró a los responsables comunitarios la fiabilidad de Ucrania como país de tránsito del gas ruso comprado al oeste de sus fronteras. Sólo después, el 5 de marzo, se desplazó a Moscú para entrevistarse con el presidente Medvédev y el primer ministro Putin, a quienes anunció un "giro radical" en las relaciones bilaterales, que salían de una "fase de degradación".

El 2 de marzo Yanukóvych vio con satisfacción cómo se desintegraba la mayoría parlamentaria que daba soporte al Gobierno Tymoshenko al declarar rota su coalición con el BYuT los bloques de Yúshchenko y de Lytvyn, quien presidía la Rada. Al día siguiente, el voto conjunto del PR, el BNU-NS, el Bloque de Lytvyn y el KPU defenestró a la primera ministra mediante una moción de censura. El mismo 3 de marzo Yanukóvych suspendió su militancia en el PR y cedió la presidencia del partido a uno de sus hombres de máxima confianza, Azárov. El 4 de marzo tomó las funciones de primer ministro provisional el primer viceprimer ministro, Oleksandr Turchynov, estrecho colaborador de Tymoshenko.

La Rada tenía ahora 30 días por delante para articular una nueva coalición oficialista y 30 días más para formar el nuevo Gobierno; si pasados dos meses no se alcanzaban estas metas, Yanukóvych podía disolver la Cámara y convocar elecciones. Pero el presidente no iba a tener necesidad de ello, ya que todo el proceso institucional iba a ventilarse en un solo día, el 11 de marzo.

En esa jornada, primero, se anunció que el PR, el Bloque de Lytvyn y el KPU ya estaban de acuerdo sobre la próxima coalición, que dispondría de una mayoría absoluta, corta, de 235 diputados. A continuación, el tripartito se decantó por Azárov como su candidato a primer ministro, escogiéndolo de una terna ofrecida por Yanukóvych el 21 de febrero y que completaban los aspirantes presidenciales derrotados Tihipko y Yatsenyuk. Por último, la Rada invistió a Azárov con 242 votos.

Descarte de la OTAN y acuerdo sobre el gas con el Kremlin
El nuevo presidente tuvo su primer gran momento internacional en abril de 2010. Los días 12 y 13 Yanukóvych asistió en Washington a la I Cumbre sobre Seguridad Nuclear, convocada por Barack Obama y que congregó a 46 países.

Los mandatarios firmaron un comunicado no vinculante, pero el ucraniano se destacó sobre los demás al comunicarle a su anfitrión la aceptación por Kyiv, tras varios años de negociaciones, de la entrega de todo el material fisible que conservaba desde la renuncia al estatus de potencia nuclear en 1994. Ucrania se comprometía a entregar sus reservas de 90 kg de uranio altamente enriquecido antes de 2012 y a modificar sus reactores de investigación atómica de manera que sólo pudieran funcionar con combustible de uranio poco enriquecido, inútil para la fabricación de armas nucleares.

En Washington, el presidente reiteró sus grandes directrices de política exterior: la nueva Administración renunciaba a buscar el ingreso en la OTAN y a cambio se esforzaría en alcanzar un "correcto equilibrio" en las relaciones con Rusia y la UE, dos zonas geopolíticas entre las cuales Ucrania podía tender un "puente de confianza".

Asimismo, Yanukóvych echó freno a las expectativas, alumbradas por él mismo en la campaña electoral, sobre una rápida participación de Ucrania en la Unión Aduanera ruso-bielorruso-kazaja. Kyiv no renunciaba a este proyecto, pero lo dejaba para más adelante, pues antes quería hacer progresos decisivos en el diálogo con Bruselas para la liberalización del comercio con la UE y el levantamiento del visado a los ciudadanos ucranianos, que eran las vías para participar en el Espacio Económico Europeo. El dirigente creía que la libre circulación de bienes y de personas entre su país y la UE podía ser una realidad tan pronto como 2011.

Estos pronunciamientos precedieron el aterrizaje de Yanukóvych en Járkiv el 21 de abril para la firma con Medvédev de un acuerdo bilateral al más alto nivel. El mismo debía solucionar la disputa intermitente por las tarifas del gas y el volumen de los suministros del hidrocarburo, cuya última tregua había sido acordada en enero de 2009 por Putin y Tymoshenko.

El tratado, preparado por el primer ministro Azárov y el ministro de Energía, Yuriy Boyko, en su viaje de marzo a Moscú, consistía en una transacción: a cambio de un descuento del 30% en la tarifa del gas vendido a Ucrania, Rusia obtenía de su vecino una renovación del alquiler de su base naval de Sebastopol por otros 25 años, hasta 2042, más una opción de prórroga adicional hasta 2047. Según el acuerdo hasta ahora vigente, que databa de 1997, la Flota rusa debía desalojar las instalaciones en la península de Crimea en 2017.

De vuelta a Kyiv, Yanukóvych se encontró con el enfado de los partidos de la oposición y las fuerzas nacionalistas, que le acusaron de hacer almoneda con los intereses soberanos del país e ignoraron sus explicaciones de que el acuerdo con Medvédev era muy valioso para las malparadas finanzas nacionales, pues revertía las condiciones desventajosas de los contratos de exportación y tránsito suscritos por Tymoshenko en 2009. La siempre beligerante ex primera ministra calificó el acuerdo de Járkiv de "inconstitucional", "traición" y "atentado contra la soberanía nacional". El presidente, sin mucha convicción, mencionó la posibilidad de celebrar en el futuro un plebiscito sobre el fondeo de la Flota del Mar Negro en Sebastopol.

El 27 de abril, a la vez que la Duma rusa y mientras Yanukóvych dircuseaba ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, la Rada ratificó con 236 votos el acuerdo de Járkiv. La votación pudo salir adelante en medio de una descomunal batahola, en la que diputados de los bloques rivales, envueltos en una humareda y bajo una lluvia de objetos, se liaron a puñetazos en el forcejeo por controlar la tribuna y los dispositivos de votación de los escaños, que la oposición prooccidental cubrió con una enorme bandera nacional, y mientras el presidente de la Cámara, Lytvyn, debía protegerse con paraguas del lanzamiento de huevos.

En las semanas y meses siguientes, Yanukóvych siguió explorando la intensificación de las relaciones con Rusia, pero poniendo límites en una serie de terrenos. El 30 de abril Azárov tomó nota de la impactante propuesta hecha por Putin en su reunión de Sochi sobre acometer la fusión de las respectivas empresas estatales del gas, Gazprom y Naftohaz. Días después, en palabras para la BBC, Yanukóvych comentó que semejante proyecto era "imposible" a menos que Rusia lo viera como una fusión "entre iguales", condición que su vecino, estaba seguro, nunca aceptaría.

A mediados de mayo el presidente recibió a Medvédev, de visita oficial en Kyiv, para la firma de una serie de acuerdos bilaterales sobre la demarcación de las fronteras, el uso por Ucrania del sistema global de navegación por satélite GLONASS (la contrapartida rusa del GPS de Estados Unidos y el Galileo de la UE) y la cooperación en otras áreas como la banca, la cultura y la educación.

El punto de la hipotética fusión de las compañías gasíferas no fue incluido en la agenda de los mandatarios, al igual que el resto de concesiones solicitadas por Rusia a Ucrania si esta quería pagar menos por su gas: la gestión conjunta de sus gasoductos, la autorización al capital ruso para adquirir empresas estatales y la incorporación a la Unión Aduanera.

El 3 de junio de 2010 Ucrania dio otra satisfacción a Rusia cuando la Rada aprobó un proyecto de ley presentado por el propio Yanukóvych que descartaba explícitamente los objetivos de la "integración en la seguridad euro-atlántica y la pertenencia a la OTAN". Ucrania renunciaba a sumarse a ningún bloque militar y se encontraba a gusto con su actual estatus de asociado a la Alianza Atlántica. Eso sí, la "integración europea" seguía formando parte de su estrategia de seguridad nacional.

Además, el presidente, en otra rectificación por su parte, rechazó de plano el reconocimiento de las independencias unilaterales de Abjazia y Osetia del Sur, así como la independencia de Kosovo, porque eso supondría "una violación del derecho internacional".

Semanas después, el 24 de junio, el Gobierno aprobó un plan de implementación del programa nacional anual de cooperación con la Alianza Atlántica, que garantizaba la participación de las Fuerzas Armadas ucranianas en las misiones de pacificación de Afganistán, Irak y Kosovo, en los operativos logísticos de la OTAN y en los programas de formación y capacitación de tropas en la estructura militar de los aliados.

En abril de 2011, con el accidente de Fukushima en su apogeo, Yanukóvych y Medvédev volvieron a encontrarse en Chernóbyl con motivo del 25 aniversario de la catástrofe de 1986 en la central nuclear ucraniana. La conmemoración sirvió para entonar al alimón un elogio de la producción de electricidad por energía nuclear, que continuaba siendo el "método económicamente más ventajoso" así como "el más seguro", siempre que se observaban las correspondientes normas de seguridad y se comprendiera la naturaleza de los riesgos inherentes.

El juicio a Tymoshenko lastra las relaciones con la UE
El 1 de octubre de 2010 la mayoría oficialista de la Rada consiguió la revocación por el Tribunal Constitucional del principal legado jurídico de la Revolución Naranja: la enmienda de la Carta Magna aprobada en diciembre de 2004 y que estaba en vigor desde enero de 2006.

El alto tribunal, dando respuesta afirmativa a una interpelación de 252 diputados, declaró inconstitucional la reforma que había inaugurado el sistema de gobierno balanceado entre los dos cabezas del Ejecutivo, el presidente y el primer ministro, y repuso el marco de prerrogativas ampliamente favorable al jefe del Estado establecido por la Ley Fundamental de 1996. Esto significaba que Yanukóvych, como Kuchma antes que él, podía nombrar desde ahora al primer ministro de acuerdo con su criterio, consultando a la Rada pero no a remolque de su iniciativa.

El 22 de noviembre de 2010 Ucrania y el Consejo Europeo acordaron el nuevo régimen de supresión de visados para visitas de corta duración. Este avance alentó las expectativas de una pronta firma del Acuerdo de Asociación, cuyas negociaciones se habían iniciado el año anterior y que debía sustituir al Acuerdo de Asociación (o Partenariado) y Cooperación de 1994. Primero de su clase suscrito por la UE con un país de la antigua URSS, el AAC había entrado en vigor en 1998 con un período de duración de una década, luego ya había expirado.

Sin embargo, en el verano de 2011, un áspero episodio de la política nacional, que suscitó graves interrogantes sobre la calidad de la democracia en el país eslavo bajo la presidencia de Yanukóvych, vino a enturbiar las negociaciones de Ucrania con la UE.

Se trató del comienzo del juicio, seguido de una orden de ingreso en prisión que fue ejecutada en el acto, contra Tymoshenko, por los cargos de abuso de poder y malversación de fondos presuntamente cometidos en su actuación cuando el acuerdo gasífero de 2009 con Rusia. Según la Fiscalía General, la entonces primera ministra había negociado y adoptado los contratos energéticos en unas condiciones "desfavorables" para Ucrania y sin consultar con los restantes miembros del Gobierno.

La UE, por boca de la jefa de su diplomacia, Catherine Ashton, expresó su preocupación por la sugerencia de que el proceso judicial contra la líder opositora tenía "motivaciones políticas" y emplazó al Gobierno de Kyiv a no apartarse de los "principios y valores comunes" que formaban el núcleo de la Asociación Oriental.

La posición política de Yanukóvych quedó más debilitada tras conocerse, el 11 de octubre de 2011, la sentencia del juicio a su antagonista: Tymoshenko fue declarada culpable y condenada a siete años de prisión, a tres años de inhabilitación para ocupar cargos públicos y al pago de una multa de 1.500 millones de hryvnyas. Mientras la rea anunciaba que apelaría al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y las calles se encendían con la protesta de sus defensores, aglutinados en el Comité de Resistencia a la Dictadura (KOD), de la UE y de Estados Unidos llegaron mensajes de rechazo y advertencia.

Las autoridades de Bruselas se declararon "profundamente decepcionadas" por la sentencia, a la que veían, insistían, un claro condicionante político, y avisaron que el caso tendría "profundas consecuencias" en su relación con Kyiv. Incluso Rusia acogió con malestar el castigo a Tymoshenko, pues deslegitimaba los contratos comerciales firmados por los dos países. Putin aseguró "no comprender" la condena a su "adversaria política". Yanukóvych, acusado por Tymoshenko de haber orquestado su juicio, admitió que la condena era "sin duda un embarazoso caso que dificulta la integración europea de Ucrania".

En efecto, el 19 de diciembre, en la XV Cumbre UE-Ucrania en Kyiv, pese a las poses sonrientes para la galería del estadista anfitrión y sus huéspedes, el presidente del Consejo Herman Van Rompuy y el presidente de la Comisión José Manuel Durão Barroso, llegó el anuncio de que la firma del Acuerdo de Asociación, aunque las negociaciones ya habían finalizado, quedaba pospuesta sine díe y que su ratificación estaba sujeta al "respeto por Ucrania de los valores comunes y el imperio de la ley con una justicia independiente".

La UE optó por esperar como mínimo hasta las elecciones legislativas de octubre 2012, concebidas como un test de democracia. Sin embargo, no se interrumpieron los trabajos técnicos en Bruselas para el remate de los textos, a fin de dejarlos listos para su firma, del Acuerdo de Asociación y el Área de Libre Comercio Amplia y Profunda (DCFTA), que fueron inicializados respectivamente el 30 de marzo y el 19 de julio de 2012.

Los costes políticos que el caso Tymoshenko acarreaba a Yanukóvych siguieron aumentando. En mayo de 2012 Kyiv se vio obligado a cancelar una cumbre en Yalta de países de Europa Central ante la avalancha de presidentes invitados que rehusaron participar en protesta por el trato dispensado a la líder opositora. El boicot político a Ucrania se hizo asimismo patente en el desarrollo, del 8 de junio al 1 de julio, del campeonato de la Eurocopa de Fútbol.

En julio de 2012, en medio de una fenomenal gresca parlamentaria, la Rada aprobó la ley sobre los "fundamentos de la política estatal en materia lingüística". La nueva norma daba una satisfacción parcial a los demandantes de la cooficialidad en todo el Estado del idioma ruso al conferirle a este el estatus de "lengua regional", de uso regular en escuelas, tribunales y centros administrativos, en aquellos distritos donde los rusohablantes considerados como minoría nacional constituyeran al menos el 10% de la población total. En la práctica, esto se traducía en que el ruso pasaba a ser idioma cooficial de hecho en 13 de las 27 regiones de Ucrania.

Los partidos que respaldaban a Yanukóvych llegaron a los comicios del 28 de octubre de 2012 acosados por una parte considerable de la opinión pública que ponía el grito en el cielo por las vicisitudes del caso Tymoshenko (cuyas malas condiciones carcelarias, que estaban afectando a su salud, así como su huelga de hambre en protesta por un maltrato recibido de sus celadores, producían diversas reacciones de inquietud e indignación), la parálisis de las relaciones con Europa y los extraños atentados con bomba en Dnipropetrovsk, la patria chica de la ex primera ministra. La UE reclamaba la puesta en libertad de Tymoshenko, hospitalizada bajo estricta vigilancia desde abril y que afrontaba un segundo juicio, esta vez por evasión fiscal.

Sin embargo, el PR seguía siendo una formación muy fuerte, imbatible en los oblasts orientales, y además se veía favorecido por el nuevo código electoral, que restablecía el sistema mixto vigente hasta las votaciones de 2002. Es decir, ahora, la mitad de los escaños eran computados por la modalidad proporcional, con un umbral del 5% de los votos para obtener representación, sobre la base de partidos (pero no bloques, no autorizados a concurrir en esta ocasión) y la otra mitad estaban reservados a los candidatos que se impusieran en las circunscripciones uninominales.

Los regionalistas de Yanukóvych y Azárov superaron la prueba con sobresaliente al ascender a los 185 diputados, 10 más que cinco años atrás. El partido de Tymoshenko, Batkivshchyna-Oposición Unida, sufrió un fuerte retroceso, cayendo hasta los 101 puestos. Los comunistas de Symonenko subieron también y obtuvieron 32 escaños. Los verdaderos protagonistas de la jornada fueron la Alianza Democrática Ucraniana por la Reforma (UDAR, centro-derecha liberal y proeuropeo) del ex campeón de boxeo Vitaliy Klitschko y la Unión Panucraniana Svoboda (derecha nacional-populista) de Oleh Tyahnybok, que debutaron en la Rada con 77 escaños entre los dos. Los yushchenkistas fueron barridos del Parlamento.

Muy contrariada por estos resultados, Tymoshenko, que seguía hospitalizada en Járkiv, se declaró otra vez en huelga de hambre para denunciar la "falsificación" electoral. A la impugnación de Batkivshchyna se sumaron la UDAR y Svoboda.

Los argumentos de la oposición no fueron corroborados por los observadores de la OSCE, pero estos advirtieron un "retroceso" en los estándares de calidad democrática por el abuso de los recursos administrativos del Gobierno a la hora de favorecer a los candidatos oficialistas, el tratamiento desequilibrado de la campaña por los medios de comunicación, la opacidad de los recursos financieros de los partidos en liza y, en suma, el "papel excesivo del dinero" en las actividades proselitistas.

El 28 de noviembre el Gobierno Azárov presentó su dimisión en pleno, la cual fue aceptada por el presidente el 3 de diciembre. Sin embargo, seis días después, Yanukóvych volvió a nombrar a su fiel colaborador, quien el 13 de diciembre obtuvo el preceptivo visto bueno de una Rada firmemente asida por el oficialismo.

En el segundo Gobierno Azárov recibió un asiento descollante, el de primer viceprimer ministro, el titular del Banco Nacional, Serhiy Arbuzov, miembro del círculo de confianza de Yanukóvych. Su nombramiento debía facilitar la próxima ronda de espinoso diálogo crediticio con el FMI. En marzo del año anterior el organismo había congelado su línea de crédito de 15.100 millones de dólares, otorgada en agosto de 2010, en respuesta a los retrasos y las reticencias del Gobierno para imponer impopulares ajustes estructurales medidas de austeridad en los impuestos, las pensiones y los subsidios al consumo del gas.

Por otra parte, llamó la atención que más de la mitad de los miembros del Gabinete nombrado por Yanukóvych fueran paisanos del Donbass o bien personas que habían desarrollado sus carreras en la región.


7. Suspensión del Acuerdo de Asociación con la UE y protesta de nacionalistas y proeuropeos; la batalla geopolítica de Ucrania entre Bruselas y Moscú


Nuevas expectativas con la UE y la reacción fulminante del Kremlin
Las elecciones legislativas de octubre 2012, aunque no habían sido nada modélicas, aportaron un relajo, en todo caso pequeño y pasajero, a las tensionadas relaciones con la UE.

El 10 de diciembre de 2012 el Consejo de Ministros de Exteriores recordó que seguía en pie su compromiso para la firma del Acuerdo de Asociación y el DCFTA tan pronto como las autoridades ucranianas demostraran "acciones determinadas y un progreso tangible" en las áreas motivo de preocupación, que eran la electoral, la judicial y la de las reformas constitucionales. La UE confiaba en que Kyiv hiciera honor a sus compromisos antes de la próxima cumbre de la Asociación Oriental, en noviembre de 2013 en Vilna. Esta era la fecha, por tanto, en que podría tener lugar la firma del Acuerdo de Asociación.

Yanukóvych parecía dispuesto a evitar cualquier paso que hiciera malograr la deseada firma de los acuerdos europeos, pero sin renunciar a su estrategia de "equilibrio", una posición precaria y dubitativa que impacientaba a Bruselas a la vez que empezaba a inquietar a Moscú. A estas alturas, Ucrania, el eslabón clave de los suministros terrestres de gas ruso a Europa, ya se había convertido en el trofeo codiciado por dos bloques rivales que libraban en esta parte de Europa un duelo geopolítico en toda regla: ninguno de los dos admitía componendas con el contrario por parte de Ucrania, obligada por tanto a escoger entre dos ofertas mutuamente excluyentes.

En febrero de 2013 las presiones se acentuaron desde las dos direcciones. Con Rusia, repuntaron los desacuerdos al presentar Gazprom una factura de 7.000 millones de dólares que Kyiv se negó a pagar alegando que del gas contratado para 2012, 52.000 millones de metros cúbicos, sólo había consumido la mitad, 27.000 millones. Yanukóvych, de visita en Lituania, se quejó del poco apoyo recibido de los socios europeos del oeste en este asunto. El Gobierno ruso señaló que Ucrania sí tenía en sus manos pagar menos por el gas, a condición de que se sumara a la Unión Aduanera ruso-kazajo-bielorrusa.

Al mismo tiempo, la Comisión Europea metió prisa a Kyiv con la advertencia de que el tiempo corría en su contra y que si en los próximos meses no acometía las reformas demandadas para perfeccionar su sistema político y judicial, entonces el Acuerdo de Asociación y el DCFTA podrían no firmarse. Además, añadió, la integración europea era incompatible con la Unión Aduanera que ofertaba Rusia.

El 25 de febrero de 2013 el presidente escuchó los apremios y las exhortaciones europeos personalmente de Van Rompuy y Durão Barroso, reunidos los tres en Bruselas con motivo de la XVI Cumbre UE-Ucrania. A principios de marzo, tras cancelar una cumbre entre los dos que debió haberse celebrado en Moscú en diciembre, el líder ucraniano tomó el camino del este para sostener una reunión de trabajo con Putin en su residencia campestre de Zavídovo.

En esta ocasión, el presidente ruso se empleó a fondo para seducir y convencer a su homólogo, al que prometió un incremento sustancial del PIB de su país si en lugar del libre comercio con la UE optaba por la Unión Aduanera postsoviética. Putin también insinuó alguna amenaza, como el aviso de que en 2015 los trabajadores de países extranjeros no pertenecientes a la Unión Aduanera verían cerradas las puertas del mercado laboral ruso.

Sin embargo, lo que Yanukóvych quería oír principalmente eran soluciones sin contrapartidas a sus demandas de unos precios del gas más razonables y de una renegociación de los volúmenes contratados, pues en estos momentos Ucrania no necesitaba suministros tan grandes. Sin embargo, accedió a emprender negociaciones conducentes a encontrar un "modelo adecuado" de cooperación con la Unión Aduanera. El 31 de mayo Rusia tuvo que conformarse con la aceptación por su vecino de un estatus de "observador" en la Unión Aduanera, el cual, según Kyiv, no entrañaba conflicto con el DCFTA de la UE.

El 7 de abril de 2013 Yanukóvych lanzó un guiño a sus intranquilos interlocutores comunitarios con el indulto presidencial a dos antiguos ministros de Tymoshenko, Yuriy Lutsenko y Heorhiy Filipchuk, quienes cumplían sendas condenas carcelarias por malversación de fondos públicos y abuso de competencias. Las medidas de gracia no alcanzaron a Tymoshenko, que siguió presa. No se olvidaba de ella el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que el 30 de abril, en un nuevo varapalo para Yanukóvych, dictaminó el carácter "arbitrario" e "ilegal" de su detención en 2011, si bien la corte de Estrasburgo no admitió su alegación de "trato inhumano o degradante" sufrido en su traslado al hospital en 2012.

A lo largo del verano de 2013 se apreció una intensificación de las presiones rusas a Yanukóvych, que se mostraba más pendiente de la aprobación por la Rada del paquete de reformas legales imprescindibles para la demorada firma del Acuerdo de Asociación con la UE.

A finales de julio Putin y el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kirill, se personaron en Ucrania para tomar parte en una magna ceremonia religiosa con motivo del 1025 aniversario de la cristianización de Ucrania y Rusia. En Kyiv, antes de partir al puerto de Sebastopol para celebrar con Yanukóvych el Día de la Armada, Putin afirmó que ucranianos y rusos, con sus comunes raíces culturales y espirituales, constituían "sin lugar a dudas un solo pueblo".

Esta apología del paneslavismo y la panortodoxia, que molestó a los sectores nacionalistas y prooccidentales, coincidió con el anuncio por las autoridades de Moscú de la prohibición de importar chocolate elaborado por la compañía ucraniana Roshen por no cumplir ciertos criterios de seguridad alimentaria. El dueño de Roshen no era otro que el magnate, ex ministro y diputado Petro Poroshenko, un notorio proeuropeo. Luego, en agosto, el Servicio Federal de Aduanas ruso, sin mediar explicación, endureció aparatosamente durante unos días las rutinas de inspección del trasiego de mercancías procedentes de Ucrania.

El 22 de agosto, una vez reanudados los controles fronterizos habituales, Putin tomó la palabra para advertir que si Ucrania "liberalizaba considerablemente" su régimen aduanero con la UE, el mercado nacional ruso se vería "inundado de bienes con unos precios y una calidad bastante buenos", lo que obligaría a los tres países de la Unión Aduanera a imponer "medidas proteccionistas".

Dos días después, en su discurso anual con motivo del Día de la Independencia, Yanukóvych tomó la réplica y reiteró su deseo de firmar el Acuerdo de Asociación, el cual confería un "importante ímpetu para la formación del Estado europeo moderno". El 28 de agosto Azárov fue más explícito en la defensa de este punto cardinal de la estrategia nacional al urgir a Rusia a "aceptar la realidad" de la firma por Ucrania de los acuerdos de integración comercial con la UE.

El 18 de septiembre el Gobierno Azárov aprobó por unanimidad el borrador del texto del Acuerdo de Asociación, que podría ser firmado dentro de dos meses en la III Cumbre de la Asociación Oriental en Vilna, aunque Bruselas seguía reclamando soluciones para el caso Tymoshenko. Al día siguiente, Putin salió en tromba y, ya con tono de amenaza, volvió a poner sobre la mesa las represalias proteccionistas.

A continuación, Sergey Glazyev, el principal asesor económico del Kremlin, recordó que Ucrania estaba fuertemente endeudada con Rusia, su principal proveedor financiero y socio comercial, y pintó un cuadro catastrofista en caso de firmar Kyiv el Acuerdo de Asociación. "No queremos hacer ningún tipo de chantaje. La decisión corresponde al pueblo ucraniano", arguyó en el foro europeo de Yalta Glazyev, quien vaticinó "desórdenes políticos y sociales" si Ucrania se asociaba a la UE. "El nivel de vida de la población declinará dramáticamente, habrá caos", auguraba el asesor de Putin.

Por si fuera poco, continuaba Glazyev, la rúbrica del Acuerdo de Asociación supondría una "violación" del Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación bilateral entre Ucrania y Rusia (firmado por Kuchma y Borís Yeltsin en 1997). En tal caso, Rusia "ya no podría garantizar el estatus de estatalidad de Ucrania"; en otras palabras, Moscú podría llegar a "intervenir" si las regiones prorrusas del este de Ucrania apelaban directamente a su ayuda para sostener aventuras separatistas.

En octubre, Putin volvió a la carga con nueva declaraciones. El día 8 el presidente, rebajando algo el tono, comentó que el Acuerdo de Asociación podría crear "ciertas dificultades" en el comercio y la cooperación ruso-ucranianos. "Podría producirse algún daño en la esfera económica, pero no tendríamos problemas en el terreno político, de eso estoy seguro", remachó el mandatario desde Bali.

El 24 de octubre Putin añadió que, si se llegaba a aquel escenario, los productos de importación ucranianos desde luego no disfrutarían de los beneficios de la Unión Aduanera, sino que simplemente estarían en la "misma situación" que los de los otros países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ahora, el líder ruso parecía descartar la imposición de sanciones o represalias tarifarias.

Yanukóvych congela la firma del Acuerdo de Asociación bajo las presiones de Moscú
Llegado noviembre, faltando pocas semanas para la Cumbre de Vilna, el presionado líder ucraniano empezó dar muestras de echarse atrás.

Los comentaristas aventuraron que el presidente podría concluir que le merecía la pena meter en el congelador la firma del Acuerdo de Asociación hasta después de las elecciones de 2015, en las cuales podría optar a la reelección con el valioso respaldo de Moscú, aunque en el ínterin tuviera que adherirse sin reservas a la Unión Aduanera, lo que venía a equivaler a saltar al regazo ruso, con todo lo que ello implicaba. Esa hipotética operación, puramente personalista, resultaría para Yanukóvych tentadora pero muy arriesgada, también porque la UE podría cerrar las puertas a Ucrania de manera definitiva.

Lo cierto ahora mismo era que Bruselas seguía exigiendo la liberación de Tymoshenko. La jefa opositora, por el momento, no tenía más horizonte que un nebuloso proyecto de ley que le permitiría salir del país para seguir recibiendo tratamiento médico en el extranjero. Sin embargo, esta alternativa al indulto, fórmula que Yanukóvych parecía haber descartado porque no le apetecía medirse con ella en las urnas dentro de dos años, fue mal recibida por la mayoría oficialista de la Rada.

Entre tanto, las presiones rusas, intensísimas, buscaban hacer mella en la sensible vertiente comercial y empresarial. Además de los chocolates, productos tan dispares como los componentes de gasoductos, los vagones de tren o la carne de vacuno estaban sufriendo serias trabas exportadoras, siempre con pretextos buscados para la ocasión.

El 7 de noviembre los enviados de la UE, el polaco Aleksander Kwasniewski y el irlandés Pat Cox, dieron a la Rada un plazo de una semana para que aprobara la ley que permitiría a Tymoshenko recibir tratamiento médico en Alemania. En el hemiciclo y en la calle, los comunistas de Symonenko por un lado y la oposición liberal, liderada por Arseniy Yatseniuk (jefe del grupo parlamentario de Batkivshchyna) y Vitaliy Klitschko, por el otro, empezaron a movilizarse en serio: los unos exigían a Yanukóvych el a la Unión Aduanera y los otros el al Acuerdo de Asociación.

El 12 y el 13 de noviembre una cascada de pronunciamientos en el oficialismo y su entorno indicó sin ambages que el poder estaba sucumbiendo a las presiones rusas. La Unión de Industriales y Empresarios, cuyo presidente era el ex primer ministro Kinaj, pidió que la firma del Acuerdo de Asociación se retrasara al menos un año para no perjudicar las relaciones comerciales con Rusia y Kazajstán.

Yanukóvych, recién retornado de Rusia, donde había mantenido unas conversaciones confidenciales con Putin sobre las que no quiso dar detalles, respondió a los patronos que "compartía sus preocupaciones sobre la situación del país" y que "leería atentamente sus cartas y sugerencias". Azárov terció para afirmar que él y el presidente harían "todo lo que esté en nuestras manos para normalizar las relaciones económicas con Rusia".

Cumpliendo los pronósticos, el PR, el KPU y los grupos parlamentarios de la oposición no se pusieron de acuerdo sobre la legislación relacionada con Tymoshenko, que no fue aprobada en la fecha convenida. Los enviados europeos decidieron extender su plazo hasta el 19 de noviembre. Tampoco esta vez los diputados pasaron el trámite. El 20, el comisario europeo de Ampliación y Política Europea de Vecindad, el checo Stefan Füle, declaró que la UE estaba decidida a firmar el Acuerdo de Asociación en la cumbre de Vilna, el 28 y el 29 de noviembre

El temido portazo de Yanukóvych a la UE se produjo finalmente, con el consiguiente huracán de reacciones, el 21 de noviembre. Ese día la Rada rechazó aprobar cualquiera de las seis mociones que habrían permitido expatriarse a Tymoshenko, quien acababa de decir que estaba dispuesta a pedirle a la UE que dejara de condicionar la firma del Acuerdo de Asociación a su liberación personal.

Horas después, el Gobierno anunció la suspensión de los preparativos para la firma del Acuerdo. En su lugar, el Ejecutivo, haciendo suya una oferta de Putin, proponía la formación de una comisión tripartita de Ucrania, la UE y Rusia que se encargaría de resolver las disputas comerciales entre las partes. Al emitir el decreto de suspensión, Azárov explicó que el Gobierno obraba así para "asegurar la seguridad nacional de Ucrania".

El viceprimer ministro Boyko, en una justificación que parecía contradictoria, añadió que el país reanudaría los trabajos para la firma del acuerdo europeo "cuando la caída de nuestra producción industrial y nuestras relaciones con los países de la CEI queden compensadas por el mercado europeo". Yanukóvych, desde Austria, contribuyó a la confusión declarativa con el dictamen de que "no hay alternativa ni a las reformas en Ucrania ni a la integración europea"; "vamos por este camino y no estamos cambiando de dirección", afirmó. Desde el otro bando, Vitaliy Klitschko arremetió contra la "vergonzosa" actuación del Gobierno.

Estallido de la protesta opositora y la estéril Cumbre de Vilna
El 24 de noviembre decenas de miles de personas, activistas y simpatizantes de los partidos de la oposición liberal, proeuropea y nacionalista de derechas llenaron el centro de Kyiv para denunciar la drástica decisión de política exterior anunciada por el Ejecutivo, percibida por ellos como una formidable claudicación ante Rusia que hipotecaba la soberanía nacional, y exigir la dimisión del Gobierno Azárov. Los manifestantes eran arengados entre otros por Klitschko, Yatsenyuk y Tyahnybok. Desde la clínica de Járkiv donde se hallaba internada, Tymoshenko se declaró en huelga de hambre indefinida y dirigió mensajes de aliento y unidad a la multitud.

Fue el comienzo de una airada protesta popular, llena de ecos de la Revolución Naranja de 2004 pero con visos de una mayor virulencia, pues junto a los que seguían las consignas de rebelión cívica pacífica, la mayoría, también actuaban personas que, con el rostro cubierto y blandiendo barras metálicas y otras armas improvisadas, se lanzaban contra la policía antidisturbios y amagaban con asaltar edificios oficiales.

El 25 de noviembre Yanukóvych salió por la televisión para instar a la paz y la calma, y para defender su controvertido proceder. La decisión tomada cuatro días antes era ciertamente "difícil", pero también "inevitable", explicó en alusión implícita a los perjuicios que por parte de Rusia acarrearía la firma del Acuerdo de Asociación. Pero: "No hay alternativa a la construcción de una sociedad de estándares europeos en Ucrania. Mi política en este camino siempre fue y seguirá siendo consecuente. Las reformas que realizamos son la confirmación de que vamos por el camino europeo", reiteró.

Desde Bruselas, Van Rompuy y Barroso emitieron un mensaje en el que hacían constar su "firme desaprobación" del papel jugado por Rusia en este conflicto y comunicaban a Kyiv que el Acuerdo estaba "todavía sobre la mesa"; su firma, eso sí, dependía de la "voluntad política" y las "acciones decididas" de los dirigentes ucranianos.

El 26 de noviembre el Gobierno reconoció por primera vez que su homólogo ruso le había solicitado aplazar la firma del Acuerdo de Asociación y que Kyiv esperaba ahora "un trato en mejores términos". "Tan pronto como alcancemos un nivel en el que no sintamos cómodos, cuando se de respuesta a nuestros intereses y cuando estemos conformes con unas condiciones aceptables, entonces hablaremos de firmar", apostilló Yanukóvych.

En estas condiciones se llegó a la Cumbre de la Asociación Oriental en la capital lituana, los días 28 y 29 de noviembre de 2013. En Vilna Yanukóvych planteó a los frustrados dirigentes europeos la idea de la comisión trilateral ruso-ucraniano-europea y puso un precio a la firma del Acuerdo de Asociación.

El presidente pedía exactamente 160.000 millones de euros hasta 2017, una cantidad astronómica (superior, por ejemplo, a las cuantías del primer rescate financiero de Grecia en 2010 y de la ayuda puesta a disposición de la banca española en 2012, paquetes que hacían los 210.000 millones entre los dos) pero imprescindible, de acuerdo con sus cálculos, para adaptar la vulnerable economía ucraniana al libre comercio con la UE y compensarla por las seguras pérdidas comerciales desde el flanco oriental en el crítico período de transición.

Se trataba de un "fondo de estabilización", en palabras de Yanukóvych, que dejaba en infinitesimal los 610 millones de euros de ayuda financiera contemplada por Bruselas, una asistencia condicionada además a la firma de un acuerdo con el FMI.

Van Rompuy y Barroso no aceptaron las exposiciones de Yanukóvych, que abandonó Vilna con las manos vacías. En la Cumbre, dos países de la Asociación Oriental, Georgia y Moldova, inicializaron sus Acuerdos de Asociación. En cambio, las negociaciones con Ucrania, que ya había dado ese paso y por lo tanto iba más adelantada, recibían carpetazo, si bien el diálogo entre Bruselas y Kyiv, como no podía ser de otra manera, seguía abierto. A su regreso a casa, el presidente fue recibido con furia por los manifestantes opositores, que recrudecieron su protesta, cada vez más multitudinaria y agresiva, dándole unos tintes insurreccionales.

El 1 de diciembre cientos de miles de opositores, con ímpetus revolucionarios, se hicieron fuertes en la Plaza de la Independencia de Kyiv, rebautizada Euromaidán, y reclamaron a voz en grito la marcha de Yanukóvych del poder y la caída del régimen de la "banda mafiosa". Las turbas radicalizadas, con numerosos enmascarados armados en sus filas, se hicieron con el control del Ayuntamiento de la capital y, en medio de violentas refriegas con las fuerzas de seguridad, asediaron la sede de la Administración Presidencial. La dramática jornada terminó con graves destrozos y muchas decenas heridos entre manifestantes y policías.


8. Aspectos familiares y personales

Víktor Yanukóvych está casado con Lyudmyla Oleksandrivna, una titulada en ingeniería de la construcción, y es padre de dos hijos, Oleksandr y Víktor. El hijo tocayo, nacido en 1981, pertenece desde las elecciones de 2006 al grupo parlamentario del PR y se ha distinguido por sus campañas para conseguir la cooficialidad del idioma ruso. Su hermano mayor, Oleksandr, es un creso empresario de las finanzas y la construcción.

En las reseñas oficiales se citan como aficiones del presidente ucraniano el tenis, el golf, la caza y la cría de palomas, prácticas que ha conjugado con sus habilidades como piloto de avionetas, paracaidista deportivo y conductor de coches deportivos. Víktor Yanukóvych está en posesión de una serie de condecoraciones estatales y religiosas de Ucrania y Rusia, amén de la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa y la Orden José Martí de Cuba.

(Cobertura informativa hasta 16/12/2013)

Más información

Web de la Presidencia de Ucrania

Víktor Yanukóvych en YouTube

Web del Partido de las Regiones

Nota Internacional CIDOB: "Operación Ucrania" (Carmen Claudín, 12/2013)

Repositorio de noticias de Víktor Yanukóvych en The New York Times

Repositorio de noticias de Víktor Yanukóvych en El País

Repositorio de noticias de Víktor Yanukóvych en The Guardian

Repositorio de noticias de Ucrania en RFE/RL