Reseña de libros | De Bretton Woods a Barack Obama: continuidad y discontinuidad del orden mundial
Reseñas de libros
Moisés Naím. (Prólogo Fernando Henrique Cardoso). Repensar el mundo. 111 sorpresas del siglo XXI. Debate, Barcelona, 2016, 416 páginas. ISBN: 978-84-9992-647-6
Benn Steil. La batalla de Bretton Woods. John Maynard Keynes, Harry Dexter White y cómo se fraguó un nuevo orden mundial. Deusto (Ediciones Planeta), Barcelona, 2016, 544 páginas. ISBN: 978-84-234-2071-1
Tenemos ante nosotros dos obras complementarias que, en ambos casos, combinan de manera coherente y ordenada disciplinas como la economía, las relaciones internacionales, la historia o la geopolítica. Cada una de ellas tiene como objeto de estudio una época histórica bien delimitada desde el punto de vista cronológico. Así, la de Benn Steil alude al periodo anterior a la cumbre de Bretton Woods celebrada en 1944 (y, naturalmente, al desarrollo y a los resultados derivados de la misma), incluyendo un examen detallado de la década de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la de Moisés Naím, la etapa comprendida entre 2009-2015.
En el estilo se aprecian algunas diferencias relevantes ya que mientras la de Naím resulta más dinámica (principalmente porque nos hallamos ante una recopilación de artículos publicados en prensa escrita, lo que exige un lenguaje directo y el manejo de conceptos asequibles para un público diverso en intereses, conocimientos y expectativas), la de Steil emplea en mayor medida el recurso al metalenguaje ya que la economía es una de las áreas principales de su estudio.
La complementariedad procede también de otros motivos. Por ejemplo, por la precisión y el rigor de ambos autores. En efecto, exponen ideas que argumentan, con un interesante trabajo de campo y, sobre todo en el caso de Benn Steil, con un manejo ingente de bibliografía y fuentes, lo que obedece a que su objetivo es en mayor medida académico. De la misma manera, aunque ambos autores vertebran sus obras alrededor de una serie de personajes clave, en la de Moisés Naím se observa una mayor coralidad (Obama, Putin, Chávez, Ahmadineyad o Lula Da Silva). Stein, al respecto, otorga el rol de actores principales a los economistas John Maynard Keynes (británico) y Harry Dexter White (estadounidense), si bien presidentes, primeros ministros y diplomáticos aparecen con frecuencia a lo largo de las más de 500 páginas de que consta el libro.
Con todo ello, es en el contenido donde la complementariedad y la capacidad para relacionar las dos obras se manifiesta en mayor grado. Naím disecciona el panorama mundial que le ha tocado vivir (2009-2015) y aunque lo hace de una manera global, los escenarios regionales (Europa, Estados Unidos, Asia y América Latina) disfrutan de prioridad. Steil, por su parte, efectúa un análisis histórico, pero no se conforma con describir sino que va más allá, estableciendo paralelismos con lo que actualmente acontece en el mundo. A modo de ejemplo, afirma que “aunque hoy en día pueda parecer natural que los gobiernos entren en déficit durante las recesiones para estabilizar la economía, en los años treinta estaba lejos de ser una noción habitual; fue Keynes quien convirtió esta receta en una línea de acción intelectualmente respetable” (p. 132).
Igualmente, la relación (o dialéctica) entre Estados Unidos y China alcanza relevancia en los diagnósticos y veredictos de Steil pues de aquélla se proyectan consecuencias que atañen no sólo a las citadas naciones sino que sus repercusiones resultan globales. De hecho, subraya el aludido autor, afectan a numerosas instituciones internacionales (por ejemplo, las resultantes de Bretton Woods, esto es, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial).
En este sentido, Naím cita las palabras de una de las personalidades que resultaron determinantes en la normalización de las relaciones entre China y Estados Unidos, como Henry Kissinger, para quien “sin una buena relación entre esos países, la civilización tal y como la conocemos actualmente peligra”, añadiendo que “yo no acepto la idea de que China es un país inherentemente agresivo cuya expansión será por la fuerza. Históricamente, ha aumentado su influencia internacional casi por ósmosis, a través de la expansión cultural, y no como lo hacían las potencias europeas, con invasiones y el uso de la fuerza bruta” (p. 258).
Benn Steil se refiere a esta cuestión desde un prisma alternativo, que no antagónico. Para ello señala que en 2005, Zheng Bijian (intelectual chino del Partido Comunista) escribió en Foreign Affairs que el ascenso chino sería pacífico, si bien añade que los socios de Estados Unidos en la región muestran elevadas dosis de cautela hacia tal premisa (p. 493).
Un asunto crucial tiene que ver con la hegemonía y el liderazgo mundial, en el presente y en el pasado. Así, Naím defiende que Estados Unidos seguirá siendo el país más poderoso de la tierra (pero no la potencia única pues sostiene que tal opción debe descartarse, no sólo como característica aplicable a Estados Unidos sino a cualquier otra nación) debido a razones como su demografía (y la capacidad para integrar a los inmigrantes), la fiabilidad de su sistema financiero o la superioridad del binomio fuerzas armadas-tecnología militar. No obstante, avisa sobre la tendencia a sobreestimar el poder de Estados Unidos “y la creencia de que basta con que la Casa Blanca decida intervenir para que los problemas se arreglen o mitiguen” (p. 168).
Esto último no implica debilidad por parte de Estados Unidos, tesis que rechaza Naím, que también desmitifica el poderío de Rusia, señalando que los hándicaps de esta nación no tienen perspectivas de resolverse en el corto plazo. Así, entre las deficiencias de Rusia enumera sus elevadas tasas de mortalidad (resultado de un deficiente sistema sanitario) o el carácter obsoleto de algunas de sus instituciones (el ejército) e infraestructuras claves (puertos, aeropuertos y universidades, (págs. 379-380). Junto a ello, Naím añade otro rasgo general que socava de raíz la supuesta fortaleza de Rusia sobre el mundo occidental: mientras aquélla, en particular durante los sucesivos gobiernos de Vladimir Putin, considera la democracia como “una irritación que se puede burlar”, para Estados Unidos y sus aliados “la democracia es un valor existencial” (p. 329).
Cuando de liderazgo o hegemonía hablamos, los argumentos y expectativas manejadas por Dexter White fueron de naturaleza muy diferente en Bretton Woods. Con los mismos, ilustraba entonces la nueva función que su país comenzaría a asumir en las relaciones internacionales, producto de la inminente división del mundo en dos bloques enfrentados: “el oro de Fort Knox es la razón por la que Estados Unidos se encuentra en una posición envidiable, (…), por la que prácticamente dominamos el mundo financiero, porque tenemos todos los recursos para comprar todas las divisas que queramos. Si Inglaterra, o cualquier otro país, estuviese en esta posición, la historia sería muy distinta” (p. 299). En consecuencia, los roles resultaban nítidamente definidos: Estados Unidos sería acreedor y, consecuentemente, podría fijar las condiciones a los deudores.
Sin embargo, ese nuevo orden mundial derivado de Bretton Woods se halla hoy en día cuestionado por varias razones. Naím, especialmente, se detiene en algunas de ellas y prioriza que el mundo en 2016 nada tiene que ver con el de 1944. En efecto, han emergido nuevos actores (países) y nuevas amenazas (de naturaleza diferente a la que enfrentó a capitalismo y comunismo). Sin embargo, los organismos surgidos en Bretton Woods parecen anclados en el pasado, ignorando esta nueva realidad, de tal manera que, como explica Naím, “ocho de las 24 sillas del consejo de directores del FMI están reservadas a los europeos, entre ellos “superpotencias” como Bélgica y Holanda. En cambio, potencias en ascenso como China, India, Sudáfrica o Brasil están infrarepresentadas” (p.39).
En consecuencia, Estados Unidos retiene hoy en día la escarapela confirmada justo en los años que aborda la obra de Benn Steil. En aquel momento, durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y en particular al término de la misma, consolidó su posición como nación líder dentro del bloque occidental (por ejemplo, garantizado la seguridad de este último a través de la OTAN), al mismo tiempo que se refrendó el declive de Europa iniciado décadas atrás y, más en particular, de Reino Unido, escenario que a Keynes le costó asumir, al igual que a los gobiernos de Clement Attlee (Partido Laborista) y Winston Churchill (Partido Conservador).
Steil explica este fenómeno en los siguientes términos: “la epopeya de Bretton Woods se desarrolló en un momento único e irrepetible de la historia europea. Una superpotencia anticolonial en ascenso, los Estados Unidos de América, utilizó su influencia económica sobre una potencia imperial aliada en estado de insolvencia, Gran Bretaña, para fijar los términos en los que este último país cedería su menguante dominio sobre las reglas y las normas del comercio exterior y las finanzas internacionales. El Reino Unido no tuvo más remedio que cooperar debido a que el imperioso y acuciante objetivo de su propia supervivencia dictó el rumbo que había que seguir” (p. 493). De hecho, durante el desarrollo de Bretton Woods, el gobierno norteamericano le recordó con insistencia al británico que en el nuevo orden de posguerra no había lugar para “los últimos retazos de la gloria imperial británica” (p.28).
En definitiva, dos obras estelares tanto desde el punto de vista de la solvencia científica como de la fluidez y técnica narrativa. Descripción minuciosa y análisis riguroso van de la mano. Ambos autores relacionan pasado con presente, formulando ideas bien fundamentadas sobre temas diversos pero relacionados entre sí, que incitan al lector a seguir el desarrollo futuro de los mismos.
https://doi.org/10.24241/rcai.2016.114.3.246