La reforma del orden internacional: una oportunidad para Europa

Opinión CIDOB_852
Fecha de publicación: 10/2025
Autor:
Antonio Tintoré Vicent, delegado joven de la UE ante el G20
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La imagen de Xi Jinping, flanqueado por Vladimir Putin y Kim Jong Un durante el desfile militar de principios de septiembre en Beijing, ha dado la vuelta al mundo como símbolo de una nueva Guerra Fría. Sin embargo, todavía hay alternativas a este orden bipolar. La Unión Europea puede desempeñar un papel clave si asume un liderazgo proactivo en favor de un multilateralismo renovado y capaz de responder al mundo multipolar. El enfrentamiento en bloques no es inevitable pero, para ello, Europa debe mirar más allá de Occidente y tejer alianzas con el Sur Global.

Hay imágenes que resumen un momento histórico, que capturan el sentido de los tiempos y que se quedan grabadas en la memoria colectiva. El desfile militar en Beijing, conmemorando el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Asia, a principios de septiembre de 2025, nos ofreció una de esas escenas: Xi Jinping, escoltado por Vladimir Putin y Kim Jong Un, con un impecable traje Mao, marcando el ritmo a una veintena de líderes mundiales. 

Esa foto ya es un símbolo. La pregunta ahora es qué relato la acompañará en los futuros libros de historia. Un primer análisis es que China se está erigiendo como líder de una alianza antioccidental. Al mismo tiempo, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha acelerado la erosión del orden internacional. Su administración ha hecho del unilateralismo y la disrupción los ejes principales de la política exterior americana. Así, mientras Estados Unidos se desentiende del sistema que una vez creó, China se presenta, con notable habilidad, como garante de estabilidad, cooperación y desarrollo. En un escenario donde Washington se convierte en la principal fuerza desestabilizadora, Beijing ofrece a muchos gobiernos -autoritarios o no- una alternativa más predecible y atractiva. 

En última instancia, lo que está en juego en las próximas décadas va más allá del dominio militar o económico de unos u otros: está en juego el propio orden internacional. Si la lógica de bloques se impone, el futuro oscilará, como en la segunda mitad del siglo XX, entre una coexistencia hostil y la guerra total. Por ahora, la Historia avanza en esta dirección. En su 80 cumpleaños, la ONU se encuentra en un estado de parálisis casi total, y el entramado normativo e institucional que la rodea pende de un hilo. 

Sin embargo, son mayoría los países que no quieren tener que elegir entre el bipolarismo Estados Unidos-China. En este contexto, Europa -que ocupa un lugar privilegiado en la arquitectura internacional heredada del siglo XX- debe asumir su responsabilidad. No basta con intentar preservar, en vano, el famoso «orden basado en reglas». La Unión Europea tiene que ir más allá y proponer una reforma profunda del orden existente; una revisión del multilateralismo capaz de canalizar la llegada del mundo multipolar. La negativa a reformar estas instituciones, volviéndolas más inclusivas y representativas, no nos protege; simplemente condena al multilateralismo a una angustiosa muerte por abandono. 

Para ello, es preciso tejer coaliciones amplias que trasciendan el marco occidental, ya que plantear la reforma en términos maniqueos -el G7 frente a los BRICS+, u Occidente contra el resto- la condenaría al fracaso. Esta narrativa, además de simplista, resulta contraproducente. Si Europa y sus aliados se atrincheran en una lógica defensiva, los BRICS+ no tendrán más alternativa que avanzar en la construcción de un proyecto paralelo. Por el contrario, si Europa abandera un liderazgo inclusivo y el orden establecido comienza a incorporar muchas de las legítimas reivindicaciones del Sur Global, la utilidad de plataformas como los BRICS+ disminuirá de forma inevitable, erosionando cualquier supuesta alianza antioccidental.

Brasil y Sudáfrica, miembros fundadores de la organización, son también firmes defensores del multilateralismo y se sumarían rápidamente a esta agenda. La India, cuya ausencia en Beijing fue muy sonada, también haría lo propio, buscando preservar su autonomía estratégica y su política de multialineamiento. China, por su parte, ocupa una posición ambigua: pese a sus serias pretensiones revisionistas, ha sido una de las principales beneficiarias del orden liberal y, además, se muestra reacia a asumir riesgos que puedan desestabilizar su ascenso. 

Rusia desempeña un papel muy distinto. De los 5 miembros fundadores de los BRICS+, es el único que se encuentra sobrerrepresentado en el actual entramado multilateral. Por tanto, el régimen de Putin tiene probablemente más que ganar -o menos que perder- en un mundo de anarquía, donde prevalezca la fuerza, que en un futuro multilateralismo más inclusivo y ajustado al equilibrio de poder contemporáneo.

Mas allá de los BRICS+, semejante agenda reformista encontraría numerosos apoyos. La mayoría de la comunidad internacional -y buena parte del Sur Global- no quiere verse sometida a un mundo de enfrentamiento bipolar o a la fragmentación de todo orden. En regiones como América Latina, África, o el sudeste asiático, el respaldo al multilateralismo es notable, aunque aún estamos lejos de interiorizarlo y aprovecharlo 

Para que estos esfuerzos se consoliden, será indispensable reconstruir la confianza entre la UE y el Sur Global. Ambas partes deben superar heridas históricas y acusaciones mutuas de doble rasero. Si bien la UE siente que la invasión rusa de Ucrania ha quedado mayormente impune en el Sur Global, a ojos de estos países, también pesa, y mucho, la falta de coherencia de un Occidente que parece invocar las reglas cuando le convienen, y vulnerarlas o hacer la vista gorda cuando no. Irak, Libia y, hoy, Gaza, son recordatorios presentes. Si quienes diseñaron el orden liberal no lo defienden con coherencia, ¿por qué habría de hacerlo un Sur Global que, además, fue históricamente marginado en su construcción?

Así pues, Europa no debe limitarse a una defensa conservadora del statu quo o de ese anhelado «orden basado en reglas». Tiene la oportunidad -y la responsabilidad- de tender puentes con países del Sur Global, y articular coaliciones amplias en defensa de una reforma profunda del multilateralismo. Al hacerlo, no solo reforzaría su liderazgo, sino que también pondría de manifiesto las tensiones internas dentro de los BRICS+.

Mirando a largo plazo, solo una profunda transformación del multilateralismo permitirá encauzar adecuadamente tanto el auge de China como la llegada de un mundo multipolar. No avanzar en esa dirección supondría abandonarnos a la ley del más fuerte y a un escenario de fragmentación creciente. Es cierto que existen fuerzas estructurales que empujan en esa dirección y que imprimen una fuerte inercia al sistema, pero precisamente por ello se hace más urgente la acción. 

Con Donald Trump en la Casa Blanca, avanzar será complicado. Sin embargo, Europa debe empezar ya a conformar estas alianzas globales, estrechando relaciones bilaterales y apostando por marcos plurilaterales cuando mayores consensos no estén todavía al alcance. Iniciativas con la India, Mercosur, la Unión Africana o los países del Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) van en la buena dirección, pero deben priorizarse y situarse en el centro de la acción exterior europea.  Al fin y al cabo, la Unión Europea es producto y expresión del multilateralismo; su identidad y su futuro están inseparablemente ligados al devenir de este sistema. 

Palabras clave: UE, orden internacional, Sur Global, multilateralismo, multipolar, Occidente, China, Estados Unidos, Gaza, BRICS

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E-ISSN 2014-0843