Conversations with... Miguel Ángel Moratinos. ¿sustituirá al viejo consenso de Washington un nuevo consenso de Pekín?

Conversations with..., num 1
CIDOB’s Conversations with... Miguel Ángel Moratinos. Ministro Español de Asuntos Exteriores y de Cooperación (2004-2010)
Actualmente residente en Doha, donde trabaja como asesor del Programa Nacional de Catar sobre Seguridad Alimentaria y es responsable del lanzamiento de la Alianza Global para las Tierras Secas, Miguel Ángel Moratinos observa la geopolítica global y en particular el Mediterráneo –su verdadera pasión- con el mismo interés y entusiasmo que ha desplegado a lo largo de su carrera como alto diplomático. Aunque, quizás, desde una perspectiva ligeramente diferente. Antes que convertirse en un diputado de a pie en las Cortes Españolas y librar las modestas batallas de la política local, Moratinos ha preferido convertirse él mismo en global al liderar una campaña mundial a favor de una noble causa, la seguridad alimentaria, asunto que se está convirtiendo en uno de los puntos calientes de la agenda global. Con ello, puede rendir servicio a su bien conocida vocación política internacional.
Moratinos ve con esperanza la reelección del presidente Obama –cosa que cree compartir con la mayoría de los ciudadanos del mundo- y, al mismo tiempo, le produce una cierta impaciencia: el presidente reelecto no puede perder (de nuevo) la oportunidad de mostrarle al mundo cómo el liderazgo de los EE.UU. puede ser efectivo en las cuestiones clave de la agenda global: el desarrollo económico, el crecimiento y la democracia (y, por consiguiente, también la seguridad humana). Obama, dice Moratinos, cuenta con todas las capacidades para llevar el rumbo de la política exterior estadounidense: “Si toma las decisiones que se tienen que tomar, será uno de los más grandes presidentes de los EE.UU. Si no lo hace, pasará a la historia como, claro, el primer Presidente Afro-Americano, pero aquél que fue incapaz de proyectar la enorme cantidad de esperanza que puso en movimiento su elección.”
Cuando al Presidente Obama le concedieron el Premio Nobel de la Paz en 2009, surgieron muchas dudas, y ahora ha llegado el momento de demostrar que era un premio merecido. La misión hostórica de Obama no es otra, según Moratinos, que la de colocar a los EE.UU. firmemente en el luego rol que el mundo multipolar exige. El papel de apisonadora ya no sirve: se necesita un nuevo tipo de liderazgo. En consecuencia, hay verdaderamente una gran esperanza tras su reelección, pero también una gran demanda de cambio por parte de unos socios que quieren sentirse orgullosos de seguir siendo aliados de los EE.UU..
Moratinos señala cómo la cuestión de Oriente Próximo fue prácticamente el único tema de política exterior mencionado en el discurso de Obama ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Septiembre 2012 (como también fue el principal asunto tratado en el debate electoral dedicado a la política exterior con el gobernador Romney, que tuvo lugar en Boca Raton). Ello quiere decir, seguramente, que se trata de la mayor preocupación de los EE.UU. en asuntos exteriores. En la ONU, ante una audiencia de 193 países, Obama dedicó tiempo a las muertes de funcionarios americanos en la embajada de Bengazhi, a Irak, Irán y la Primavera Árabe. No mencionó la Unión Europea o México, sino que lo que hizo fue hablar de Oriente Próximo.
De manera que, argumenta Moratinos, si los EE.UU. están genuinamente preocupados por el tsunami de la Primavera Árabe, deberían, y cuanto antes mejor, reconocer plenamente al Estado Palestino. Hay aquí un pecado original: los derechos legítimos de la gente en Palestina son hoy denegados, mientras que nadie en 1948 se opuso a la presentación que David Ben Gurion hizo del Estado de Israel en la Asamblea General de la ONU. Moratinos afirma que: “Si todos estamos de acuerdo en la fórmula de los dos estados, entonces los EE.UU. deberían aprovechar esta oportunidad para reiniciar las conversaciones: nosotros (los EE.UU. y la UE) reconocemos Palestina, ustedes vuelven a las conversaciones y, al hacerlo, trazan el camino hacia el reconocimiento de Israel en el mundo islámico. Ese es el trato, y los EE.UU. deberían liderarlo”.
El señor Moratinos cree que Palestina sigue siendo la piedra de toque y el centro de gravedad –y, por lo tanto, de inestabilidad— de toda la región, y más allá. Las Primaveras Árabes podrán ocurrir y podrán elegirse gobiernos democráticos, pero si Palestina no es reconocida como un Estado genuino, la inestabilidad que afecta a la región entera continuará, y los riesgos irán en aumento. La última, y más reciente, crisis en Gaza (fin de Noviembre 2012) sólo hace que confirmarlo. Si los EE.UU. no hacen lo que deben, perderán el apoyo de los ciudadanos en los países árabes (donde la gente ha tenido y continúa teniendo dudas sobre las verdaderas intenciones norteamericanas). Una cuestión relacionada tiene que ver con la legitimidad de las nuevas elites políticas en el Mundo Árabe, a las que los EE.UU. apoyan como parte de los procesos democráticos que han puesto en marcha las Primaveras Árabes: “En las circunstancias actuales” dice Moratinos “los EE.UU. deben establecer un nivel de garantías democráticas que facilite que las poblaciones implicadas encaren su futuro con una esperanza mayor. Ahora es el momento de apoyar sus aspiraciones sobre el día después del cambio.” Apoyar lo que él llama las “nuevas independencias” será fundamental para el futuro inmediato del Mundo Árabe.
La cuestión es la siguiente: ¿Podrá la segunda administración Obama dedicar su atención a los asuntos de política exterior, o serán los asuntos de política doméstica los que prevalecerán? Moratinos señala que la distinción entre estas dos políticas es ya casi una falacia, pero una falacia que está a punto de perfeccionarse debido a algunos cambios estratégicos de gran alcance que se van a producir a medio plazo: el descubrimiento de enormes reservas petrolíferas en Alaska, sumado a las tecnologías de extracción de gas pizarra, significa que los EE.UU. serán cada vez más autosuficientes en materia energética, hasta convertirse eventualmente en exportadores netos. Consecuentemente, Oriente Próximo será menos relevante geo estratégicamente, y la lógica del cartel de las Siete Hermanas habrá llegado a su fin.
La economía norteamericana, sin embargo, necesita mercados y zonas de influencia en el mundo, y esto implica que la manera en que los EE.UU. se posicionen en los asuntos mundiales importa. Continuará jugando un rol esencial en asuntos de seguridad, continuará siendo el “poder indispensable”. Pero es fundamental saber quién va a determinar la política exterior americana puesto que Obama necesita al lobby Judío para evitar el abismo fiscal.
Se está produciendo un cambio conceptual fundamental, que Moratinos resume de la siguiente manera: “Desde el 11 de Septiembre 2001 el mundo ya no está sometido a los EE.UU., y los EE.UU. deben adaptarse (y se están adaptando) a esta circunstancia. Pero el proceso de reconsideración que está teniendo lugar puede dirigirse o bien hacia el viejo aislacionismo, o bien en la dirección opuesta, hacia una apertura hacia el mundo aún mayor”.
En lo que a España se refiere, la relación es buena. Los EE.UU. se sienten seguros y perfectamente cómodos con su útil aliado –el problema (para España) es que, si no hay nada que llame especialmente la atención, los EE.UU. dan a España por descontada. Aún así, Moratinos piensa que es un poco decepcionante que ningún presidente norteamericano haya visitado España desde hace más de 20 años, ni siquiera con ocasión de los recientes tratados bilaterales . “Ha llegado la hora de que los EE.UU. le hagan un poco de caso a uno de sus aliados más fieles” afirma “ni que sea por una cuestión de simple cortesía”.
Y España, además, puede serle útil y ayudar con América Latina. Los problemas que EE.UU. se ha encontrado en la región derivan del hecho de que los gobiernos norteamericanos de los últimos años han carecido de una política global para América Latina. España puede contribuir, con su experiencia histórica y su perspectiva cultural, a ayudar a los EE.UU. a revertir la sensación de haber estado fuera de juego sobre qué hacer con los vecinos del sur (que es la imagen que queda tras cada cumbre regional, o tras cada visita de estado).
Asia Pacífico, con una alta concentración de mercados emergentes que están viviendo un crecimiento rápido, es hoy la prioridad número uno. Simplemente, no se puede comprender el segundo mandato de Obama sin China y las relaciones entre los dos países, que son fundamentales para ambos, pero también para el resto de las naciones. El mundo del siglo XXI, en cualquier caso, es global, y en un mundo global es un error priorizar una parte por encima de las otras. La nueva teoría de política exterior de Obama, bajo el concepto del “giro hacia Asia”, argumenta Moratinos, es un error si se olvida de la omnipresente interdependencia. Si los EE.UU. son serios sobre su intención de continuar liderando el mundo, deben diseñar una nueva relación con los distintos actores involucrados. Se están formando nuevas asociaciones, como la Alianza del Pacífico en América del Sur, que se conciben como comunidades y que se basan en principios de equidad (unidad a partir de unos principios equivalentes), donde cada miembro tiene la misma prominencia y la misma capacidad de influencia. Lo que aquí importa, afirma Moratinos, es el contenido: “Necesitamos una nueva agenda en la que todos los miembros de la comunidad se sientan involucrados. En las cumbres, ahora hay que hablar en un tono comunitario.”
En lo que a la Unión Europea se refiere (¿se trata realmente del “aliado esencial”?), los EE.UU. al igual que Gran Bretaña, nunca han acabado de entender de qué se trata o qué es lo que quiere. Por un lado, considera que la actuación de la UE no ha alcanzado (todavía) las expectativas que levantó y, por otro lado, sospecha que la UE será (o podrá ser, eventualmente) un serio competidor para los EE.UU. Esta percepción debería cambiar, de acuerdo con Moratinos, porque Occidente no puede sino plantearse objetivos comunes y poner en pie estrategias comunes. Europa ha dejado de ser el centro de gravedad: hoy, los tratados ya no se firman en París o en Viena; viajamos a Doha para negociar la paz o asistir a una cumbre mundial sobre el cambio climático. Occidente debe aparcar su antigua arrogancia y despertarse a la nueva realidad si no quiere caer rápidamente en la irrelevancia. La tradicional actitud occidental de hipocresía, o de “double standards”, debe terminar. Debe cambiar su comportamiento para ser capaz de defender en el tablero mundial una serie de valores (democracia, imperio de la ley, derechos humanos) que costó mucho tiempo, mucho esfuerzo y un arduo trabajo poner en pie.
Medio en broma, medio en serio, Moratinos nos presenta algunos elementos para la reflexión: “El mundo neoliberal está apunto de ponerse de acuerdo en un “Consenso de Pekín” (que vendría a sustituir al viejo “Consenso de Washington”). Ahora bien: ¿Cree usted que el sistema político chino es el sistema justo y abierto que necesita el mundo del siglo XXI? O bien defendemos la democracia, o la globalización se llevará por delante nuestra lucha centenaria en defensa de los derechos democráticos.”
Sí, pero ¿cómo? La respuesta, sugiere Moratinos, consiste en cambiar nuestro modelo de representación, y la manera y el ritmo de nuestra toma de decisiones. Eso como mínimo.