Las ciudades como refugios para la biodiversidad y laboratorios para la resiliencia climática

Opinión 853
Vista de una calle urbana con árboles frondosos y edificios modernos detrás
Fecha de publicación: 11/2025
Autor:
Alicia Pérez-Porro, responsable de Interacción Política y Relaciones Institucionales, CREAF y Ricardo Martinez, investigador sénior en el área de Ciudades Globales, CIDOB
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La biodiversidad urbana ya no es una cuestión secundaria, sino una de las piedras angulares para construir ciudades resilientes. A medida que se intensifican los efectos del cambio climático, las ciudades se están convirtiendo tanto en refugios para la biodiversidad como en laboratorios para la innovación en materia de mitigación y adaptación climática. Las delegaciones que asisten a la COP30 en Belém, puerta de entrada a la selva amazónica, deben tener en cuenta que es urgente armonizar las agendas globales sobre el clima y la naturaleza.

Las negociaciones sobre el clima están recobrando protagonismo ahora que Brasil se dispone a albergar la 30ª Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP30) del 10 al 21 de noviembre de 2025. Pese al creciente impacto del calentamiento global, la reunión de este año se celebra en un contexto de tensiones geopolíticas y reacciones a las políticas climáticas, factores que socavan cada vez más la capacidad del sistema multilateral para emprender acciones colectivas audaces y urgentes. No obstante, esto se topa con los esfuerzos realizados por el país anfitrión de la conferencia de la ONU para revitalizar la cooperación internacional y aumentar el nivel de ambición. Un elemento central de la estrategia de Brasil para atraer la atención en vísperas de la COP30 ha sido la decisión, cargada de simbolismo, de celebrar la conferencia en Belém. Geográfica e históricamente reconocida como la puerta de entrada a la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, Belém acogerá a las delegaciones de la COP30 en una región que pone en primer plano la necesidad imperiosa de vincular la acción climática y la conservación ambiental.

En un mundo cada vez más urbanizado, las ciudades desempeñan un papel fundamental en la intersección de la contribución de la naturaleza a la adaptación y la mitigación climática.1 Son centros de productividad económica y densas concentraciones de población, infraestructuras y bienes, con un interés sustancial en adaptarse a los efectos del cambio climático y mitigarlos. No obstante, al mismo tiempo, las urbes se están convirtiendo progresivamente en refugios para una biodiversidad que, fuera de ellas, se ve cada vez más amenazada. Por tanto, es vital que cambiemos nuestra concepción de las ciudades e integremos las sinergias que se sitúan en la intersección entre la acción climática y la protección de la biodiversidad.

En primer lugar, la naturaleza sigue siendo la tecnología más eficaz para hacer frente a la crisis climática. Los ecosistemas urbanos contribuyen a la mitigación al capturar CO₂ y reducir el efecto isla de calor urbano; y, simultáneamente, intensifican la adaptación al mejorar la calidad del aire, gestionar los cursos de agua y proteger la salud. Se estima que una inversión de un euro en restauración de la naturaleza puede proporcionar un rendimiento de entre ocho y 38 euros, gracias a beneficios más amplios relacionados con la seguridad alimentaria, la salud y el bienestar humanos, y la mitigación y la adaptación climática.

Sin embargo, la capacidad de implementar la restauración de la naturaleza en las ciudades se ve afectada por grandes obstáculos que dificultan la adaptación climática urbana. El primero de ellos es que la financiación sigue siendo extremadamente insuficiente: menos del 5% de la financiación climática global se destina a la adaptación. Pese a esta deficiencia, las ciudades siguen innovando: forman coaliciones, involucran a las comunidades y aprovechan los conocimientos locales para actuar allí donde el liderazgo nacional es insuficiente. La clave para fomentar la capacidad de innovación de las ciudades en materia de acción climática y restauración de la naturaleza es crear un entorno propicio respaldado por una coordinación eficaz entre los distintos niveles de gobierno.

Ejemplo de ello es el caso de Barcelona en cuanto concepción de la ciudad como una compleja red de sistemas interconectados en los que la biodiversidad desempeña una función vital. Su Plan Clima, adoptado en 2024, incluye plantar más de 7.000 árboles, ganar 22 hectáreas de espacios verdes y crear más de 200 zonas de sombra en todos los distritos, junto con medidas para restaurar los ecosistemas fluviales y costeros y prevenir los incendios forestales en el parque natural de Collserola, el principal punto clave de biodiversidad de la ciudad.

No obstante, existen disyuntivas y tensiones en la renaturalización urbana, por ejemplo en torno a la escasez de agua, los usos concurrentes del suelo y la percepción ciudadana de los espacios “salvajes”. En ese sentido, la comunicación al público, la educación ambiental y la gobernanza participativa son esenciales para garantizar que la resilvestración constituye un proyecto civil compartido y no uno meramente estético o elitista. La regla 3-30-300 —vista de tres árboles desde cada casa, tener un 30% de cobertura vegetal en el barrio y un espacio verde a menos de 300 metros— es una referencia práctica para que las ciudades sean más verdes y a la vez más justas.

Mientras el mundo avanza hacia la COP30, la situación estratégica de Belém debería servir de recordatorio oportuno: biodiversidad es resiliencia climática. Los ecosistemas urbanos pueden amortiguar fenómenos extremos, almacenar carbono, mejorar la salud y reforzar la cohesión social, pero, más allá de su valor funcional, representan una nueva ética urbana que reconoce que los seres humanos forman parte de la naturaleza, que no son ajenos a ella. En tiempos de emergencia ambiental e incertidumbre política, invertir en naturaleza en las ciudades es invertir en estar en paz con la naturaleza. Es una apuesta a favor de la coexistencia y de un futuro en el que las ciudades no solo albergan a la mayoría de la humanidad, sino que, además, protegen la red vital de la que esta depende.

Nota:

1- CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) y CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales) aunaron fuerzas en abril de 2025 para debatir sobre la contribución específica de la biodiversidad urbana a la agenda climática global.

 Palabras clave: clima, ciudades, resiliencia, biodiversidad, COP30, Brasil, Belém, adaptación, mitigación, Barcelona

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 E-ISSN 2014-0843