Catherine Connolly

Una veterana diputada independiente pero de perfil progresista y antigua militante del laborismo, Catherine Connolly, de 68 años, resultó triunfadora en la elección presidencial directa celebrada en Irlanda el 24 de octubre de 2025. 

Connolly, que el 11 de noviembre sucede al octogenario Michael D. Higgins, elegido en 2011 y renovado por otros siete años en 2018, derrotó con facilidad a los candidatos de los dos partidos mayoritarios que gobiernan en coalición, el Fianna Fáil del Taoiseach (primer ministro) Micheál Martin y el Fine Gael del Tánaiste (viceprimer ministro) Simon Harris, ambos de centro-derecha. Por ella pidió el voto la oposición al completo: el izquierdista Sinn Féin, los laboristas, los socialdemócratas, los verdes y otros partidos menores. Como resultado, esta psicóloga y abogada de profesión ganó por un margen histórico, el 63,4% de los sufragios, a Heather Humphreys del Fine Gael y a Jim Gavin del Fianna Fáil. 

Aunque el irlandés es un sistema parlamentario y el jefe del Estado, del que se espera neutralidad, no suele inmiscuirse en el curso político, la oposición de izquierda ya ha presentado la victoria por goleada de Connolly como una expresión del malestar de los electores con la gestión del Gobierno Fianna Fáil-Fine Gael, que se remonta a 2020 e incluye la rotación de puestos, y su deseo de un cambio en el Ejecutivo. Los sondeos del momento sitúan en cabeza al Sinn Féin de Mary Lou McDonald.

En Irlanda, el presidente (Uachtarán) tiene unas funciones en esencia representativas, ceremoniales y simbólicas, aunque su condición de "guardián de la Constitución" le reserva ciertas capacidades e iniciativas en el proceso legislativo, que puede adoptar de manera limitada y en circunstancias excepcionales; de hecho, algunas de estas prerrogativas nunca han sido ejercidas. Connolly, evocando los legados de Mary Robinson y Mary McAleese, las otras dos mujeres que presidieron Irlanda entre 1990 y 2011 y a las que no se ha referido de manera explícita, promete ser "una presidenta inclusiva para todos" y una voz para la gente común".

Sin embargo, desde sectores conservadores o moderados se la señala por su historial de críticas ácidas a la UE, la OTAN y Estados Unidos, y por sus convicciones antimilitaristas, propalestinas y proabortistas, tratándose a sus ojos de una radical de izquierda, incluso de extrema izquierda, sin criterios equilibrados y con actitudes anti-establishment que empañará la reputación internacional del país. Motivo de especial controversia han sido sus comentarios sobre el "complejo militar-industrial" que, a su entender, estaría ganando peso en Reino Unido, Alemania y Francia, llegando a compararlo con el rearme de la Alemania Nazi, y sobre el "belicismo" que se estaría apoderando de una UE "con déficit democrático" al socaire de la "horrenda" invasión rusa de Ucrania, de la cual hace a la OTAN corresponsable. Asimismo, estos detractores recuedan sus palabras justificando el Brexit de 2016.

Ella, con un estilo suave y reflexivo a la vez que directo y firme, se describe a sí misma como una mujer socialista, feminista, pacifista, antiimperalista y no religiosa, rasgo este último reseñable en un país donde el 69% de la población se identifica como católica. En su campaña electoral, habló de activismo climático, denostó el aumento del gasto militar en Irlanda y en el conjunto de la UE, tachó de "hipócrita" a la Comisión Europea por su "complicidad" con Israel en el genocidio de Gaza y demandó acciones del Gobierno para paliar el alto coste de la vida y el aumento de las desigualdades sociales. En particular, llamó la atención sobre la crisis de la vivienda asequible, una de las principales preocupaciones de los jóvenes y que está exacerbando el sinhogarismo. Todo ello, por lo demás, en un país pequeño del club de los ricos, que dentro de la UE ostenta la segunda posición en renta per cápita y la primera en la tabla de crecimiento del PIB.

Por otro lado, con su valimiento a ultranza de la reunificación de Irlanda, vista por ella como una "conclusión inevitable", y de la neutralidad nacional en la seguridad y la defensa, más su uso del gaélico como idioma vernáculo además del inglés, Connolly se aproxima a las coordenadas del nacionalismo irlandés. 

(Texto actualizado hasta 4 noviembre 2025).


BIOGRAFÍA

La décima presidenta de Irlanda desde la creación del sistema republicano de gobierno por la Constitución de 1937 (solo en 1949 se hizo oficial el nombre de República de Irlanda, Éire en la denominación en el idioma irlandés o gaélico) procede de una familia trabajadora de la ciudad costera de Galway y se crió con otros 13 hermanos, siete chicos y seis chicas. Toda la prole salió adelante en un barrio de viviendas sociales. Su madre falleció cuando ella tenía nueve años, dejando al padre, un carpintero que construía veleros en un astillero local, a cargo de la familia; sus dos hermanas mayores asumieron gran parte del cuidado de los hermanos menores. Esta experiencia temprana moldeó el compromiso de Connolly con la justicia social, los derechos de la mujer y la igualdad, valores que luego hallaría el ideario del Partido Laborista.

Connolly obtuvo una licenciatura en Psicología por la Universidad de Galway a finales de la década de 1970 y una maestría en Psicología Clínica por la Universidad de Leeds en 1981. Parte de esta formación acaeció en Alemania. Durante seis años trabajó como profesional de su especialidad médica en distintas consultas de la Western Health Board en el condado de Galway. En 1989 se licenció también en Derecho por la Universidad de Galway, de donde pasó a las aulas del King's Inns, la escuela de Derecho más antigua de Irlanda, para convertirse en abogada. Una vez sacado el título en 1991, ejerció la abogacía con una práctica generalista, sobre todo en las áreas de derecho de familia y lesiones personales. En 1992 contrajo matrimonio con Brian McEnery, un profesor de carpintería; la pareja tuvo dos hijos, Brian y Stephen.

Gran aficionada a correr maratones y triatlones, Connolly siguió practicando la abogacía en paralelo a sus cometidos en las filas del laborismo, del que se hizo militante en 1997. Su primera etapa en la política representativa transcurrió en el nivel municipal, sirviendo como concejala en Galway desde 1999 y brevemente como alcaldesa de la localidad entre junio de 2004 y junio de 2005. 

En 2006 Connolly abandonó el Partido Laborista, entonces liderado por Pat Rabitte y situado en la oposición al Gobierno nacional del Taoiseach Bertie Ahern y el Fianna Fáil, enfadada porque no la seleccionaran para acompañar a Michael D. Higgins, antiguo alcalde de Galway y quien la había animado a entrar en política, como candidata a uno de los cinco escaños por la circunscripción de Galway West, que Higgins representaba en el Dáil, la cámara baja del Oireachtas o Parlamento, desde 1987. Sin embargo, permaneció en el Ayuntamiento de su ciudad como concejala independiente. En las votaciones municipales de junio de 2009 fue reelegida por segunda vez y nuevamente en las votaciones de mayo de 2014.

En su etapa de concejal en Galway, Connolly dejó claras sus posturas de izquierda muy críticas con el statuo quo y varios consensos mayoritarios de la política irlandesa. Así, arremetió frecuentemente contra la Unión Europea y su "flagrante agenda neoliberal", llegando a hacer campaña contra las ratificaciones de los Tratados de Niza y Lisboa en los referendos constitucionales de 2001, 2002, 2008 y 2009, un posicionamiento escéptico con la construcción europea del que hasta el día de hoy estar "orgullosa". También, repudiaba cualquier cuestionamiento del estatus de neutralidad de Irlanda, país no miembro de la OTAN, y menudeaba las críticas a la guerra de Irak y otras operaciones militares de Estados Unidos.

Con todo, Connolly no dejaba de ser una política local desconocida más allá de Galway, y su discurso contestatario no tenía eco nacional. La concejala candidateó sin éxito al Dáil, la cámara baja del Oireachtas o Parlamento, en las elecciones legislativas de mayo de 2007 y febrero de 2011. Las segundas votaciones tuvieron lugar bajo el impacto de la debacle de la deuda soberana y el rescate financiero por la UE y el FMI de la insolvente Irlanda, que a cambio hubo de adoptar un severo ajuste estructural. Se trató de dos postulaciones a título de independiente que captaron pocos votos. 

Tras estos fracasos, Connolly, vocera del rechazo a los recortes de austeridad prolongados por el Gobierno de gran coalición entre el Fine Gael del Taoiseach Enda Kenny y el Partido Laborista, se presentó por tercera vez a diputada Galway West en los comicios del 26 de febrero de 2016. Esta vez conquistó el escaño en el Dáil, donde se sentó en el grupo de los independientes no inscritos y pasó a presidir el Comité parlamentario sobre el Idioma Irlandés, el Gaeltacht y las Islas. Gaeltacht es como se llama en Irlanda a las áreas extremooccidentales de la isla donde el gaélico es la lengua vernácula predominante en lugar del inglés, situación idiomática que sin embargo se halla en regresión. La oriunda de Galway era una bilingüe perfecta y siempre que tenía la ocasión, ante una audiencia receptiva, se expresaba en el idioma céltico nativo de Irlanda.

Connolly fue reelegida en las votaciones del 8 de febrero de 2020 y de nuevo en las del 29 de noviembre de 2024. En la segunda legislatura, desde el 23 de julio de 2020, ostentó la vicepresidencia del Dáil, posición nunca antes conferida a un diputado independiente (ni tampoco a una mujer) y que recayó en ella gracias al respaldo del Sinn Féin de Mary Lou McDonald, que con 37 escaños, uno menos que el Fianna Fáil de Micheál Martin y dos más que el Fine Gael de Leo Varadkar, lideraba la oposición al Gobierno compartido de estos dos partidos históricamente rivales pero en realidad poco diferenciados ideológicamente, situándose ambos en el centro-derecha. Entonces, el presidente del Dáil era Seán Ó Fearghaíl, del Fianna Fáil.

(Cobertura informativa hasta 5/11/2025).

 

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