Akihito

Emperador (1989-2019)
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate Arce
El primer emperador del Japón desprovisto de consideración divina, y de cualesquiera atribuciones salvo las estrictamente ceremoniales y simbólicas dispuestas por la Constitución democrática de la posguerra, fue un hombre sobrio y afable que desde su entronización en enero de 1989, tras la muerte de su padre Hirohito, conjugó las expresiones de contacto con el pueblo y los gestos internacionales de compunción por los crímenes cometidos en Asia por el Ejército Imperial japonés entre 1931 y 1945.
Monarca parlamentario, 125º cabeza de una antiquísima dinastía histórica y toda una autoridad en el campo de la investigación biológica marina, el reservado Akihito fue durante años testigo silente de un debate público sobre la conveniencia de modificar la ley para permitir a las mujeres ser emperatrices, cuestión que afectaba al orden tradicional de sucesión y a los derechos dinásticos de dos de sus nietos, la princesa Aiko y el príncipe Hisahito. Sus maneras humildes y sus palabras compasivas, de unidad y aliento para sus paisanos en los momentos de adversidad —como cuando el maremoto de 2011—, y de pacifismo y reconciliación hacia los países vecinos, ayudaron a modernizar y abrir, aunque de manera limitada, una institución tan encorsetada y arcaizante como la Casa Imperial.
En diciembre de 2017 el Gobierno anunció que el emperador, todo un referente moral dentro y fuera de Japón, abdicaría el 30 de abril de 2019 debido a su avanzada edad y su declinante salud. Todo quedó dispuesto para que el monarca, con 85 años y al cabo de tres décadas de reinado, traspasara el Trono del Crisantemo a su primogénito y heredero, el príncipe Naruhito, el 1 de mayo. Tras su renuncia voluntaria, Akihito adquirirá la condición, inédita en dos siglos de historia nacional, de emperador emérito, al igual que su esposa, la emperatriz consorte Michiko. Simultáneamente, el país iniciará la era Reiwa (bella armonía) y dejará atrás la era Heisei (paz universal), expresión que será también el nombre póstumo del emperador (Heisei Tenno).
(Texto actualizado hasta 2 mayo 2019).
BIOGRAFÍA
1. Etapa como príncipe heredero y árbol familiar
Quinto de los siete hijos tenidos por Hirohito (1901-1989), emperador Showa, y Nagako (1903-2000), emperatriz Kojun, sus hermanos son el príncipe Masahito Hitachi (nacido en 1935) y las ex princesas Atsuko Ikeda (1931) y Takako Shimazu (1939), las cuales, de acuerdo con la Ley de la Casa Imperial de 1947, dejaron de ser miembros de la familia imperial al contraer matrimonio morganático. Otras dos hermanas mayores de Akihito, las princesas Shigeko y Kazuko, fallecieron en 1969 y 1989 respectivamente, mientras que una tercera, la princesa Sachiko, murió con unos meses de vida en 1928, cinco años antes de nacer él.
En 1944, el entonces príncipe Tsugu (Tsugu-no-miya) alcanzó la edad para ocupar un rango de oficial en el Ejército Imperial, como era tradicional en la progenie masculina del emperador, pero su padre se opuso a esta posibilidad. Acabada la Segunda Guerra Mundial, el príncipe heredero se sentó en las aulas del Gakushuin, institución educativa de Tokyo altamente elitista y reservada a los hijos de la aristocracia nipona, donde ya había estudiado Hirohito. Esta formación académica completó la recibida en Palacio de preceptores privados de cultura occidental anglosajona y, ya en el plano educativo superior, fue seguida de unas clases en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Gakushuin, si bien el alumno no llegó a diplomarse.
Aunque era príncipe heredero al Trono del Crisantemo desde el momento de nacer, luego de cumplir los 18 años Akihito fue investido formalmente como tal, en una ceremonia que tuvo lugar el 10 de noviembre de 1952. Meses después, en mayo de 1953, el príncipe realizó su primer viaje al extranjero para asistir a la coronación de Isabel II de Inglaterra. Posteriormente, fue presidente honorario de los Juegos Asiáticos de 1958, los Juegos Paralímpicos de 1964, el Congreso de Ciencias del Pacífico de 1966, la Exposición Universal de Osaka de 1970 y la Conferencia Internacional de Pesca en India-Pacífico de 1985, entre otros eventos.
El 10 de abril de 1959 Akihito se desposó con Michiko Shoda, nacida en 1934, hija de una familia de la alta burguesía industrial y la primera consorte imperial no procedente del entorno palaciego en 2.600 años de tradición. El padre de la novia, a la que Akihito había conocido en un partido de tenis, era Hidesaburo Shoda, presidente de la compañía harinera Nishin, el cual había procurado a su hija una educación de impronta católica, si bien la joven no estaba bautizada.
Aunque de elevada condición social, Michiko era plebeya. Ello, y todavía más el hecho de que sus futuros consuegros fueran de fe católica, parece que indujo a la emperatriz Nagako a intentar impedir al enlace entre su hijo y Michiko, si bien prevaleció el visto bueno de su esposo y la Casa Imperial. Los príncipes herederos tuvieron tres hijos, el príncipe Naruhito, nacido en 1960, segundo en la línea de sucesión, el príncipe Fumihito (1965) y la princesa Sayako (1969), quienes adquirieron los títulos, a modo de tratamientos dinásticos alternativos, de príncipe Hiro, príncipe Aya y princesa Nori, respectivamente.
El 9 de junio de 1993 Naruhito, siendo ya príncipe heredero, contrajo matrimonio con Masako Owada, una funcionaria diplomática de 29 años, políglota, licenciada en Economía por la Universidad de Harvard y con estudios de posgrado de Derecho en la Universidad de Tokyo y de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford.
Masako era hija del magistrado y también diplomático de carrera Hisashi Owada, quien fuera secretario privado del primer ministro Takeo Fukuda, viceministro de Exteriores y, luego de emparentarse con la familia imperial, embajador de Japón ante la ONU (una década más tarde, en 2003, Owada padre iba a convertirse en juez del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, corte de la que sería presidente entre 2009 y 2012). Los príncipes herederos Naruhito y Masako tuvieron una hija, Aiko, princesa Toshi, el 1 de diciembre de 2001.
Fumihito, príncipe Akishino, se casó el 29 de junio de 1990 con la estudiante de Psicología Kawashima Kiko y la pareja alumbró a las princesas Mako (1991) y Kako (1994), y al príncipe Hisahito (2006). En cuanto a la princesa Sayako, que venía trabajando como investigadora en un instituto de ornitología, siguiendo el camino tomado por sus tías Atsuko y Takako, renunció a sus títulos dinásticos y abandonó la familia imperial de resultas de su matrimonio, el 15 de noviembre de 2005, con el plebeyo Yoshiki Kuroda, un proyectista urbano a sueldo del Ayuntamiento de Tokyo, de quien tomó su nuevo apellido civil.
2. La figura del emperador: gestos de proximidad al pueblo y de perdón por los crímenes de guerra
El 22 de septiembre de 1988, Akihito, con 54 años, asumió la regencia de hecho por la grave enfermedad de su padre y el 7 de enero de 1989, de manera automática tras su muerte, causada por un cáncer intestinal, a los 87 años, le sucedió formalmente. Comenzó así la era Heisei, expresión traducible por paz universal, en la que el titular del Trono del Crisantemo tenía definidos constitucionalmente una función monárquica sin atribuciones políticas, meramente representativa y simbólica, y un elenco de cometidos protocolarios insertos en el funcionamiento institucional de la democracia parlamentaria.
El 12 de noviembre de 1990, concluido el preceptivo período de luto, Akihito fue solemnemente entronizado en Tokyo, y no en Kyoto, la antigua capital imperial, como el 125º emperador del Japón, de acuerdo con el orden tradicional de sucesión. Debe recordarse aquí que la monarquía nipona no tiene parangón en el mundo porque se basa en una única dinastía histórica, la Yamato, que remonta su origen al legendario emperador Jimmu. Fue este, así lo afirma la tradición, descendiente directo de la diosa shintoísta del sol, Amaterasu Omikami, y el fundador de la nación japonesa en el año 660 a. C.
Hasta la derrota en la Segunda Guerra Mundial y la imposición por Estados Unidos de una Constitución democrática, el emperador o Tenno (rey celestial) gozaba de consideración divina, era literalmente un kami en la Tierra (ikigami, siendo kami el concepto para referirse, singular o colectivamente, a lo numinoso o divino), y su obediencia reverencial alcanzaba la categoría de culto religioso.
De hecho, el hijo del emperador Showa continuó siendo, aunque sólo de manera simbólica y sobreentendida, el cabeza del Shintoísmo, la religión ancestral de Japón. Continuando la costumbre multisecular, el nombre póstumo de Akihito, primer emperador que no recibía aquel tipo de adoración desde el día de su subida al trono (Hirohito había renunciado a cualquier aureola mítica en 1946), sería el de Heisei Tenno.
Hombre de carácter reservado y con inquietudes científicas, Akihito se dio a conocer a sus súbditos como un entendido en taxonomía, ictiología, historia natural y conservacionismo, aptitud y devoción investigadoras que heredó directamente de su padre Hirohito, el cual, tras la guerra, había dedicado muchas horas de su vida al estudio de especies biológicas marinas en su laboratorio instalado en el Palacio Imperial.
Akihito era miembro de la Sociedad Ictiológica del Japón, en cuyo journal publicó varios artículos científicos, y miembro honorario de la Sociedad Linneana y la Sociedad Zoológica de Londres. En 2005 una nueva especie de pez de la familia de los góbidos, en cuya taxonomía Akihito estaba especializado, fue bautizada con el nombre de Exyrias akihito en honor al ictiólogo emperador. Dos años después, los ictiólogos Watson, Keith y Marquet definieron el nuevo género Akihito de góbidos, exclusivo de las aguas dulces del archipiélago de Vanuatu y la isla de Futuna, y formado por dos especies, Akihito futuna y Akihito vanuatu.
Akihito mantuvo la costumbre, inaugurada tímidamente por su progenitor, de acercarse al pueblo, efectuando numerosas visitas y participando en actos por todo el país con el fin de afianzar los vínculos con la Corona y para relajar el hermetismo siempre asociado al Trono del Crisantemo. La pareja imperial visitó varias veces las 47 prefecturas del país y en 1995 acudió a confortar a las víctimas del terremoto de Kobe.
En cuanto a sus también numerosos viajes al exterior, revistieron especial significación los realizados a China en octubre de 1992, primero de un emperador al país de Asia que más padeció las terribles atrocidades, de proporciones genocidas, de la invasión y la ocupación niponas, y al Reino Unido en mayo de 1998, primero desde la visita de Hirohito en 1971 y que suscitó las protestas de las asociaciones de veteranos de guerra, que no olvidaban el salvaje tratamiento (ejecuciones, torturas, inanición, trabajos forzados hasta la muerte) dispensado por los soldados imperiales a las tropas británicas capturadas en las campañas de Extremo Oriente y el Sudeste Asiático.
A finales de junio de 2005, poco antes de conmemorarse el sexagésimo aniversario del final de la guerra, los emperadores se desplazaron a la isla de Saipán, en el archipiélago de la Marianas, territorio de Estados Unidos, donde, en un gesto sin precedentes, rindieron honores a los 60.000 soldados de ambos bandos, civiles japoneses y habitantes nativos que perecieron en la sangrienta batalla librada en este punto del Pacífico en 1944.
Prudente y equilibrado, Akihito, consciente de la consideración de criminal de guerra que su controvertido padre seguía recibiendo de muchas personas en el extranjero, supo ajustar los necesarios pronunciamientos contritos por el ominoso pasado imperial japonés a las drásticas limitaciones que la Constitución imponía a su posición.
Mérito tanto más loable porque algunos de los más importantes políticos del país, incluidos los primeros ministros conservadores Junichiro Koizumi y Shinzo Abe, dieron pábulo al revisionismo nacionalista de derechas, y de paso a encendidas protestas en países como China y Corea del Sur. Así, estos dirigentes del Partido Liberal Democrático hicieron comentarios que cuestionaban o rebajaban la gravedad de los crímenes cometidos por el Ejército Imperial en Asia y realizaron visitas al santuario shintoísta de Yasukuni, donde se rinde tributo a los caídos en todos los conflictos armados que han envuelto a Japón entre 1867 y 1945, incluidos los 14 jerarcas militares y civiles que tras la última contienda mundial fueron condenados por crímenes de guerra y contra la paz.
Expresiones solemnes de pesar por los padecimientos que el expansionismo y el militarismo de Japón habían llevado a los pueblos asiáticos en las primeras décadas del siglo XX fueron dirigidas por el huésped Akihito a Corea del Sur en septiembre de 1990 (cuando transmitió su "profundo remordimiento" al presidente Roh Tae Woo) y octubre de 1996 (ocasión en la que el emperador manifestó su "profunda tristeza"), a Tailandia, Malasia e Indonesia en octubre de 1991, y en octubre de 1992 a China (donde reconoció a sus anfitriones el "gran sufrimiento" infligido a la población entre 1931 y 1945).
En 2015, en el septuagésimo aniversario del anuncio de rendición leído por su padre en la histórica alocución radiofónica del 15 de agosto de 1945, acto que siguió a los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y que supuso el final de la Segunda Guerra Mundial con un coste para Japón de 3 millones de muertos y un país en ruinas, Akihito fue más explícito que nunca en la ceremonia de homenaje a los caídos en la contienda, donde, yendo más allá que el primer ministro Abe, pronunció las siguientes palabras: "Pensando en los tiempos de paz que han perdurado tantos años después de la guerra, reflexionando sobre nuestro pasado y con un sentimiento de profundo arrepentimiento, espero sinceramente que los desastres de la guerra nunca no se repitan".
Por otro lado, el emperador despertó la alabanza en casa por visitar los memoriales de guerra de Tokyo, Hiroshima, Nagasaki y Okinawa. No así el polémico santuario de Yasukuni, ignorado completamente por el emperador, quien se limitó a seguir el boicot iniciado por su padre en 1978.
Días después del catastrófico terremoto y tsunami de marzo de 2011, Akihito pronunció un solemne discurso televisado para enviar a sus afligidos paisanos un mensaje de aliento y unidad en tan difíciles momentos para la nación. El 30 de aquel mes, los emperadores, acudiendo con indumentarias sencillas, se mezclaron sin protocolos y hablaron cálidamente con los damnificados del desastre natural en un centro de acogida de Tokyo, donde estaban instalados 300 evacuados de las prefecturas más castigadas por el seísmo, Fukushima, Miyagi e Iwate.
3. El debate sucesorio y conflictos en la familia imperial
El nacimiento en 2001 de la princesa Aiko suscitó un debate nacional sobre la necesidad de promover una reforma legal que aboliera la legislación sálica vigente desde la Constitución Meiji de 1889 y luego confirmada por la Ley de la Casa Imperial de 1947, permitiendo así a las mujeres sentarse en el Trono del Crisantemo. En su milenaria historia, Japón había tenido ocho emperatrices reinantes, la última de las cuales, Go-Sakuramachi, ocupó el trono entre 1762 y 1771.
Akihito mantuvo una cautelosa reserva ante una cuestión que adquirió máxima relevancia en 2004, cuando el Gobierno Koizumi anunció su intención de abordar una revisión de la Ley de la Casa Imperial con el objeto de equiparar los derechos sucesorios y dinásticos de los príncipes y las princesas. Según encuestas periodísticas del momento, hasta el 80% de los japoneses estaba a favor de esa reforma.
El 20 de enero de 2006, Koizumi, luego de hacerle una recomendación en tal sentido el panel de expertos nombrado en octubre del año anterior por el primer ministro, confirmó la intención del Ejecutivo de enviar a la Cámara de Representantes de la Dieta o Parlamento un proyecto de reforma de la Ley de la Casa Imperial, que también se encaminaría a permitir a las mujeres mantener su estatus monárquico si contraían matrimonio morganático, tal como ocurría con los miembros masculinos. En ese momento, los japoneses seguían con vivo interés el hervidero de informaciones y rumores a que estaba dando pie la en otro tiempo sepulcral familia imperial.
Para empezar, causaba inquietud la situación de la princesa Masako, que llevaba tiempo desaparecida de los actos públicos y se encontraba enclaustrada en palacio. Desde 2003 la esposa del heredero imperial no atendía sus cometidos oficiales. Tras el eclipse de la "princesa triste", señalaron los medios, estaría una depresión mórbida motivada por sus dificultades, o quizá reticencias, para amoldarse al rígido y retrógrado protocolo palaciego, hostil a una mujer de mentalidad moderna y emancipada como Masako, y, tanto o más importante, por las presiones de las que era objeto para que alumbrara un heredero varón.
De hecho, en agosto de 2004 los médicos de la Casa Imperial diagnosticaron a Masako un "trastorno adaptativo", con síntomas de ansiedad y estrés. La antigua diplomática, que ya había rebasado la cuarentena de edad, tenía un traumático historial de embarazos fallidos, inclusive un aborto natural sufrido en 1999. Su suegra también había padecido desórdenes de tipo nervioso, incluido uno bastante agudo, sobrevenido al poco de convertirse en emperatriz; entonces, se dijo que Michiko estuvo incapacitada para hablar durante varios meses.
Ahora, la opinión pública detectaba entre las princesas Masako y Kiko una rivalidad soterrada que tenía su correlato en el enfrentamiento sostenido, en este caso abiertamente, por sus respectivos maridos, los príncipes Naruhito y Fumihito, protagonistas de una insólita trifulca imperial de la que Akihito mantuvo las distancias. Así, el mayor de los hermanos denunció en varios despachos de prensa las "presiones" y "descortesías" de la Casa Imperial para con su esposa, mientras que el hermano menor, también ante los periodistas, recriminó a su deudo que hiciera público su descontento sobre tales temas sin previamente haberlos consultado con el emperador, actitud que calificó de "lamentable".
Un tío de ambos en segundo grado, el príncipe Tomohito de Mikasa, de perfil muy conservador (y fallecido en 2012, siendo de hecho sobrevivido por su padre, el príncipe Tahakito Mikasa, hermano de Hirohito, quinto en la línea de sucesión y muerto en 2016 a los 100 años), magnificó la polémica al salir a expresar su oposición a la abolición de la ley sálica y sugerir a Naruhito que retomara la tradición de las concubinas, si su deseo era engendrar un heredero varón. Esta serie de noticias y pronunciamientos de algunos de sus más importantes miembros abrieron grietas en el proverbial secretismo en torno a las interioridades de la familia imperial, pero no para mostrar un cuadro de armonía o calidez, precisamente.
El 7 de febrero de 2006 el plan de reforma de la Ley de la Casa Imperial que otorgaría a Aiko derechos sucesorios quedó frenado en seco al anunciar la institución que la princesa Kiko, a los 39 años, estaba embarazada de su tercer retoño. Si a Kiko le naciera un niño, la urgencia legal se volatilizaría al quedar asegurado el futuro de la línea sucesoria, tras los eslabones de los príncipes Naruhito y Akishino. El Gobierno paralizó el procedimiento parlamentario hasta conocer el sexo del bebé. Días antes del parto, dos tabloides de la prensa sensacionalista aseguraron que se trataba de un varón, confidencia que el padre le habría hecho a un amigo, el cual a su vez habría filtrado la primicia a la prensa.
No hubo ningún pronunciamiento oficial hasta el día del parto de Kiko, el 6 de septiembre de 2006, cuando se supo que, en efecto, el emperador era por primera vez abuelo de un príncipe: el bebé recibió el nombre de Hisahito. Entonces, el sucesor de Koizumi en la jefatura del Gobierno, Shinzo Abe, un nacionalista conservador partidario de dejar las cosas tal como estaban, pospuso sine díe la reforma de la Ley de la Casa Imperial.
El 3 de enero de 2007, por último, el Ejecutivo informó que su propuesta de reforma quedaba cancelada. En los años que siguieron, Hisahito empezó a ser educado con vistas a su futuro rol de príncipe heredero, circunstancia que, comentaron los periodistas, no contribuyó a mejorar el estado de ánimo depresivo de su tía Masako, quien recibía tratamiento y tomaba medicación.
En abril de 2013 la princesa que un día fuera diplomática y mujer cosmopolita salió de su melancólico encierro palaciego y, por primera vez en 11 años, acompañó a su marido en un viaje al extranjero, una estadía de seis días en Países Bajos para asistir a la coronación del nuevo rey Guillermo Alejandro. En octubre de 2014 Masako, con 50 años, volvió a mostrarse en público con motivo de un banquete oficial ofrecido por los emperadores en el Palacio de Tokyo a, precisamente, los reyes Guillermo Alejandro y Máxima de los Países Bajos.
4. Una abdicación programada
En junio de 1995 a Akihito le fue extirpado un pólipo no maligno del intestino delgado. Ocho años después, en enero de 2003, el monarca superó con éxito una intervención quirúrgica para removerle un tumor canceroso en la próstata. En diciembre de 2008 sobrevino otro accidente de salud, una hemorragia estomacal que obligó al soberano a aligerar su agenda oficial.
Los achaques de Akihito cobraron más relieve a partir de 2011, precisamente cuando la pareja imperial intensificaba sus desplazamientos a raíz del terremoto y tsunami de Tohoku. Aquel año, al monarca le fue diagnosticada una arterioesclerosis coronaria y meses después contrajo una bronquitis que requirió más de dos semanas de hospitalización.
En febrero de 2012 el anciano emperador volvió a pasar por el quirófano para el implante de un bypass coronario, operación que se realizó sin problemas pero que dejó a Akihito lógicamente limitado para cumplir con sus numerosos compromisos oficiales, audiencias y viajes, debiendo el príncipe Naruhito asumir una parte del programa de actos del jefe del Estado. Con todo, Akihito, en mayo de 2012, no dejó de atender la invitación de la reina Isabel II para asistir al banquete de gala con motivo de su Jubileo de diamante.
Los rumores sobre la posible abdicación de Akihito, octogenario ya, cobraron fuerza al iniciarse 2016. En julio de ese año, tras pronunciarse sobre el asunto la televisión estatal NHK, el periódico Yomiuri Shimbun y la agencia de noticias Kyodo, la Agencia de la Casa Imperial salió al paso para desmentir que el emperador tuviera previsto ceder el trono a su primogénito en un futuro próximo y que hubiera preparativos al respecto. Japón no había vivido un episodio de este tipo desde 1817, cuando el emperador Kokaku renunció voluntariamente en favor de su hijo Ninko.
De hecho, la posibilidad de una transmisión del trono en vida del monarca por motivos que no fueran una grave enfermedad incapacitante ni siquiera era contemplada por la Ley de la Casa Imperial. Para hacerse efectiva, una abdicación como las producidas en los últimos años en Países Bajos, Bélgica, España o Qatar precisaría de una reforma que primero tendría que ser discutida por el Consejo de la Casa Imperial, del que formaban parte entre otros dignatarios el primer ministro y el príncipe Akishino, luego elaborada como proyecto de ley por el Gobierno y finalmente aprobada por la Dieta. También cabía la opción de redactar una ley especial solo para cubrir esta contingencia y que no sería aplicable a los futuros emperadores.
Pero el mentís de los portavoces de la Corte no resultó convincente. Los medios de la prensa insistieron en que Akihito estaba completamente decidido a abdicar al saberse falto de fuerzas y que si no se hacía un anuncio oficial todavía era porque antes había que resolver espinosas cuestiones normativas, de procedimiento y de calendario.
El 8 de agosto de 2016 el emperador en persona disipó las incertidumbres con un insólito mensaje televisado de 10 minutos de duración y grabado en la víspera donde, sin llegar a ser explícito, sí dejaba bastante claro su deseo de que se le jubilara del supremo cargo dentro en un horizonte temporal no lejano: "Ya he cumplido los 80 años y ahora, afortunadamente, gozo de buena salud. Sin embargo, cuando considero que mis capacidades declinan gradualmente, me preocupa que pueda resultarme difícil desempeñar mis obligaciones como símbolo del Estado con todas mis fuerzas, como lo he hecho hasta ahora".
La palabra abdicación no fue mencionada en la alocución, la segunda dirigida directamente al pueblo japonés y transmitida por la televisión en 27 años de reinado, pero la sobrevoló en todo momento. "Creo que tenemos que pensar detenidamente qué podemos hacer para dar respuesta a las preocupaciones de su majestad, teniendo en cuenta su edad y la carga que conllevan sus obligaciones oficiales", fue la reacción medida de Abe.
En octubre siguiente, un grupo de expertos nombrados por el Gobierno empezó a estudiar los mecanismos legales que permitiesen la renuncia imperial. El panel se inclinaba por evitar sendas reformas de la Ley de la Casa Imperial y de la Constitución, y por salvar la situación con una legislación especial ad hoc, a fin de no sentar un precedente para futuras renuncias. Los tradicionalistas consideraban que, con la cuestión sucesoria, la prevalencia del príncipe Hisahito sobre su prima la princesa Aiko, no del todo zanjada, en modo alguno convenía realizar reformas legales de carácter permanente que pudieran arrojar más incertidumbre sobre la institución imperial.
En diciembre, Akihito cumplió los 83 y aprovechó la onomástica para expresar su "profundo agradecimiento" porque "muchas personas" hubieran "prestado atención a mis palabras" y estuvieran "pensando sinceramente sobre el tema desde sus respectivas posiciones". Entre febrero y marzo de 2017 los emperadores realizaron su decimoséptimo, y la postre último, viaje al exterior, una visita a Vietnam.
La cuenta atrás para la abdicación, que, según las encuestas, contaba con el apoyo de la gran mayoría de los japoneses, arrancó oficialmente el 19 de mayo de 2017, justo después de saberse que la nieta mayor del emperador, la princesa Mako, tenía planes de casarse con un plebeyo y que por lo tanto, cuando llegara el momento y con arreglo a la ley, perdería su título de realeza. Aquel día, el Gobierno Abe aprobó el proyecto de ley de abdicación solo para el caso particular de Akihito, quien, según los medios locales, podría concluir su reinado y entregar el trono a Naruhito en diciembre de 2018.
El 9 de junio la Dieta aprobó por unanimidad la pieza legal y de paso propuso al Gobierno que considerase la derogación de la ley sálica a fin de conferir a las princesas derechos sucesorios. El 1 de diciembre, por último, el Ejecutivo comunicó que la abdicación tendría lugar el 30 de abril de 2019; al día siguiente, 1 de mayo, Naruhito sería proclamado nuevo emperador, poniendo fin a la era Heisei e inaugurando una era cuyo nombre aún debía decidirse.
El 23 de diciembre de 2018 Akihito, en su octogésimo quinto cumpleaños, se despidió de los ciudadanos con un último discurso oficial en el que volvió a entonar palabras de marcado tono pacifista y moral, y con expresiones de recuerdo de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. El 1 de abril de 2019, faltando un mes para la abdicación, el Gobierno anunció que la era imperial de Naruhito se llamaría Reiwa, expresión inspirada en un poema de la literatura clásica nacional y que debía entenderse por bella armonía. Además, Akihito seguiría recibiendo tratamiento de majestad imperial en tanto que emperador retirado o emérito, Joko, abreviatura de Daijo Tenno.
Akihito está en posesión de más de 70 condecoraciones y honores nacionales, entre los que se citan la Legión de Honor francesa, la Orden de la Jarretera británica, la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, la Orden de la Cruz del Sur brasileña, la Orden del Mérito de la República Italiana, la Orden del Toisón de Oro española, la Orden Mexicana del Águila Azteca, la Orden del Águila Blanca polaca y la Orden del Nilo egipcia. Su elenco de distinciones nacionales lo encabezan el Collar y el Gran Cordón de la Suprema Orden del Crisantemo.
(Cobertura informativa hasta 2/5/2019).
Más información: