Las protestas GenZ212 en Marruecos: «¡Queremos hospitales, no solamente estadios!»
Desde finales de septiembre, la Generación Z marroquí ha salido a las calles para exigir mejoras en sanidad, educación y empleo, y para protestar contra un modelo de desarrollo que prioriza la imagen y el prestigio internacional sobre el bienestar social, generando una brecha entre las expectativas ciudadanas y las prioridades gubernamentales. El movimiento que desafía al poder marroquí se caracteriza por la ausencia de un liderazgo visible y una coordinación digital descentralizada que complica las estrategias represivas empleadas contra oleadas de protestas anteriores.
En agosto de 2025, ocho mujeres fallecieron durante cesáreas en el hospital público Hassan II de Agadir, exponiendo las deficiencias de un sistema sanitario al borde del colapso. El drama desencadenó, el 27 de septiembre, movilizaciones simultáneas en al menos quince ciudades marroquíes convocadas por GenZ212, un colectivo anónimo organizado a través de Discord, TikTok e Instagram. El eslogan que sintetizó la indignación colectiva resultó tan contundente como revelador: «¡Queremos hospitales, no solamente estadios!». La consigna captura el desalineamiento entre las carencias que padece la población y los más de 5.000 millones de dólares que las autoridades prevén invertir en la construcción y renovación de estadios de fútbol para la Copa Africana de Naciones de diciembre de 2025 y el Mundial de 2030, que Marruecos organiza junto con España y Portugal. Los números avalan la gravedad: según la Organización Mundial de la Salud, Marruecos tiene 7,7 médicos por cada 10.000 habitantes, descendiendo a 4,4 en regiones como Agadir.
Los datos de la OMS confirman la precariedad: la cifra de médicos está muy por debajo del estándar recomendado de 25 por cada 10.000 habitantes. Pero la indignación pronto desbordó el ámbito sanitario, evidenciando el desajuste entre prioridades del régimen y necesidades ciudadanas. En educación, Marruecos ocupa posiciones relegadas en rankings internacionales, con tasas de abandono escolar particularmente elevadas en las zonas rurales donde la infraestructura educativa es deficiente y el transporte escolar casi inexistente. El desempleo oficial entre menores de 24 años alcanza el 37,7%, elevándose más para titulados universitarios, mientras que el grueso de los jóvenes pertenece a la categoría NEET (ni estudian, ni trabajan, ni reciben formación). Estas carencias estructurales nutren la percepción generalizada de un modelo de desarrollo que prioriza el prestigio internacional sobre el bienestar social, generando una brecha entre expectativas ciudadanas y políticas gubernamentales.
Las movilizaciones GenZ212 se inscriben en una trayectoria de contestación bajo un mismo patrón: protestas legítimas por agravios socioeconómicos, respuestas estatales que combinan concesiones simbólicas con represión e incapacidad para abordar las causas estructurales del descontento. Existen varios precedentes. El campamento de Gdeim Izik en noviembre de 2010, por denuncias de discriminación y violaciones de derechos humanos, culminó con un desmantelamiento violento que dejó cientos de heridos. El 20-F de 2011 impulsó la reforma constitucional, obteniendo cambios formales que preservaron intactos los fundamentos del poder monárquico. Las protestas de Sidi Ifni en 2016 contra el desempleo terminaron con condenas judiciales para los activistas. Las «revueltas de la sed» de Zagora durante 2017 enfrentaron represión policial y arrestos de menores. El movimiento de Jerada entre 2017 y 2018, tras la muerte de dos mineros que trabajaban ilegalmente en túneles abandonados, desencadenó manifestaciones masivas que el régimen respondió con promesas incumplidas y violencia.
El Hirak del Rif de 2016-2017, surgido tras la muerte de Mouhcine Fikri, representó la contestación más importante de la década anterior a GenZ212, con decenas de miles de rifeños protestando durante meses contra la marginación regional. El régimen puso fin al movimiento con arrestos masivos, juicios militares y condenas severas: Nasser Zefzafi, líder del Hirak, permanece encarcelado tras ser condenado a veinte años de prisión por cargos de «terrorismo», «complot contra la seguridad interior» y «conspiración con actores extranjeros», habiendo sido objeto de torturas según denuncias internacionales. GenZ212 hereda esta memoria colectiva de protestas y represión, pero introduce elementos novedosos que complican las estrategias tradicionales de control del régimen. A diferencia del Hirak del Rif, que contaba con un territorio base y liderazgos identificables, GenZ212 opera simultáneamente en múltiples focos geográficos sin una estructura organizativa definida, complicando así las estrategias clásicas de control autoritario que se fundamentan en la identificación y neutralización de referentes.
Una de las singularidades de GenZ212 radica precisamente en su coordinación digital descentralizada y ausencia de liderazgo visible. El servidor de Discord del movimiento pasó de menos de mil miembros el 18 de septiembre a superar los 130.000 usuarios el 2 de octubre y de 260.000 durante el discurso de Mohamed VI ante el Parlamento, el 10 de ese mismo mes, evidenciando una velocidad de propagación inédita en Marruecos. Los organizadores, que permanecen en el anonimato, insisten en representar a una «juventud libre» cuya única reivindicación es la dignidad y los derechos legítimos de cada ciudadano. Esta narrativa de independencia política constituye una fortaleza y una vulnerabilidad a la vez: complica la institucionalización y permanencia del movimiento, pero también dificulta los intentos del régimen de debilitarlo y desacreditarlo con acusaciones de manipulación partidista. Este rechazo explícito a la instrumentalización política quedó retratado cuando a Nabila Mounib, exsecretaria general del Partido Socialista Unificado, no se le permitió sumarse a una marcha en Casablanca.
La respuesta del régimen ha combinado, hasta el momento, el silencio de Mohamed VI con gestión gubernamental, concesiones simbólicas, y una escalada represiva progresiva. Reproduciendo el patrón durante el Hirak, el monarca no emitió pronunciamiento alguno durante la fase activa de las movilizaciones, preservando la capacidad de la institución para distanciarse de la crisis, eludir responsabilidades y mantener su rol de árbitro. El oficialista Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) publicó el 2 de octubre un informe que, reconociendo el carácter inicialmente pacífico de las protestas, enfatizaba los «actos de violencia graves» y condenaba el intento de asalto al puesto de la Gendarmería en Lqliâa. Al día siguiente, el presidente Aziz Akhannouch declaró la «disposición del gobierno para el diálogo dentro de las instituciones», apelando a sectores moderados dentro de GenZ212 mientras ganaba tiempo. Esta narrativa oficial permite al régimen presentarse como víctima de provocaciones para justificar una eventual escalada represiva y, simultáneamente, argumentar que la ausencia de representantes identificables del movimiento imposibilita cualquier diálogo, al no saber con quién ni sobre qué negociar
Según el Ministerio de Interior, 409 personas fueron arrestadas durante las manifestaciones, aunque fuentes independientes elevan la cifra. El balance oficial establece 354 heridos, de los cuales 326 serían miembros de las fuerzas de seguridad, además de numerosos daños materiales. El episodio más grave tuvo lugar la noche del 1 de octubre en Lqliâa, donde la Gendarmería Real abrió fuego contra manifestantes que intentaban asaltar una comisaría. El resultado fue la muerte de dos personas, elevando el CNDH la cifra a tres. Un vídeo difundido en redes mostró a un estudiante de 19 años siendo atropellado deliberadamente por un furgón policial, requiriendo la amputación de una pierna. Este incidente provocó nueva indignación que obligó al gobierno a reunirse de emergencia. Las concesiones se limitaron a gestos simbólicos: la destitución del director del hospital de Agadir y varios responsables sanitarios regionales, y un reconocimiento implícito de fallos sin asumir deficiencias estructurales del sistema.
Esta dinámica evidencia el «constitucionalismo autoritario» del régimen desde 2011. La carta magna, presentada como respuesta al 20-F, introdujo elementos formalmente democratizadores que preservaron las prerrogativas monárquicas esenciales. Los artículos 28 y 29 garantizan libertad de expresión y reunión pacífica, derechos que el régimen viola mediante represión. Los artículos 55 y 56 establecen que el rey «define las orientaciones de política» y «conduce la política exterior», concentrando en Palacio «dominios reservados» (defensa, interior, justicia, política exterior, religión) al margen del control gubernamental. GenZ212 evidencia el fracaso de las promesas de 2011, revelando la brecha entre diseño formal y comportamiento real. El presidente, Aziz Akhannouch, encarna esta contradicción: oligarca con una fortuna estimada en 1,6 mil millones de dólares, jefe del gobierno y alcalde de Agadir, su trayectoria ilustra la fusión entre poder político y económico que alimenta la percepción de corrupción y capitalismo de connivencia. No sorprende que GenZ212 reclame su dimisión, profiriendo cánticos como «fuera Akhannouch» durante las manifestaciones, llamando a repetir el boicot de 2018 contra empresas de este y otros patronos próximos a Palacio.
Los escenarios futuros resultan inciertos. El más probable a corto plazo es el agotamiento gradual combinando represión policial, ausencia de concesiones, falta de estructuras duraderas y fatiga de los participantes. La vuelta a rutinas académicas dificulta la intervención continuada en protestas prohibidas, elevándose los costes individuales de participación. En este caso, GenZ212 se diluiría como movimiento activo en las calles, permaneciendo latente como red y memoria colectiva susceptible de reactivación ante detonantes futuros. Un escenario alternativo, menos probable, implicaría la radicalización en caso de una represión excesiva que generase más mártires, o si nuevas crisis sanitarias o económicas validan las denuncias, o si la convergencia con otros descontentos (como el rechazo a la normalización con Israel) amplifica las demandas. Un tercer escenario de reformas sustantivas en sanidad, educación y empleo juvenil resulta improbable dadas las restricciones fiscales, y los compromisos presupuestarios con el Mundial y los intereses de élites que se benefician del statu quo.
Es probable que el régimen opte por la estrategia que históricamente le ha dado mejor resultado: concesiones limitadas, adecuada gestión narrativa de la contestación, y represión calibrada, apostando por su capacidad de supervivencia con adaptaciones incrementales que preservan la esencia del poder monárquico. Sin embargo, el interrogante que plantea GenZ212 resulta estructural: ¿hasta cuándo puede sostenerse un modelo que combina apariencias democráticas con prácticas autoritarias sustantivas, frente a una juventud digitalmente empoderada, imponente en lo demográfico y excluida de los beneficios del desarrollo? El 10 de octubre, cuando las movilizaciones ya mostraban signos de agotamiento, Mohamed VI compareció al fin ante el Parlamento exhortando al gobierno a acelerar las reformas sociales. Las movilizaciones permanecen en suspenso, pero la insatisfacción resta intacta. Los hospitales seguirán colapsando ante grandiosos estadios, y ante una juventud que ha demostrado su capacidad para articular una contestación que el régimen no puede ignorar ni neutralizar completamente sin comprometer la imagen de modernidad que tanto esfuerzo le ha costado cimentar.
Palabras clave: Marruecos, protestas, jóvenes, GenZ212, desarrollo, contestación, agravios, reformas, represión, Hirak, constitucionalismo autoritario, Mohamed VI
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E-ISSN 2014-0843