Las viejas trincheras condenan a Europa a ocupar un segundo plano en la nueva economía

Europa cuenta con bazas a su favor para situarse a la cabeza en la carrera por la hegemonía mundial, pero corre el riesgo de acabar relegada al pelotón por culpa de la fragmentación del mercado interior, un lastre histórico que debilita su poder negociador y amenaza con llevar su capacidad de innovación al carril de desaceleración. A la UE se le han quedado importantes tareas en el tintero porque, como recuerda Víctor Burguete, investigador sénior de CIDOB, cada Estado miembro es independiente, tiene un electorado propio y responde a sus intereses. Alude a la Unión Bancaria: «Han pasado más de diez años y sigue sin completarse porque priman los intereses nacionales. Por ejemplo, como Italia tiene una deuda muy elevada, se opone frontalmente a las Cláusulas de Acción Colectiva».  «Ante la aparición de crisis –comenta- somos capaces de progresar un poco, pero enseguida volvemos a caer en lo mismo. No hay más que ver la falta de avances en la interconexión eléctrica o gasista de España con el resto de Europa, bloqueada por Francia». Burguete no pasa por alto que a la pregunta de qué hacer, Europa tiene la respuesta, pues los informes Letta y Draghi arrojan recetas para revertir el declive a través de transformaciones en el área de innovación, descarbonización y seguridad económica. 

 

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