Sin llegar a la cincuentena de edad, Naftali Bennett, casado y padre de cuatro hijos, marca un salto generacional considerable en la sucesión de inquilinos de la residencia oficial Beit Aghion, si bien sus ideas políticas y religiosas se mueven en coordenadas más bien tradicionales. Si el 22 años mayor Netanyahu fue el primer jefe de Gobierno nacido después de la independencia nacional en 1948, él se trata del primero nacido después de la Guerra de los Seis Días de 1967. Por otro lado, es también el primero tocado con la kipá, pequeña gorra ritual que los judíos devotos llevan en todo momento. Su trayectoria personal, siguiendo la secuencia milicia-negocios-política, no es ninguna rareza en la escena israelí.
Hijo de judíos estadounidenses de raíces ashkenazíes y convicciones ortodoxas, Bennett nació y creció en la costera Haifa. Desde 1990 sirvió en unidades de élite (reconocimiento, infiltración y eliminación en territorio enemigo) de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) y tomó parte en varias misiones de tipo comando durante las Intifadas palestinas y el conflicto con Hezbollah en el sur de Líbano. En 1996, al poco de protagonizar un polémico hecho de armas en el curso de la
Operación Uvas de la Ira (fue acusado de provocar, con su petición de fuego de cobertura para neutralizar a unos francotiradores que disparaban a su pelotón, la masacre de Qana, el bombardeo artillero por las FDI contra unos barracones de la ONU con el resultado de más de 100 civiles palestinos muertos), concluyó el servicio activo con el grado de mayor y se puso a estudiar Derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Sin embargo, hasta 2006 retomó esporádicamente el uniforme para unirse a operaciones de combate, a las que era llamado en calidad de oficial reservista. Esta parte juvenil de su currículum, un potente capítulo militar, la comparte Bennett con varios de sus predecesores en el cargo, empezando por Netanyahu.
En 2000, una vez titulado en Derecho, Bennett se instaló en Nueva York para abrirse camino como empresario informático, concretamente en el área del software antifraude en Internet. La aventura americana discurrió con éxito. En 2005 el soldado en la reserva vendió la
start-up de ciberseguridad de la que era socio fundador, Cyota, a la compañía RSA Security por 145 millones de dólares y luego siguió amasando una fortuna como director ejecutivo de la empresa israelí Soluto, especializada en servicios de nube (en 2013, luego de ser nombrado ministro, Bennett iba a venderla a su vez, sacando 120 millones de la operación), y como inversor privado en el sector tecnológico.
Bennett se introdujo en el mundo de la política de la mano, precisamente, de Netanyahu. Fue en octubre de 2006, al poco de participar en la guerra de Líbano, cuando el nuevamente jefe del Likud, y de paso líder de la oposición al Gobierno del partido Kadima de
Ariel Sharon y
Ehud Olmert, le contrató como su jefe de gabinete. El compromiso de Bennett con el Likud no duró mucho. En febrero de 2008 dejó a Netanyahu, quien un año después iba a retornar triunfalmente al Ejecutivo, y en enero de 2010 fue nombrado director general del Consejo Yesha, principal organización de los asentamientos de colonos judíos. Aquel mismo año, el próspero inversor empresarial ratificó su compromiso con la expansión colonial de Israel y el sionismo de matriz religiosa poniendo en marcha el movimiento sociopolítico Mi Israel (Yisrael Sheli), en la práctica un lobby prosionista muy activo en Internet, en compañía de la joven ingeniera de software Ayelet Shaked.
Juntos, arremetieron contra el Gobierno Netanyahu por no poner a pleno rendimiento la maquinaria de ampliación de asentamientos en Jerusalén oriental así como en Judea y Samaria (es decir, la Cisjordania ocupada), y por someterse a la demanda de Estados Unidos de congelar la construcción de nuevas colonias. Más aún, Bennett y Shaked, en lo sucesivo inseparable compañera de proyectos políticos, exigían la anexión sin contemplaciones de no menos del 61% del territorio cisjordano ocupado desde 1967. En cuanto a la futura conversión de la Autoridad Nacional Palestina surgida de los Acuerdos de Oslo en un Estado soberano, por muy achicado que este fuera, les parecía un escenario inaceptable.
DE LA CASA JUDÍA A LA NUEVA DERECHA Y ELENCO DE CARGOS MINISTERIALES
Era cuestión de tiempo que la ferviente promoción por Bennett de la tesis ultranacionalista del Gran Israel (Eretz Yisrael) desembocara en una militancia partidaria coherente con ese planteamiento. A su juicio, el Likud de Netanyahu estaba lejos de encarnar tales ideales del sionismo maximalista. El momento llegó en 2012, cuando el empresario desembarcó invitado en La Casa Judía (HaBayit HaYehudi), formación exponente del judaísmo ortodoxo nacionalista y sucesora en 2008 del Partido Nacional Religioso (Mafdal). Situado en la extrema derecha del espectro ideológico y desde el punto de vista de la fe adherido a la ortodoxia moderna, sin el dogmatismo o el purismo de la ultraortodoxia haredí, HaBayit HaYehudi, un partido envejecido, pasaba por un pésimo momento electoral y solo tenía tres diputados en la Knesset. Uno de sus dirigentes, Daniel Hershkowitz, era ministro de Ciencia y Tecnología en el Gobierno Netanyahu.
Tras arrebatar el liderazgo del partido al veterano Zevulun Orlev en una elección primaria el 6 de noviembre, Bennett, presentado por la prensa nacional como uno de los políticos más carismáticos del momento, se puso manos a la obra para revitalizar y ensanchar la base electoral de La Casa Judía, buscando atraer a votantes de perfil nacionalista pero secularizados, con mentalidad moderna y de generaciones más jóvenes. Israelíes que, como él, eran profesionales urbanitas que no formaban parte en realidad del movimiento de colonos, ni tampoco estaban en grupos religiosos ortodoxos cerrados a la sociedad. A la vez, Bennett consiguió agrupar en torno suyo a los micropartidos ultraderechistas Moledet y Tkuma, hasta entonces miembros de la alianza cuatripartita Unión Nacional.
La nueva estrategia dio sus frutos: en las elecciones legislativas del 22 de enero de 2013 La Casa Judía triplicó sus votos, hasta el 9,1%, y cuadruplicó sus escaños, hasta la docena, saltando a la cuarta posición en la Knesset. Se situó únicamente por detrás del Partido Laborista (Avoda) de Shelly Yachimovich, el nuevo partido centrista Hay Futuro (Yesh Atid) del periodista
Yair Lapid y el Likud, ahora coaligado con Nuestra Casa es Israel (Yisrael Beiteinu), la opción de la extrema derecha no religiosa que lideraba
Avigdor Lieberman.
Debutante en la Knesset, no sin antes renunciar, obligado por la ley, a la ciudadanía estadounidense heredada de sus padres, el 18 de marzo de 2013 Bennett se estrenó asimismo en el Gobierno israelí y a lo grande, portando la triple cartera de Economía, Servicios Religiosos, y Jerusalén y Asuntos de la Diáspora. Fue su inopinado reencuentro con Netanyahu, quien pasando página a la ruptura de 2008, producida en circunstancias no aclaradas, le confió la gestión de justamente las áreas más asociadas a su persona. Adicionalmente, La Casa Judía recibió los ministerios de Vivienda y Construcción (que incluía el siempre sensible capítulo de las colonias), para Uri Ariel, y de Asuntos de los Pensionistas, para Uri Orbach. Además del Likud, Yisrael Beiteinu y HaBayit HaYehudi, participaban en el Gabinete el Yesh Atid de Lapid y Hatnuah, el partido centrista fundado por la ex viceprimera ministra y ex ministra de Exteriores
Tzipi Livni.
De inmediato, Bennett se distinguió como uno de los miembros más influyentes y dinámicos del tercer Gobierno Netanyahu de coalición. En su seno entabló una doble competición, la primera amistosa, con Lapid, ministro de Finanzas y como él figura ascendente de la política israelí dotado un excelente gancho electoral, y la segunda decididamente hosca, con Lieberman, el ministro de Exteriores. Marcadas diferencias ideológicas al margen, Lapid y Lieberman eran dos políticos laicos a los que desagradaban las expresiones de sectarismo confesional. Bennett no tenía nada de centrista, pero estableció con Lapid una sólida relación personal de mutuos respeto y admiración.
El triple ministro articulaba dos discursos bien perfilados. Bennett, por una parte, hablaba de reconstruir la sociedad israelí sobre una nuevas bases éticas, patrióticas y no sectarias, procurando integrar a los sectores religiosos y seculares. Esto pasaba por abolir la exención militar de los estudiantes ultraortodoxos e incorporar al segmento de población haredí, esto es, los judíos observantes estrictos, a la economía productiva.
Por otro lado, el militar en la reserva no escondía su nacionalismo expansionista; es más, lo expresaba con palabras incendiarias, y también con hechos. Así, reclamaba la anexión inmediata del 61% de Cisjordania, la llamada Área C, no transferida aún a la autonomía palestina, para sepultar para siempre los "obsoletos" Acuerdos de Oslo; se oponía frontalmente al Estado palestino porque este estaría controlado por "terroristas", terroristas a los que, lejos de liberar, había que "matar"; se aseguraba de que el ritmo de la construcción de asentamientos de colonos no aminorase; y de cuando en cuando amenazaba con abandonar el Gobierno si Netanyahu se plegaba negociar con la OLP sobre la base de las fronteras de 1967, llegando a calificar de "suicidio" la reanudación, a la postre fugaz, de las conversaciones con el Gobierno de Ramallah en 2013. Tal como él lo veía, ni siquiera podía hablarse de "ocupación" de Cisjordania, ya que en el territorio nunca había habido un Estado palestino. Sin embargo, en las actuales áreas A y B, controladas en mayor o menor grado por la Autoridad Palestina, podía y debía establecerse un autogobierno viable con la ayuda de inversiones israelíes, argüía.
Bennett, y con este punto replicaba a quienes, desde la izquierda, le acusaban de ser un chovinista racista, admitía la concesión de la ciudadanía a los cerca de 100.000 palestinos que vivían en el Área C de Cisjordania, aunque al mismo tiempo defendía la nacionalidad estrictamente judía del Estado de Israel. Como responsable de Economía, donde advocaba un capitalismo poco regulado y sin distorsiones del libre mercado, Bennett se mostraba preocupado por mitigar, mediante la diversificación comercial, el riesgo de boicots y sanciones europeos a Israel, medidas que según él delatarían sentimientos "antisemitas".
En las elecciones legislativas del 17 de marzo de 2015, anticipadas por Netanyahu al despedir a los ministros Lapid y Livni en el contexto de la trifulca sobre la posibilidad de declarar a Israel el Estado-nación del pueblo judío, La Casa Judía perdió cuatro escaños y cayó a la sexta posición. El 14 de mayo siguiente, Netanyahu formó su cuarto Gobierno, donde Bennett continuaba como ministro de Asuntos de la Diáspora y además tomaba el Ministerio de Educación. Ayelet Shaked fue nombrada ministra de Justicia. Una de las primeras disposiciones de Bennett en su nuevo departamento fue prohibir a las escuelas invitar a ONG israelíes que difundieran mensajes críticos con la actuación de las FDI en Cisjordania.
En noviembre de 2018 Avigdor Lieberman dimitió como ministro de Defensa en desacuerdo con la decisión del Gabinete de declarar un alto el fuego en Gaza, escenario del enésimo estallido de violencia entre las FDI y la organización palestina radical Hamas. Al punto, su gran rival, Bennett, se ofreció a Netanyahu para ocupar el puesto, desde el que él no vacilaría en aplicar contra los palestinos una política de seguridad enérgica basada en la consigna de "disparar a matar" a cualquier persona hostil a Israel, ya fuera adulto o niño, recalcó. El primer ministro, sin embargo, prefirió tomar él mismo la cartera de Defensa. Desairado, Bennett anunció que daba portazo al Gobierno, pero inmediatamente se retractó. A cambio, el 29 de diciembre, el ministro de Educación, secundado por su principal lugarteniente, Ayelet Shaked, dio el impactante paso de escindirse de La Casa Judía para fundar su propia agrupación, de nombre Nueva Derecha (HaYamin HeHadash). Bennett justificó su movimiento por la necesidad que había de ofrecer al electorado judío una plataforma nacional-derechista nítidamente distinta del Likud, según él propenso a sucumbir a actitudes de "izquierda", y comprometida con forjar una "verdadera asociación" entre los sectores laicos y religiosos de la sociedad israelí.
Nueva Derecha tuvo un debut nefasto en las elecciones legislativas del 9 de abril de 2019: con el 3,2% de los votos, no consiguió ningún escaño y Bennett se quedó fuera de la Knesset. Sin embargo, siguió siendo ministro de Educación y de la Diáspora por unas semanas más, mientras Netanyahu intentaba formar el que había de ser su quinto Gobierno desde 1996. Aunque con una ligerísima ventaja en votos, el Likud había empatado en los 35 escaños con Azul y Blanco (Kahol Lavan), la nueva coalición centrista animada por Benny Gantz y que reunía a los partidos Resiliencia de Israel (Hosen L'Yisrael) de Gantz, Hay Futuro (Yesh Atid) de Yair Lapid y Telem de Moshe Yaalon. Al terminar mayo, Netanyahu se resignó a reconocer su incapacidad para articular un Gabinete y el electorado fue convocado a nuevas votaciones para septiembre. Solo cinco días después de la autodisolución de la Knesset, el 4 de junio, Netanyahu cesó súbitamente a Bennett y a Shaked de su Gobierno en funciones. En los meses siguientes, las peripecias de Bennett se confundieron con el tremendo alboroto instalado en la política israelí
A los comicios del 17 de septiembre de 2019 Bennett se presentó con la coalición Hacia la Derecha (Yamina), donde Nueva Derecha tomaba como socios a su anterior colectividad, La Casa Judía, ahora liderada por Rafi Peretz, y a la Unión Nacional-Tkuma, el partido sionista ortodoxo de ultraderecha de Bezalel Smotrich. La nueva configuración cosechó, con el 5,9% de los votos y siete escaños, unos resultados más bien mediocres, aunque el tándem Bennett-Shaked se aseguró su retorno a la Knesset. En cuanto a los partidos mayoritarios, el Likud y Azul y Blanco continuaron a la par, esta vez con un escaño más para el segundo. El 10 de octubre, mientras Netanyahu y Gantz trataban infructuosamente de deshacer el impasse parlamentario, Bennett anunció la disolución de Yamina. Era una acción pactada de antemano, para que los partidos integrantes pudieran formar facciones propias en la Knesset, si bien seguían vinculados.
El 8 de noviembre, en otra noticia sorpresa, Netanyahu accedió por fin a entregar el Ministerio de Defensa a Bennett. Al parecer, se trataba de una jugada estratégica del primer ministro en funciones, quien buscaría así apartar a su antiguo protegido de un potencial entendimiento con Gantz en perjuicio del Likud. Llegado diciembre, la deserción de nuevas candidaturas a primer ministro empujó a la Knesset a aprobar su disolución y a convocar elecciones para el 2 de marzo de 2020, las terceras en menos de un año.
El nuevo examen electoral llevó a Bennett a resucitar Yamina. Otra vez, cundió la decepción, al retroceder la coalición derechista al 5,2% de los sufragios y perder un escaño. Para Netanyahu, en cambio, el panorama tomó un cariz más posibilista porque su partido consiguió deshacer el empate con Azul y Blanco. Dos meses después, culminando una secuencia de sobresaltos y urgidos por la emergencia de la COVID-19, Netanyahu y Gantz presentaron un Gobierno de unidad y con mando alternante que no contaba ni con Yamina ni con Yesh Atid. Así las cosas, el 17 de mayo de 2020 Bennett hubo de entregar el portafolio de Defensa a Gantz, persona tanto o más cualificada que él para llevar el departamento por cuanto se trataba de un ex general y ex comandante en jefe de las FDI. A continuación, Bennett, desde la oposición, encajó la salida de Yamina de La Casa Judía, que había aceptado llevar el Ministerio de Asuntos de Jerusalén (entregado por Netanyahu a su líder, Rafi Peretz), y los murmullos de descontento de la Unión Nacional-Tkuma, que podría seguir sus pasos.
(Cobertura informativa hasta 1/6/2020)