1. Un joven aspirante tory de buena familia 2. Meteórica ascensión al liderazgo de los conservadores3. Líder de la oposición a los gobiernos laboristas favorecido por los sondeos4. La campaña electoral de 2010: el desgaste de Brown y el factor Clegg5. Triunfo sin mayoría absoluta y alianza de gobierno con los Liberales Demócratas
1. Un joven aspirante tory de buena familia
La familia del líder conservador británico hunde sus raíces en la burguesía mercantil escocesa y la aristocracia inglesa. El padre, Ian Donald Cameron, nacido en 1934, es un corredor de bolsa y agente inmobiliario retirado, hijo y nieto de operadores bursátiles también. La madre, Mary Fleur Mount, es hija de sir William Malcolm Mount, teniente coronel del Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial y segundo barón de un linaje, los Mount, que ha dado varios parlamentarios del Partido Conservador y tiene su solar en el condado de Berkshire.
Resulta que Cameron es descendiente directo del rey Guillermo IV (1830-1837) a través de una hija ilegítima concebida por este monarca de la casa de Hannover con una actriz. Los genealogistas han hallado que el político está lejanamente emparentado con la actual reina,
Isabel II, de la que sería primo en quinto grado con dos generaciones de diferencia. Cameron tiene tres hermanos, Allan, Tania y Clare. El niño nació en Londres, pero creció en Peasemore, Berkshire. Su educación escolar fue de lo más selecta: empezó en la Heatherdown Preparatory School de Winkfield, un centro de Berkshire que por lo general no admitía a más de 90 alumnos y donde coincidió con el príncipe Eduardo, el hijo menor de la reina, y después pasó a Eton, el más famoso colegio privado del país, alma máter de un sinfín de primeros ministros, miembros de la realeza, personalidades de la cultura y mandos militares.
Un grave infracción de las normas del
college, el consumo de porros, por la que fue castigado con copiar textos en latín y la prohibición de salir del recinto escolar, no le impidió aprobar los exámenes finales, que le cualificaron para ingresar en 1985 en la Universidad de Oxford. Allí se convirtió en miembro del
Bullingdon Club, un superexclusivo club de banquetes estudiantiles con una "infame" reputación de excesos y gamberrismo. Antes de asentarse en el Brasenose College, Cameron invirtió unos meses en tomar contacto con la actividad política en la Cámara de los Comunes gracias a un trabajo de documentalista que le proporcionó su padrino Tim Rathbone, parlamentario conservador por Lewes y ex alumno de Eton, y en viajar a Hong Kong, donde se empleó brevemente como administrativo en la compañía comercial Jardine Matheson, así como a la URSS, donde, según asegura, vivió la experiencia de un intento de reclutamiento por agentes de la KGB.
En 1988 se licenció con honores con el título de
Bachelor of Arts in Philosophy, Politics and Economics y a renglón seguido se incorporó al Departamento de Investigación del Partido Conservador, donde desempeñó un trabajo auxiliar a tiempo completo. En los cuatro años siguientes, el veinteañero tuvo la oportunidad de relacionarse con algunas de las más destacadas figuras del partido y el Gobierno. Convertido en el jefe de la sección política del Departamento, en 1991 trabajó por unos días con el primer ministro John Major en su residencia del 10 de Downing Street como asistente parlamentario y en la campaña de las elecciones generales de abril de 1992 le ayudó en las relaciones con los medios y las ruedas de prensa.
Tras los comicios, que de manera inesperada revalidaron a los conservadores en el poder pese al desgaste acumulado desde la era thatcherista, Cameron fue ascendido a asesor especial del canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), Norman Lamont. El nombramiento se produjo unos meses antes del famoso
Black Wednesday del 16 de septiembre de 1992, cuando la libra, objeto de fuertes ataques especulativos en los mercados de divisas, tuvo que abandonar el Mecanismo de Tipo de Cambio Europeo (ERM). Tras la marcha de Lamont en mayo de 1993, Cameron continuó vinculado al Gabinete como asesor especial del nuevo secretario del Interior, Michael Howard.
La experiencia de la victoriosa campaña
tory de 1992 despertó en Cameron, al que todavía le faltaban varios años para cumplir la treintena, la ambición de competir él mismo por un asiento en los Comunes, si bien era consciente de que todavía estaba verde y le faltaba bagaje para plantear esa aspiración. Deseoso de adquirir experiencia profesional fuera de la política, en julio de 1994 se despidió del Gobierno y fichó por la empresa mediática Carlton Communications, que le contrató como director de asuntos corporativos, un puesto ejecutivo concentrado en las relaciones públicas del grupo en relación con sus franquicias televisivas.
Transcurrido un bienio en la City londinense, Cameron se sintió maduro para ofrecerse como candidato por Stafford, circunscripción de Staffordshire, en las West Midlands, que desde su restablecimiento en 1983 tenía titular conservador. Esgrimiendo un discurso de remembranzas thatcherianas, conservador en lo fiscal y crítico con la Unión Europea, ganó la inclusión en las listas del partido, pero en las elecciones del 1 de mayo de 1997, que condujeron al poder al arrollador Nuevo Laborismo de
Tony Blair, fue, con el 39,2% de los votos, derrotado por su adversario del principal partido de la oposición, David Kidney.
Tras este revés en las urnas, Cameron reanudó su actividad en Carlton Communications, aunque dispuesto a intentarlo de nuevo en la próxima convocatoria electoral. Desde hacía un año, este gran aficionado a la práctica del tenis y el ciclismo estaba casado con Samantha Gwendoline Sheffield, una londinense de 26 años, licenciada en Bellas Artes e hija del propietario rural y barón sir Reginald Sheffield y de la empresaria joyera Annabel Jones, vizcondesa de Astor a raíz de su segundo matrimonio con William Astor, cuarto vizconde de Astor. Los Cameron, que en 2001 fijaron su hogar en el villorrio de Dean, en Oxfordshire, iban a tener tres hijos: Ivan Reginald Ian (2002), Nancy Gwen (2004) y Arthur Elwen (2006). El primogénito nació con una rara y grave enfermedad conocida como el síndrome de Ohtahara, una encefalopatía epiléptica infantil que requería cuidados especiales constantes y que mantenía al niño en un permanente estado de postración, privado de la capacidad de andar y de hablar. Entre tanto, Samantha enriqueció el ya abultado patrimonio conyugal gracias a su trabajo como directora creativa de Smythson, una conocida marca de artículos y complementos de lujo.
2. Meteórica ascensión al liderazgo de los conservadores
En abril de 2000 el partido, bajo el liderazgo de William Hague (elegido en sustitución de Major en junio de 1997 a la temprana edad de 36 años) seleccionó a Cameron como candidato por una circunscripción de Oxfordshire, Witney. Estaba considerado un escaño seguro para los tories, si bien meses atrás su propietario, Shaun Woodward, en un sonado caso de transfuguismo, se había pasado al Partido Laborista, para a continuación trasladar su interés electoral a otra circunscripción. En febrero de 2001 Cameron pidió el despido en la plantilla de Carlton –aunque siguió cobrando de la compañía en calidad de consultor- y el 7 de junio de 2001 conquistó el mandato en Westminster con el 45% de los votos, aventajando holgadamente a sus adversarios laborista, Michael Bartlet, y liberaldemócrata, Gareth Epps.
La llegada de Iain Duncan Smith al liderazgo conservador tras la dimisión de Hague como resultado de la segunda victoria avasalladora de los laboristas no se tradujo inmediatamente en una promoción de Cameron, que por el momento quedó al margen del
opposition front bench, el grupo de diputados de área o portavoces para las réplicas parlamentarias del principal partido de la oposición al Gobierno de turno, y permaneció como un parlamentario del montón en el
back bench. El común por Witney adoptó una estrategia de hacerse notar posicionándose, a favor o en contra, en una serie de cuestiones legislativas controvertidas. A finales de 2002 ignoró la disciplina de grupo, que ordenaba oponerse, y se abstuvo en la votación de la norma que permitía a las parejas de hecho y homosexuales la adopción de niños.
La verdadera cabalgada en la carrera política de Cameron arrancó el 1 de julio de 2003; a partir de ese momento, su ascenso en el bando tory fue imparable y fulminante. En aquella fecha, Duncan Smith, un euroescéptico sin carisma que se mostraba incapaz de consolidar su liderazgo, nombró a Cameron para el
shadow cabinet conservador como
shadow minister adscrito a la Oficina del Consejo Privado y adjunto al
shadow leader of the House, Eric Forth. Como
deputy shadow leader of the House, Cameron tenía en frente al laborista Phil Woolas, quien era el vicelíder de la Cámara en el Gobierno Blair. El 29 de octubre de 2003 Duncan Smith, obligado a someterse a esa prueba por sus conmilitones tras encajar la denuncia de que había remunerado a su mujer un empleo ficticio con dinero público, perdió una moción de censura votada por el grupo parlamentario y a continuación dimitió. Su sucesor elegido por aclamación el 6 de noviembre, Michael Howard, un destacado exponente del ala más derechista del partido y enemigo jurado de la entrada del Reino Unido en la zona euro, no olvidó a su antiguo colaborador júnior en la Secretaría del Interior, de suerte que Cameron se vio convertido en vicepresidente del partido.
Nuevas promociones le salieron al encuentro. El 16 de marzo de 2004 Cameron fue nombrado portavoz de Gobiernos Locales en el
shadow cabinet y el
opposition front bench en sustitución del dimitido David Curry, quien era el más prominente
eurófilo de la bancada tory, y el 14 de junio siguiente Howard le encomendó además la coordinación política del partido, de cara ya a las elecciones generales del 5 de mayo de 2005, para las que Cameron y sus compañeros diseñaron una campaña llena de acentos derechistas, polémica y agresiva. Celebrados los comicios con escasas ganancias para los conservadores, que sólo crecieron en 33 escaños con menos de un punto de voto adicional y no fueron capaces de doblegar, pese al desgaste acumulado, a Blair y los laboristas, Howard trasladó a Cameron, reelecto en su escaño con el 49,3% de los votos, al puesto de
secretario de Educación en el
shadow cabinet.
El 6 de mayo, Howard, mientras reorganizaba su gabinete en la sombra y la bancada parlamentaria, anunció su próxima marcha del liderazgo conservador, aunque sólo al final de un proceso electoral interno de acuerdo con las reglas del partido, reglas que él deseaba ver cambiadas, aunque finalmente iba a mantenerse el complicado procedimiento establecido en 1998: votaciones preliminares restringidas a los parlamentarios para eliminar a los candidatos menos apoyados y reducir la contienda a una cosa de dos, quienes, por último, se someterían al voto abierto de los 253.000 afiliados. El argumento principal de Howard fue que, a sus 63 años, en 2009 o 2010 sería "demasiado viejo" para conducir a los conservadores al Gobierno. Con la boca pequeña, el ex ministro asumía que éste era, inexcusablemente, el precio a pagar por la tercera derrota consecutiva en unas parlamentarias y por el virtual estancamiento electoral del partido, que del 31,7% en 2001 había pasado al 32,3% ahora, una subida de menos de un punto.
El 29 de septiembre de 2005 Cameron confirmó oficialmente que era candidato al liderazgo, uniéndose a una carrera complicada en la que a priori no figuraba como favorito. Sus contrincantes eran: Kenneth Clarke, el veteranísimo ex ministro multicartera en los gobiernos de Thatcher y Major, con quien sirvió como secretario del Interior y canciller del Exchequer, que ya lo había intentado en las internas de 1997 y 2001, y que evocaba el conservadurismo clásico prethatcherista, pragmático, mucho más centrado y proeuropeo; David Davis, antiguo compañero en el equipo de ayudantes de Major, luego vehemente ex ministro de Estado para Europa y actualmente
shadow secretary del Interior, quien partía con un considerable apoyo en el grupo parlamentario; Liam Fox, el
shadow secretary de Exteriores, muy interesado en las cuestiones de la moralidad; Malcolm Rifkind, el moderado ex secretario de Defensa y de Exteriores, ahora portavoz de Trabajo y Pensiones; y Alan Duncan, portavoz de Transportes.
Frente a este plantel de personalidades que le ganaban en edad y en tablas legislativas y ejecutivas, Cameron dibujó un perfil imprecisamente ecuánime, ni tan centrista como el de Clarke ni tan derechista como los de los tres últimos líderes o el propio Davis, haciendo hincapié en el mensaje de la reforma modernizadora y en su imagen fresca, desenvuelta y telegénica.
Así, preconizaba una nueva forma de hacer política bajo el sistema de Westminster, que no se abstrajera en los duelos verbales de hemiciclo y fuera más sensible a las necesidades tangibles de los ciudadanos, apelaba a la "libertad y responsabilidad" de todos, y reclamaba la puesta al día de la mentalidad tory, que debía sintonizar con la sociedad británica del momento echando mano a un "conservadurismo moderno y compasivo". La expresión aludía a una filosofía política que incorporaba la defensa del Estado del bienestar y la preocupación por el cambio climático, pero el caso fue que trajo a mientes el discurso del presidente
George Bush en Estados Unidos. Ahora bien, ningún analista detectaba en el portavoz de Educación simpatías
neo-con. Él se veía a sí mismo como "un gran fan de Thatcher", aunque dudaba de que eso le convirtiera en "un thatcherista", y como un "conservador liberal", una persona "no muy ideológica", sino más bien "práctica" y "pragmática".
El proceso arrancó el 3 de octubre con el inicio en Blackpool de la conferencia anual del partido y la admisión cuatro días más tarde de la carta de renuncia de Howard. Los conferenciantes de Blackpool pudieron comprobar que el pretendidamente inexperto Cameron era, con mucho, mejor orador que Davis, cuyo pobre discurso estropeó su condición de favorito. Cameron, además, se sobrepuso a unas embarazosas divulgaciones sobre el consumo de drogas en su juventud, concretamente cannabis y cocaína. No lo negó, pero buscó quitar hierro al tema afirmando que era un político que había tenido "una típica experiencia universitaria" y que, a fin de cuentas, "todos somos humanos que nos equivocamos y descarriamos".
Una vez retirados Rifkind y Duncan, la primera votación tuvo lugar el 18 de octubre y Davis se puso en cabeza con 62 votos, seguido de Cameron –que acaba de cumplir 39 años- con 56 y de Fox con 42. Eliminado quedó Clarke, resultado que causó sorpresa al haberse estimado que el fracaso de la ratificación del Tratado de la Constitución Europea por el doble
no en los referendos de Francia y Holanda (que satisfizo al oficialismo tory) ponía las cosas más fáciles al europeísta. El 20 de octubre los diputados volvieron a votar y esta vez apearon a Fox. Cameron, en un resultado auspicioso, rebotó a los 90 votos, frente a los 57 de Davis. La última palabra la tenían los afiliados y el 6 de diciembre el representante de Witney dio la campanada al proclamarse líder del partido con un contundente 67,6% de los votos.
3. Líder de la oposición a los gobiernos laboristas favorecido por los sondeos
En su discurso de aceptación, Cameron volvió a invocar el "conservadurismo moderno y compasivo", el concepto de "responsabilidad compartida" y la "confianza en la gente", para dar una respuesta a quienes en el país sentían "pasión por la política positiva" y estaban "clamando por un Partido Conservador decente, razonable y sensato". Varios eran los retos a los que hacía frente: poner fin a la "escandalosa subrepresentación" de las mujeres en el partido y al estilo acusador y pendenciero en los debates parlamentarios; elaborar una propuesta económica integral que no se limitara a la política fiscal; reformar los servicios públicos para dotar a sus profesionales de más autonomía en su relación con los beneficiarios; mejorar la protección del medio ambiente poniendo límites a las emisiones contaminantes; "asegurar la justicia social" dando cancha al voluntariado social; y garantizar la "seguridad nacional e internacional", lo que pasaba por "recivilizar" la sociedad con "disciplina escolar", "familias fuertes" y "cambio cultural", por tener una "política dura de ley y orden" y por sacar de la contienda política una cuestión tan sensible como la lucha contra el terrorismo.
El flamante líder no hizo una sola mención a los asuntos que venían señoreando, con ribetes negativos, la agenda electoral del partido, a saber, la construcción europea y las problemáticas de la inmigración y el asilo. Su misma postura sobre la UE no estaba nada clara, en un partido que tampoco era unívoco en ese terreno. Algunos observadores no le tenían por un euroescéptico convencido al estilo de Duncan Smith o Howard, pero durante la campaña interna el aspirante manifestó su intención de sacar al Partido Conservador, poniendo fin a trece años de filiación, del Partido Popular Europeo (PPE, dominado por fuerzas del centro-derecha democristiano) y de su Grupo en el Parlamento Europeo, Partido Popular Europeo-Demócratas Europeos (PPE-DE), debido a sus enfoques "federalistas".
En su
shadow cabinet, Cameron situó de manera bien visible como
número dos a su amigo íntimo desde las clases en Oxford, George Osborne, de 34 años, parlamentario que iba por su segunda legislatura también y al que confirmó como canciller del Exchequer en la sombra. Su voluntad integradora quedó de manifiesto al mantener a Davis en Interior, mover a Fox a Defensa y recuperar a Hague para Exteriores. Por lo demás, Cameron se estrenó ofreciendo a Blair colaboración y consenso en torno a una serie de cuestiones generales de interés nacional.
En la suave oposición que Cameron empezó a ejercer contra Blair, quien hacía frente a un cúmulo de problemas legislativos y no terminaba de superar el negativo lastre de la participación británica en la interminable guerra de Irak (aventura bélica que el diputado tory había apoyado, aunque sin mucha convicción) y de todas las polémicas y escándalos a que estaba dado lugar, parecía pesar una cierta identificación personal. Como Blair en 1994, Cameron había llegado al liderazgo de su partido tras una desesperante travesía en la oposición, con varios líderes quemados y con la formación adversaria en el poder pero en franco declive, luego se abría la posibilidad de la alternancia en las próximas elecciones. Los comentaristas fueron rápidos en hablar del "nuevo Tony Blair", por la edad y por la bandera del cambio y la renovación, pero el Blair de mediados de los noventa le ganaba claramente a Cameron en carisma, brillantez y, sobre todo, desarrollo doctrinal. El discurso de Blair en sus mejores momentos sonaba a visionario; al de Cameron, con muchos puntos oscuros, le quedaba casi todo por concretar.
El
modern, compassionate conservatism, con su aparente búsqueda del centro y el voto de las clases medias, podía ser visto como una imitación sui géneris y deslavazada del
New Labour blairista, que había sido una plataforma esencialmente centrista y de renuncia a la tradición izquierdista y obrerista del laborismo. Cameron no parecía disgustado con esta comparación personal, más bien todo lo contrario. Pocos dudaban de que
David Blameron o el
Tory Blair -un apelativo utilizado a menudo para denigrar al propio Blair- profesaba una secreta admiración por el primer ministro. Incluso su tándem con Osborne animaba a trazar analogías con la pareja, por lo demás pródiga en desavenencias, que formaban Blair y su canciller del Exchequer,
Gordon Brown, heredero en la sombra que se disponía a oficializar su ambición sucesoria en virtud de un pacto con el primer ministro que operaría en el ecuador de la legislatura.
De entrada, los sondeos sonrieron automáticamente a Cameron. Por primera vez en una década, el Partido Conservador superó al Laborista en expectativa de voto y desde abril de 2006, en vísperas de las elecciones locales parciales, ganadas con autoridad por los tories, la diferencia alcanzó varias veces los diez puntos porcentuales.
El 28 de febrero de 2006 Cameron presentó a los suyos en forma de manifiesto su visión renovadora del partido, que rompía con el neoliberalismo thatcheriano al minimizar o soslayar aspectos fundamentales de su credo como la reducción del gasto público, el recorte de los impuestos y el achicamiento del Estado. A cambio, Cameron reconocía la existencia de "una cosa llamada sociedad", que "no es la misma cosa que el Estado", y anteponía la "responsabilidad fiscal" junto con "el papel del Gobierno como fuerza para el bien", el cual podía y debía apoyar a quienes tenían aspiraciones materiales y a las familias. Los conservadores habían de promover "la justicia social y la igualdad de oportunidades", "hacer de la pobreza historia", ayudar a los países menos desarrollados y actuar contra el cambio climático. A pesar de compartir muchos objetivos, a su partido y al laborismo les seguían separando "grandes diferencias", apostilló el ponente.
En septiembre de 2006, en su primer gran discurso sobre relaciones internacionales, el líder relativizó la alianza irrestricta forjada por Blair con Estados Unidos al reclamar la formulación de "una política exterior que vaya más allá del neoconservadurismo, manteniendo sus puntos fuertes pero aprendiendo de sus fracasos". "Yo y mi partido somos por instinto amigos de América y unos valedores apasionados de la Alianza Atlántica", afirmó, pero: "No serviremos a nuestros intereses, ni a los de América, ni a los del mundo, si somos vistos como un socio incondicional de los americanos en cada desafío. Debemos ser sólidos, pero no serviles, en nuestra relación de amistad con América". A principios de octubre, en la conferencia anual en Bournemouth, Cameron defendió ante la militancia su rechazo a poner en riesgo los servicios públicos, en particular el nacional de salud, el NHS, por culpa de un excesivo conservadurismo fiscal.
Mientras, implícitamente, elevaba una oda al centro para las cuestiones de casa, de puertas a Europa, Cameron hizo realidad su promesa de sacar al partido del PPE, movimiento que no podía calificarse más que de euroescéptico. El 13 de julio de 2006 los conservadores británicos activaron la alianza partidista Movimiento para la Reforma Europea (MER), donde se dieron la mano con los derechistas checos del Partido Cívico Democrático (ODS), al cabo de unos meses gobernantes en Praga y que tenían presidiendo la República a su fundador y antiguo líder,
Václav Klaus, un campeón del euroescepticismo.
A partir del MER se constituyó, estrenándose en la legislatura salida de las elecciones de junio de 2009, una nueva bancada parlamentaria europea, el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), facción abiertamente euroescéptica donde los conservadores británicos de Cameron y los cívicos checos de
Mirek Topolánek convergieron con los polacos de Ley y Justicia (PiS), el partido ultraconservador de los hermanos
Lech y
Jaroslaw Kaczynski, y con otras formaciones derechistas y nacionalistas de Bélgica, Hungría, Holanda y las repúblicas bálticas (amén del Partido Unionista del Ulster).
Entre 2007 y 2009 Cameron hizo campaña en contra del Tratado de Lisboa para la reforma de las instituciones de la UE con el argumento base de que el mismo se parecía demasiado al fallido Tratado Constitucional y concedía cotas inaceptables de soberanía a Bruselas, pero fracasó en los Comunes en su intento de obligar al Gobierno de Brown de convocar un referéndum de ratificación. La llegada de Brown al 10 de Downing Street a finales de junio de 2007 tuvo un efecto de tirón en las desvaídas perspectivas electorales de los laboristas. El partido en el poder le dio la vuelta a las encuestas y Cameron, pillado a contrapié en su estrategia de propiciar el adelanto electoral, hizo frente a un conato de rebelión de un reducido grupo de parlamentarios que disentían de su giro "modernizador" en el repertorio derechista del partido, de donde parecían haberse descolgado las bajadas de los impuestos y el control de la inmigración.
El apuro demoscópico se desvaneció a principios de octubre de 2007 tras la conferencia del partido en Blackpool, y la recobrada delantera de los conservadores se acentúo una vez que Brown, visto el panorama, descartó anticipar los comicios y apostó por agotar la legislatura. El optimismo de Cameron llegó a su cenit en mayo de 2008, con el país sumido en la crisis económica y la recesión en ciernes, cuando los suyos cosecharon una victoria aplastante en las elecciones municipales de Inglaterra y Gales, inclusive la conquista de la alcaldía de Londres (Boris Johnson, sucesor de Cameron como
shadow minister de Educación, batió al titular laborista desde la institución del cargo en 2000, Ken Livingstone), y un sondeo para
The Sun indicó que si las generales se celebraran entonces, los conservadores las ganarían con el 49% de los votos y 26 puntos más que los laboristas, que era la ventaja más abultada desde 1968.
Antes de terminar el mes, la ganancia en una elección parcial con el 49% de los votos del escaño de Crewe y Nantwich, en Cheshire, vacante por la muerte de su titular laborista desde 1974, empujó a un eufórico Cameron a proclamar "la muerte del Nuevo Laborismo". Desde su elección como líder del Partido Conservador, Cameron estaba haciendo frente a un variopinto coro de críticas y acusaciones. Desde medios laboristas se le adjudicaba un discurso vacío y un carácter superficial, una constante obsesión con su imagen y una complacencia con el elitismo social, que compartía con Osborne y otros
Old Etonians en un círculo más bien cerrado, y que se expresaba en filiaciones como la de White’s, uno de los más rancios
gentlemen’s club de Londres y del que era miembro también el príncipe de Gales (en 2008 Cameron, tras 15 años de pertenencia, se dio de baja en White’s en protesta por su negativa a admitir mujeres).
Los Liberales Demócratas, que alardeaban de progresismo social, se sintieron poco menos que ofendidos por la invitación de Cameron a unírseles en un único "movimiento nacional" con el argumento de que las diferencias programáticas entre las dos formaciones eran mínimas. Y en el bando propio, que desde tiempos de sir Alec Douglas-Home, en la década de los sesenta del siglo XX, no había tenido un líder educado en Eton y con prosapia aristocrática, no eran pocos los que desdeñaban la revisión de las preocupaciones programáticas del partido, que amagaba, a sus ojos, con transformarse en unos lamentables
Blue Labour o
Red Tory.
En septiembre de 2008, coincidiendo con una bajada en la intención de voto de los conservadores, Cameron arremetió contra el Gobierno laborista por decir que la crisis económica era la más severa desde el final de la guerra (lo que era cierto), pero no pudo dejar de contemplar con inquietud el remonte, a la postre efímero, de la capacidad de liderazgo de Brown, quien causó sensación con su plan de capitalización de la banca privada nacional, acuciada por la iliquidez en el contexto de la crisis financiera global, y sus propuestas de supervisión internacional de los mercados financieros para frenar las operaciones crediticias y especulativas de alto riesgo y evitar terremotos como el ocasionado por la quiebra de la compañía estadounidense Lehman Brothers. Cameron se vio obligado a apoyar el plan de rescate de la City del primer ministro.
A principios de octubre, en la conferencia de otoño en Birmingham, el líder conservador galvanizó a los suyos con la promesa de "reparar nuestra sociedad rota" siendo "tan radical en la reforma social como Margaret Thatcher lo fue en la reforma económica". Días después, denunció el "completo y absoluto fracaso" de la política económica de Brown, jefe de un "gobierno irresponsable" que había sido complaciente con un "capitalismo irresponsable", al cual había que meter en cintura con regulaciones mucho más fuertes, y que de paso se había dedicado a "gastar y pedir prestado sin control". No mereció mejores valoraciones la reforma fiscal presentada por Brown en noviembre, tachada de electoralista y de giro a la izquierda, que beneficiaba a las rentas bajas (con la bajada de lVA) y castigaba a las más altas (con la subida del nuevo tipo máximo).
En enero de 2009 Cameron saboreó el regreso de las encuestas a la
normalidad: la entrada oficial del Reino Unido en la recesión, el aumento del déficit público y el crecimiento también del paro devolvieron a Brown al eclipse y repusieron la horquilla ventajosa de los tories en la banda del 10% al 20%. El 25 de febrero, sin embargo, el líder de la oposición vivió seguramente el día más triste de su vida al encajar la muerte, a los seis años de edad, de su hijo Ivan, vencido por su incurable parálisis cerebral (el 22 de marzo de 2010 iba a anunciarse que Samantha estaba embarazada de su cuarto hijo, cuyo nacimiento se esperaba para septiembre).
En los meses siguientes, Cameron estuvo muy ocupado en paliar el daño causado a la imagen del partido por el escándalo de los abusos económicos de varios miembros del grupo parlamentario, que se habían ahorrado, endosándoselos al Parlamento, una serie de gastos teóricamente profesionales pero que en muchas ocasiones eran puramente personales, tal como reveló
The Daily Telegraph el 11 de mayo. El propio Cameron había enviado facturas a la oficina de dietas e indemnizaciones de los Comunes, lo que entraba dentro de la normalidad, siempre y cuando no hubiera dudas de su ajuste al reglamento.
El escándalo, que enfureció a la opinión pública con el país golpeado por la recesión, afectó a todos los partidos de Westminster, para desprestigio del conjunto de la clase política, aunque los tories no salieron mejor parados que los laboristas, al principio, aunque por poco tiempo, los grandes villanos de la arbitrariedad contable con efluvios de corrupción. El líder conservador instó a Brown a imponer la máxima transparencia y rectitud en sus filas, y volvió a la carga con la demanda del anticipo electoral, pero aceptó las renuncias de varios colegas de bancada puestos en la picota, destituyó a su asesor parlamentario y en total obligó a sus huestes a desembolsar 125.000 libras en adición a otras 135.000 libras ya devueltas.
Él mismo se avino a devolver cerca de mil libras cargadas a la tesorería del Parlamento por unas obras de mantenimiento en su casa en Oxfordshire (la poda de una planta trepadora que cubría el tejado y obstruía la chimenea) y por unas facturas de electricidad, gas y telefonía móvil. Lo suyo, arguyó a modo de justificación, se trataba de un "error administrativo involuntario". Además, salió mejor parado que Brown, que tuvo que devolver más de 12.000 libras por un servicio de jardinería. De todas maneras, el asunto de las dietas le siguió coleando a Cameron durante el resto de 2009. En octubre, una auditoría independiente encabezada por el funcionario retirado sir Thomas Legg le reclamó información adicional sobre el pago con dinero público de parte de la hipoteca que pesaba sobre su segunda vivienda en Dean, adquirida tras cancelar de su bolsillo la hipoteca de su primera casa en el barrio londinense de Notting Hill, en la que había vivido antes de salir elegido diputado por Witney.
En medio de esta polémica tuvieron lugar las elecciones europeas del 4 de junio, que los conservadores ganaron con facilidad y que costaron a los laboristas la tremenda humillación de ser arrojados al tercer puesto por el antieuropeo Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP). Cameron tomó nota del avance del euroescepticismo británico. Además, tal como estaba previsto, de constituir el Grupo CRE en los hemiciclos de Bruselas y Estrasburgo, el líder conservador conspiró activamente contra la compleción del dificultoso proceso de ratificación del Tratado de Lisboa; en Westminster, tras el descarte del referéndum doméstico, el Tratado había obtenido la luz verde en junio de 2008, escasos días después del resultado negativo del primer referéndum en Irlanda.
Era lo que podía concluirse de la carta enviada por Cameron al presidente checo, Klaus, en septiembre, en la que le pedía que resistiera la firma del texto hasta después de las elecciones generales de mayo de 2010 en el Reino Unido. La razón: que en su cálculo estaba el ganar las elecciones, llegar al Gobierno y a continuación convocar un referéndum contra el Tratado antes de su entrada en vigor, consulta que tendría muchas posibilidades de prosperar. La prensa británica reveló que el presidente francés,
Nicolas Sarkozy, la canciller alemana,
Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español,
José Luis Rodríguez Zapatero, amonestaron en privado a Cameron por su conciliábulo con Klaus.
El
sí irlandés en el segundo referéndum del 2 de octubre de 2009 vino a complicar la estrategia anti-Lisboa de los tories, divididos entre los euroescépticos, partidarios de convocar el referéndum aun con el Tratado en vigor, y los eurófilos, contrarios a mantener la beligerancia una vez llegado a ese punto. El 3 de noviembre Klaus dio por fin su asentimiento al Tratado de Lisboa y los conservadores británicos ya no pudieron porfiar más. Automáticamente, Hague y Cameron informaron que abandonaban la idea de convocar el referéndum, aunque, para aplacar a los euroescépticos radicales, el líder se comprometió a elaborar un proyecto de ley para vincular ulteriores cesiones de soberanía a la UE al refrendo popular y a exigir la devolución al Reino Unido de una serie de poderes transferidos a Bruselas en las áreas de política social y empleo, justicia penal y la Carta de Derechos Fundamentales.
4. La campaña electoral de 2010: el desgaste de Brown y el factor Clegg
Previamente al cambio de estrategia sobre Lisboa, en la conferencia anual de octubre en Manchester, Cameron y Osborne presentaron las líneas maestras del programa electoral conservador. Urgido por la crisis, el discurso electoral de los tories manejaba números precisos y apostaba por la responsabilidad fiscal, que no dejaba apenas margen a una bajada de impuestos.
En aras de la austeridad presupuestaria, el próximo gobierno del partido congelaría en 2011 los salarios de cuatro millones de funcionarios con ingresos superiores a las 18.000 libras anuales; limitaría las pensiones de los altos funcionarios a las 50.000 libras; suprimiría los créditos fiscales a las familias con rentas de más de 50.000 libras y retiraría el cheque de apoyo a la maternidad a todas las que ingresaran más de 16.000 libras; reduciría en un tercio los gastos corrientes del Gobierno, costes salariales incluidos; y a partir de 2016 retrasaría la edad de la jubilación masculina de los 65 a los 66 años. Cameron no descartaba, si el desequilibrio fiscal se agravaba, endurecer la tributación de los beneficios bancarios y subir el IVA. En principio, mantendría la retención especial del 50% a las rentas de más de 150.000 libras. Otra medida anticrisis aprobada por los laboristas, la subida de las cotizaciones a la seguridad social, en cambio, no sería aplicada en ninguna circunstancia.
Con estas medidas, los conservadores esperaban ahorrar entre 6.000 y 7.000 millones de libras cada año de la legislatura y avanzar en la meta de recortar el exorbitante déficit público, que en este ejercicio iba a alcanzar el 11,5% del PIB, el tercero más elevado de la UE, sólo superado por los déficits de Irlanda y Grecia. Cameron
llamó a "hacer trizas la burocracia del gran gobierno laborista, rompiendo con sus demenciales desperdicio del tiempo, sangría de gastos y socavamiento de la responsabilidad". "Habremos que hacer frente a la cultura británica de la irresponsabilidad", "tendremos que romper con este ciclo de dependencia del bienestar", insistió, aunque recordó su compromiso con la robustez del NHS. La clave para hacer más eficaz la red sanitaria pública era su desburocratización, receta que prescribió también para la Policía, a fin de concentrar los recursos en la persecución de la delincuencia. En política exterior, se contemplaba la repatriación paulatina de las tropas de Afganistán a medio plazo en la medida en que se enfocaba su misión al entrenamiento del Ejército afgano. Y a la UE se le exigiría más "descentralización, transparencia y control contable".
Más tarde, en noviembre, Cameron planteó en términos explícitos su intención de limitar de manera drástica el flujo migratorio dirigido a Reino Unido a través de un sistema de cuotas anuales. La reposición en el primer plano de las cuestiones de política interior fue interpretada como un giro a la derecha que, no por casualidad, coincidió con la recuperación en los sondeos de los laboristas, que empezaron a recortar su desventaja. Faltando más de dos meses para la cita electoral, el diferencial se redujo a menos del 10%.
Las expectativas electorales de Cameron sufrieron un nuevo y súbito sobresalto en el primer debate televisado entre los tres candidatos a primer ministro, celebrado el 15 de abril y dedicado a confrontar los programas en política interior. Entonces, el jefe tory, que se desenvolvió con cierto nerviosismo ante las cámaras, fue eclipsado por la brillante actuación del líder de los Liberales Demócratas,
Nick Clegg, un político de su quinta que causó sensación no tanto por su maestría dialéctica como por hacer una convincente presentación de sí mismo y proyectarse al electorado como un tercero en discordia al que había que tener en cuenta en igual medida que Brown y Cameron, el cual vio roto su monopolio de la bandera de la reforma y el cambio. Para pasmo general, Clegg ganó el primer debate y lo hizo de largo, según indicaron los sondeos periodísticos.
El imprevisto estrellato de Clegg, cuyo programa de centro progresista y proeuropeo incluía propuestas como la regularización de los inmigrantes indocumentados pero integrados en la sociedad, la supresión del dispendioso programa de disuasión nuclear submarina Trident, la retirada de las tropas de Afganistán en la próxima legislatura y, sobre todo, una reforma del sistema electoral para introducir la proporcionalidad (el modelo actual, estrictamente mayoritario, por circunscripciones uninominales y a una sola vuelta, estaba concebido para favorecer el turnismo bipartidista), disparó la intención de voto de su partido y dio un rudo golpe, aparentemente letal, a las aspiraciones conservadoras de ganar las elecciones por mayoría absoluta. En los días posteriores al primer debate, algunos sondeos incluso pusieron brevemente a los liberaldemócratas por delante de los conservadores.
Cameron consiguió estabilizar su posición tras el segundo debate, el 22 de abril y centrado en los asuntos internacionales, en el que los tres líderes quedaron bastante igualados, y se consolidó en cabeza después del tercero, disputado el 29 de abril y dedicado al candente capítulo de la economía y las finanzas, aunque derivado por él en una polémica sobre las propuestas en inmigración, cuando consiguió desinflar parte del
efecto Clegg y devolver a Brown a la oscuridad.
5. Triunfo sin mayoría absoluta y alianza de gobierno con los Liberales Demócratas
Los sondeos postreros consagraron la incertidumbre: aunque los conservadores iban a ganar, lo harían casi seguro por mayoría simple. La probable formación del temido
hung Parliament, muy pocas veces visto en la historia de Westminster, dibujaba un escenario ingrato para Cameron, al que se le planteaban varios futuribles, ninguno sugestivo: un gobierno de coalición con los liberaldemócratas, un gobierno de minoría en solitario pero apoyado por aquellos en el Parlamento o, si esas dos salidas eran inviables, la disputa de nuevas elecciones al cabo de unos meses, que fue lo que le sucedió a Edward Heath, el primer ministro predecesor de Thatcher, en el doble año electoral de 1974, del que a la postre salió vencedor su adversario laborista, Harold Wilson.
Incluso entraba dentro de lo posible, siempre que la aritmética electoral cuadrase, la formación de un gobierno de coalición entre laboristas y liberaldemócratas, pues a priori las diferencias ideológicas de los segundos con los primeros eran menos que con los conservadores. Cameron mismo dejó patente la incomodidad que le producía un bipartito de centro-derecha, a la alemana, al afirmar que, en caso de no alcanzar la mayoría suficiente, intentaría formar gobierno sin ministros liberaldemócratas.
El 6 de mayo de 2010 los pronósticos se cumplieron, pero no totalmente. El Partido Conservador, en efecto, derrotó al Partido Laborista con el 36,1% de los votos (3,8 puntos más que en 2005) y 305 escaños (96 más), unos resultados un tanto discretos que no se acercaban siquiera a los cosechados por Thatcher y Major entre 1979 y 1992, y le sacó una ventaja no decisiva de 47 escaños. El
hung Parliament, por primera vez desde 1974 y por segunda desde 1929, estaba servido. En cuanto a los Liberales Demócratas, defraudaron ampliamente las expectativas generadas y sólo obtuvieron 57 puestos, frente a los 63 con que contaban hasta ahora. En realidad, los tres cabezas de cartel tenían motivos para sentir frustración en mayor o menos grado: Cameron, porque no había ganado por mayoría absoluta, Brown porque había perdido sin discusión y Clegg porque no había conseguido romper con el bipartidismo y hasta había obtenido menos escaños que su predecesor, Charles Kennedy, en la anterior convocatoria.
Tan pronto como supo que había sido reelegido en Witney (con un aplastante 58,8%), Cameron proclamó que los laboristas habían "perdido su mandato para gobernar este país". Sin embargo, Brown se apresuró a indicar que no se resignaba a tirar la toalla al declarar su "obligación de jugar mi papel en la creación de un Gobierno fuerte, estable y con principios". La insinuación del primer ministro, empero, parecía muy poco factible, ya que una coalición de centro-izquierda
Lab-Lib Dem no alcanzaba la mayoría absoluta (mientras que la otra alternativa producía una mayoría holgada de 362 escaños) y tendría que incluir en las negociaciones a formaciones menores, como los nacionalistas escoceses y los unionistas demócratas del Ulster.
La llave del próximo Gobierno la tenía Clegg, y el líder liberaldemócrata no se hizo de rogar por los conservadores al reiterar categóricamente algo ya dicho en la campaña, que el partido que más votos y más escaños obtuviera era el que tenía derecho a liderar el Gabinete. Aparcado provisionalmente el pacto de centro-izquierda, Brown cedió la cancha a Cameron, quien planteó a Clegg una "oferta amplia, abierta y global". La primera traducción de este ofrecimiento fue el descarte de un ejecutivo conservador minoritario sostenido por un pacto de legislatura en favor de un sólido Gabinete bipartito.
Las negociaciones para formar el primer gobierno no monocolor desde el Gabinete Churchill en los años de la guerra mundial y encabezado por el más joven
premier (el registro marcado por Blair en 1997 iba a ser batido en seis meses), con 43 años, desde Lord Liverpool en 1812, se desarrollaron con rapidez, en paralelo a una mesa de conversaciones
Lab-Lib Dem puramente formal, sin verdadera sustancia política. En su negociación, Cameron y Clegg hicieron concesiones mutuas y consensuaron un programa económico de austeridad. Así, el conservador aceptó emprender la reforma política para cambiar la ley electoral con la introducción del sistema conocido como el voto alternativo (el cual, manteniendo las circunscripciones uninominales, vincula la adjudicación de los escaños de los Comunes a mayorías de más del 50% de los votos), someter eventualmente esta nueva modalidad a referéndum e instituir las legislaturas fijas de cinco años, comenzando por la entrante.
El liberaldemócrata transigió en la adopción de estrictas cuotas de inmigración extracomunitaria, el mantenimiento del programa de submarinos nucleares Trident (aunque podría abordarse su sustitución por un dispositivo menos caro), el completo descarte del ingreso en la eurozona para toda la legislatura y la primacía de la soberanía nacional, de acuerdo con la voluntad popular expresada en el Parlamento o en referéndum, ante el acervo jurídico de la UE. Hubo consenso en la "reversión de la sustancial erosión de las libertades civiles" detectada bajo el Gobierno laborista, lo que pasaba entre otros puntos por cancelar la implantación del documento nacional de identidad y la próxima generación de pasaportes biométricos, así como en la adopción de una política energética y de transportes que propiciara "una economía de bajo consumo de carbón y amiga del medio ambiente", lo que requería apostar por las centrales nucleares, las centrales térmicas capaces de capturar y almacenar sus emisiones de carbono, y el tren de alta velocidad.
En el acuciante terreno económico y financiero, los líderes acordaron podar el déficit y la deuda mediante un ahorro de 6.000 millones de libras en el gasto público para el año fiscal 2010-2011, recorte que no tocaría al NHS (cuyo presupuesto, de hecho, crecería); retrasar la edad de jubilación a los 66 años, para los hombres a partir de 2016 y para las mujeres a partir de 2020; elevar a las 10.000 libras el mínimo exento de tributación del impuesto sobre la renta; aplazar la reducción del impuesto de sucesiones y la subida de las cotizaciones a la seguridad social; tasar más los beneficios de la City; y nombrar una comisión independiente para estudiar la manera de desconcentrar el sector bancario con los objetivos de estimular el flujo de crédito y acotar los posibles daños corporativos de las operaciones de riesgo. En cuanto a la composición del Gabinete, Clegg flanquearía a Cameron como viceprimer ministro, con especial responsabilidad sobre la reforma política y constitucional, y los Liberales Demócratas obtendrían cuatro ministerios adicionales.
El 11 de mayo, con el pacto de coalición aún sin finiquitar, tuvieron lugar los formalismos institucionales. Tras recibir la dimisión de Brown, la reina invitó a Cameron a constituir el Gobierno. En su primera alocución a las puertas del 10 de Downing Street, el ya primer ministro anunció el ejecutivo de coalición con los Liberales Demócratas y a continuación comunicó el nombramiento de Clegg. En las horas siguientes, Cameron fue poniendo nombre a los titulares del nuevo Gabinete, que se consideró constituido el 12 de mayo. Osborne se colocó al frente del Tesoro, Hague en Exteriores, Fox en Defensa,
Theresa May en Interior y el veteranísimo Kenneth Clarke en Justicia.
En su primera y distendida rueda de prensa conjunta con Clegg en Downing Street, Cameron celebró el "cambio histórico y sísmico" que acaecía en el Reino Unido, bajo un "liderazgo fuerte, estable y decidido", guiado por los principios de "libertad, justicia y responsabilidad". La primera decisión del Gabinete, el día 13, fue rebajarse los salarios un 5% y mantenerlos congelados por toda la legislatura. Una medida simbólica y ejemplarizante a la espera de concretar qué departamentos ministeriales iban a ver recortadas sus partidas y en qué medida.
(Cobertura informativa hasta 15/5/2010)