(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 18/9/2020. El 3/9/2021 Suga anunció que no se presentaría a la reelección como presidente del Jiminto y que cedería la jefatura del Gobierno a su sucesor al frente del partido. El 29/9/2021 Fumio Kishida fue elevado a la presidencia del Jiminto y el 4/10/2021 la Dieta le invistió primer ministro en sucesión de Suga). |
El 16 de septiembre de 2020 la Dieta de Japón eligió primer ministro a Yoshihide Suga, mano derecha de Shinzo Abe, dimitido a finales de agosto por problemas de salud. Secretario jefe del Gabinete de los tres gobiernos mandados por Abe desde 2012, Suga recibió 314 votos en la Cámara de Representantes y 142 en la Cámara de Consejeros. Dos días antes, derrotó cómodamente en la elección del presidente del partido gobernante, el Liberal Democrático (Jiminto), a dos rivales internos, Fumio Kishida, ex ministro de Exteriores, y Shigeru Ishiba, antiguo secretario general de la formación. Con 71, Suga es seis años mayor que Abe, quien se trató del más joven primer ministro de la posguerra y el de ejercicio más prolongado.
El nuevo líder japonés anuncia una gestión de "continuidad" en las difíciles circunstancias de la COVID-19, cuyo impacto sanitario ha sido significativamente menos severo que en las demás potencias desarrolladas pero que de todas maneras ha arrastrado al país a la recesión. Ello implica no bajar la guardia en la lucha contra el virus, perseverar en las recetas de relanzamiento económico concebidas por su predecesor, las famosas Abenomics, afianzar los enfoques constructivos en las accidentadas relaciones con Estados Unidos y China, y proseguir con las reformas estructurales que Abe ha dejado inconclusas. Suga añade que el suyo no va a ser un Ejecutivo "interino" y que como mínimo debe durar hasta el final de la legislatura en octubre de 2021, si bien podría haber elecciones anticipadas. Aunque ha jugado un papel muy importante en la implementación de las políticas de Abe y la identificación con su agenda es plena, Suga, retratado como un hombre más pragmático que visionario y más funcionario que estratega, presenta ciertos matices de opinión que podrían reflejarse en la acción de gobierno.
Shinzo Abe, indispuesto por una colitis ulcerosa, enfermedad crónica que en los últimos tiempos le estaba ocasionando serias molestias,
presentó la renuncia el 28 de agosto. Cuatro días atrás, estando hospitalizado,
se convirtió en el primer ministro más duradero en la historia de Japón con 2.799 días de ejercicio consecutivo, si bien ya en noviembre de 2019 había batido el récord de su tío abuelo Eisaku Sato (1964-1972) tomando en cuenta los 366 días que duró su primer y fallido gobierno de 2006-2007. Era la despedida de un dirigente que, sobreponiéndose a numerosos resbalones y evolucionando desde sus anteriores posiciones de
halcón nacionalista a un talante más prudente y moderado, terminó ofreciendo una imagen positiva de liderazgo, estabilidad, tenacidad y reformismo. También de solvencia, pero solo en parte, ya que el
balance de ocho años de Abenomics merece opiniones dispares y el otro gran empeño del ex primer ministro, la
expansión de la capacidad militar defensiva de Japón superando las limitaciones impuestas por la Constitución pacifista de 1947, se ha quedado
a medio camino.
En tanto que secretario jefe del Gabinete, Suga, quien también es diputado de la Dieta desde 1996 -va ya por su octava legislatura-,
asistió fielmente a Abe en todo momento, haciendo funciones de secretario, coordinador, portavoz y, extraoficialmente, asesor. Como vocero del Gobierno no destacó por sus habilidades oratorias y como administrador adquirió una reputación de eficiente. Su perfil, apuntan medios periodísticos, es más bien el de un
logista de la política dedicado a trabajar entre bastidores y a acercar posturas. Puede describírsele como el típico corredor de fondo de trayectoria lenta pero siempre ascendente, subiendo peldaño tras peldaño, sin retrocesos. En su caso, Suga, hombre de hábitos frugales y laboralmente hiperactivo, empezó desde lo más bajo en 1973. Su figura discreta solo adquirió relieve popular en abril de 2019, como el oficial encargado de anunciar a la nación que Reiwa era el nombre de la nueva era imperial de
Naruhito.
El nuevo primer ministro reitera que las
tres flechas de las Abenomics, la laxitud monetaria, el estímulo fiscal y las reformas legales, siguen su curso. El resultado de siete años de ímprobos esfuerzos por dinamizar la economía manteniendo al yen débil fue una tasa de crecimiento promedio del 1%. Ya desde finales de 2018 el ritmo apenas despegó de cero por el impacto de las guerras comerciales abiertas por Trump y la caída de la demanda global. Ahora, el coronavirus ha empujado al PIB a la zona negativa: en el primer trimestre del año la economía japonesa se contrajo un -0,6%, que sumado al -1,8% registrado en el cuarto trimestre de 2019 materializó la recesión técnica.
La recesión se agudizó en el segundo trimestre de 2020 con una caída adicional del -7,9% (el -9,9% en la tasa anualizada). En la era Abe, el gasto público aumentó significativamente sin cargo al déficit, el cual de hecho retrocedió seis puntos, hasta situarse por debajo del 3% del PIB en 2019. También se consiguió dejar atrás el espectro de la deflación, pero el
objetivo de una inflación del 2% anual, tasa considerada "sana" por el Banco de Japón,
sigue sin alcanzarse.
Aunque las opciones fiscales del Gobierno se ven limitadas por la
colosal deuda pública, equivalente al 250% del PIB, cual es acaso el legado más sombrío del anterior primer ministro,
Suga es explícito sobre que el oxígeno a la economía tiene prioridad sobre cualquier plan de saneamiento financiero. En particular, ha afirmado que no hay necesidad de acometer una tercera subida de los impuestos al consumo, luego de las alzas aplicadas en 2014 y 2019, y además ha prometido bajar las tarifas de la telefonía móvil. También, auspicia una digitalización drástica de la administración para agilizar los trámites burocráticos.
En cuanto a las
reformas legales en respuesta al declive demográfico, que Abe consideraba cruciales para asegurar el futuro de Japón pero que topan con resistencias culturales en la sociedad y en el propio partido gobernante, Suga no tiene dudas. Ya como secretario jefe del Gabinete, defendió con vigor el programa de visados, aprobado por la Dieta en 2018, que abre las puertas del mercado laboral japonés a trabajadores asiáticos de
cuello azul y no cualificados. Aunque ahora mismo la situación es de pleno empleo, la mínima natalidad, problema al parecer insoluble, y el envejecimiento de la población harán necesaria una mayor inmigración. La intensificación de la fuerza laboral femenina y el cierre de la marcada brecha de género en los puestos de responsabilidad figuran asimismo en la agenda de Suga.
Otro rasgo de Suga, quien no está afiliado a ninguna facción o corriente ideológica del Jiminto, es su
distanciamiento de las iniciativas de sabor nacionalista que irriten a China y Corea del Sur, muy sensibles a cualquier movimiento del vecino que, para ellos, evoque su pasado militarista. Se sabe que en 2013 aconsejó a Abe que no visitara el Santuario de Yasukuni (el primer ministro hizo caso omiso y rindió tributo a los caídos allí enterrados, entre los que hay varios criminales de la Segunda Guerra Mundial, con la consiguiente furia de Beijing y Seúl) y en los últimos años
no se ha mostrado entusiasta del polémico proyecto de reescribir el artículo 9 de la Constitución, a fin de hacer de las Fuerzas de Autodefensa unos ejércitos plenamente operativos en la protección del archipiélago.
Abe mismo dejó aparcado este delicado asunto, descrito como objetivo prioritario cuando su elección en 2012 con un programa revisionista, tras aumentar los gastos militares y hacer una "interpretación" legal de la limitación constitucional, soslayada en la práctica en los escenarios de la defensa colectiva lejana. Modificar el artículo requiere la aprobación de las dos cámaras de la Dieta con mayoría de dos tercios. El Jiminto y los partidos pro-reforma gozaron de esta supermayoría en la Cámara alta (ya la tenían en la baja) entre 2016 y 2019, y aún así Abe no movió ficha. Finalmente, existe la opinión de que Suga, gran defensor del Trans-Pacific Partnership (TPP, en su versión achicada tras el portazo de la Administración Trump) y del Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP, el proyecto de la más vasta área de libre comercio de Asia-Pacífico),
mantendrá la línea exterior de Abe de priorizar la alianza de seguridad con Estados Unidos, incólume no obstante la reciente decisión por Tokyo de cancelar la instalación del sistema antimisiles Aegis Ashore,
y a la vez estabilizar los tratos con China, pero sin dejar de vigilar los movimientos de Beijing en la disputa marítima.
La composición del nuevo Gobierno Suga destila continuismo. Entre otros,
siguen en sus puestos el incombustible
número dos,
Taro Aso, viceprimer ministro y ministro de Finanzas, el ministro de Exteriores Toshimitsu Motegi, el titular de Economía, Comercio de Industria, Hiroshi Kajiyama, y el ministro de Estado de Economía y Política Fiscal, Yasutoshi Nishimura. Otro de los que continúan es Shinjiro Koizumi, hijo del ex primer ministro
Junichiro Koizumi y a sus 39 años considerado la joven promesa ascendente de los liberaldemócratas. En cambio, Taro Kono deja paso a Nobuo Kishi (el hermano menor de Abe) en Defensa y Ryota Takeda reemplaza a Sanae Takaichi en Interior.
El recambio de Abe por Suga acontece en un
momento de erosión de las opciones electorales del Jiminto, potentes en los ocho años de mandato del primero. La tendencia a la baja se advirtió en las elecciones senatoriales de 2019, que privaron al oficialismo de la mayoría de dos tercios en la Cámara de Consejeros, y ha proseguido con las críticas al Gobierno por el manejo de la pandemia, pese a que
Japón ha sido capaz de evitar una propagación explosiva del virus. Así, el 16 de septiembre el país asiático, que entre abril y mayo mantuvo un estado de emergencia sin confinamientos ni cierres y que en agosto sufrió el pico, más agudo que el anterior, de la segunda ola, reportaba algo más de 76.000 casos acumulados y 1.461 fallecidos. Estos valores representan unas de las tasas de incidencia por habitante más bajas de la OCDE. Dicho sea de paso,
Tokyo está firmemente decidido a celebrar en 2021 los Juegos Olímpicos que tocaban este año y que la COVID-19 obligó a posponer.
Otro de los récords políticos de Abe lo pusieron las
tres victorias sucesivas de los liberaldemócratas por mayoría absoluta en las elecciones de 2012, 2014 y 2017 a la Cámara de Representantes, mayoría que en virtud de la coalición con el partido Komeito, presente en el Gobierno, alcanzó los dos tercios. La hegemonía recobrada por el viejo partido conservador, al frente de Ejecutivo nipón desde su fundación en 1955 salvo en dos cortos períodos (en 1993-1996 y 2009-2012), debe mucho a la
pertinaz inconsistencia de sus adversarios del centro-izquierda, que no aciertan a articular un bloque sólido. Desde 2016, el oficialismo ha visto sucederse contra él, en una secuencia de fusiones y absorciones, a los partidos Democrático de Japón (Minshuto), Democrático (Minshinto), Democrático para el Pueblo (Kokumin Minshuto) y Democrático Constitucional (Rikken Minshuto).
(Texto actualizado hasta septiembre 2020)