El jurista neófito en política que dio la campanada en las elecciones presidenciales tunecinas de 2019 ofrece un currículum tan sucinto como monofacético. Casado con la magistrada judicial Ichraf Chebil, padre de tres hijos y procedente de una familia con inclinaciones intelectuales y de profesionales liberales, Kaïs Saïed se licenció por la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Túnez y luego adquirió una especialidad jurídica en la rama constitucional. Durante más de tres décadas ha practicado el derecho no desde la abogacía o la judicatura, sino como docente, académico y consultor.
Además de sus clases en la Universidad de Túnez, Saïed dirigió el Departamento de Derecho General de la Universidad de Sousse. Fuera de las aulas fue secretario general y vicepresidente de la Asociación Tunecina de Derecho Constitucional, y como experto legal prestó servicios a la Secretaría General de la Liga Árabe y al Instituto Árabe de los Derechos del Hombre. Reseñas de la prensa francesa mencionan que participó, sin precisar en qué medida, en la Revolución tunecina de 2011, el histórico levantamiento popular que derrocó el régimen dictatorial del presidente
Zine El Abidine Ben Alí y encendió la llama de la
Primavera Árabe en toda la región.
Posteriormente, Saïed, quien en realidad no tenía la plaza de titular docente en la Universidad sino que daba clases como profesor asistente, se unió al comité de jurisperitos encargado de asistir a la Asamblea Nacional Constituyente en la redacción de la nueva Carta Magna, adoptada en enero de 2014. Sin embargo, antes de completarse los trabajos constituyentes Saïed abandonó dicho panel decepcionado, porque no se escucharan sus opiniones sobre la necesidad de constitucionalizar la descentralización del Estado tunecino. En 2013 dio portazo también a la invitación, formulada por el Gobierno de coalición que encabezaba el partido islamista Ennahda, de presidir la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE), un órgano decisivo para garantizar la limpieza de las dos votaciones de 2014, las legislativas de octubre y las presidenciales de noviembre, llamadas a culminar la transición política.
Su presencia regular en los canales de televisión, donde vertía opiniones marcadamente críticas sobre aspectos del ropaje legal del nuevo Túnez democrático, los escollos con que topaba la actividad parlamentaria y la situación política general del país, rica en conflictos y tensiones a pesar del éxito del proceso de transición, confirió una notable visibilidad pública a Saïed. El jurista asombraba a los televidentes por su imagen extremadamente sobria, como de hombre riguroso y ascético, y su hablar pausado y monocorde, que se valía de un relamido árabe clásico para dirigir dardos bien afilados contra la clase política sin alterar la flexión vocal. Una proyección mediática sui géneris que iba a permitir a Saïed irrumpir de manera fulgurante en la competición política nacional, a los 61 años de edad, con nula experiencia en ese terreno y sin ningún capital financiero ni estructura proselitista en que apoyarse.
Candidato presidencial outsider con un discurso legalista
Túnez tenía previsto celebrar elecciones presidenciales en noviembre de 2019. A lo largo de 2018 no se despejó la incógnita de si a las mismas iba a presentarse de nuevo el veteranísimo (92 años) mandatario elegido en la edición de 2014,
Béji Caïd Essebsi, quien fuera primer ministro en el crítico primer año de la transición democrática y fundador del partido centrista laico Nidaa Tounes (Llamada de Túnez).
El 26 de octubre de 2018 Saïed, en una entrevista para el semanario francés
Jeune Afrique, desveló que había decidido presentarse a las elecciones presidenciales como candidato independiente, sin el aval o respaldo de ningún partido. Lo hacía impulsado por un "profundo sentido del deber", como una suerte de "obligación" moral que se imponía, en "respuesta a las constantes solicitudes de los jóvenes"; estos, al igual que él, estaban profundamente desapegados de unas capas rectoras juzgadas incompetente y venales, aferradas a sus privilegios e insensibles a las demandas sociales.
En concreto, Saïed se veía a sí mismo como el presidente de la República que, dentro de su restringido rango de atribuciones ejecutivas, propiciaría una revisión de la Constitución en aras de una "completa reorganización político-administrativa de la pirámide de poder". La misma supondría transferir poder político desde los consejos locales a las regiones, las cuales dispondrían de unos consejos que serían los responsables de refundir y aprobar los proyectos de desarrollo elaborados por los entes municipales, a fin de asegurar su verdadera utilidad pública y evitar que respondieran únicamente a intereses corporativos locales. Como medidas de "autocontrol" frente a la "corrupción y los excesos", el mandato representativo de los consejeros locales tendría que ser revocable y el mandato delegado de los consejeros regionales, alterno. En este marco de "democracia directa" los partidos políticos y el mismo Parlamento nacional, la Asamblea de Representantes del Pueblo, tendrían poco o nada que decir. En diciembre de 2018 el profesor confirmó a los medios nacionales que estaba en la carrera presidencial y desde ese momento su candidatura creció velozmente en los sondeos de intención de voto.
En abril de 2019, cuando Saïed rozaba el 20% en las encuestas, pisándole los talones al favorito del momento, el primer ministro desde 2016,
Youssef Chahed, y rebasando ampliamente a un desfondado Essebsi, el anciano presidente de la República comunicó que, a sus 92 años, renunciaba a optar al segundo mandato y que dejaba el camino libre a otro aspirante del oficialismo. Este, recomendaba Essebsi, debía ser el 49 años más joven Chahed, a pesar de que el primer ministro acababa de romper con Nidaa Tounes, donde se sentía marginado y perseguido, y formado su propio partido político, con similar ideario neo-bourguibista y de nombre Tahya Tounes (Viva Túnez).
Las elecciones tocaban el 17 de noviembre, después de las elecciones legislativas del 6 de octubre, pero el ocaso vital de Essebsi obligó a adelantarlas. A finales de junio el presidente tuvo que ser hospitalizado de urgencia por una grave afección que las autoridades no especificaron. Aunque circularon noticias de su defunción, el paciente superó su estado crítico y llegó a recibir el alta médica. Sin embargo, el 24 de julio Essebsi ingresó de nuevo en el hospital y un día después falleció. Entonces, se activaron las previsiones constitucionales por vacancia en la Presidencia de la República: el presidente de la Asamblea de Representantes, Muhammad Ennaceur, de Nidaa Tounes, asumió como presidente interino y las votaciones para elegir al nuevo titular fueron trasladadas al 15 de septiembre.
Saïed iba a medirse en las urnas con, nada menos, 25 contrincantes presidenciales, entre independientes y candidatos de partidos. En la lista figuraban, además de Chahed, dos antiguos primeros ministros, el islamista disidente
Hamadi Jebali (2011-2013) y el centrista liberal
Mehdi Jomaa (2014-2015). También concurrían el predecesor de Essebsi en la Presidencia (2011-2014), el socialdemócrata
Moncef Marzouki, así como el actual ministro de Defensa, Abdelkrim Zbidi, figura independiente pero sostenida por Nidaa Tounes, cuyas riendas llevaba ahora el hijo del difunto líder fundador, Hafedh Caïd Essebsi. Sin embargo, salvo Zbidi, ninguno de estos candidatos tenía pegada electoral, irrelevancia en la que amagaba con hundirse el propio Chahed.
El jurista pasó a encabezar los sondeos a la par que, entablando una fluctuante pugna por la condición de favorito, el otro postulante estrella de la campaña: el próspero empresario de televisión y publicidad
Nabil Karoui, conductor del partido centrista Qalb Tounes (Corazón de Túnez), metido en serios líos con la justicia por unos presuntos delitos fiscales y hombre con unas maneras y unos mensajes completamente distintos de los del rígido experto constitucionalista.
La campaña desarrollada por Saïed fue de lo más extraña para tratarse de un candidato puntero: tras decir que los 10.000 dinares de depósito requeridos por la ISIE para inscribir su candidatura los había recaudado en el seno de su familia, el profesor rehusó convocar mítines, dejarse ver actos proselitistas, aparecer en las redes sociales o simplemente dotarse de una oficina de campaña. Ni siquiera publicó un programa o manifiesto por escrito. Además, no se apartó un ápice de su estilo monótono y de su discurso legalista, donde apenas sobraban palabras para otras cuestiones que no fueran el Estado de derecho, el cumplimiento estricto de la ley, la probidad de los funcionarios públicos y la eficacia gestora. Sin ninguna concesión al populismo y las promesas fáciles, Saïed tocó las importantísimas cuestiones sociales y económicas tan solo de soslayo, de una manera muy indirecta, concluyendo que la gente podría empezar a ver resultados en esos terrenos si la lucha contra la corrupción "moral y financiera" se hacía con energía y seriedad, y si su original reforma administrativa se llevaba a cabo. Asimismo, él sería un presidente austero que no viviría en la sede y residencia oficial del jefe del Estado, el Palacio de Cartago.
Por otra parte, Saïed, indagado por los periodistas, se reveló como un hombre profundamente conservador en materia social, incluso retrógrado. Así, se manifestó a favor de aplicar la pena de muerte -en la práctica suspendida desde 1981-, achacó los debates recurrentes en la sociedad tunecina sobre la despenalización de las relaciones homosexuales a intromisiones "extranjeras" y, mencionando aquí la confesionalidad islámica del Estado y la tradición coránica, dejó claro su rechazo a la equiparación de los derechos de herencia entre hombres y mujeres. Días antes de las elecciones, entrevistado de nuevo por
Jeune Afrique, el candidato reiteró su posición heterodoxa afirmando que él podía ciertamente "aceptar las reglas del juego, pero no el sistema".
En la elección presidencial del 15 de septiembre de 2019 Saïed, con el 18,4% de los votos, se puso provisionalmente en cabeza; con él pasaba a la segunda vuelta Nabil Karoui, receptor del 15,6% y que, en otra circunstancia anómala que subrayaba la excepcionalidad de las votaciones tunecinas, se encontraba en prisión desde el 23 de agosto, a la espera de conocer el veredicto judicial por las acusaciones de fraude tributario y blanqueo de capitales que pesaban en su contra. Los aspirantes tercero, cuarto y quinto más votados fueron respectivamente Abdelfattah Mourou por el islamista Ennahda, el ministro de Defensa Zbidi y el primer ministro Chahed. Los antiguos estadistas Marzouki (Al Irada), Jomaa (Al Badil Ettounsi) y Jebali (independiente) tuvieron sendos registros meramente testimoniales. La única mujer candidata, la empresaria y anterior ministra de Turismo Selma Elloumi Rekik, del partido neo-bourguibista Al Amal (Esperanza), terminó vigésimo tercera con el 0,15% de los votos. Con su impasibilidad habitual, Saïed declaró: "Mi victoria conlleva una gran responsabilidad de convertir la frustración en esperanza. Es una nueva etapa en la historia de Túnez, es como una nueva revolución". Pocos días después, el 19 de septiembre, llegó la noticia de la muerte, en su exilio saudí y a los 83 años, del derrocado ex presidente Ben Alí.
Hasta la segunda vuelta presidencial del 13 de octubre tuvieron lugar los comicios legislativos, en los que el Ennahda, recobrando la primacía perdida en las votaciones de 2014 pero con un volumen de apoyos mucho menor, se hizo con una endeble mayoría simple de 52 diputados. El Nidaa Tounes, privado del liderazgo de Essebsi, se derrumbó desde los 86 a los tres escaños. Segundo fue, con 38 diputados, el Qalb Tounes de Karoui, quien por cierto recobró la libertad provisional tres días después, a tiempo para librar sin ataduras su duelo particular con Saïed. Sin embargo, las elecciones ya estaban sentenciadas, y con un veredicto de lo más contundente: el profesor batió al empresario con el 72,7% de los votos. En su primera conferencia de prensa, el triunfador dio las gracias a quienes le habían votado, "sobre todo los jóvenes", y proclamó: "Hoy abrimos una nueva página en la historia de Túnez (…) El objetivo es recuperar la confianza entre gobernantes y gobernados". Karoui asumió sin demora su derrota, aunque aseguró que los resultados habrían sido "diferentes" de haber podido realizar su campaña en circunstancias normales, fuera de prisión. La participación de la segunda vuelta fue cuantificada por la ISIE en el 55%, ligeramente por encima de la de la primera vuelta. En las legislativas, la abstención había sido 13 puntos mayor.
El 23 de octubre Saïed prestó juramento de su cargo con un mandato inicial de cinco años.
(Cobertura informativa hasta 23/10/2019)