La Covid-19 ha supuesto un punto de inflexión en el largo proceso de deslocalización productiva y la globalización de las décadas anteriores. El reciente cuello de botella en el comercio internacional y la carencia de suministros ha agravado todavía más el problema, con lo que muchas empresas ahora valoran la posibilidad de repatriar (o acercar) sus fábricas y filiales ubicadas en el extranjero. Sin embargo, es un proceso que no estará exento de costes porque no siempre se pueden mover trabajadores con tanta facilidad. Estos temas se debatieron en un seminario el pasado viernes en el CIDOB, titulado Comercio internacional y estrategias de resiliencias económicas, en el que participaron, entre otros: Anabel González, directora general adjunto de la OMC, Silvia Sorescu, analista política de la OCDE, y Fabrizio Opertti, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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