El pasado 1 de diciembre tuvo lugar en la sede de CIDOB un taller de debate que bajo el título “Islam and Democracy in Central Asia” reunió a algunos de los principales especialistas españoles en la región con destacados expertos centroasiáticos venidos de Uzbekistán, Kirguizistán y Kazajstán. La iniciativa se celebró en el marco del Observatorio de Asia Central (OAC), un proyecto conjunto de CIDOB, Casa Asia y el Real Instituto Elcano.
El pasado 1 de diciembre tuvo lugar en la sede de CIDOB un taller de debate que bajo el título “Islam and Democracy in Central Asia” reunió a algunos de los principales especialistas españoles en la región con destacados expertos centroasiáticos venidos de Uzbekistán, Kirguizistán y Kazajstán. La iniciativa se celebró en el marco del Observatorio de Asia Central (OAC), un proyecto conjunto de CIDOB, Casa Asia y el Real Instituto Elcano.
El punto de partida fue esbozar la relación entre islam y democracia, una ecuación en la que Asia Central desempeña un papel importante, al haber desarrollado un islam híbrido y moderado, marcado por la experiencia comunista, un sustrato religioso autóctono y la vida nómada en torno a la Ruta de la Seda y sus múltiples influencias. Los participantes en el debate coincidieron en señalar el islam suní de la escuela hanafita como predominante en la región, una versión moderada y alejada del ejercicio político del poder. Tras el periodo bajo dominio soviético, vuelve a emerger un islam tradicional en la zona, esta vez de corte oficial y que sirve en ocasiones de instrumento de control social. En algunas regiones, como el valle de Fergana, donde se produjeron en el pasado confrontaciones violentas entre comunidades, ha aparecido recientemente un islam radical, vinculado a la escuela salafita (de la que proviene la secta wahabita de Arabia Saudí) y que persigue como objetivo la consecución del Califato, una entidad supranacional regida por la ley islámica. Dicho movimiento toma forma de insurgencia armada con el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU) o de movimiento subversivo, con el Hizb-u-Tahrir. Su existencia, aunque aún minoritaria, es utilizada por los estados de la región para justificar ante sus ciudadanos el carácter autoritario de su control y su lucha contra las llamadas influencias externas. En este entramado de religión y política, se hizo evidente que Uzbekistán es el lugar de referencia para comprender el pasado, el presente y el futuro del islam en Asia Central. También en el transcurso del debate, se cuestionaron las coordenadas que tradicionalmente se emplean para abordar la cuestión planteada. Como alguno de los asistentes apuntó, más que de un choque de civilizaciones, conviene hablar de un choque de instituciones, entre teocracias y estados seculares, entre sistemas democráticos y autoritarios; un conflicto incipiente en el que los fenómenos de proliferación y empoderamiento de la sociedad civil deben desempeñar un papel crucial, más allá de creencias y trayectorias históricas. Como nos recordó una de las intervenciones, más que situarnos en una dicotomía entre democracia e islam, sería más correcto y realista plantear un conflicto entre un incipiente islam democrático y un islam autoritario.
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