“Desde el principio de la guerra, Turquía ha sabido mantener un complejo juego de poderes. Se ha posicionado de manera muy astuta como mediador para mejorar su imagen a nivel nacional e internacional, a la vez que conseguía el argumento perfecto para no romper con Moscú con quién mantiene unos fuertes lazos económicos y energéticos”, explica Eduard Soler i Lecha, investigador senior asociado a CIDOB. “Para Turquía, Rusia no sólo es el vecino del norte, sino también un vecino simbólico del sur - continúa Soler -, ya que Moscú tiene una capacidad de influencia muy importante en Siria”, donde Ankara amenaza con iniciar nuevas ofensivas militares contra las milicias kurdas, a las que acusa de ataques terroristas contra Turquía.
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