1. Temprana responsable política con los Socialdemócratas daneses2. Líder del partido en 2015, plataforma antiinmigración y primera ministra en 2019
1. Temprana responsable política con los Socialdemócratas daneses
Criada en el hogar de clase trabajadora formada por un tipógrafo industrial y una educadora social en la ciudad de Aalborg, su intenso compromiso militante con el partido de la Social Democracia (Socialdemokratiet) o Social Demócratas (Socialdemokraterne, SD) la introdujo en los ambientes políticos después de concluir los estudios escolares, a los que por el momento no encadenó una formación universitaria. En 2000 empezó a trabajar de asistente para asuntos juveniles en la Federación Danesa de Sindicatos (LO), pero ya en las elecciones generales de noviembre de 2001 resultó elegida diputada por Copenhague apenas cumplidos los 24 años. Este precoz mandato en el Folketing fue el arranque de una escalada imparable en la política profesional que 18 años después iba a culminar en el nombramiento como primera ministra de Dinamarca.
Frederiksen, nombrada portavoz del grupo parlamentario socialdemócrata para las cuestiones de cultura, medios de comunicación e igualdad de género, sirvió su primera legislatura en la oposición al Gobierno de coalición liberal-conservador encabezado por
Anders Fogh Rasmussen. Su jefe de filas entonces era Mogens Lykketoft, quien en 2002 había asumido el liderazgo de la SD a raíz de la debacle electoral (pérdida de 11 de los 63 escaños) sufrida el año anterior por
Poul Nyrup Rasmussen, primer ministro de Dinamarca desde 1993. Tras los comicios de febrero de 2005, que agudizaron el declive electoral de la SD, con cinco escaños menos y a la zaga del Partido Liberal (Venstre) de Rasmussen, Frederiksen tomó la portavocía de asuntos sociales y reforzó su posición interna como vicepresidenta del grupo parlamentario, achicado a los 47 miembros.
El reemplazo de Lykketoft por
Helle Thorning-Schmidt, defensora de los enfoques socialdemócratas clásicos pero algo aligerados de carga izquierdista, no ayudó a paliar las penurias electorales del partido, que volvió retroceder, hasta los 45 diputados esta vez, en las elecciones generales de noviembre de 2007; las mismas alumbraron el tercer Gobierno de coalición liberal-conservador de Anders Fogh Rasmussen, a quien en 2009 iba a tomar el relevo su colega partidario
Lars Lokke Rasmussen de resultas de su elección para el cargo de secretario general de la OTAN. Uno de los pocos parlamentarios de la SD que aguantó el tipo en las urnas fue Frederiksen, ampliamente votada en su distrito capitalino y a renglón seguido renovada en la vicepresidencia de su bancada. Por otro lado, la diputada encontró tiempo para dotarse de un currículum universitario: en 2007 se diplomó en Administración y Ciencias Sociales por la Universidad de Aalborg y en 2009 añadió una licenciatura en Estudios Africanos impartida por la Universidad de Copenhague.
En 2010, Frederiksen, conocida por el público por sus alegatos en favor de la prohibición de la prostitución, se vio envuelta en una controversia no menor al publicar los medios que su hija pequeña Ida Feline (fruto de su matrimonio con Erik Harr, de quien en 2014 terminaría divorciándose tras 11 años de casados y el padre también de su otro hijo, Magne) estaba siendo educada en una escuela privada. Entonces, la diputada y otros compañeros del partido fueron acusados desde cabeceras de la prensa danesa de hipocresía, por no aplicar en sus vidas privadas la defensa y promoción que como políticos hacían de la enseñanza pública. A Frederiksen en particular se le recordó que en 2005 había criticado con cierta dureza a los padres que mandaban a sus hijos a escuelas privadas, tachándolos de "egoístas"; la aludida se defendió argumentando que su opinión sobre este punto ya no era tan tajante como entonces.
Frederiksen hizo el salto al Gobierno nacional tras las elecciones del 15 de septiembre de 2011, cuyo desenlace no pudo ser más paradójico. Así, pese a encadenar su cuarta mengua consecutiva de votos y escaños, quedándose ahora por debajo de la cota del 25% (lo que no sucedía desde 1903), la SD, gracias a la pericia negociadora de Thorning-Schmidt, pudo regresar al Ejecutivo al cabo de una década en la oposición sobre la base de una ajustada coalición de centro-izquierda con los partidos Social Liberal (Radikale Venstre, RV) y Popular Socialista (Socialistisk Folkeparti, SF), cuya mayoría absoluta quedaba fiada al respaldo en el Folketing de la muy izquierdista Alianza Roja-Verde (Enhedslisten). El 3 de octubre de 2011 se constituyó el Gabinete Thorning-Schmidt y en su seno Frederiksen recibió la cartera de Empleo.
Como ministra de Empleo, Frederiksen acometió una polémica reforma laboral que redujo las prestaciones por desempleo para los jóvenes y flexibilizó el mercado de trabajo. A lo largo de su gestión, coincidente con un período de crecimiento económico parco, la tasa de paro se redujo en un punto, del 7,4% al 6,4%. El 10 de octubre de 2014 Thorning-Schmidt, que desde febrero gobernaba en minoría con la sola compañía de los social liberales, movió a Frederiksen al Ministerio de Justicia.
Las elecciones del 18 de junio de 2015 interrumpieron 14 años de la mala racha de la SD, que recobró tres escaños y la primera posición del Folketing. Sin embargo, al igual que en 2011 pero con los papeles invertidos, prevaleció la aritmética dibujada por los bloques informales del centro-derecha y el centro-izquierda, cuyas mayorías o minorías determinaban los turnos de gobierno. La balanza se inclinó esta vez a favor del Venstre y Lars Løkke Rasmussen, que pudieron volver al Ejecutivo recostados en un pacto de legislatura con el Partido Conservador (KF), la Alianza Liberal (LA) y el Partido Popular Danés (DF), la formación de la derecha nacional-populista y campeona de la retórica antiinmigración que ahora era la segunda fuerza de Parlamento.
Ya en la misma noche electoral, tan pronto como llegaron los resultados, se supo que Rasmussen sería primer ministro. Thorning-Schmidt anunció al punto su dimisión como líder de la SD y dejó todo dispuesto para su sucesión por Frederiksen. El 28 de junio de 2015, a la vez que cesaba en el Gobierno por la instalación del Gabinete Rasmussen, la hasta ahora ministra de Justicia asumió la jefatura socialdemócrata, tomando como adjuntos a dos vicelíderes,
Frank Jensen, el alcalde de Copenhague, y Mogens Jensen, diputado del Folketing.
2. Líder del partido en 2015, plataforma antiinmigración y primera ministra en 2019
La llegada de Frederiksen, con 37 años, a los liderazgos de su partido y de la oposición parlamentaria danesa marcó un punto de inflexión en la historia doctrinal de la SD, que vio modificarse drásticamente un capítulo bien concreto de su discurso político, si bien este cambio ya había empezado a producirse en la práctica con Thorning-Schmidt.
Así, asimilando la idea central que inicialmente había lanzado al debate nacional el DF y que en buena medida ya habían hecho suya hacía tiempo el Venstre y el KF también, Frederiksen vino a decir de manera explícita que Dinamarca no podía permitirse seguir acogiendo inmigrantes y que todas las restricciones aplicadas al sistema nacional de inmigración y asilo desde los tiempos del primer ministro Anders Fogh Rasmussen no tenían vuelta atrás. El escepticismo de Frederiksen con la llegada de miles de ciudadanos extranjeros, en especial del mundo musulmán, y mezclado con consideraciones de seguridad, en realidad, no venía de lejos.
Ahora, ese sentimiento tomó pábulo del reciente tiroteo terrorista en Copenhague, perpetrado en febrero de 2015 con el resultado de tres muertos, y pudo expresarse con menos complejos todavía al calor de la gran crisis migratoria europea de 2015-2016, que trajo cierres nacionales de fronteras en el espacio de Schengen y llenó de escenas de drama humanitario y caos vial la ruta seguida por cientos de miles de refugiados y migrantes, sirios en su mayoría, desde las costas griegas hasta Alemania.
La líder socialdemócrata danesa, antaño favorable a las reagrupaciones familiares y heraldo de la "sociedad multiétnica", dejó clara su opinión contraria a la "inmigración masiva", fenómeno que según ella iba negativamente de la mano de la "globalización desregulada", origen también de la "pérdida de derechos laborales", y de paso criticó a la religión musulmana, algunos de cuyos fieles no se esforzaban en integrarse en la sociedad de acogida. A su entender, la SD había pagado severamente en las urnas por identificarse con el modelo de puertas abiertas y la libre circulación de personas sin controles fronterizos, políticas que eran contraproducentes y debían considerarse periclitadas.
Los socialdemócratas daneses, pese a estar en la oposición y aun al precio de concitar el malestar y las quejas de colegas del Partido de los Socialistas Europeos, confirmaron su nuevo enfoque contrario a la inmigración, y de paso sospechoso del Islam, con hechos legislativos: en el Folketing, dieron su voto a las iniciativas, altamente polémicas, del Gobierno Rasmussen de facultar a la Policía para confiscar dinero y otros bienes de valor, a modo de cobro legal de los servicios de atención y asilo, a los refugiados e inmigrantes irregulares que cruzasen la frontera desde Alemania, y de prohibir el uso en los espacios públicos de niqabs, burkas u otras prendas que cubrieran el rostro de las mujeres.
Para las elecciones generales de 2019, Frederiksen, que decía ser una socialdemócrata "porque me apasiona la justicia", y sus conmilitones diseñaron un programa con abundantes guiños a los votantes del DF, un partido de derecha radical o extrema derecha, y pretendidamente equilibrado entre las nuevas consideraciones en materia migratoria, que traían un implícito mensaje identitario de rechazo al multiculturalismo, y la defensa del estado del bienestar y las clases trabajadoras.
Por de pronto, el plan proponía una política de extranjería "realista y justa" fundado en tres ejes de acción: primero, el cálculo minucioso "de cuantos inmigrantes podemos integrar", sin el cual difícilmente podría regularse la afluencia de foráneos, entendidos por tales en esencia los "no occidentales"; segundo, la "duplicación" de la ayuda de Dinamarca a los países de origen y partida de refugiados y migrantes clandestinos; y tercero, medidas para la conseguir la "integración real de los nuevos daneses", quienes tendrían que tener "los mismos derechos y deberes que los demás". De todas maneras, el mensaje inequívoco del partido opositor era que la política nacional de asilo debía fundarse más en las repatriaciones, incentivadas o forzosas, que en la integración. Para la SD, la política de inmigración debía seguir siendo "estricta" y a la vez cumplir con el objetivo de "unir Dinamarca", algo en lo que el Gobierno Rasmussen había fracasado clamorosamente.
Aparte, en entrevistas de prensa y alocuciones proselitistas, Frederiksen no tuvo ambages en reclamar el cierre de todos los centros de recepción de inmigrantes en suelo danés, el "reasentamiento" en campamentos del Norte de África de quienes vieran rechazada la demanda de asilo y la imposición de servicios laborales de 37 horas semanales a los que, una vez admitidos, obtuvieran beneficios sociales. "Si queremos asegurar nuestro estado del bienestar, hay que impedir que vengan más inmigrantes de los que podemos manejar", afirmó Frederiksen durante la campaña. Se trataba de un plantel de actuaciones que el líder del DF, Kristian Thulesen Dahl, podía suscribir automáticamente. La propia SD asumió que su mudanza programática en este terreno constituía un "cambio de paradigma". Ahora bien, en el partido no había unanimidad al respecto; por ejemplo, la diputada Mette Gjerskov, anterior ministra de Alimentación, Agricultura y Pesca con Thorning-Schmidt, se opuso vehementemente a la prohibición del burka y acabó sufriendo una sanción interna.
En el capítulo social, el programa ponía un gran énfasis en la protección de la infancia, la reducción de las desigualdades ("Dinamarca es demasiado pequeña para que en ella haya grandes diferencias") y la adecuada cobertura por el Estado de los servicios de sanidad, educación y pensiones. El tercer pilar era el desafío de la transición energética y la protección del medio ambiente, haciendo de Dinamarca "una superpotencia verde otra vez". La SD quería redoblar esfuerzos en la lucha contra el calentamiento global y propugnaban adelantar de 2050 a 2045 la neutralización de los combustibles fósiles en Dinamarca.
En sí mismas, las votaciones del 5 de junio de 2019 no fueron fructuosas para la SD. Con el 25,9% de los sufragios, los de Frederiksen, quien ahora se presentaba a diputada por Jutlandia del Norte, perdieron cuatro décimas de voto, lo que de todas maneras se tradujo en la ganancia de un escaño, de 47 a 48. El Venstre del primer ministro Rasmussen recuperó nueve puestos y desbancó del segundo lugar al gran perdedor de la jornada, el DF de Thulesen Dahl, que vio evaporarse 21 de sus 37 escaños. Para los dos socios gubernamentales del Venstre la suerte fue dispar: el KF mejoró sustancialmente, pero la LA se despeñó. Muy bien les fue al RV y al SF, que ganaron 15 diputados entre los dos. La calculadora poselectoral no dejaba lugar a dudas: la fórmula de gobierno vigente hasta ahora, un tripartito de centro-derecha sostenido desde el Folketing por el DF, no podía reeditarse, debido al gran varapalo sufrido por la extrema derecha. El 6 de junio Rasmussen presentó la dimisión.
Durante la campaña, ciertos comentarios de Frederiksen, unidos a sus buenas relaciones personales con Thulesen Dahl, aireadas en los platós de televisión, suscitaron la impresión de que la SD estaría dispuesta a ponerse de acuerdo con el DF si ellos, tal como apuntaban los sondeos, ganaran las elecciones con mayoría simple. De materializarse, ese entendimiento oficial entre fuerzas tradicionalmente antitéticas pero ahora coincidentes en el capítulo migratorio habría sentado un precedente histórico en Dinamarca y en toda la Unión Europea. Sin embargo, la debacle del DF vino a disipar esa perspectiva en favor de un consenso básico entre socialdemócratas, social liberales y socialistas populares, alternativa de gobierno, empero, no exenta de dificultades porque el líder del RV, Morten Østergaard, preclaro defensor del liberalismo económico y de suavizar las restricciones migratorias, era ahora mismo el cabeza de facción que más discrepaba del discurso de Frederiksen. En cuanto a la Alianza Roja-Verde, que disponía de 13 escaños, se trataba de una colaboradora potencial de los socialdemócratas, siempre que el próximo Gobierno del centro-izquierda, argüía su portavoz Pernille Skipper, diera prioridad absoluta al expediente medioambiental.
Desde el principio, Frederiksen concibió las discusiones con estos tres partidos con la mirada puesta en un Gabinete monocolor de la SD, en el que dichas fuerzas renunciarían a tener ministros, conformándose con prestar respaldo desde el Parlamento. El 26 de junio los cuatro interlocutores, referidos colectivamente como el "bloque rojo", anunciaron que habían llegado a un acuerdo por el que los socialdemócratas gobernarían en solitario con el soporte parlamentario de los social liberales, los socialistas populares y los roji-verdes, dando lugar a un oficialismo que dispondría de 91 de los 179 escaños del Folketing. Además, la SD podía contar con los dos diputados de los partidos socialdemócratas independientes elegidos en los países autónomos de Groenlandia e Islas Feroe. Frederiksen, quien a sus 41 años iba convertirse en el más joven primer ministro de Dinamarca, matizó que esta mayoría de gobierno no era cerrada y que ella estaba abierta a suscribir acuerdos de cooperación con otras fuerzas políticas.
El documento de consenso de los firmantes, titulado
Una dirección justa para Dinamarca, salvaguardaba básicamente el programa electoral de la SD en las cuestiones medioambiental (objetivos de descarbonización más ambiciosos, transición al transporte eléctrico, eliminación gradual de los plásticos), el mantenimiento de una política migratoria fuertemente restrictiva y el compromiso con el gasto social para reducir las desigualdades.
Acto seguido, la reina Margarita II trasladó a Frederiksen el encargo oficial de formar el Gobierno y este tomó posesión en la jornada siguiente, el 27 de junio. El Gabinete Frederiksen llamó la atención por su composición desequilibrada de género, con seis ministras frente a 13 ministros. Los titulares de las carteras clave eran Jeppe Kofod en Exteriores, Nicolai Wammen en Finanzas, Astrid Krag en Interior y Asuntos Sociales, Trine Bramsen en Defensa, Mattias Tesfaye en Inmigración e Integración, y Dan Jørgensen en Clima y Energía.
(Cobertura informativa hasta 4/7/2019)