En la plataforma Youtube, quizá la más conocida red social para la distribución y exhibición de videos en Internet, se puede ver un antiguo anuncio de 1927, en blanco y negro, que se proyectaba en los cines norteamericanos y que explicaba cómo utilizar el teléfono con marcación de disco (anteriormente había un sistema de operadoras telefónicas). Este pequeño cambio, que observando el video nos resulta ahora ingenuo e insignificante, transformaba completamente la relación que hasta entonces se tenía con un aparato de comunicación como el teléfono. Los instrumentos y las tecnologías con las que convivimos cotidianamente y que en muchas ocasiones damos por sentadas fueron, en algún momento, innovaciones que se insertaron paulatinamente en las prácticas cotidianas de las personas. Esta anécdota nos sirve como introducción para la reflexión que queremos plantear aquí sobre el papel que las tecnologías de la información y la comunicación tienen en distintos ámbitos de nuestras actividades cotidianas, incluida la labor científica. La tecnología siempre ha estado vinculada a la producción de conocimiento científico, como parte de su proceso y como producto de su actividad, pero en las ciencias sociales, y especialmente en las metodologías cualitativas, su papel ha tendido a ser minimizado e invisibilizado, y no digamos ya en las humanidades.