En el año 2006, a medio camino de la VIII legislatura, el Gobierno socialista intenta consolidar su proyecto de potenciar la política exterior española por la vía del multilateralismo eficaz, impulsándola desde la vinculación con la política europea. Lo hará intensificando el diálogo con otras fuerzas políticas –pero con la hostilidad del Partido Popular (PP)– y actores sociales, a la búsqueda del fortalecimiento del consenso perdido. Esta vuelta al europeísmo activo se explicitará –como veremos más adelante– en varios casos directamente ligados a la propia política europea, potenciando el camino hacia la Constitución Europea y redimensionando la relación con nuestros socios en la Unión Europea (UE); además, se hará visible en el tratamiento de situaciones como la cuestión migratoria, las negociaciones sobre Gibraltar, el “caso cubano”, el diálogo con las autoridades de Irán acerca de su programa nuclear o el envío de tropas al Líbano. Otra cuestión importante son los condicionantes internos, entre los que conviene destacar la reactivación de la política exterior con el PP en contra, la agenda interna (cambio del ministro de Defensa), la postergada reforma de la Administración exterior y la politización de la diplomacia, entre otros.