Aunque 2004 no ha sido el año de un único acontecimiento relevante y definidor, ha presenciado sin embargo una serie de hechos destacados, dramáticos e imprevistos, que se han visto acompañados de otros procesos, de medio y largo alcance, que han adquirido una relevancia más especial precisamente este año. Así como el siglo XX tardó cuatro o cinco años en dar a conocer sus rasgos distintivos más profundos –pensamos en la guerra ruso-japonesa de 1904 y las posteriores revoluciones rusa, persa, turca, mexicana y china-, presagiando lo que Hannah Arendt llamó “La edad de guerras y revoluciones”, de la misma manera podría resultar que los acontecimientos de 2004 han esbozado aquellas tendencias que podrían llegar a dominar los años venideros. Tanto el optimismo liberal de finales de los noventa como la brutal confrontación del 11 de septiembre de 2001 pueden resultar haber sido falsos indicadores del porvenir. En lugar de esto, si 2004 es un indicador exacto, vamos a descubrir un panorama internacional más complejo pero duradero y, en ciertos aspectos, inquietante.