En el año 2001 fue cuando se manifestó en toda su extensión la discontinuidad cíclica de la economía estadounidense. Oficialmente, esta economía entró en recesión en marzo de ese año, aunque fue tiempo después cuando se percibiría en el conjunto de la economía mundial, contribuyendo a hacer del 2001 uno de los años de más bajo ritmo de crecimiento económico y el de mayor atonía en el comercio internacional de las tres últimas décadas. Ese elevado grado de determinación de la pulsación de la demanda estadounidense sobre la evolución del comercio mundial y, en general, sobre el crecimiento de los demás países, es uno más de los exponentes del renovado liderazgo que aquélla economía ha ejercido a partir de la segunda mitad de los noventa.