Aunque de vocación abierta, como corresponde a una potencia media con una proyección exterior muy superior a su peso específico (en términos demográficos o económicos) y que además desempeña un papel activo en un mundo cada vez más interdependiente, la política exterior española en 1993 estuvo concentrada con especial intensidad en el proceso de construcción europea y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.