En menos de 48 horas, dos tiroteos acabaron con la vida de 17 personas y otras 21 resultaron heridas en Serbia. El presidente, Aleksandar Vučić, ha llamado a “un desarme casi completo” de la población en el plazo de un mes. “A pesar de que las armas siempre han sido importantes para la población serbia, no ha habido muchas matanzas en la historia más reciente del país”, apunta Pol Bargués, investigador senior de CIDOB especializado en los Balcanes. “Cuando ha habido estos dos episodios, las medidas de la acción del Gobierno y las promesas de hacerlo han sido muy grandes. La respuesta de desarmar a todo el país ha sido contundente, tanto por parte del Gobierno como de la sociedad”, añade el experto. La tradición histórica y las guerras que atravesaron la región han generado que la población siga manteniendo vínculos con las armas. Pero, al menos, la tragedia de Serbia ha servido para que otros países tomen conciencia. El ministro del Interior montenegrino, Filip Adzic, pidió el pasado lunes a los ciudadanos que entreguen sus armas; e incluso Bosnia ha expresado sus condolencias a la nación vecina, pese a su histórica rivalidad. Serbia y la región parece que “empieza a dejar sus fantasmas atrás”, concluye Bargués.
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