Si era evidente desde hacía años el grado creciente de integración internacional de la economía española, en 1993 se pondría más explícitamente de manifiesto. Un año tan pródigo en alteraciones formales y efectivas en el entorno comunitario como en señales favorables para el comercio exterior español que, continuando la tendencia iniciada en el verano de 1992, contribuiría a la más espectacular reducción de su déficit comercial en varias décadas.