Quedarse sin techo ya era una realidad para ellos antes de la emergencia sanitaria –una encuesta de CIDOB con 300 solicitantes de asilo en Cataluña ha concluido que un 27% de ellos habían dormido en la calle–, y el estado de alarma agravó su precariedad. “Ha sido fundamental la ayuda mutua de familia y amigos así como la labor de algunos ayuntamientos y, sobre todo, de redes sociales y vecinales”, escribe la investigadora de CIDOB Blanca Garcés en un reciente artículo titulado El asilo confinado.
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