Esta segunda cita con las urnas, que llega entre sospechas de fraude electoral y con la economía turca en horas bajas, decidirá la continuidad del líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) tras dos décadas al frente del país en las que ha ido derivando a un poder cada vez más autoritario. “Sabemos que hubo fraude a gran escala y que la oposición no supo asegurar las urnas. Se cometieron irregularidades y no fue capaz de impedirlo”, explica Umut Özkirimli, investigador senior asociado a CIDOB. Hace referencia a 20.000 urnas que superaron el 95% de participación, según datos arrojados por el Partido de los Trabajadores de Turquía (Tip), y que plantean serias dudas sobre la legitimidad del conteo. El investigador de CIDOB pone como ejemplo la provincia árabe y turca. “Los resultados dicen, por ejemplo, que el partido kurdo obtuvo cero votos y el partido nacionalista turco, los racistas, miles. No hay teoría en todo el mundo que explique esto”. “Si las papeletas se transfieren de un partido a otro, si la Agencia Estatal, que se supone que debe supervisar los resultados y anunciarlos, trabaja para el gobierno, [las elecciones] no son libres”, concluye Özkirimli.
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