En el anuario del año pasado, Fred Halliday titulaba el capítulo introductorio de manera significativa: "Un año tan dramático como cualquier otro de la década", y a su vez, Andrés Ortega titulaba el del año anterior: "Un año de siembra en un cruce de siglos". Más allá del enorme interés de ambos artículos y del innegable talento de sus autores, los dos trabajos dejan entrever lo que a lo largo de los últimos diez años se consolida como la constante determinante: confusión. No sólo incertidumbre; sobre todo confusión. La incertidumbre nos remite a la dificultad de prevenir crisis, identificar riesgos y amenazas, encontrar referentes de cara al futuro más inmediato. La confusión es algo más, algo añadido a la incertidumbre. Es la dificultad, o la incapacidad, de describir adecuadamente el mundo actual en términos de sistema internacional, esto es, en términos de un todo estructurado de acuerdo con unas constantes y unas variables, con un modo de funcionar cuya descripción, si la conseguimos, nos ayudará a comprender dicho mundo. Y no es tan fácil. Por ello, este trabajo introductorio se propone simplemente plantear unas cuantas ideas sobre el balance de la última década, como capítulo conclusivo de un siglo XX que no deja de desconcertarnos.