Nacida en 1975, el año en que
Margaret Thatcher asumió el liderazgo del Partido Conservador, Elizabeth Mary Truss se crió en un hogar con ideas laboristas de izquierda y
en su juventud militó en los Liberales Demócratas. Su salto a los conservadores se produjo en 1996, coincidiendo con la compleción de sus estudios de Filosofía, Política y Economía en el Merton College de Oxford, y el inicio de una carrera de gerente de ventas y economista contable en el sector privado, actividades profesionales desarrolladas a lo largo de una década en las compañías Shell y Cable & Wireless.
COLABORADORA DE DAVID CAMERON Y THERESA MAY
En las elecciones generales de 2001 y 2005, durante el Gobierno laborista de
Tony Blair, Truss candidateó sin éxito a un asiento en la Cámara de los Comunes. A cambio, en 2006, salió elegida concejal en el distrito londinense de Greenwich. Fue en los
comicios de 2010, ganados por su agrupación bajo el liderazgo de
David Cameron, cuando finalmente llegó a Westminster como
diputada por la circunscripción inglesa de South West Norfolk, escaño que ha renovado tres veces desde entonces.
Aunque se sentaba en las filas traseras (
backbench) del grupo parlamentario
tory, Truss adquirió alguna notoriedad por su enérgica defensa del Gobierno Cameron, de coalición con los liberaldemócratas de
Nick Clegg, y por su
nacionalismo optimista sobre el futuro del Reino Unido. A su entender, el país disponía de todos los instrumentos y capacidades necesarios para evitar el declive económico, considerado inevitable por muchos, en un mundo globalizado donde el centro de gravedad se desplazaba inexorablemente de Occidente a Asia.
Su
fe en el libre mercado, la meritocracia y la excelencia educativa, con un especial énfasis en la formación científica y matemática, para poder obtener unas robustas tasas de crecimiento económico y recuperar competitividad fue expuesta en los ensayos
After the Coalition: A Conservative Agenda for Britain (2011) y
Britannia Unchained: Global Lessons for Growth and Prosperity (2012), firmados colectivamente con sus colegas de bancada
Dominic Raab, Kwasi Kwarteng, Priti Patel y Chris Skidmore, socios todos también del club informal Free Enterprise Group. Los comentaristas valoraron estos escritos políticos, que ensalzaban el capitalismo e invocaban la desregulación en plena resaca de la Gran Recesión de 2009, como una audaz expresión del pensamiento "
neo-thatcherista". En aquella época, empero, Truss no estaba considerada una adalid del ala euroescépica del partido.
Cameron introdujo a Truss en el Gobierno británico en septiembre de 2012 en calidad de de subsecretaria de Estado parlamentaria para el Cuidado Infantil y la Educación Escolar, área del Departamento de Educación.
En julio de 2014 el primer ministro la promovió a miembro del Gabinete como secretaria de Estado para el Medio Ambiente, la Alimentación y los Asuntos Rurales. Esta posición no se vio alterada tras las elecciones de mayo de 2015, en las que los conservadores recobraron la mayoría absoluta y pudieron gobernar en solitario. En cambio, el
referéndum de junio de 2016 sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE con la inesperada victoria de los partidarios del
Leave fue el punto de inflexión en la todavía no extensa carrera política de Truss, que de la noche a la mañana
pasó de argumentar las ventajas prácticas de un Remain renegociado a defender vehementemente el Brexit con todas sus consecuencias.
En julio de 2016 la sucesora del dimitido Cameron,
Theresa May, mantuvo a Truss en el Gabinete y con una cartera de más postín, la Secretaría de Estado de Justicia, que May quitó a Michael Gove en castigo por habérsele enfrentado en la elección del liderazgo de los
tories. Truss se convirtió así en la primera mujer al frente del Ministerio de Justicia y de paso en la primera Lord Canciller, en la milenaria historia de este alto funcionariado de Gran Bretaña. En el año que ejerció dicha función, Truss fue acusada de no cumplir adecuadamente con su obligación de asegurar el funcionamiento eficiente y la independencia de los tribunales, al no salir a defender con la energía esperada a varios jueces que estaban recibiendo fieros ataques desde medios políticos y periodísticos partidarios del Brexit.
Tras las elecciones generales de junio de 2017 May movió a Truss, reelegida por South West Norfolk,
al puesto de secretaria jefe del Tesoro. El nuevo cometido parecía más ajustado al perfil de la antigua gerente de multinacionales, a fin de cuentas una economista y no una experta en temas legales, pero fue visto como una especie de degradación, ya que como secretaria jefe del Tesoro Truss asistía a las reuniones del Gabinete, pero no era miembro oficial del mismo.
Nuevamente una mudanza traumática en el mando del conservadurismo se tradujo para Truss, casada, madre de dos hijos y muy activa en las redes sociales de Internet, en un cambio de responsabilidades en el Ejecutivo. Humillada por los tres rechazos consecutivos de los Comunes, con el voto de los rebeldes radicales de su propio partido, a las sucesivas versiones del Acuerdo de Retirada previamente acordado con la UE (lo que obligó a postergar otras tantas veces la materialización del Brexit), May renunció como líder de los conservadores el 7 de junio de 2019, cumpliendo el anuncio hecho a finales de mayo. Su sucesor el 23 de julio, el ex secretario de Exteriores
Boris Johnson, máximo defensor del Brexit en el oficialismo, reclutó para su equipo a una
Brexiter que defendía el abandono de la UE con el fervor de una conversa para la causa. De hecho, Truss, ya el 1 de junio,
fue el primer miembro del Gabinete que desveló su voto para Johnson, convirtiéndose así en la proponente formal de su candidatura para liderar el partido por parte del grupo parlamentario. Este gesto anulaba su anterior anuncio de que deseaba presentarse ella misma a la elección interna.
Agradecido, Johnson nombró a Truss
el 24 de julio de 2019 secretaria de Estado para el Comercio Internacional, reemplazando a Liam Fox. Algunos observadores, considerando que Truss había diseñado el plan del nuevo primer ministro de bajar el impuesto sobre la renta a los contribuyentes con ingresos superiores a las 50.000 libras, apostaron porque Johnson premiaría a su aliada con la Cancillería del Exchequer, es decir, la jefatura de Hacienda y Finanzas . Sin embargo, el sucesor de
Philip Hammond en esta alta posición fue Sajid Javid, el hasta entonces secretario del Interior. El 10 de septiembre del mismo año Johnson hizo a Truss también
ministra de Mujeres e Igualdad, departamento donde tomaba el relevo a la dimitida Amber Rudd. Más tarde, el 16 de diciembre, Truss fue confirmada en el segundo Gabinete que Johnson presentó tras la contundente victoria del Partido Conservador en las elecciones parlamentarias adelantadas al 12 de diciembre.
Haciendo gala de dinamismo, la secretaria de Estado
orquestó la campaña relámpago para dotar al Reino Unido de una robusta red de acuerdos de libre comercio que compensara la salida de la Unión Aduanera, el Mercado Interior Único y el Espacio Económico Europeo el 31 de diciembre de 2020, fecha en que concluyó el
período de transición del Brexit de 11 meses iniciado el 31 de enero de 2020, cuando el país dejó de ser Estado miembro de la UE tras 47 años de pertenencia.
Así, bajo el ministerio comercial de Truss, en algo más de dos años, el Reino Unido adoptó nada menos que
25 acuerdos bilaterales con países no de la UE, siendo los más importantes por los volúmenes de mercancías implicados los de Japón, Noruega/Islandia, Canadá, Turquía, Singapur y Corea del Sur, y solicitó la participación en el Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Trans-Pacífica (CPTPP o TPP11). Sin olvidar el instrumento de mayor calado, el
Acuerdo de Cooperación y Comercio (TCA) con la propia UE, firmado el 30 de diciembre de 2020 y oficialmente en vigor el 1 de mayo de 2021, que establecía un área de libre comercio de bienes y, con limitaciones, de servicios. Además, mientras Truss fue secretaria de Comercio, quedaron maduros para la firma los tratados con Australia y Nueva Zelanda, arrancaron las negociaciones con Estados Unidos (UKUSFTA) y se prepararon las negociaciones con India. En realidad, muchos de estos acuerdos comerciales con terceros países, salvo notables excepciones, eran instrumentos de continuidad, que replicaban los acuerdos preexistentes dentro de la UE.
FIEL SECRETARIA DE EXTERIORES DE JOHNSON EN TIEMPOS DE CRISIS
El 15 de septiembre de 2021 Johnson anunció que colocaba a Truss a la cabeza del Foreign Office, hasta la fecha dirigido por Dominic Raab, quien permaneció en el Gabinete con el puesto de viceprimer ministro. Ella pasaba a ser la segunda mujer secretaria de Estado para Asuntos Exteriores y de la Commonwealth tras el registro (2006-2007) de la laborista
Margaret Beckett. Además, conservó la cartera ministerial de Mujeres e Igualdad.
Conservadora de intensas convicciones neoliberales, Brexiter entusiasta y creyente en las posibilidades del aumento de la influencia global del Reino Unido, Truss era para Johnson una colaboradora leal en la tarea de ayudarle a conducir el país en un
período borrascoso saturado de turbulencias, desafíos e incertidumbres, tanto externos como internos, a cual más fuerte.
En el otoño de 2021 el país tenía numerosos frentes abiertos, empezando por la normalización de las
relaciones post-Brexit con la UE, proceso que, en buena medida debido al revisionismo de Johnson, amenazaba con descarrilar. El Ejecutivo británico y la Comisión Europea llevaban meses enfrentados por el
Protocolo de Irlanda del Norte (el cual mantenía de facto a este territorio del Reino Unido dentro de la Unión Aduanera para evitar la creación de "fronteras duras" entre las dos Irlandas, de manera que el control aduanero de los productos internacionales entrantes desde Gran Bretaña se establecía no en tierra, sino en la costa norirlandesa), que el primero exigía "reescribir" para calmar las tensiones en el campo unionista norirlandés (contrario a que el Tribunal de Justicia de la UE tuviera jurisdicción arbitral sobre el comercio del Ulster), y ello al hilo del reguero de acusaciones mutuas sobre la exportación de vacunas.
Con Francia, había estallado una acerba disputa pesquera en las aguas del Canal, inclusive las advertencias de sanciones por París y de acciones legales por parte de Londres.
Todo ello, en un
contexto nacional altamente revuelto de crisis en las cadenas de suministros, desabastecimiento de algunos productos cotidianos, falta de materias primas y de trabajadores especializados, encarecimiento de los precios de bienes básicos y de la energía, y una agresiva tercera ola de la COVID-19, favorecida por la lentitud de la campaña de vacunaciones. Para la oposición laborista, conducida por Keir Starmer, el perfil de la nueva responsable diplomática, caracterizado por el
celo ideológico y la defensa tenaz de los intereses nacionales, podía hacer que algunos de los conflictos en curso adquirieran unos contornos más agudos.
Otros retos en la agenda de Truss eran las
relaciones con China (deterioradas desde el recorte autoritario de la autonomía de Hong Kong y, al calor del debate sobre los riegos de ciberseguridad, la exclusión de Huawei del desarrollo de la red nacional de 5G)
y Rusia (muy tensionadas por los envenenamientos de Aleksandr Litvinenko y el matrimonio Skripal, las denuncias de espionaje, el agravamiento de las tensiones en Ucrania y el reciente incidente naval en el mar Negro), así como el dilema de
cómo tratar con el nuevo régimen talibán afgano y la reactivación de la coalición internacional para la derrota del Estado Islámico.
Truss estrenó cargo en el Gabinete británico el mismo día en que Johnson, el presidente
Joe Biden y el primer ministro
Scott Morrison anunciaron el
AUKUS, nuevo pacto de seguridad para la región del Indo-Pacífico que Beijing percibía como un movimiento hostil de la Angloesfera pero que Truss defendía enfáticamente, describiéndolo como una "asociación con países de ideas afines para construir coaliciones basadas en valores e intereses compartidos". Por otro lado, Truss secundó a Johnson como
anfitriona de la XXVI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNCCC), desarrollada en Glasgow del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021 y que, según una mayoría de comentaristas, produjo unos resultados descafeinados.
BENEFICIARIA DE LA AGÓNICA CAÍDA DE BORIS JOHNSON
En el orden jerárquico del Gabinete, la secretaria de Exteriores era solo el cuarto oficial, por detrás del canciller del Exchequer
Rishi Sunak, el viceprimer ministro y Lord Canciller Dominic Raab, y el propio Johnson. Desde su promoción en 2020 para el Exchequer,
Sunak, antiguo analista de Goldman Sachs, multimillonario, con ascendencia india y a sus 41 años cinco más joven que Truss, se había proyectado como el
delfín aparente de Johnson, de 57. Sin embargo, ahora, Truss, de la que no se ignoraban sus elevadas
ambiciones y que solía hacer un uso autopromocional de las redes sociales,
parecía avanzar posiciones para arrebatar aquella condición. En el plazo de unos meses,
la pésima gestión por Johnson de una secuencia de escándalos protagonizados por numerosos asistentes y por él mismo iba a catapultar a Truss, no salpicada en lo personal, a la deseada cima.
En las primeras semanas y meses con Truss en el Foreign Office, el conflicto pesquero franco-británico, mezclado con las cifras récord de migrantes irregulares en tránsito por el Canal desde el continente, fue a más. También, Londres redobló su exigencia a la UE de que el Protocolo de Irlanda del Norte anexo al Acuerdo de Retirada de 2019 fuera sustituido por un texto que salvaguardara mejor la "soberanía" del Reino Unido. La
asunción personalmente por Truss de la interlocución con la UE el 18 de diciembre, sustituyendo al negociador jefe David Frost, se tradujo en el empleo por Londres de un lenguaje más duro. Ello incluyó la amenaza del incumplimiento del Protocolo, activando el artículo 16 del mismo que permitía la suspensión unilateral de algunas de sus partes, a menos que Bruselas accediera a enmendar el texto para alumbrar un nuevo marco regulador de la frontera de las dos Irlandas, la del sur, que era territorio de la UE, y la del norte, que no lo era.
Por lo demás,
2021 terminó con una sensación de nación desbordada por fracturas tan inusuales en un país del primer mundo desarrollado como la falta de combustible en las gasolineras, la penuria también de dióxido de carbono para usos industriales, carencias en los insumos médicos e incluso estantes vacíos en los supermercados, la quiebra de distribuidoras eléctricas y los parones empresariales debido a las facturas estratosféricas de la luz y el gas. En añadidura, la cuarta ola del coronavirus, muchísimo más contagiosa aunque menos letal que las anteriores, por la propagación de la variante ómicron, obligó a las autoridades a reimponer algunas restricciones.
Ahora bien, y por si todo ello no fuera suficiente, Johnson se vio arrastrado a una estruendosa polémica por cuestiones políticas y más exactamente de índole ética y moral, que afectaban a personas del Partido Conservador y que empezaron a emerger al público
Ya a comienzos de noviembre, Johnson fue puesto en la picota por salir en defensa del diputado y ex secretario de Estado Owen Paterson, dimitido tras ser señalado por corrupción. En diciembre, a este escándalo de presuntas gratificaciones de empresas privadas a cambio de favores políticos se le encadenaron otro sobre la detección de restos de cocaína en casi todas las salas de descanso y aseos del Parlamento de Westminster, hallazgo que movilizó a Scotland Yard, y un tercero, este sí explosivo y potencialmente fatal para el primer ministro. Se trataba de la filtración de un vídeo en el que personal de Downing Street hacía comentarios jocosos sobre la celebración allí de una fiesta pre-navideña en 2020, en pleno confinamiento severo de Londres y partes de Inglaterra por la emergencia de la COVID.
Johnson, que solo días antes de difundir la ITV News el 7 de diciembre el comprometedor video había declarado que en la decena de reuniones de agenda celebradas por el personal de Downing Street en vísperas de las navidades de 2020 se habían respetado las estrictas reglas de salud pública y no había habido ninguna celebración privada —lo que estaba prohibido por el mismo Gobierno—, hubo de salir a pedir perdón en los Comunes, en tanto que su secretaria de Prensa Allegra Stratton, protagonista de la grabación, presentó la renuncia entre lágrimas.
Más aún, el
Sunday Mirror publicó una foto de Johnson participando días antes de la Navidad de 2020 en una "reunión virtual" de carácter lúdico con algunos de sus empleados del 10 de Downing Street, algunos de los cuales habrían hablado por videollamada con su jefe mientras bebían alcohol en un ambiente distendido y obviando las medidas de distanciamiento social.
The Guardian echó más leña al fuego con una instantánea datada en mayo de 2020, durante el primer confinamiento, y donde podía verse a Johnson, a su esposa Carrie Johnson y a varios miembros de su personal sentados junto a unas mesas provistas de vino y queso en el jardín de Downing Street.
Sobre el primer ministro cayó una tormenta de recriminaciones y demandas de dimisión que ignoró, si bien ordenó abrir una investigación interna de los hechos que quedó en manos de Sue Gray, segunda secretaria permanente de la Oficina del Gabinete. Era el comienzo del
Partygate, gran escándalo del que Johnson no iba a poder zafarse y que, por de pronto, supuso el desplome de los conservadores, ya declinantes, en los sondeos electorales, donde los laboristas de Starmer les tomaron la delantera.
Mientras Johnson pasaba serios apuros, Truss no desaprovechó el momento para perfilar su figura de cara a un hipotético proceso sucesorio en el campo conservador. Antes de terminar 2021, además de tomar el rol de negociadora jefa con Bruselas, la secretaria de Exteriores lideró en Liverpool una cumbre de ministros del G7 en la que se avisó al presidente Putin de las "graves consecuencias" de una agresión militar a Ucrania. Tras producirse finalmente esta el 24 de febrero de 2022, Truss, Johnson y el secretario de Defensa Ben Wallace fueron las voces que difundieron la postura del Reino Unido como
abanderada entre las potencias de Occidente, junto con Estados Unidos,
de la imposición de sanciones duras a Rusia, la condena del belicismo y los crímenes de guerra de Putin, y el suministro de grandes remesas de armamento pesado al Ejército ucraniano. "El Reino Unido hará todo lo posible para que Ucrania gane y se recupere", iba a decir la secretaria de Exteriores en abril.
El 10 de febrero, durante el frenesí diplomático que buscaba disuadir al Kremlin de emprender una operación militar a gran escala contra Ucrania, la ministra británica sostuvo una estéril, tensa y a la postre embarazosa reunión en Moscú con su homólogo ruso,
Serguéi Lavrov. En su encuentro a puerta cerrada, el curtido y áspero Lavrov tendió una encerrona verbal a su huésped con la pregunta de si el Reino Unido aceptaba que las regiones de Voronezh y Rostov pertenecían a Rusia y que Moscú tenía todo el derecho a trasladar tropas allí. Interpretando que se le inquiría sobre las dos regiones del Donbás, en el este de Ucrania, parcialmente ocupadas y autogobernadas por sendas repúblicas separatistas desde la guerra de 2014 (las regiones de Donetsk y Luhansk, mientras que Voronezh y Rostov eran desde siempre distritos de la Federación Rusa), Truss respondió con firmeza que "el Reino Unido nunca reconocerá la soberanía rusa sobre estas regiones".
El patinazo de Truss puso de relieve las ganas de Lavrov de poner a prueba y humillar a su interlocutora occidental (luego, el desdeñoso ministro ruso afirmó que la conversación había sido "como un mudo hablando con un sordo"), pero también alimentó las opiniones en el Reino Unido sobre las carencias y limitaciones de Truss, cuyo
historial de meteduras de pata y salidas un tanto chocantes le había hecho acreedora del remoquete, igualmente endilgado a Johnson, de "no estar capacitada" para los cargos cimeros.
Mientras la crisis de Ucrania y las tensiones con Rusia ganaban intensidad, el
Partygate crecía como la espuma con más y más capítulos oprobiosos. En enero de 2022 trascendieron nuevos informes sobre un evento con bebidas alcohólicas en mayo de 2020, durante el primer cierre nacional, en el jardín de la residencia del primer ministro. Johnson admitió su asistencia al mismo y volvió a pedir excusas al público. También se disculpó personalmente ante la reina
Isabel II porque miembros del Gabinete habían celebrado dos fiestas de despedida en Downing Street en abril de 2021, pese a las restricciones vigentes en aquel momento y mientras el Palacio de Buckingham estaba de luto por la muerte del príncipe Felipe de Edimburgo. De paso, la Policía Metropolitana inició una investigación por infracciones en una docena de reuniones. Se supo que Johnson había participado en al menos tres de estos encuentros.
El estupor por esta cascada de revelaciones y el espectáculo de un primer ministro cogido en trampa una y otra vez desató un
movimiento de demandas de dimisión de Johnson en las propias filas conservadoras, al principio al margen del Gabinete pero luego ya también en el núcleo interno del Ejecutivo y el Parlamento.
Entre febrero y abril, las noticias sobre un movimiento de revuelta en Westminster, conspiraciones, dimisiones, despidos, purgas y nuevas fotos comprometedoras no dieron tregua al campo
tory, agravando la precaria situación del primer ministro, que llegó a ser multado por incumplir las regulaciones del COVID. Scotland Yard notificó multas también a la esposa del
premier, al canciller del Exchequer, Rishi Sunak, y a otras 80 personas. Truss, concentrada en su labor diplomática y que a finales de enero dio positivo en el test del coronavirus, adoptó un perfil bajo a medida que crecía la polvareda. No obstante, se mantenía
inquebrantablemente al lado de su jefe. En mayo, el Partido Conservador perdió las elecciones locales celebradas en todo el país y encajó las conclusiones finales del informe Gray, que hablaba de "graves fallos" en la observación de los "altos estándares" éticos y censuraba la "cultura" del consumo excesivo de alcohol en las reuniones de los cargos políticos y los funcionarios del Ejecutivo.
El 6 de junio, Johnson, puesto contra las cuerdas, se sometió a un voto de confianza interno de resultas de una iniciativa de censura de un nutrido grupo de diputados conservadores descontentos por su gestión del
Partygate. El primer ministro obtuvo en los Comunes una victoria pírrica de 211 votos a favor y 148 en contra. Ignorando el repudio del 41% de sus legisladores y teatralmente eufórico, Johnson dio por zanjada la rebelión, anunció que "nada ni nadie" le iba a impedir continuar en el cargo y, en un golpe de efecto que Truss salió a respaldar sin reservas, puso sobre la mesa un proyecto de ley para reescribir el Protocolo de Irlanda del Norte de manera unilateral, provocando la apertura de dos procedimientos de infracción por la Comisión Europea.
Pero como era de esperar, las espadas siguieron en alto y el movimiento de bola de nieve continuó su curso, hasta el desenlace inexorable. El 24 de junio presentó la renuncia Oliver Dowden, copresidente del Partido. Simultáneamente, tomó vuelo el escándalo protagonizado por Chris Pincher, el jefe disciplinario adjunto del grupo de los Comunes, dimitido el 30 de junio entre acusaciones de haber manoseado y hecho insinuaciones sexuales a varios hombres en estado de embriaguez. El conocimiento de que Johnson había nombrado a Pincher para la posición de
Deputy Chief Whip en febrero anterior a sabiendas de su historial de conducta supuestamente inapropiada, y, más todavía, el desmentido inicial por Johnson de que estaba al tanto del asunto, hizo que muchos altos cargos conservadores, hartos de las continuas mentiras del primer ministro, decidieran abandonarle.
El golpe definitivo para Johnson llegó el 5 de julio con las dimisiones de dos pesos pesados del Gabinete, Rishi Sunak y Sajid Javid, este último secretario de Estado de Salud y Atención Social, así como predecesor de Sunak en el Exchequer. Johnson cubrió rápidamente las bajas nombrando a Nadhim Zahawi y Steve Barclay, pero al día siguiente le hicieron llegar sus renuncias también el secretario para Gales, Simon Hart, y 15 ministros y subsecretarios de Estado. Además, cuatro secretarios del Gabinete, Priti Patel de Interior, Kwasi Kwarteng de Negocios, Grant Shapps de Transportes y Brandon Lewis de Irlanda del Norte, le dijeron al primer ministro que habían perdido la confianza en él y que lo mejor para el país era que se fuera sin más dilación.
El acto final fue el
7 de julio. Entonces, dimitieron los secretarios de Estado Lewis y Michelle Donelan (Educación), amén de otros ocho ministros y subsecretarios. Confrontado a una catarata sin precedentes de portazos, 28 ya, de miembros del Gobierno (cinco del Gabinete, más el despido de Michael Gove, en la víspera, como secretario de Estado de Ordenación, Vivienda y Comunidades, y 23 por debajo de ese nivel), y emplazado igualmente por el secretario de Defensa Ben Wallace y por el recién nombrado titular de Finanzas, Nadhim Zahawi,
Johnson anunció su dimisión como líder del Partido Conservador, aunque matizando que continuaba como primer ministro, hasta la elección del nuevo líder tras las vacaciones de verano.
Truss confirmó que era candidata a la sucesión en las páginas de
The Daily Telegraph el 10 de julio, en la víspera de definir el Partido las reglas y el calendario de la próxima elección interna, a culminar a primeros de septiembre, y de abrir el breve plazo para las nominaciones.
(Cobertura informativa hasta 11/7/2022)