Pese a sumar su Partido Socialdemócrata (SDP) tres diputados más, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, perdió las elecciones generales del 2 de abril de 2023 ante los mayores avances del conservador Partido de la Coalición Nacional (KOK) y el ultraderechista Partido de los Finlandeses (PS). Ahora, mientras el PS de Riikka Purra se mantiene segundo, el SDP y el KOK han intercambiado las posiciones primera y tercera. El líder de los conservadores, Petteri Orpo, intentará desalojar a Marin, a la que no le salen las cuentas para mantenerse en el poder. Con 100 escaños, 17 menos que en la pasada legislatura, la coalición pentapartita de centro-izquierda que ha venido encabezando desde 2019 se queda a uno de la mayoría absoluta.
Los comicios han tenido lugar cuando el país nórdico se dispone a ingresar en la OTAN, culminando un proceso exprés que Marin y el presidente de la República, Sauli Niinistö, activaron al poco de producirse la agresión bélica rusa contra Ucrania y que, a diferencia de la apuesta paralela de Suecia, ha conseguido vencer las reticencias y el bloqueo de Turquía. El 30 de marzo de 2023, nueve meses después de su firma por los 30 embajadores en Bruselas, 29 días después de dar la aprobación final al paquete legislativo el propio Parlamento de Finlandia (por 184 votos contra siete, a lo que siguió la rúbrica presidencial) y tres después de hacerlo el Parlamento húngaro, el Protocolo de Adhesión finés completó en el Parlamento de Ankara el proceso de ratificaciones nacionales.
La histórica mudanza, que pone fin a la neutralidad nacional —principio cardinal del Estado finés desde el término de la Segunda Guerra Mundial—, se apoya en un consenso político que alcanza a todos los grupos parlamentarios y cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría de la población: según las encuestas, en vísperas del 24 de febrero de 2022 solo el 30% de los finlandeses veía razonable entrar en la OTAN, apenas dos días después el porcentaje se disparó al 53% y transcurrido un año ese apoyo supera el 80%. La amenaza por Moscú con desencadenar medidas de represalia "técnico-militares" no surtió efecto. La invasión de Ucrania invirtió drásticamente el paradigma de seguridad y defensa de un país con 1.340 km de frontera terrestre con Rusia, que en 1917 proclamó su independencia de las ruinas del imperio zarista y que en 1945 tuvo que ceder el 11% de su territorio a la URSS para salvaguardar su soberanía. Así lo recalca Marin, destacada como uno de los responsables gubernamentales de la UE más contundentes en la denuncia del expansionismo militar de Putin y en el apoyo a Kyiv. Este incluye, en el capítulo armamentístico, la entrega de seis tanques Leopard 2 de fabricación alemana.
(Texto actualizado hasta 3 abril 2023)
Miembro
del ala eco-socialista del SDP y enfática en la defensa del estado del bienestar, la reducción de las desigualdades sociales, la supresión de cualquier forma de discriminación y la lucha contra el cambio climático, Sanna Marin es la
tercera jefa de Gobierno finlandesa, luego de las centristas
Anneli Jäätteenmäki (2003) y
Mari Kiviniemi (2010-2011), sin olvidar a la que fuera presidenta de la República en 2000-2012, la socialdemócrata
Tarja Halonen.
Al llegar al puesto en sustitución del dimitido Antti Rinne con 34 años el 10 de diciembre de 2019 , Marin se convirtió en el
primer ministro, mujer o varón, más joven del mundo en aquel momento.
Los medios destacaron entonces el ascenso de Marin por su juventud y su identificación con
feminización de la política y la visibilidad de la diversidad, al tratarse de la
hija de una pareja homoparental formada por su madre biológica y su compañera sentimental. La finesa se trataría así del primer jefe de Gobierno o de Estado en tener ese perfil familiar, que empezaba a no ser raro en Finlandia y otros países. Además, ella encabezaba un Gabinete de 19 miembros de los que 12 eran mujeres y donde, hecho excepcional,
los cinco partidos integrantes de la coalición arco iris heredada de Rinne estaban
mandados también por mujeres. Así, a Marin la flanqueaban Katri Kulmuni (viceprimera ministra y ministra de Finanzas) por el Partido de Centro (Keskusta), Maria Ohisalo (ministra del Interior) por la Liga Verde (VIHR), Li Andersson (ministra de Educación) por la Alianza de Izquierda (VAS) y Anna-Maja Henriksson (ministra de Justicia) por el Partido Popular Sueco (RKP/SFP). La
media de edad de las cinco responsables era de 37 años, teniendo menos de 35 las cuatro primeras.
Dato añadido, a finales de 2019 tres de los otros cuatro países de la región escandinava estaban gobernados también por mujeres: la conservadora
Erna Solberg en Noruega, la verde de izquierda
Katrín Jakobsdóttir en Islandia y la también socialdemócrata
Mette Frederiksen en Dinamarca. Solberg iba a cesar en octubre de 2021, mes y medio antes de asumir la socialdemócrata
Magdalena Andersson en Suecia.
DE LA COVID-19 A LA CONTROVERSIA POR EL OCIO PRIVADO DE LA JOVEN PRIMERA MINISTRA
Al tomar las riendas del Gobierno de Helsinki y someterse a la confianza del Eduskunta o Parlamento, obtenida el 17 de diciembre con 105 votos contra 80, Marin
certificó la continuidad del programa del efímero Gabinete Rinne, que solo había durado un semestre. Sus ejes eran una expansión del gasto social de 1.230 millones de euros hasta 2023, subidas de impuestos por 730 millones, medidas para generar empleo, un plan de venta de propiedades y activos estatales, y el compromiso de descarbonizar completamente la economía en 2035. Con todo, la nueva primera ministra reconocía la necesidad imperiosa de "recuperar la confianza" de los electores en el SDP, erosionada desde su victoria con una ajustadísima mayoría simple de 40 escaños en las legislativas del 14 de abril de 2019.
La inversión de esa tendencia negativa y el retorno del SDP a la primacía en las encuestas fue un hecho al calor del
solvente manejo por el Gabinete Marin del brote inicial de la COVID-19 en la primavera de 2020, cuyo impacto no hizo necesario imponer, a diferencia de la mayoría de los países europeos sorprendidos por la virulencia de la acometida del patógeno, la cuarentena interna reforzada o el confinamiento domiciliario obligatorio. Posteriormente, en marzo de 2021, el Gobierno aplicó un cierre nacional parcial de tres semanas y en junio de 2022 todas las restricciones quedaron levantadas.
Al ser rápidas en la implantación de medidas y estrictas en los rastreos y el cierre de fronteras, las autoridades de Helsinki, a la espera de las vacunas, adoptaron en 2020 una estrategia opuesta al
modelo sueco, basado en la estrategia, fallida, de limitar al máximo las restricciones y confiar en la inmunidad de rebaño para capear la morbilidad y la presión hospitalaria. En todo este tiempo, la incidencia de la pandemia en Finlandia se mantuvo en niveles comparativamente moderados y la tasa de mortalidad acumulada, con algo más de 9.000 fallecidos en marzo de 2023, es a día de hoy más bien baja.
En agosto de 2020, en un momento político personal favorable, el SDP eligió a Marin para suceder a Antti Rinne, una figura con poco gancho,
en la presidencia de la formación. El escenario del cambio de líder partidario, a estas alturas meramente simbólico, fue el 46º Congreso ordinario del SDP, celebrado en Tampere del 22 al 24 de agosto.
En cuanto a la economía, Finlandia empezó la emergencia sanitaria con uno de los ritmos de crecimiento más sobrios de la UE, pero
la recesión pandémica, del -2,4% del PIB, fue también aquí una de las menos lesivas; luego, con un 5% de crecimiento en 2021-2022, la recuperación llegó con creces, al tiempo que se
contenía la deuda pública (del 70% del PIB actualmente) y se
volvía a los niveles de déficit pre-pandemia (menos del 1% del PIB). La moderación de las cifras macroeconómicas finesas alcanza en cierta medida a la inflación, que en febrero de 2023 marcó el 8%, índice ligeramente por debajo del promedio de la Eurozona.
Durante las negociaciones en 2020 para la fijación del montante y las condiciones del
Plan de Recuperación para Europa Next Generation EU (NGEU), la dirigente finlandesa
tendió a alinearse con los frugales, el grupo informal de gobiernos, a saber, Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia además de Alemania, coincidentes en la meticulosidad fiscal y el rechazo a la "mutualización" de las deudas soberanas de los países que, como España, Italia, Grecia o Bélgica, presentaban una situación financiera mucho más complicada. Como el resto de socios europeos, Finlandia elaboró y presentó a la Comisión Europea su Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, el cual detalla 39 paquetes de inversiones y 18 reformas centrados en las transiciones climáticas y digital; estos serán financiados por los 2.100 millones de euros, entre créditos y ayudas directas, adjudicados al país por la Facilidad de Recuperación y Resiliencia del NGEU.
Entre tanto, en el seno de la coalición gobernante, Marin se afanaba en conseguir un punto de equilibrio entre los enfoques económicos contrapuestos por un lado del Keskusta y el RKP/SFP, partidarios de retornar con presteza a la prudencia fiscal, y por el otro lado de la VIHR y la VAS, que reclamaban unos presupuestos comprometidos con la "justicia social", es decir, mantener un horizonte amplio para los paquetes de ayudas y los estímulos pos-pandemia.
En 2021 y 2022 las buenas notas de popularidad de Marin fueron puestas a prueba por unas
polémicas relativas a los momentos de ocio en su tiempo libre y la conciliación de los mismos con su vida laboral-institucional, levantándose una considerable polvareda. La primera ministra
recibió duras críticas en casa, donde partidos de la oposición y editoriales periodísticos
la pusieron de inmadura, frívola e irresponsable, si bien también le salieron numerosos defensores y admiradores, adquiriendo de paso la estadista mayor notoriedad internacional. Marin
reclamó su derecho a compaginar su vida profesional, los compromisos oficiales o públicos, incluso cuando estos acontecían en circunstancias de crisis y gravedad,
y las ocasiones para la evasión en su esfera privada, pues ella también era "un ser humano" y aspiraba "a la alegría, la luz y la diversión en medio de estos nubarrones".
Ya en octubre de 2020, Marin suscitó comentarios críticos o burlones, de tono abiertamente sexista según sus partidarios, por posar para una revista de moda que la fotografió en la residencia oficial de Kesäranta ataviada de un esmoquin escotado y sin sujetador. Esta noticia no pasó de lo anecdótico, pero en diciembre de 2021 la política generó una andanada de reproches al trascender que había salido a disfrutar una noche de sábado, pasándola en un club de Helsinki junto con unos amigos hasta las cuatro de la madrugada, horas después de ser informada de que el ministro de Exteriores, el verde Pekka Haavisto, persona de estrecho contacto, había dado positivo en el test del coronavirus.
Inicialmente, Marin, madre de una niña de tres años y casada con su pareja desde el año anterior, defendió su proceder, argumentando que se había limitado a seguir las indicaciones de su personal sobre que no era necesario que se aislara al estar completamente vacunada. Pero luego, reconoció que había pasado por alto un segundo mensaje de texto donde se le aconsejaba (esta era la pauta recomendada a nivel oficial) evitar el contacto social hasta hacerse un test. Según ella, descubrió el aviso en el teléfono móvil del trabajo, dejado en su despacho (sí estaba localizable a través de su teléfono particular), cuando regresó a Kesäranta en la madrugada del domingo; entonces, se hizo a toda prisa un autodiagnóstico, con resultado negativo. Por todo ello, Marin pidió perdón.
Tanta o más repercusión tuvieron, en agosto de 2022, con la guerra de Ucrania en curso y la entrada de Finlandia en la OTAN en vías de ratificación, la publicación de imágenes de Marin, vestida con
look informal y vaso de plástico en mano, mezclada con el público asistente a un festival de música rock y, sobre todo, la filtración a las redes sociales de un video de teléfono móvil donde la dirigente salía bailando despendoladamente en una fiesta en una vivienda privada; aquí, Marin aparecía rodeada de conocidas personalidades de la vida social finlandesa, y se mostraba efusiva y desenfadada a la persona que la grababa, como una joven treintañera más con ganas de divertirse entre amigos, con la salvedad de que ella era la primera ministra.
Marin salió inmediatamente al paso de la polémica y esta vez sin intención de disculparse, ya que a su entender no había hecho nada incorrecto. "Por supuesto, no voy a comentar dónde se grabaron estos vídeos ni quién los grabó, porque son espacios privados", repuso, para añadir que consideraba "triste" su afloramiento a la "luz pública" y que estaba "enfadada" por ello, ya que percibía un intento de "chantajearla" Presionada por el hecho de que en el bullicioso video se escuchara a alguien mencionar supuestamente la expresión "pandilla de harina", Marin aclaró: "Personalmente, no tomé drogas ni consumí nada más que alcohol. Bailé, canté y estuve de fiesta, cosas perfectamente legales. Y nunca he estado en una situación en la que haya visto o conocido a otros [consumiendo drogas]". De todas maneras, la gobernante aceptó someterse a un test de detección de drogas, exigido por los partidos de la oposición conservadora. La prueba dio resultado negativo.
Una cabecera de la prensa tabloide añadió más leña a la controversia publicando otro video que mostraba a la casada Marin bailando "íntimamente" con un "misterioso" desconocido en una discoteca de Helsinki. Por si fuera poco, antes de terminar agosto, circuló por Internet la foto, captada durante una fiesta privada en el área de invitados de Kesäranta, de dos mujeres jóvenes besándose y tapándose los pechos con las manos y con un letrero con la palabra
Finland escrita. Esta vez, Marin reconoció que la imagen de las dos chicas, amigas suyas e invitadas a Kesäranta tras asistir al festival de rock durante las vacaciones de julio, explicó, era "inapropiada" y, como el año anterior por el asunto de su salida discotequera nocturna, pidió excusas.
En noviembre de 2022, una
investigación oficial conducida por el Canciller de Justicia de Finlandia, Tuomas Pöysti, concluyó que no había "razones para sospechar" que la primera ministra hubiera "cometido una conducta ilegal en el desempeño de sus funciones o negligencia en sus deberes oficiales". En su dictamen, el alto magistrado recordó que no le correspondía a él, "como autoridad suprema en cuestiones de legalidad, evaluar la moralidad de la conducta de un ministro o las cuestiones relativas a su credibilidad política o la confianza de que goza".
En cambio, anteriormente,
no pudo resistir el escrutinio crítico de la prensa la ministra y líder centrista Katri Kulmuni, de 32 años, forzada a dimitir en junio de 2020 por la revelación de que había gastado más de 50.000 euros de dinero público en servicios de consultoría privada contratados con una agencia de comunicación. La también treintañera Annika Saarikko, hasta entonces ministra de Ciencia y Cultura, sucedió a Kulmuni en la jefatura del Keskusta y, previo ejercicio puente del ex primer ministro (2003-2010)
Matti Vanhanen, asimismo en el Gabinete como viceprimera ministra y ministra de Finanzas. Los ministerios de la verde Ohisalo, cuyo partido era el tercero que más escaños aportaba al oficialismo, y la izquierdista Andersson también experimentaron alteraciones, aunque las salidas de las titulares fueron solo temporales: la primera dejó la cartera de Interior a su correligionaria Krista Mikkonen en noviembre de 2021 y tomó la de Medio Ambiente y Cambio Climático, reservada a su partido, en junio de 2022, mientras que la segunda guardó baja por maternidad entre diciembre de 2020 y junio de 2021.
EL GIRO COPERNICANO DE LA ADHESIÓN A LA OTAN
La invasión de Ucrania por Rusia el 24 de febrero de 2022 tuvo un impacto fulminante en las políticas exterior, de seguridad y defensa de Finlandia, conducidas cooperativamente por el Gobierno y la Presidencia de la República, y desvaneció las reservas expresadas anteriormente por la primera ministra sobre la cuestión euro-atlántica. Ahora, Marin llamó a un "amplio debate" para alcanzar un "consenso nacional" en el nuevo entorno de "seguridad cambiante", incluida una eventual petición de ingresar en la OTAN, la cual podría o no producirse durante la actual legislatura. Esto tenía que ser así porque Rusia ya no era "el vecino que pensábamos" y porque las relaciones bilaterales, a raíz de la brutal agresión a Ucrania, habían cambiado de manera "irreversible", diagnosticaba la dirigente socialdemócrata.
El 12 de mayo,
ignorando las advertencias del Kremlin sobre las "graves consecuencias políticas y militares" para Finlandia (y para Suecia) si se cancelaba el principio de la neutralidad y se daba alas a la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas,
Marin y el presidente Niinistö instaron al Eduskunta a emprender los trámites para presentar la solicitud de adhesión a la Alianza Atlántica "cuanto antes". Tres días después, los dirigentes, entre alusiones a la apertura de "una nueva era" y a un "día histórico" para "fortalecer nuestra seguridad", enviaron a la Cámara el informe correspondiente y el 17 de mayo
los diputados dieron el visto bueno con 188 votos a favor, ocho en contra, ninguna abstención y tres ausentes. Por de pronto, los dos cabezas del Ejecutivo habían conseguido involucrar a todos los grupos parlamentarios en el debate y aprobación de un cambio conceptual de la mayor trascendencia.
En la jornada posterior a la sanción parlamentaria,
los embajadores finlandés y sueco entregaron en Bruselas al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, las respectivas solicitudes de adhesión. El Gobierno ruso, que el 4 de marzo ya había incluido a Finlandia, en tanto que uno de los 27 de la UE, en su lista de "países hostiles" por sumarse a las primeras sanciones colectivas y también por empezar a mandar armas ligeras (fusiles, munición y granadas antitanque, además de equipamiento no letal) a los ucranianos, respondió cortándole a su vecino del Báltico y el Ártico los suministros de electricidad y gas (que Helsinki se negaba a pagar en rublos), escenario de represalias energéticas al que Marin ya se había referido, dándolo por descontado.
Así, en abril el Gobierno anunció inversiones por valor de 850 millones de euros para
acelerar la independencia energética de Rusia e importar más gas natural licuado. Hasta el presente, casi todo el gas adquirido por Finlandia procedía de Rusia, aunque según la agencia estadística nacional este recurso apenas representaba en estos momentos un 6% del consumo energético total del país; una cuota similar suponía el carbón, comprado también en gran medida a Rusia y ahora afectado por las sanciones de la UE. Pero igualmente era cierto que el 28% de la energía que consumía Finlandia, país sin fuentes propias de combustibles fósiles, la obtenía de la combustión de biomasa a partir de astillas y otros subproductos de la industria maderera, y aquí Rusia venía siendo un importante proveedor. El caso era que Finlandia presentaba un
mix energético bastante diversificado, con porciones sustanciales de la nuclear y la hidroelectricidad.
También en abril, el presidente ucraniano, Zelenskiy, en su discurso por video al Eduskunta, aseguró que "si Rusia entrara en Finlandia, haría lo mismo que ha hecho en Ucrania porque consideran que vuestro territorio forma parte de su imperio". El 26 de mayo Marin se desplazó a Kyiv para expresarle a Zelenskiy el pleno apoyo, político, económico y armamentístico, de Finlandia a Ucrania.
La neutral Finlandia mantenía relaciones formales con la OTAN desde la década de los noventa, cuando entró en el foro multilateral Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, luego llamado Consejo de Asociación Euroatlántico, y se unió al programa Asociación para la Paz. Pero desde entonces, al no contemplar la entrada en la organización armada, Helsinki no había suscrito el Plan de Acción Individualizado, el Diálogo Intensificado y el Plan de Acción de la Membresía (MAP), requeridos habitualmente a los países aspirantes antes de poder presentar la solicitud del ingreso.
Ahora, la guerra de Ucrania, con sus alarmantes implicaciones para la seguridad en todo el flanco oriental europeo, lo había cambiado todo de la noche a la mañana, y los responsables del país que tras la Segunda Guerra Mundial había acuñado para las relaciones internacionales la metáfora peyorativa de la
finlandización (cuando una nación pequeña o vulnerable opta por no irritar a una potencia con tendencias expansionistas o militaristas practicando una política exterior acomodaticia a sus intereses),
encontraban imprescindible acogerse a la sombrilla defensiva de la OTAN, con todo lo que eso comportaba, y por la vía rápida. El Ejército finlandés satisfacía en la práctica los estándares modernos de los aliados, y los mandos civiles y militares de la OTAN ya estaban de acuerdo, siendo en este sentido bastante explícitos los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido. En consecuencia, prevalecía la decisión política, a implementar a toda velocidad saltándose pasos procedimentales o de carácter técnico, a expensas solamente de las preceptivas ratificaciones nacionales. Marin puntualizó que Finlandia no quería albergar bases de la OTAN ni desplegar armas nucleares en su territorio.
El único escollo lo ponía Turquía, que exigía a finlandeses y suecos el fin del cobijo en sus territorios a militantes de organizaciones políticas y armadas ilegales y consideradas terroristas por su oposición radical al Estado turco y al Gobierno del partido AKP del presidente Erdogan. Eran los casos del PKK kurdoturco, los kurdosirios YPG y PYD, y el movimiento gülenista. Aparentemente, el problema quedó solventado en la antesala de la
cumbre de la OTAN en Madrid. El 28 de junio, en la capital española, Stoltenberg, Erdogan, Niinistö y la primera ministra Andersson presidieron la firma por los ministros de Exteriores turco, finlandés y sueco de un
memorándum trilateral por el que Ankara levantaba las objeciones a la entrada en la Alianza de los dos países escandinavos a cambio de su compromiso en la cooperación satisfactoria con las demandas de seguridad turcas en relación con las citadas organizaciones. Al día siguiente,
el 29 de junio, el Consejo Atlántico, reunido al nivel de jefes de Estado y de Gobierno, invitaba formalmente a Finlandia y Suecia a unirse a la organización.
Para satisfacción de Marin y los dirigentes fineses, la travesía atlantista discurría con rapidez, en paralelo al recrudecimiento de la guerra de Ucrania. El 4 de julio de 2022 las conversaciones de adhesión llegaron a buen término y un día más tarde
los 30 embajadores firmaron en el cuartel general de Bruselas los Protocolos de Adhesión de Finlandia y Suecia. Se abría ahora el proceso de ratificaciones nacionales, que podía prolongarse durante meses y que de hecho iba a hacerlo más de lo esperado, al hacerse de rogar la Hungría del primer ministro Viktor Orbán y protestar Turquía por la falta de progresos en el cumplimiento por Estocolmo y Helsinki de lo acordado en la cumbre de Madrid.
El veto de Erdogan, irritado, acabó limitándose a los suecos, por lo que Marin se resignó a materializar la inserción nacional en la OTAN en solitario: al final, Finlandia entraría en la Alianza Atlántica antes que Suecia y no a la vez.
En septiembre, Finlandia se unió a Polonia y las repúblicas bálticas en la decisión de
cerrar completamente las fronteras a los turistas rusos, aun poseyendo el visado de entrada expedido en un país del área de Schengen. El Gobierno alegaba que la llegada de ciudadanos rusos, ya fuera para una estancia temporal o en tránsito a terceros países, podía causar "un grave perjuicio para la posición internacional de Finlandia". Marin reclamó de paso el endurecimiento de las sanciones de la UE contra Rusia, cuya derrota en la guerra frente a Ucrania era la única "opción".
(Texto actualizado hasta 3 abril 2023)