Poner el Mediterráneo Occidental, en particular los países de África del Norte, otra vez en mapa mundial, requiere imaginarse lo que podría ser esta región hacia el 2030. El capital privado y los recursos humanos están dejando la región y no sólo en el sur sino también en España y en Italia. Los cambios bruscos que ocurrieron en Libia y Túnez en el 2011 han añadido incertidumbre pero también han abierto la puerta a una valoración más realista de las reformas económicas y políticas que son prerrequisitos esenciales a la hora de imaginar un futuro más ambicioso para la región, uno que, en particular fomente modelos más inclusivos en el ámbito económico. El tan pregonado “modelo de Túnez” ha mostrado sus límites y necesita ser reescrito.
Los retos incluyen:
1) Mejorar la gobernanza de recursos minerales en las regiones donde son extraídos –que, en particular, significa garantizar que los beneficios van a la población local más que a los centros urbanos importantes en la costa, como así ha ocurrido hasta ahora.
2) Reparar el daño causado al medio ambiente local que a menudo ha sido ruinoso.
3) Gestionar con normativas internacionales la administración de las empresas estatales que son responsables de la actividad, fomentando la promoción por méritos propios y la implicación de la población local.
4) Buscar cooperación entre empresas y regiones diferentes, tanto a nivel estatal como privado, más allá de las fronteras del Magreb, para dar valor añadido a la producción, y que traería como consecuencia la creación de puestos de trabajo especializados a la vez que atraería más capital, a menudo privado.